-¿Papá? ¿Puedo pasar? -pregunté esperando en el marco de la puerta de la habitación de mis padres.

Mi padre estaba en la cama de matrimonio sentado mientras sacaba papeles de la carpeta que solía estar escondida debajo de la cama lo que supuse que eran facturas.

-Nunca rechazaría la oferta de pasar tiempo con mi hija favorita- que conste que no soy la favorita de mi padre, nos lo dice a todos tanto a Mohammed, a Mouna, a Habib y a mí.

Le sonreí y entré en la habitación, me senté en la cama a su lado teniendo cuidado de no arrugar la larga bata que llevaba de color naranja, realmente esta bata solía pertenecer a mi hermano mayor. Yo nunca me compraría una bata naranja por muy bien que calentase, pero como a él se le había quedado pequeña y esta prenda solo la veía mi familia prefería ahorrarme algo de dinero.

-Quería comentarte dos cosas- comencé, al notar que mi tono era bastante serio, dejó una de las facturas en la cama y me miró directamente.

-La primera es que tengo novio- le revelé- Pero no te preocupes, no hecho nada que tú no aprobarías.

Levantó las cejas.

-Menos lo de tener novio- me respondió.

Suspiré moviendo los dedos nerviosa.

-Papá yo...

Me abrazó fuertemente apretándome hacía su pecho.

-Cariño, tienes que comprender que nunca me va a hacer gracia que tengas novio, un hombre que pueda sustituirme a mí- quería empezar a protestar, pero él siguió- Porque nunca va a haber un hombre que te merezca.

Empiezo a llorar de la emoción.

-Confío en tu buen juicio, cariño. Eso sí, espero que, aunque a lo mejor aún no lo sea, creas ahora mismo que él es el indicado.

Mi padre es una persona ciertamente conservadora: él siempre ha creído que nos tenemos que reservar para quien sea nuestro futuro marido o esposa. Respeto su decisión de querer que no hagamos cosa... ¿indebidas? Sin embargo, necesito por lo menos tener novio para saber si es él elegido. Respetando la regla de no a conductas sexuales.

-¿Te quiere?- me preguntó.

Me aparté un poco para que pudiese ver mi rostro.

-Sí- respondí.

-Y lo que es aún más importante... ¿Lo quieres?

Asentí con la cabeza, pasó su mano por mi cabello acariciándolo con cariño.

-¿Cuál era la segunda cosa qué querías contarme?

Vale, esto sabía que iba a ser más difícil. Aunque sabía que a lo mejor esta conversación la debían tener Mouna y mi papá quería prepararlo, para que no hiriese los sentimientos de mi hermana pequeña.

Definitivamente no todos los musulmanes odian a la comunidad LGTBIQ+, pero literalmente los únicos trece países en el mundo que penan la homosexualidad con la muerte son países de regímenes musulmanes.

-Mouna... A ella le gustan las chicas- le informé.

Su cara se quedó estática y pálida, como si hubiese visto a su peor pesadilla.

-Pero, pero- intentó articular palabras- ¿Cómo puede ser...?

-De la misma forma que a ti te gustan las mujeres, a ella también le gustan. Mouna no se siente atraída hacia las personas del sexo contrario sino a las del mismo, a esto se le llama homosexualidad- le expliqué.

-¿Pero eso no es un pecado?- preguntó.

-¿Desde cuándo amar ha sido un pecado?- le respondí de vuelta.

Se levantó de la cama y paso sus manos por su pelo grisáceo frustrado.

-La lógica me dice que tiene sentido, pero... Rompe con todo aquello que me han enseñado.

Me levanté de la cama.

-Mouna sigue siendo la misma chica de siempre a la que le encanta el fútbol americano y que maldice como un marinero- le aseguré- Te lo cuento porque quiero que cuando ella esté preparada para contártelo, no hieras sus sentimientos.

-Me cuesta entenderlo, pero... Lo intentaré. Porque yo haría cualquier cosa por mis hijos.

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