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Capítulo 21

ELIZABETH'POV

-¿Señorita Howard? Debería de salir de su habitación- me sugirió una sirvienta, la señora Tena desde el otro lado de la puerta de mi cuarto.

Suspiré mirándome al espejo ovalado que tenía en el tocador de mi habitación, odiaba estaba situación, especialmente porque estaba siendo muy desconsiderada, cobarde y mal educada con los sirvientes de mi casa.

-Lo siento señora Tena, pero no me encuentro dispuesta aún y no quiero enfermar a ninguno de ustedes, le pido amablemente que todo siga como se ha producido esta semana.

Había estado encerrada en mi cuarto toda la semana, solo entraban únicamente un par de sirvientes para traer y llevarse la comida, eso siempre avisando para que yo me metiese en mi baño privado para que no me vieran.

-Como usted diga señorita Howard- me respondió la señora Tena.

No respiré tranquila hasta que dejé escuchar el sonido de sus zapatos indicando que se había marchado. Me seguí mirando en el espejo, mi rostro lucía pálido y enfermizo, aunque no por haberme resfriado como creía todo el mundo. Las ojeras de debajo de mis ojos eran notables y prácticamente no había dormido desde hacía días y no había comido tampoco mucho.

Sin embargo, lo que más destacaba el moratón que tenía en la parte derecha de mi frente, no había maquillaje que lo tapase.

Llevaba una delicada y fina camiseta de tirantes blanca casi transparente, quité la fina bata de color crema revelando la marca de unos dedos sobre mi hombro izquierdo y, por último, aunque no se veía en el espejo porque estaba sentada en un taburete, el morado que había en mi estomago perfectamente recto.

Todo había pasado en la noche después de la cita doble con Frederic y Diala, Henry se había enfadado por cómo me había comportado en la cena y por el vestido que había elegido, siendo que anteriormente ya había rechazado los otros modelos que le había enseñado.

Aunque en verdad Henry siempre estaba enfadado conmigo.

Pasé mi cepillo por mi melena rubia con delicadeza temiendo volver a llorar. Una gran parte de mí entendía a Henry, yo siempre lo hacía todo mal. Tenía gente a mi alrededor que me quería, mi familia, mis amigas y William.

Sin embargo, no podía evitar sentir un vacío en mi corazón cuando se hablaba de amor romántico. Llevaba toda mi vida enamorada de William Lain, desde el primer momento en el que pegó a un niño que me había tirado un helado de chocolate manchando mi vestido rosa de la bella durmiente.

Probablemente era una egoísta quejándome porque un chico no correspondiese mis sentimientos cuando había mucha gente pasándolo mucho peor. Pero siempre había sido una romántica empedernida deseando que apareciese mi príncipe azul y el hecho, de que nunca un chico se hubiese acercado a mí y que el único que lo había hecho me hubiese pegado me hacía pensar de qué había seriamente algo malo conmigo.

No me había atrevido a contar a alguien lo que había pasado. Probablemente me echarían la culpa por lo ocurrido.

La mayoría de las personas odiaban a las chicas como yo, tan femeninas, dulces, educadas, amables y tranquilas. A la sociedad le gustaba una chica con grandes ambiciones, no que quisiera ser profesora de niños pequeños y que soñara con ser madre.

Siempre había pensado que mi amabilidad era una fortaleza, aunque no lo pareciese.

Sin embargo, sabía que esta vez la usarían en mi contra. ¿Por qué no denunciaste nada más haber sido golpeada? ¿No viste que te trataba mal? ¿Por qué no te defendiste? Nadie iba a parar a preguntarme cómo me sentía, o plantearse que estaba muy asustada, aun lo estaba.

Así que, evitando ser una molestia para mis padres y para el resto del mundo había decidido esperar a que los golpes se marchasen o que al menos fueran menos visibles para poder cubrirlos con maquillaje.

No sabía si Henry iba intentar ponerse de nuevo en contacto conmigo, no lo había hecho hasta ahora, pero podía hacerlo en cualquier momento.

Dos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos.

-¿Si?- pregunté.

-Liza déjame pasar- me ordenó William, era la única persona que me llamaba así.

Me quedé petrificada en mi asiento, era imposible intentar que se marchase, iba a descubrir la verdad.

-No me encuentro bien Will- le dije- No quiero enfermarte.

-Liza, me da igual si te encuentras bien o mal, además sabes que nunca me enfermo y estoy preocupado por ti, quiero cuidarte- me aseguró haciendo que mi corazón se encogiese- Sino me abres tiraré la puerta abajo.

Suspiré, no sabía cómo iba hacer esto, me levanté del taburete que se situaba a tan solo unos pasos de la puerta y con toda la incertidumbre conseguí abrir la puerta a pesar del temblor intenso que recorría mi cuerpo.

La abrí lentamente y únicamente hasta que había suficiente espacio para que entrase William. Lo primero que hizo nada más entrar fue buscarme ya que me había la puerta de forma que no se me veía.

Los ojos de William eran del negro más oscuro que había visto en mi vida, para la mayoría de personas leer la mirada de él era difícil, pero yo pude contemplar todas sus emociones nada más sus ojos se posaron en mí.

Preocupación, miedo, culpa, cariño y furia.

-Liza- susurró mi nombre.

Nada más terminar de pronunciarlo una lágrima cayó por mi mejilla, me la sequé rápidamente, pero ya me caían descontroladamente, pensaba que me había quedado sin lágrimas, pero estaba equivocada.

Observó mi cuerpo en busca de más golpes de los que se veía tras mi camiseta. Me envolvió en sus musculosos brazos en los que pude desahogarme.

-Voy a matar a ese hijo de puta ¿me oyes? -me aseguró.

-No por favor- le supliqué- No quiero que te metas en problemas.

William besó mi pelo, agachándose ya que era muchísimas veces más alto que yo.

-¿Alguien sabe lo que ha pasado?- me preguntó.

Negué con la cabeza.

-Yo me siento...- intenté explicar- Tan tonta, dolida y asustada.

No sabía cómo había acabado abrazada a él tirados en mi cama.

-Prometí protegerte- dijo.

Cuando éramos pequeños, nombré a William como mi caballero y el juró protegerme, aunque en ese momento solo éramos niños, en todo este tiempo él nunca había fallado a esa promesa.

-Liza, lo siento- se disculpó.

-No entiendo por qué te disculpas.

Con su mano levantó mi barbilla de forma que le miraba directamente a la cara.

-Te pido perdón por no haber sido lo suficientemente valiente como para decir esto antes de que te pasaste esto- dijo esto último mientras acariciaba el moretón de mi frente.

-He estado enamorado de ti desde el primer momento en el que te vi. Y no siento haber alejado a todos esos chicos que querían echar sus garras sobre ti, sino las inseguridades que te ha provocado y el dolor que te ha causado.

Me quedé estática sin poder decir palabra.

-¿Lo dices por pena?- mascullé.

-Liza, por supuesto que no. Necesito que entiendas que estoy enamorado de ti, si no correspondes mis sentimientos seré solo tu mejor amigo fiel. Pero tienes que comprender como me siento porque siempre será mucho más que eso. Eres a la única persona a la que amo.

Mi corazón latía tan deprisa que sentía que se me iba a salir del pecho, apenas podía respirar. Como pude me acerqué a su rostro.

-¿Puedo besarte?- le pregunté.

-Puedes hacer conmigo siempre todo lo que quieras- me aseguró.

-Estoy enamorada de ti, mi caballero- revelé, estábamos tan cerca que nuestros labios se tocaban al hablar.

-Te amo, mi princesa- sus labios se abalanzaron sobre los míos.

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