Al día siguiente Elizabeth no vino a clase porque se había resfriado ayer durante de la cena. La verdad es que se veía venir, sobre todo en alguien como Lizzie que solía enfermarse con facilidad. Fue decepcionante no poder hablar sobre su relación con Henry.

Una gran parte de mí se sentía culpable por la situación en la que se encontraba, yo siempre había insistido en que no podía estar toda su vida esperando que William declarase sus sentimientos. No es que una chica no pudiese ser feliz estando soltera, faltaría más, una chica no necesita a un chico en su vida, como era el caso de mi amiga Virginia que estaba feliz con sus crushes literarios y las novelas que escribía.

Sin embargo, sabía que Lizzie sí que quería estar enamorada y tener una relación, y por eso la animaba a buscar algún chico con él que pudiese olvidarse de sus sentimientos románticos hacia William.

A lo mejor me había pasado metiéndome demasiado en la vida amorosa de Elizabeth y al final había acabado con un chico horrible.

Sabía que meterme anteriormente en la vida amorosa de mi amiga había terminado mal y, que ella estaba en su pleno derecho de salir con quien ella quisiese. Pero también era mi obligación como amiga intentar sacarla de una relación tóxica.

Elizabeth estaba asustada cuando estaba alrededor de Henry, él que la controlaba ni le dejaba opinar, parecía como si creyese que él era su dueño o algo parecido: comentaba la ropa que llevaba, era celoso, y escogía por ella sin importarle su opinión.

-¿Un dólar por tus pensamientos?- me preguntó Frederic, colocó un mechón de mi pelo rebelde detrás de mi oreja.

Le sonreí, estiré mi mano y le acaricié el rostro con cariño, que difícil resultaba para mí separar lo que era falso de lo que era real.

-De Elizabeth, Henry, William- respondí- Me siento un culpable por lo que está pasando.

Besó mi frente.

-No es tu culpa y lo sabes- afirmó.

Actualmente me encontraba tirada en la cama de Frederic, habíamos quedado para hacer la tarea juntos, además teníamos que hacer un trabajo de literatura en parejas sobre Jane Eyre, una gran novela.

La habitación de Frederic era enorme, muy elegante y ordenada como el resto de la casa. Contaba con unas ventanas enormes en las que entraba la luz, un escritorio de madera caoba muy largo, unos techos altísimos, un armario que, aunque era enorme, no contaba con mucha ropa.

Y, por último, lo que más me gustaba, la cama de matrimonio enorme y cómoda en la que me encontraba tumbada junto a Frederic.

-¿Sabes dónde está William?- le pregunté.

Alzó las cejas divertido.

-Nunca pensé que algún día me llegarías a preguntar eso- comentó alegre- Saldrá probablemente ahora de su entrenamiento del equipo de fútbol americano.

-No sabía que también practicaba fútbol americano además de baloncesto- dije sorprendida.

Le di un pequeño casto beso en la nariz y me levanté, aunque quería quedarme muchísimo más rato. Agarré mi mochila que se encontraba en el suelo en la que estaba metida mi uniforme del supermercado en el que trabajaba.

-Me voy a pasar a hablar con él y después me iré a trabajar- le informé.

Se levantó de la cama.

-Ahora aviso al señor Rodrigo para que te lleve al The Athenea High School- me dijo- No tienes por qué ir a trabajar, yo te puedo ayudar económicamente.

Le sonreí cansada por volver a tener que discutir por lo mismo.

-No necesito tu dinero- afirmé.

Suspiró frustrado, después de 15 minutos nos despedimos y el señor Rodrigo me llevó al instituto. A los pocos minutos de estar en un árbol esperando salió William que parecía enfadado como siempre.

William es un chico muy alto y musculoso, era muy hermoso con todo su cuerpo cubierto por tatuajes, pero de una forma terrorífica. Tenía un aura oscura que hacía que te asustases al verlo. Era como si Lucifer se hiciese persona, hermoso, pero malvado.

Aun con el hecho de que la personalidad de William no se salía tampoco mucho con su apariencia, siempre furioso, casi nunca hablaba y era violento. Pero toda esa furia se apagaba con tan solo la presencia de Lizzie.

Eran polos opuestos, como el yin y el yang.

-William- lo llamé.

Él se giró.

-¿Qué quieres?- gruñó.

-Tienes que hablar con Lizzie.

Me ignoró y siguió andando.

-Henry la trata mal- dije mientras lo perseguía.

Eso hizo que se parase en seco.

-Ayer en la cena- comencé, le relaté como había sido la dinámica entre ambos.

-Tienes que visitarla, y confesarle tus sentimientos- le casi ordené- Ella está enamorada de ti, no del capullo de Henry, y tú estás enamorada de ella.

-No es tan fácil- se excusó.

La ira corrió por mis venas amenazando explotar.

-¿Te crees qué es fácil para ella?- le contesté de vuelta enfadada- Sabes como es Elizabeth, ella es insegura y, ¡Por Alá! Tú crees que le ayuda el hecho de que has alejado a todo hombre que se encuentra en un radio de 1 kilometro a su alrededor mientras tú no parabas de salir con una chica distinta cada día.

Eso hizo que se quedase estático durante unos segundos.

-¿Crees qué es mi culpa?- me preguntó.

Lo miré a los ojos.

-Es culpa de Henry, no tiene la culpa ninguna otra persona- le respondí- Pero tú tienes la oportunidad de cambiar eso.

Dicho esto, me marché.

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