Las siguientes semanas fluyeron sin ningún tipo de problemas. Frederic termino arreglando mi problema con el señor Darwin, no sé muy bien que hizo, solo se que el señor Darwin me permitió hacer un trabajo de 10 páginas sobre la inflación y con este me subió la nota del examen de un 95 a un 100.

A pesar del frío que hacía ahora que estábamos a mediados de diciembre, haciendo los últimos exámenes para que se acabase el trimestre, mi corazón no se enfriaba y poco a poco mis sentimientos hacia Frederic crecían un poco más.

Como siempre, no era lo suficientemente valiente como para confesar mis sentimientos o para alejarme, por el bien de mi corazón, de Frederic. Sin embargo, era imposible para mí no enamorarme de mi campeón.

Cada día descubría algo nuevo de él: su manía de dejar el volumen de la televisión en números múltiplos de tres, su pasión por Frederic Cox Chopin, todas sus anécdotas con el equipo de baloncesto, una vez pringaron las zapatillas de todo el equipo contrario con pegamento, de forma que después de apoyar los pies en el suelo no se podían mover.

Una de mis sorpresas fue saber que de pequeño había ido al psicólogo por una tal Aria, pero en seguida se puso de muy mal humor y decidí abandonar el tema.

Frederic en general no se ponía tenso a mi alrededor o enfadado así que, la rara vez que era así intentaba tranquilizarlo.

-No sabía que eras tan repelente a la sangre- me dijo Frederic mientras estábamos en el recreo.

En la clase anterior habíamos tenido que disecar y trabajar con un corazón de cordero. A Elizabeth casi le da algo ya que es vegetariana, sinceramente, todos sabíamos que no podía hacer ni siquiera daño a un animal. Y yo casi me desmayo al ver la sangre. Toda mi vida había sido muy propensa a desmayarme al ver un poco de sangre.

Recordé una vez cuando un pájaro había caído en mi portal herido, Mohammed enseguida había salido a ayudar al pájaro, ya desde entonces tenía ese impulso de proteger a los demás, y yo caí inconsciente al ver la sangre que brotaba del cuerpo del pequeño pajarito.

-Hoy me reincorporaré a los entrenamientos del equipo de animadoras- me informó Florence con una pequeña sonrisa.

Hacía ya varias semanas que Florence se había torcido el tobillo, supuse que, en mi fiesta de cumpleaños, y todavía no se había recuperado por lo que no nos podíamos arriesgar a que el tobillo se convirtiese en algo más grave que le impidiese estar en el equipo durante más tiempo.

Sin embargo, empezaba a preocuparme seriamente por el estado de salud de Florence. Cada día estaba más delgada y parecía más triste. La chica que una vez había sido probablemente la mujer más bella con su precioso pelo ondulado color ébano, su piel sin pecas y blanca como la nieve, y sus preciosos ojos esmeraldas, cada vez se iba desvaneciendo. Ya no se preocupaba por su físico, su salud o su ropa.

Realmente creía que Florence había caído en una profunda depresión.

Y aunque sonase patético, no sabía muy bien que hacer para ayudarla.

-Os tengo que dar una noticia- murmuró Lizzie tímidamente- He abandonado el club de nunca tener novio.

La primera en reaccionar fue Hellen que se abalanzó en un abrazo hacia Elizabeth.

-Sabía que William se terminaría declarando- aseguró contenta mientras aplaudía.

-En realidad mi novio se llama Henry- dijo.

Todas nos quedamos petrificadas como estatuas, no me sorprendió darme cuenta de que William no había venido en todo el día.

-¿Y te gusta Henry?- le preguntó Virginia.

-Sí, es siete años más mayor que yo, pero lo conozco porque sus padres tienen un condado allí en Reino Unido- dijo, aunque cada vez más triste, creo que por nuestra reacción.

-Me alegró muchísimo- dije con sinceridad mientras le abrazaba fuertemente- Nos lo tienes que presentar ¿vale? Necesito saber si es digno para merecerte.

-William no lo creé, de hecho, ni siquiera me habla desde que se lo dije- me informó triste.

-Hombres, todos son idiotas ya se le pasará- afirmó Hellen, parecía ser que su relación con Nikola no había avanzado.

-Sabéis que estoy aquí ¿no? -preguntó Frederic tras el comentario de la asiática.

-No te preocupes por tu ego campeón- le di un golpe en la espalda- Eso me da una idea, tenemos que hacer una cita doble. 

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