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Capítulo 9 - Menta y Limón

A las siete de la tarde llegamos al pantalán, recogimos el barco, y luego nos bajamos. Óscar sugirió acercarme a casa en el coche, pero Hugo le interrumpió, diciéndole que él me acompañaba a pie.

Caminamos juntos de regreso a casa, deteniéndonos en una heladería de la calle ancha a tomar un helado. Él saludó a varias chicas del pueblo, y me di cuenta de que le devoraban con la mirada, incluso una de ellas se atrevió a arrimársele demasiado.

Lamía su helado, con su lengua, y su boca. Y yo no podía quitar la vista de ese punto, me moría por ser ese helado, por besarle. Lamí el mío, era de menta con chocolate, muy refrescante, y el suyo era de limón, le gustaban las cosas ácidas.

- ¿Quieres probarlo? – preguntó, haciéndome salir de mis pensamientos. Alargó su mano, y yo acorté las distancias, apoyando mi lengua en la bola de helado, mientras él me miraba, con atención.

- Es refrescante – aseguré, dándole una nueva mordida, haciéndole reír.

- Te gusta más que el tuyo, ¿no? – negué, divertida, tan sólo quería lamerle un poco más, pues de alguna forma sentía que estaba tocando su saliva, y de alguna forma lo hacía, pues su boca había estado sobre el helado con anterioridad.

- El mío está muy rico – contesté, sin más, mientras él agarraba mi mano, sorprendiéndome con ello y acercaba mi helado a su boca, para luego lamerlo.

- Mmm – saboreo, mientras yo no podía quitar la mirada de sus labios, como lamía el helado, me estaba volviendo loca, tenía los malditos nervios a flor de piel, quería besarle, me moría por hacerlo – no está mal, chica menta – bromeó, haciéndome reír, deshaciéndome un poco de las tensiones.

Cuando quise darme cuenta estábamos en la calle Cisne, justo por la que debíamos subir para acortar camino hasta mi casa. Nos metimos por allí, atravesamos las calles estrechas, y aparecimos en el pinar. Ya nos habíamos terminado el helado.

- Tiene que molar vivir en una casa de estas – aseguró, mirando hacia los enormes chalets que dejábamos atrás – cuando te apatece piscina y cuando no playa.

- Cómo el tío de Isaac – añadí, él negó en señal de que no era lo mismo.

- El tío de Isaac tiene el chalet al otro lado de la playa, en el pueblo andaluz – me informó. Asentí y seguí caminando, calle abajo, por las calles de arena del pinar.

- Tienes muchas amigas – lancé, al recordar lo acontecido en la heladería, giró la cabeza para mirarme, mientras yo me sentía idiota.

- Sólo son conocidas del mundo de la noche – me calmó.

- Mentiroso, seguro que te has acostado con la chica de antes – se sorprendió con mi acusación – la rubia, te estaba comiendo con la mirada – me reí, divertida, y él estalló a carcajadas para luego contestar.

- Tú también me estabas comiendo con la mirada hace un momento y no tengo nada contigo – me dejó sin palabras en sólo un momento. Eso me pasaba por abrir mi bocaza. ¿A quién se le ocurría decir cosas como esa? Pues sólo a mí, porque soy idiota, pero no estaba ni cerca de callarme.

- Eres uno de esos tíos, ¿verdad? – pregunté, justo cuando llegábamos a la avenida del océano, mi calle. Me miró sin comprender. Saqué las llaves de mi bolso, dispuesta a entrar de un momento a otro en mi adosado – Bueno, pues...

- Explícate – me cortó, agarrándome del brazo para que no pudiese irme a ninguna parte, justo en el momento en el que mi vecina paseaba al perro, él me soltó entonces, incómodo con la situación.

- ¿Quieres pasar? – pregunté, él negó con la cabeza, para luego explicarse.

- No – lanzó – quiero que me digas a qué te has referido con eso de que soy uno de esos tíos.

- Me refiero a uno de esos tíos que está con unas y con otras, sin sentimientos, solo para tener sexo – me expliqué, y para mi sorpresa le vi asentir. Justo era como había esperado. Seguramente era así con todas, no había nada especial entre nosotros.

- ¿te decepciona? – preguntó, mientras yo bajaba la cabeza, negando entonces, algo incómoda – entonces ¿por qué lo parece?

- No tengo derecho a decepcionarme – contesté, para luego abrir la puerta y mirar hacia él, estaba a punto de despedirme cuando él hizo el amago de entrar detrás de mí, sorprendiéndome, pero no lo detuve. La puerta se cerró y él siguió observándome.

- ¿Qué pasa si me acuesto con ellas? – se quejó, intentando explicarme su punto de vista – sólo son chicas materialistas que quieren a un tío con un buen cuerpo a su lado, ni siquiera saben que me gustan los sabores fuertes, que adoro cocinar, el rap, pasar tiempo con mis mejores amigos, o ... - proseguía, acortando las distancias entre ambos - las series sin subtítulos – recalcó, haciéndome sonreír, al darse cuenta de que lo estaba diciendo porque me lo confesó una vez, en el hospital – no te decepciones, porque yo no soy ese tipo materialista que piensas.

Ni siquiera habíamos pasado del jardín aún. Sonreí, al darme cuenta de que era lo que quería decir, mientras mi teléfono volvía a sonar. Ambos sabíamos quién era, aunque cuando lo saqué me di cuenta de que estábamos equivocados, sólo era Marisa.

- Dime, mi amor – contesté, divertida, escuchándola decirme lo mucho que me amaba al otro lado, haciéndome reír, mientras él estaba algo incómodo al pensar en que podía ser mi novio. Agarré su mano, conllevando a que se fijase de lleno en mí - ¿estás en Málaga? – pregunté, él supo en seguida de que hablaba con Marisa. Ella respondió afirmativamente.

- ¿Cómo va tu fin de semana con los 4 fantásticos? – preguntó, haciéndome reír, estallé a carcajadas, me encantaba el mote que les había puesto.

- Genial – aseguré, mientras él se soltaba de mi mano, para luego colocarse hacia atrás la camiseta, como si le estuviese incomodarla llevarla puesta – fui a la playa y a bailar con Hugo ayer – respondí, añadiendo algo con rapidez, antes de que ella pudiese opinar al respecto – y hoy estuvimos en el yate de Isaac. ¡No veas qué pasada, tía!

- ¿Y Juanca? – preguntó, me encogí de hombros, mientras él sacaba su teléfono y comenzaba a responder mensajes, dibujando poco a poco una sonrisa en su rostro al leer algo que le había escrito su hermano.

- Como siempre – conteste.

- ¡Qué seca, mujer! – se quejó, luego se hizo el silencio, y él rompió a carcajadas, haciendo que ella se diese cuenta de que estaba acompañada - ¿está contigo? – hice un ruidito afirmativo – Ten cuidado, sé que te gusta, pero...

- Lo sé – la detuve, dándome entonces cuanta de que lo había admitido que me gustaba. Miré hacia él, sintiendo como mi corazón latía con fuerza. Era cierto, lo comprobé en ese momento, él me gustaba.

- Bueno, te dejo que disfrutes de su compañía – me dijo – hablamos luego, te quiero.

Metí el móvil en mi bolso y miré hacia él, que seguía absorto en su teléfono. Levantó la vista en cuanto se dio cuenta de que había terminado de hablar, y sonrió, guardando su móvil bolsa, para luego abrir la puerta, sorprendiéndome, pues una parte de mí pensó que iba a quedarse.

- Te avisaré para lo del miércoles – aseguró, para luego despedirse con la mano, y marcharse sin más.

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¿Qué os ha parecido el capítulo de hoy?

¿Soy yo, o Hugo le da demasiadas explicaciones? Yo la habría mandado a la mierda ya! jajajaja

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