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Capítulo 4 - Quién no arriesga no gana.

Hola a todos, ya doy señales de vida por aquí.

Estaba deseando subirles un capítulo, sobre todo porque han sido muy buenos, me habéis premiado con muchas visitas y algún que otro comentario, y estaba feliz, y quería compartirles otro capítulo, así que sin más... les dejo con él.

Espero que les guste, y de nuevo, les animo a comentar y a votar. Muchas gracias.

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Teníamos una resaca importante al día siguiente, nos costó la vida levantarnos, y no lo hubiésemos logrado si Juan Carlos, el olvidadizo, no hubiese llamado al timbre con insistencia. De nuevo había vuelto a dejarse las llaves en algún lugar.

- ¡Qué mala cara tienes! ¿Os recogisteis muy tarde anoche? – preguntó, haciendo que mi mente se marchase lejos, a la noche anterior. Nos marchamos a las siete de la mañana a casa, y eran las doce, así que como comprenderéis, estaba muerta. Me dolían los pies de tanto bailar. Y... Hugo. No volvimos a hablar. Recordaba que se puso a hablar con unas chicas en la barra después del baile, y luego se introdujo detrás a ayudar a sus compañeros a recoger – Buenos días, Marisa – saludó hacia mi amiga, esta tan sólo le hizo una señal con la mano. Ellos no se llevaban muy bien que digamos. Según mi amiga, él me hizo sufrir mucho en el pasado, y no podía estar más de acuerdo, pero eso quedó atrás cuando decidimos volver.

Lo cierto es que Juan Carlos y yo lo dejamos unos años atrás, cansados de una rutina que comenzaba a asfixiarme, pero volvió a buscarme dos semanas después, asegurándome que estaba arrepentido, y haciéndome miles de promesas que cumplió durante un tiempo, porque en aquel momento, todo volvía a ser como al principio. La monotonía me asfixiaba, y él nunca proponía nada divertido. Bien es cierto que el trabajo absorbía su vida, así que tampoco podía reprocharle mucho.

- Oye – llamó, haciéndome salir de mis pensamientos – te tengo una noticia – volví a mirarle, mientras cogía la leche del frigorífico y me preparaba para echarla sobre la taza que acababa de sacar el mueble – me han llamado de Montis Asociados – me aseguró, haciendo que una tonta sonrisa se dibujase en mi rostro, pues él llevaba meses esperando esa llamada, y adoraba verle feliz – me han ofrecido lo que te dije – aseguró, con una sonrisa – tengo trece días más aquí, en Huelva, y luego me pondré en manos de Montis.

Montis Asociados era una empresa que se dedica a hacer estudios de seguridad por todas las empresas del país y parte del extranjero. Básicamente, lo que hacen, son estudios de la maquinaria y demás, para saber si son seguras para los trabajadores y tal. Era lo que a él realmente le apasionaba, trabajar con arduinos y cosas que yo no entiendo, la verdad. El caso es que su actual trabajo consistía en estar casi como de mantenimiento industrial, que no era lo suyo en lo absoluto, pero hoy día le llaman ingeniero a cualquier cosa.

- ¿Dónde van a mandarte después? – pregunté, ilusionada.

- De eso quería hablarte – comenzó, mientras yo le miraba con atención, siempre que se ponía tan serio eran malas noticias fijo – hay un proyecto muy bueno en Brasil, me han propuesto para que vaya, y he aceptado – me quedé de piedra. ¿Cómo demonios había aceptado sin consultármelo? – Sólo serán un par de semanas, así que he pensado que puedes quedarte aquí, no es bueno que vayas cambiando de ciudad cada cierto tiempo sólo por mi trabajo.

- Eso implica estar más tiempo sin vernos – me quejé.

- Bueno, pero tendré más dinero, y más tiempo libre cuando vuelva.

No quise discutir más, porque teníamos visita, y lo cierto es que no tenía muchos ánimos de que nos viese discutiendo otra vez. Me tomé un "cola cao", y me fui al salón a charlar un rato con mi amiga, que se iría en unas horas a Sevilla, pues al día siguiente tenían una prueba de vestuario para una famosa marca de ropa interior.

- No sé cómo aguantas – me dijo ella, que cómo era obvio, había escuchado toda la conversación. Las paredes de aquella casa eran de papel – ya está pensando en trabajo, y por su puesto tu no encajas en la ecuación.

- Ya... bueno... - realmente no quería hablar de ese tema, no quería echar más leña al fuego, porque explotaría, lo sabía muy bien, y ardería Troya – Bueno... y cuéntame ¿cuándo volveremos a vernos?

- Pues no sé... aún no se mucho, tengo que mirar la agenda y te aviso – aseguraba.

.

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Marisa se fue un rato después, incluso la despedí en la puerta con abrazos y besos, y luego busqué a Juan Carlos para discutir con él, pero estaba ocupado contándoles la noticia a sus padres, que se alegraron muchísimo por él.

Quizás era yo, que era una egoísta de mierda, no sé. Así que, decidí dejar ese tema fuera de mi cabeza. Agarré el móvil dispuesta a mandarle un mensaje a Marisa, ya se había ido y la echaba de menos. Y me di cuenta de que tenía un mensaje de Hugo.

.-.

Hugo:

Me gustó lo de ayer, tenemos que repetirlo, pero preferiblemente cuando no esté trabajando. Los viernes no suelo bailar. Vente un viernes al bar de mi hermano, que puedo escaparme, y lo repetimos.

Yo:

Suena bien.

Hugo:

Mañana vuelves ya al trabajo ¿no?

Yo:

Sí, estoy deseando en realidad. Ahora en verano están desbordados.

.-.

Él no volvió a hablar, así que bloqué el teléfono y me marché a la terraza, admirando las vistas. Podía verse la playa desde allí.

.

.

La semana comenzó genial, volver al trabajo me daba un chute de energía. Tuve que dejar los números de lado y ponerme a atender en ventanilla, porque estábamos a tope, y nosotros faltos de personal por la gente que se había ido de vacaciones.

El final de semana llegó y yo estaba súper decaída, pues Juan Carlos llevaba toda ella echando turnos dobles, para terminar los proyectos que tenía entre manos lo antes posible, y no dejar desaviada la producción. Siempre tan correcto, dejándome siempre claro que su trabajo era más importante que todo lo demás, incluso que su propia novia.

Estaba sentada en el sofá, cenando pizza, me había saltado la dieta esa noche, cuando recibí un mensaje de Marisa.

.-.

Marisa:

Cariño, vente el finde que viene, y así no estás sola cuando este se vaya para Brasil.

Yo:

¿Estarás por Málaga?

Marisa.

No, estaré por Sevilla, pero vente, he alquilado un pedazo de casa por Airbnb.

Yo:

Vale, cualquier cosa con tal de no quedarme aquí a pensar.

Marisa:

¿Vas a ir esta noche a lo de Hugo?

Yo:

No sé, no me apetece nada, además, este vendrá a las dos, no es plan de que llegue y no me encuentre.

Marisa:

Anímate y ve un rato, te tomas algo y te vuelves antes de que él llegue. Tú también tienes derecho a divertirte. ¿tienes la pierna mejor?

Yo:

Mucho mejor, ya apenas me duele.

Marisa:

Hazme caso y vete por ahí, yo si pudiera también me iría, pero me han puesto un rodaje de perfume a primera hora, tengo que maquillar a tres modelos, tía.

Yo:

Vale, voy a mandarle un mensaje a ver si no tiene planes.

.-.

Abrí la conversación que tenía con Hugo, no le escribía nada desde ayer noche que le dije que no tenía muchas ganas de salir.

.-.

Yo:

Hola. ¿Estás muy ocupado?

.-.

Tardó en contestar, no creáis que estas cosas son así, y que de pronto un tío como él va a contestar a una Don nadie como yo, en un momento, ¿eh?

Me puse a ver Netflix, justo había decidido ver una película de uno de mis actores favoritos, y me había terminado la pizza, cuando contestó.

.-.

Hugo:

Arreglándome para irme al bar. ¿Por qué? ¿Has cambiado de idea?

Yo:

Si ya tienes planes no importa.

Hugo

Te mentiría si te dijese que no tengo planes, pero me apetece verte.

Yo:

No sé si es buena idea, Hugo. Tengo que estar en casa a las dos.

Hugo:

Vente y te tomas algo.

Yo:

Vale, pero sólo un rato.

Hugo:

No te vengas muy tarde, porque si esto se llena mucho, no voy a poder escaquearme.

Yo:

Si es mucho lío quedamos otro día que no trabajes o algo.

Hugo:

Que no, vente un rato.

.-.

Me puse unos pantalones vaqueros y una camisa blanca, y me marché al bar de Óscar, era en la playa, y cuando llegué, a eso de las doce y media, había poca gente.

Él estaba en la barra, pero cuando me vio pidió un favor a un colega, y se salió a recibirme. Estaba incluso más guapo que la última vez que le vi, con una camisa naranja, parecía que era su color favorito, porque si no, no me lo explicaba.

- Hola – me saludó.

- Hola – respondí, fijándome en su cuello, tenía una cadena dorada colgando de él, pero estaba oculta bajo su camisa, así que no me fijé más en ello, y levanté la vista hacia él.

- Estás más guapa que la última vez – aseguró – sin tanto maquillaje.

- A ti te sienta bien el naranja – le dije, haciéndole sonreír.

- Es mi color favorito – declaró. Lo sabía - ¿qué quieres para tomar?

- Un ron cola – le dije, mientras él volvía a colocarse detrás de la barra y me lo preparaba, poniendo luego el vaso frente a mí, apoyándose con brazos cruzados en la barra, observándome con cautela - ¿qué? – me quejé, para luego dar un sorbo a la copa – oye, hay algo sobre lo que tengo curiosidad – comencé de pronto, al caer en ello - ¿eres de aquí? Porque tu acento...

- Sí – aceptó – soy de Punta, pero pasé toda mi adolescencia en Tenerife, con mi hermano – aseguró, explicándome un poco más – en aquella época mi hermano no tenía el bar, trabajaba en los bares de la isla para sacarnos adelante a los dos. Estuvimos allí por doce años, y luego nos volvimos, pero se me pegó el acento, supongo.

- Me gusta – le dije, pues lo había notado algo decaído a medida que avanzaba con aquella historia. Él sonrió – me gusta lo diferente – insistí, haciendo que su sonrisa se ensanchase un poco más.

- Hugo – le llamó su hermano, al darse cuenta de que estaba allí, hablando conmigo – vete al almacén y tráete los vasos buenos – pidió. Este asintió, para luego volver la vista hacia mí.

- Vengo en nada – aseguró, para luego marcharse sin más, mientras yo me daba cuenta de que su hermano parecía odiarme, pues no dejaba de mirarme como si lo hiciese. Me encogí de hombros y bebí un par de tragos de mi copa, al mismo tiempo que recibía un mensaje de Juan Carlos.

.-.

Amor:

Cari, el relevo se ha puesto malo, me voy a quedar hasta las seis, acuéstate pronto y no te quedes esperándome. Te quiero.

Yo:

Vale.

.-.

Estupendo. Maravilloso. Espléndido. Me quedaría toda la noche pensando, qué lata.

- ¿A qué hora cerráis? – preguntó una chica, llegando a la barra, a lo que Óscar contestó.

- A las tres.

Él salió del almacén, colocó los vasos, y luego volvió hacia mí, pero yo estaba ocupada mirando alrededor, había más gente que hace un momento, así que entendí perfectamente lo que vino a continuación.

- Lo siento, tengo que trabajar – asentí, lo entendía, así que no podía reprocharle nada.

- Yo creo que me iré a casa pronto – aseguré, pero él negó, justo cuando empezó una canción de Drake que adoraba.

- Me encanta esta canción – le dije, haciéndole sonreír.

- Baila un poco si quieres.

- Claro, algo de lo más normal, ponerme a bailar sola como las locas – bromeé, se rio al respecto – en serio, me voy ya, estoy algo cansada, de todas formas.

- Siento haberte hecho venir para nada – se quejó, negué con la cabeza.

- No importa, me ha gustado verte – dije, casi sin pensar, haciéndole sonreír. Luego saqué el monedero, pero él negó.

- Invito yo – asentí, aceptándolo, mientras yo me ponía en pie, pues hacía unos minutos que me terminé la copa – Blanca – me llamó, antes de que me hubiese puesto en pie si quiera – nos vemos pronto – asentí, y luego me marché sin más.


Hasta aquí el capítulo, ¿qué os ha parecido? fue cortito, así que prometo traeros otro pronto, para finales de semana o así. Un beso, nos vemos pronto.

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