Capítulo 31 - El chico limón y su coche rojo.
Siento demorarme en subir el capítulo. Pero aquí está ya. Espero que os guste :D
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Almorzamos en el chiringuito Camarón, porque Óscar conocía al dueño y nos invitó prácticamente a todo, incluso estuvo allí, con nosotros charlando un rato.
Luego volvimos a casa, yo al hotel, pues Hugo quería echarse la siesta un rato, pues por la noche tenía que trabajar.
Me pasé el resto del día en la piscina del hotel, arrugando como una uva pasa, mientras contestaba a mensajes de Whatsapp y subía fotos a Instagram.
Subí una foto en la que salíamos todos, en la playa, sonriendo, la había hecho Isaac, aquel día, y puse algo inspirador que me salió de muy dentro, en el pie de foto.
"La vida sigue, a pesar de que algo acaba, no significa que tu vida tenga que detenerse, la vida sigue, siempre sigue, aparecen nuevas personas con las que seguir, con las que compartir una nueva etapa. Gracias chicos, por hacerme la vida más divertida"
.-.
Marisa:
Tía no veas, anoche me acosté con Isaac, no puedes imaginarte como es en la cama. ¡Es un puto Dios!
.-.
Me reí al leer aquello, divertida, para luego levantarme de la hamaca y marcharme a la habitación. Era tarde, quería ducharme e irme a cenar por ahí, al centro comercial.
.-.
Yo:
La verdad es que no me interesa mucho saber cómo de intenso es Isaac en el sexo, Marisa.
Marisa:
Yah.
Estamos en el festival, estamos aquí todos, pero tía... creo que me gusta. No debería ¿verdad? Porque él sólo va a lo que va.
Yo:
Creo que igual deberías de hablarlo con él, igual te sorprende y a él le pasa lo mismo.
Marisa:
¿Estás loca? Isaac no es Hugo, ni por asomo.
.-.
Justo iba a contestarle cuando una notificación saltó en mi teléfono. Era Hugo.
.-.
Hugo:
Preciosa, ¿te apetece cenar algo? ¿te recojo y vamos al centro comercial? Entro en un rato.
Yo:
Se te hará tarde, porque yo aún no estoy ni duchada ni nada, me pasé el día en la piscina. Así que déjalo, podemos vernos mañana.
Hugo:
Vale, pero mañana ... seré todo tuyo.
Yo:
Pásalo bien.
.-.
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El domingo me pasé el día contactando con los dueños de las casas que me gustaban de las que había seleccionado en "Foto Casa", había un par que estaba muy bien.
Él durmió casi todo el día, cosa normal, pues trabajar en una discoteca suele hacer eso, que llegues a tarde al día siguiente, por la mañana, y te pases el día sobado. El mundo de la noche, es un mundo complicado.
Me habló por la noche, justo cuando cenaba un revuelto de champiñones en el restaurante del hotel.
.-.
Hugo:
Perdóname, me he pegado el puto día durmiendo
Yo:
No pasa nada, es perfectamente comprensible, después de trabajar toda la noche.
Hugo:
Ya es tarde, no quiero entretenerte porque mañana tienes que trabajar.
¿Qué te parece si voy a recogerte mañana, después del trabajo y almorzamos por ahí?
Yo:
Me parece genial.
Hugo:
He estado hablando con Isaac, acaba de llegar de Málaga.
El caso es que dice que su tía te alquila la casa que tiene en el cerrito. Está muy bien, no es una casa muy grande.
Dice que por ser tú, te la alquila por 300 euros. Es una ganga, ¿no crees?
Yo:
¿En el cerrito? Esa zona está súper deshabitada en invierno.
Hugo:
Que va, no es por esa zona, está más llegando a la iglesia.
Yo:
Ah, vale.
Hugo:
Espera, que te envío fotos de cuando estuvimos allí el verano pasado.
.-.
La casa estaba muy bien. Era una casa de planta baja, con jardín y pinos, tenía un amplio patio en la parte trasera, con una piscina desmontable, y en el centro estaba la casa, de planta baja.
.-.
Hugo:
Tiene dos habitaciones, un baño, la cocina y un salón con chimenea. Te gustará.
Mira, si quieres, le pido el lunes las llaves a Julia, la tía de Isaac, y vamos a verla después de almorzar ¿qué te parece?
Yo:
Vale.
Hugo:
¿Qué vas a hacer ahora? Yo voy a cenar algo y veré alguna serie de Netflix, me han dicho que Elite está muy bien, pero no sé... no me llama.
Yo:
Está muy bien, yo estoy enganchada.
Yo voy a terminar de comer y me iré a dormir, mañana cogeré el autobús para ir a trabajar, me han dicho que para aquí cerca y me deja en la avenida de Andalucía.
Hugo:
Entonces seguro que me gusta, la serie.
¿Tienes carnet de conducir? Igual deberías pensar en comprarte un coche o algo. Si quieres puedo dejarte el mío cuando mi hermano no lo necesite.
Yo:
Sí, tengo carnet. No te preocupes, es un pueblo pequeño, puedo coger el autobús, incluso venir andando.
.-.
.
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El lunes fui al trabajo en autobús, fue agradable volver a ver a mis compañeros, aunque Mario justo aprovechó para coger las vacaciones, así que no coincidí con él, ni nada. Fue un día muy productivo, me dio tiempo a terminar las amortizaciones de un par de préstamos y a pasar las nuevas fichas de los clientes a la base de datos.
Cuando salí, y le vi allí, en su impoluto coche rojo, apoyado sobre él, guapísimo, con sus gafas de sol y una camisa blanca, que resaltaba aún más el moreno de su piel, esperándome, mi mundo se detuvo, y yo sonreí, como una idiota.
- Buenas tardes, chica menta – me saludó, pero ni siquiera contesté, tan sólo me lancé a sus brazos, besándole apasionadamente, mientras la gente que pasaba por allí nos observaba.
- Con todo el drama... nos hemos convertido en unos ñoños – me quejé, haciéndole reír – esta noche, tú, yo y la cama – se mordió el labio inferior, con deseo, al darse cuenta de lo que quería decir – echo de menos provocarnos – añadí, acercando mi boca a la suya, acariciando sus labios con los míos, pero sin tocarlos aún, lanzándome sobre ellos, volviendo a besarle, apasionadamente, para luego tirar de su pelo hacia atrás, separándole de mí – no quiero que intentes ser otra persona, te quiero a ti, Hugo – apretó mi cintura contra él, haciendo que palpase su erección.
- Me encantas – aseguró – siempre tan diferente, tan indomable, tan impresionante. No sé si voy a poder aguantar hasta la noche – me reí, divertida, al escuchar aquello, para luego observar como él se montaba en el coche. Hice lo mismo, y volví a observarle – vamos a dejar el coche en la plaza del sol – me aseguró – a ver si hay sitio, porque no veas como está Punta – añadió – Quiero llevarte a un sitio que está muy bien, el dueño era amigo de mi padre.
Fuimos a comer a un bonito restaurante, frente a la ría, llamado "El Velero", donde ponían unas deliciosas colas de moruno con una salsa que estaba de vicio. Las gambas, las coquinas y la lubina a la plancha que nos comimos también estaban de muerte. Bebimos vino, para acompañar la comida, y brindamos por nosotros, por supuesto.
Con él siempre fue especial, cualquier cosa que hiciésemos, por simple que fuese.
Después, me llevó a la heladería de Rita, no se llamaba así, pero él lo hacía, porque aseguraba que la dueña de la heladería se llamaba así, y todo el mundo en el pueblo la llamaba de ese modo. Los extranjeros no sabían este dato, que me pareció bastante curioso. Nos tomamos un helado de menta, haciendo bromas al respecto y dimos un paseo por la calle ancha, agarrados de la mano, hasta que nos detuvimos, pues él se puso a hablar con un tipo, que no dejaba de mirar hacia nuestras manos, de poco en poco, sorprendido, porque Hugo no era así.
- ¿Quién es? – preguntó de pronto, cuando ya no pudo soportar más aquella intriga, deteniendo la conversación sobre el dj del bar "El desván del abuelo"
- Ah, ostia, ni me había acordado de que no os conocéis – tiró de mi mano, acercándome más a él, agarrándome de la cintura, como si quisiese presentarme adecuadamente – Carlos, te presento a Blanca. Blanca, él es Carlos, el dueño de la discoteca donde trabajo.
- Y tu amigo ¿no? – se quejó, este, haciéndole reír, para luego asentir.
- Hombre, eso está claro – respondió sin más.
- Encantada – le dije, dándome un par de besos a ambos lados del rostro, tras aquella presentación improvisada. Ellos se miraron un momento, justo después de eso.
- Es mi chica – añadió él, antes incluso de que hubiese preguntado, porque era obvio que iba a preguntarlo. El otro se sorprendió, incluso hizo una mueca al respecto, haciéndole sonreír – ya ves tío, ya me han cazado, y mira que parecía imposible.
El otro hizo bromas al respecto, durante un buen rato, hasta que Hugo se despidió, asegurándole que teníamos que ir a un lugar.
- Es simpático – le dije, justo cuando subíamos la cuesta de los dolores, hacia la calle donde estaba la casa.
- Es un tío de puta madre – me aseguró – fue el que me ayudó con el tema de la policía, cuando me encontraron la droga en la mochila – explicaba – estuve a punto de ir a la cárcel por culpa de la inconsciente de Sara.
Torcimos a la derecha, luego a la izquierda, siguiendo recto, paseando por las calles de arena, por las asfaltadas, hasta llegar al chalet. Porque eso era un puto chalet, no era una casa, a pesar de que era pequeño, no os voy a engañar.
La casa era amplia, tenía una enorme higuera nada más entrar, un largo pasillo de césped, al fondo estaba la piscina desmontable, cubierta por una lona, y la parte de atrás de la casa, que curiosamente era por dónde se entraba a la casa, justo por la cocina. Allí detrás también estaban los cordeles para tender, y el termo.
La cocina era amplia, no muy grande, pero no excesivamente pequeña. Tenía de todo, hasta lavavajillas. Luego había un enorme salón, con chimenea, adornado de forma simple, como muy hippie, así como con elementos costeros, después subías tres escalones y llegabas a las habitaciones, la una al lado de la otra, y el baño. Una de ellas era de matrimonio, la otra tenía dos camas, y un enorme ropero de material. La de matrimonio tenía un ropero empotrado, bastante grande, tanto, que podías meterte dentro de él y todo.
- ¿Qué te parece? – preguntó, a mi lado, justo en esa parte de la casa - ¿te gusta? – sonreí hacía él, como una idiota.
- Me encanta – aseguré, pues era cierto, era una casa preciosa, y no estaba lejos del mar. Incluso podían escucharse las olas rompiendo en la orilla desde allí. Levantó las llaves en alto.
- Pues es toda tuya – aseguró – Antonia no te va a poner pegas, porque le he dicho que eras mi novia – sonreí aún más, sin dejar de mirarle – se ha puesto súper feliz, dándome besos y todo – añadía. Reí.
- Se supone que íbamos a ir despacio, con todo esto – me quejé – pero tú no dejas de decirle a todo el mundo que somos novios – insistí, haciéndole reír, durante un buen roto, para luego tirar de mí, abrazándome, cogiéndome en peso, para luego besarme, apasionadamente.
- Te quiero, Blanca. Y en este momento soy tan feliz, que quiero gritárselo al mundo – sonreí, porque le entendía perfectamente, porque yo me sentía de la misma forma.
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