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Capítulo 30 - Fumarse la pipa de la paz.

Muy buenas, hoy os traigo el último capítulo de la semana, espero que os guste. :D

Me llevó a casa, en su flamante coche rojo, asegurándome que no se marcharía a ninguna parte hasta dejarme en el hotel, en el que me había empeñado en pasar la noche, pues no quería ser un estorbo en su casa. No sé... era demasiado pronto como para quedarme a dormir en su casa, con su hermano, que sabía que pondría el grito en el cielo o algo peor. Con él quería hacer las cosas bien, quería ir despacio, ya estaban pasando demasiadas cosas, como para complicarlas más.

Entré en casa, sin hallar rastro de mi ex por ninguna parte. Atravesé el pasillo, subiendo luego las escaleras hacia la parte de arriba, más y más, hasta llegar a mi habitación, encontrando a Juan Carlos, haciendo la maleta.

- Blanca – se sorprendió al verme - ¿has vuelto?

- Sólo he venido a recoger mis cosas – le dije, a la defensiva. Era normal, tenía miedo de que me formase una escena – así que deja de hacer la maleta, esta es tu casa.

- Es nuestra casa – insistió, como si no le hubiese quedado claro que había terminado – Mira, no quiero discutir – admitió – sólo quiero que sepas que estaré aquí, cuando te canses de ese niño que sólo va a lo que va, puedes volver conmigo.

- No te dejo por él – me quejé – esto ha terminado por mí, porque ya no siento lo mismo – insistí, mientras él negaba con la cabeza, sin dar crédito – lo digo en serio.

- Sólo estaba siendo una etapa, un bache más – añadía, intentando convencerme de ello – en cuanto lo hablásemos se iba a solucionar, pero claro, se te ha cruzado ese niñato y te ha encandilado y ya no atiendes a razones.

- Te repito, que no lo estamos dejando por él – insistí – es más, te recuerdo que eras tú el que tenías dudas, allí en Brasil, porque estabas empezando a sentir algo por otra tía – recriminé – Mira. No quiero discutir. No he vuelto para eso. Voy a recoger mis cosas y me voy.

- No me voy a rendir, Blanca – añadió. Por el amor de dios, ¿por qué tenía que ser tan cabezón? Cuando una persona te dice que se ha terminado, se ha terminado. ¡Joder! – Porque sé que aún me quieres, sólo estás encandilada ahora mismo, confundida.

- Yo te he querido mucho, es cierto – acepté, sacando de la maleta la ropa que me había llevado al viaje – pero ya terminó, ahora sólo siento un profundo cariño hacia ti. Eso nunca cambiará, porque hemos compartido doce años de nuestras vidas.

- Por eso mismo deberíamos volver – insistió – conmigo te has llevado doce años, pero ¿con él? Ni siquiera habrán pasado más de dos semanas ¿me equivoco?

- Otra vez con la burra al trigo – me quejé, bastante cabreada al respecto, dejando de prestar atención a las braguitas del cajón, mirando hacia él – por enésima vez, Juan Carlos, que no te estoy dejando por él, esto no ha terminado por él. La culpa de que esto terminase no ha sido suya, si no nuestra. Hemos sido nosotros los que hemos dejado que se apagase la chispa, no hay más – añadí, acomodando la ropa interior en la maleta, para luego caminar hacia el armario, pensando en la ropa que iba a ponerme en esos días – él sólo ha estado ahí cuando más lo necesitaba, como un buen amigo.

- ¿Amigo? – preguntó, molesto – No parece que sea sólo tu amigo en esa foto de Instagram – insistía.

- Tienes razón – acepté, echando ropa al azar en la maleta, ya ni siquiera tenía control sobre ello – ahora mismo no es mi amigo, pero eso no quiere decir que cuando empezó fuese algo más que eso. Mira – insistí, cerrando la maleta, con dificultad, porque me había vuelto loca y había echado ropa para surtir a todo el continente africano – que se acabó, y punto, ya no hay más que hablar.

Bajé la maleta de la cama y me marché de la habitación, mientras él me seguía, como si aún quisiese luchar más, cuando era más que obvio que había terminado. ¡Por Dios! ¿Por qué no le quedaba claro?

- Blanca – me llamó, justo cuando abrí la puerta de la calle – piensa en ello al menos una vez más, por favor.

- Adiós, Juan Carlos – me despedí, atravesando la puerta, para luego caminar por el jardín, hacia la puerta exterior. Él me detuvo justo cuando la había abierto – por favor, deja que me vaya – pedí, mientras él negaba con la cabeza, aterrado de perderme, pero lo cierto es que ya lo había hecho, ya me había perdido, había terminado cualquier cosa que quedaba entre nosotros – espero que algún día podamos ser amigos, como antes – le dije, haciendo que me soltase, pero no fue por las palabras que dije, pues tenía la vista fija en un punto, en el exterior. Miré hacia allí, dándome cuenta de que era Hugo, apoyado en su coche, con los brazos cruzados, mirando hacia nosotros, fijamente.

- ¿te vas con él? – preguntó, aterrorizado, mientras yo me soltaba de su agarre, con la ayuda de mi otra mano – Blanca, por favor.

- Me quedaré en un hotel estos días – le informé, dejándole claro que no iba a quedarme con él, por alguna razón quería aclarárselo, como si él aún tuviese el derecho de saberlo. Quizás sólo lo hice por costumbre, llevaba mucho tiempo dándole explicaciones, pues él había sido mi novio por doce años – hasta que encuentre un lugar donde quedarme, te avisaré para recoger el resto de mis cosas.

Me marché después de eso, con la ayuda de Hugo, que metió la maleta en su coche, para luego introducirnos en él, marchándonos, ante la atenta mirada de mi ex novio.

No dijo nada, cosa que agradecí, lo cierto es que estaba muy cansada, anímicamente, discutir con Juan Carlos me agotaba.

Detuvo el auto en los aparcamientos del hotel Barceló Resort, el lugar en el que iba a quedarme hasta que encontrase un nuevo hogar. Me ayudó con la maleta, en silencio, os prometo que no dijo absolutamente nada, creo que no lo necesitaba, ninguno de los dos lo hacía. Teníamos esa especie de conexión donde no hacían falta palabras para darnos apoyo, para saber que estábamos juntos en aquello.

Me seguía, llevando mi maleta, mientras yo miraba hacia el mostrador.

- ¿Os quedan habitaciones libres? – pregunté a la chica, esta asintió, respondiendo con un simple "Claro", fijándose luego en Hugo.

- Hola, Vanessa – saludó él, como si nada. Él la conocía. ¿Cómo no? Era más que obvio que todas las chicas guapas del pueblo le conocían.

- ¿la habitación es para ella sola? – preguntó la muchacha, mientras él asentía, haciendo que ella respirase aliviada. ¿aliviada? ¿por qué coño iba a estar aliviada? – Vale, necesito tu DNI para hacer la reserva – pidió, lo saqué de la cartera y se lo pasé. Ella lo miró con cierta sorpresa, seguramente le sorprendería que alguien de Valencia estuviese allí con Hugo, supongo. No sé – Listo. Habitación 56 – me pasó la tarjeta y el DNI.

Subimos a la habitación, en el ascensor, me acompañó hasta la puerta, y luego entró conmigo. La habitación era muy amplia. Tenía el baño justo a la izquierda, con una enorme bañera, y el resto de la habitación tenía un gran armario, y una pequeña terraza con vistas a la piscina.

Subí la maleta a la cama, con la ayuda de Hugo y comencé a deshacerla, dándome cuenta de que no había metido ni un maldito pantalón, todo eran vestidos, faldas y camisetas. ¡Por Dios! ¿Por qué no me fijé más?

Él salió al balcón, fijándose en las vistas, ya no quedaba nadie en la piscina, era demasiado tarde, las 9 de la noche, para ser exactos, pronto el sol se marcharía del todo.

- ¿Qué te parece si te pones algo y nos vamos a cenar? – preguntó, sacándome de mis pensamientos, justo cuando ordenaba la lencería en la mesilla de noche – y luego podemos ir a tomar un helado de menta – bromeó, haciéndome reír. Era todo un caso. Asentí, sin necesidad de contestar nada más.

Me puse una falda de rallas y una camisa blanca, de mangas largas, y luego me maquillé un poco, no mucho, os lo prometo.

La tal Vanessa se sorprendió de vernos a ambos, de nuevo, abandonando el hotel, pero lo que más le sorprendió fue ver como él me agarraba de la cintura, mientras me decía cosas al oído. Era extraño, pues él nunca se dejaba ver en público con una chica, no así, no de esa forma tan amorosa.

Atravesamos el puente hasta llegar al otro lado, al centro comercial, donde cenamos pescado a la plancha, él adoraba el pescado, por si no os lo he dicho. Era su comida favorita, eso no era algo que tuviésemos en común, la verdad. A mí no solía gustarme mucho.

Nos hicimos algunas fotos más, bastante chulas, incluso las colgó en Instagram.

"Da gusto volver a casa, y saborear los pescados de mi tierra, con la mejor compañía"

Caí rendida aquella noche, os lo prometo, estaba exhausta, entre el viaje y el desgaste emocional, era inevitable.

.

.

Al día siguiente me despertó el teléfono, ese que había dejado cargando toda la noche, porque literalmente había muerto, el mismo que encendí antes de irme a dormir. Era Hugo, ¿acaso lo dudabais?

- Buenos días, preciosa – me dijo, mientras yo dibujaba una tonta sonrisa - ¿Aún estás en la cama?

- ¿Qué hora es? – pregunté, algo desorientada, con voz adormilada.

- Son las diez y cuarto – contestó, justo después de mirar la hora en su reloj – he pensado que podríamos ir a la playa, ¿te apetece?

- Romeo – le llamó su hermano, divertido, junto a él – deja de echarte flores, que la idea de la playa no es tuya – él rio divertido.

- Es cierto – se quejó, dándole la razón a Óscar – estos quieren fumarse la pipa de la paz contigo. Así que vente, te pasamos en recoger en una hora.

- ¿En una hora? – preguntó Sergio, por detrás - ¡Venga ya!

- Dile que se ponga algo ya, que vamos para allá – aseguraba Óscar, haciéndome reír.

- Me pongo el bikini y bajo – le dije, para luego escucharle a él.

- Pues eso, nos vemos ahora – colgó y yo me levanté de la cama, me lavé las legañas y me puse el bikini. Era una suerte no haber sacado al menos eso de la maleta. Era un vestido naranja muy chulo, de lacitos, con la braguita brasileña.

Cuando bajé llevaba puestas mis gafas de sol, el cabello suelto y un vestido blanco, de gasa. No pude evitar sonreír al verlos a todos allí, en el coche rojo de Hugo, con las gafas puestas y sin camiseta. Por Dios, que buena foto para un almanaque.

Me eché a reír, yo sola, montándome detrás, junto a Sergio y Hugo, al que, por supuesto besé, en seguida, ante la incomodidad del resto.

Nos pusimos cerca del hotel, en la playa, tumbándonos en las toallas después, Óscar se puso a mi derecha y Sergio a mi izquierda. Parecía que querían aislarme de Hugo, pero no le di mucha importancia, quizás sólo había sido casualidad.

Había algunas nubes, y una brisilla agradable, pero hacía calor, así que no tardamos mucho en bañarnos.

Óscar no dejó de hacer bromas sobre lo tremenda que estaba con ese bikini, mientras Hugo sonreía, al otro lado. No nos acercamos mucho, pues no queríamos incomodar a los demás, pero al salirnos agarró mi mano, deteniéndonos en la orilla.

- Nosotros vamos a dar una vuelta – aseguró, tirando de mí hacia la izquierda, caminando, por la arena mojada – luego nos vemos.

- No deberíamos ir muy lejos – le dije – no quiero que estés muy cansado, que esta noche tienes que trabajar.

Se detuvo entonces, apoyando su frente sobre la mía, para luego agarrarme de la cintura y atraerme hacia él, allí en medio de todo el mundo. Apoyé mi mano en su pecho, mirando hacia sus labios, acercándome más y más, hasta haberle besado. Sus muerdos eran devastadores, despertando el deseo en mi cuerpo, miles de sensaciones que estaban dormidas, ansiando hasta el aire que salía de sus pulmones, lo quería todo de él.

Nos besábamos apasionadamente, devorándonos, hasta separarnos, observándonos con las respiraciones agitadas, sonriéndonos mutuamente.

- Sólo quería alejarme lo suficiente para poder hacer esto – aseguraba, volviendo a besarme, esta vez despacio, con besos cortos, muerdos húmedos, volviendo a hacerme temblar, convirtiéndolo en mucho más, de nuevo.

Los chicos estuvieron súper amistosos después de eso, no parecían molestos de que él y yo estuviésemos juntos, aunque creo que tampoco sabían sobre la magnitud de nuestra relación en aquel momento.

Óscar me pidió perdón, y aseguró estar un poco preocupado, porque su hermano nunca se había comportado así por ninguna chica, era algo nuevo para él, y no quería que le hiciesen daño.

- Es que... date cuenta tía. Tú aún tienes un tema pendiente con tu novio, y él está ahí, enganchado...

- ¡Qué va! – me quejé – ya no estoy con él, lo hemos dejado – insistí – Mira, lo entiendo, que te preocupes por tu hermano, y me encanta que le quieras de esa forma, de verdad – proseguía, apoyando los codos en la arena, para mirar hacia él con más calma, después – tampoco quiero que sientas como que voy a arrebatártelo ni nada, porque no es el caso. Yo sólo quiero estar con él, nada más – concluí.

- Y con nosotros ¿no? – preguntó Sergio, metiéndose en la conversación - ¿o no te hemos caído bien? – me reí ante aquello.

- Me caéis bien, sois unos tíos de puta madre – aseguré, pensando en ello. Él tenía suerte de tener a unos amigos como aquellos que lo protegían tanto.

- ¿Queréis dejar de parlotear? – se quejaba Hugo – A la playa viene uno a relajarse.


¿Qué os ha parecido? Yo soy muy fan de los 4 fantásticos, ¿vosotros no?

El jueves tendréis próximo capítulo. :D

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