Capítulo 29 - Irracional pero real.
Hoy os traigo sorpresa. Y la sorpresa de hoy es....
CAPÍTULO EXTRA!
Espero que os guste. Ya me contaréis que os parece :D
Capítulo 29 – Irracional pero real.
Septiembre. Ese mes que uno nunca sabe si sigue siendo verano, pues hace un calor horrible, o invierno, pues llueve sin más, cuando menos te lo esperas. Justo como ese día.
Me empava, bajo la lluvia, temblando, aunque no era de frío, es más hacía un calor terrible, incluso había salido el sol por lado del cielo y un hermoso arcoíris se veía en la playa, el lugar dónde me encontraba, junto al famoso "Chiringuito El Camarón"
Después de zafarme de Juan Carlos salí corriendo, hacia la playa, y no me detuve hasta haber llegado hasta ese justo lugar.
Estaba aterrada, no tenía ni idea de qué hacer, lo único que sabía era que necesitaba seguir expulsando mi dolor de aquella manera, dándome igual estar calada hasta los huesos.
¿Debía darle otra oportunidad a Juan Carlos? Él y yo habíamos pasado por mucho, quizás todo aquello sólo era un bache más que debíamos superar. Pero... si volvía con Juan Carlos... ¿qué pasaría con Hugo? Estaba empezando algo con él, algo mágico, algo muy bonito, algo que jamás había tenido antes... Sabía que, si lo dejaba así, a la mitad, sin tan siquiera intentarlo siempre me quedaría la duda de qué hubiese pasado si...
Un coche rojo se detuvo, aparcándose en la arena, y de él bajó Hugo, con la misma ropa con la que habíamos llegado de nuestras vacaciones, justo igual que yo, aunque con la diferencia de que él... tenía la camisa abierta.
Nuestras miradas se encontraron, en aquella lluviosa tarde y todo lo demás dejó de importar, incluso mi llanto se detuvo, se me cortó la respiración, percibiendo la escena a cámara lenta, como si el tiempo fuese un poco más lento, como si mi mente quisiese capturar cada momento sobre él, como si temiese, en lo más profundo de mi ser... perderle, de alguna manera.
Los truenos resonaron, ensordeciéndolo todo, mientras la gente corría de un lugar a otro, a resguardarse de la lluvia, bajo sus sombrillas, en la playa, otros, bajo el chiringuito. Todo era un verdadero caos, y en aquel momento sentí que éramos dos atípicos, porque yo no me moví del sitio, y él tampoco.
Caminamos hacia el otro, al mismo tiempo. En aquel momento tenía miedo, no podía evitarlo, estaba aterrada de que todo terminase, de elegir a Juan Carlos en vez de a él, después de todo, esa idea aún rondaba mi mente. Creo que a él le pasó justo lo mismo, por eso cuando nos encontramos no hicimos otra cosa más que aferrarnos a los labios del otro, pareciendo algo irracional, algo ilógico. Pero os prometo que dentro de mí no lo parecía, en lo absoluto.
Sus besos me devolvieron la vida. Su respiración, el tacto de su cuerpo desnudo bajo mis manos, metidas en su camisa, su olor, su esencia, ... hizo que todas mis dudas se disiparan, que me sintiese a salvo, que todo volviese a cobrar sentido.
Me aferré a él, a su cuerpo, abrazándole, escondiendo mi cabeza en su cuello, como si pretendiese fundirme con él, volver a ser sólo uno, justo como me había sentido en esos días, con él, en Tenerife. Quería recuperarlo todo, quería quedarme con él, enamorarme y pasar con él toda mi vida si era posible.
Mi pecho tembló, y comencé a respirar, volviendo a sentir ese nudo en mi garganta, rompiendo a llorar, pero no por mí. En ese momento no tenía miedo, no tenía dudas de quién era la persona a la que quería elegir, pero no podía evitar sentir pena por Juan Carlos, pues, al fin y al cabo, él fue mi compañero de vida durante 12 años de mi vida. Y si mi decisión era Hugo, él tendría que abandonar mi vida, para siempre. Sabía lo mucho que eso le desgarraría.
- Sé que no es el momento... - comenzó, entre susurros, sobre mi oído, haciéndome temblar – pero ... ¿no ha sido una puta pasada? Un beso bajo la lluvia, por un momento creo que estaba dentro de una película o algo – añadió, haciéndome reír, a carcajadas, incluso me olvidé de Juan Carlos – Bromas aparte, ¿qué ha pasado? – preguntó, mientras yo me separaba de él, y le observaba, con calma, sonriendo como una tonta, sin poder dejar de mirarle, al mismo tiempo que él limpiaba mis lágrimas - ¿Vas a dejarme? – negué con la cabeza, haciendo que su corazón se calmase.
- Te quiero – contesté, mientras él agarraba mi mano, tirando de mí hacia el coche, para que dejásemos de mojarnos. Pero me detuve antes de haber entrado, mientras la lluvia disminuía – va a ser difícil, Hugo – le dije, sintiendo como mi voz se quebraba. Me agarró de la cintura, atrayéndome hacia él – él no quiere aceptar la realidad y yo... me da tanta pena verle así, joder.
- Es normal – me calmó – yo también estaría destrozado si después de llevarme doce años con la mujer más maravillosa del mundo, va y me deja por un tío más joven – sonreí, al darme cuenta de que sólo quería hacerme sentir mejor. Con sus bromas – pero, joder, yo soy ese tío joven que se ha ganado la lotería, así que... - ensanché la sonrisa un poco.
- ¿Puedo quedarme contigo? – pregunté, algo dubitativa. Él sonrió, asintiendo, después – no quiero volver a casa, él está allí.
- Sólo una cosa – comenzó, haciendo que perdiese la sonrisa y mirase hacia él - ¿con qué piensas vestirte? Yo no tengo ropa de chica en mi casa.
- Tienes razón. Debería ir a casa a por algo de ropa, pero nos sigue llevando al mismo punto, no quiero ir a casa.
- Puedes ir al centro comercial y comprarte algo – sugirió.
- Debería ir a casa.
- ¿Por qué tienes que pensarlo ahora? – preguntó – vente conmigo, te calmas, pasas un rato más con tu chico limón – sonreí como una tonta cuando escuché su diminutivo – y luego te traigo – prometió. Acercó su rostro al mío, antes de concluir – yo no tengo prisa.
- Yo tampoco – aseguré, acortando la distancia entre ambos, volviendo a besarle.
Conducía hacia su casa, mientras yo me daba cuenta de que mi teléfono había muerto, no lograba encenderlo, quizás me había quedado ya sin batería, ¿qué otra cosa podía ser?
- Me has asustado – aseguraba, refiriéndose a lo que había sucedido antes. Ladeé la cabeza, para mirarle – por un momento, cuando te he mirado al llegar, he sentido que ibas a dejarme.
- Tenía muchas dudas – le dije, mientras él aparcaba el coche frente a su casa, dándonos cuenta de que las nubes se estaban disipando, ya no llovía. Agarró mi mano, cuando estábamos en la calle, y me atrajo hasta él, mientras yo apoyaba mis manos en su hombro, y luego la barbilla en ellas.
- ¿Ya no tienes dudas? – preguntó, apoyándose en el borde de la baranda de material del jardín, observándome, con cautela. Negué, levemente.
- Tú las disipas todas – sonrió, acercando su rostro al mío.
- Me alegra oír eso – nos besamos entonces, sintiendo aquella sensación, esas mariposas revoloteando, eso que sientes cuando estás con el hombre de tu vida. Justo eso sentía yo cuando estaba con él. Él me hacía feliz, sabía llegar a mí de formas inimaginables.
Rompimos a reír a la misma vez, interrumpiendo el beso, para luego darnos la mano y seguir avanzando hacia su casa.
Entramos juntos, de la mano, descubriendo a su hermano en el sofá, viendo el fútbol, se sorprendió tanto al verme allí, que ni siquiera pudo disimularlo.
- Blanca – reconoció, mientras Hugo soltaba mi mano.
- Me cambio y nos vamos – aseguró, para luego desaparecer por el pasillo, justo en el mismo instante en el que hago se refregaba por mis piernas. Miré hacia abajo, y descubrí a un bonito gato gris, todo peludo y atigrado. Era precioso.
- Hola – saludé al minino, cogiéndolo en brazos, apoyándolo en mi pecho, observando lo precioso que era, mirándome con esos ojitos verdes – tú no estabas aquí la última vez – reconocí, rascándole la cabeza.
- Lo he recogido de la calle – me informaba Óscar, haciéndose sonar, bajando un poco el volumen de la televisión, mientras yo me acercaba un poco más a él – me dio pena y ...
- Me encantan los animales – le corté, mientras el gatito comenzaba a ronronear, cerrando sus ojillos, tan a gusto – yo también soy de adoptarlos de la calle – aseguraba.
- Pues a ver si convences a este – se quejó, refiriéndose a su hermano – que quiere que me deshaga de él – Hugo apareció, con unos vaqueros y una camiseta verde militar, mirándonos sin comprender – a Blanca le ha gustado el gato.
- Y él a ella, mira como ronronea – aceptaba, haciéndome sonreír.
- ¿Cómo se llama? – pregunté hacia Óscar, este se encogió de hombros - ¿no tiene nombre?
- ¿Cómo te gustaría llamarle? – quiso saber Hugo. Desperté al pequeñín, percatándome de que era un macho.
- Limón – contesté, haciéndole reír. Me miró de una forma especial, le brillaban los ojitos y su hermano pudo verlo - ¿por qué no quieres que se quede? – quise saber
- No le gustan los gatos – contestó Óscar – De pequeño un gato se le enganchó a la espalda y no había manera de que lo soltase.
- Eso es porque se asustó – le dije – pero estoy segura de que no quería hacerte daño.
- Bueno, vamos a dejar aquí al gato y a mi hermano, que tengo ganas de dar una vuelta contigo – me dijo, cogiendo al gato del lomo, volviendo a dejarlo en el sofá, para luego tirar de mi mano hacia el exterior, mientras yo despedía con la mano libre a Óscar.
Su móvil sonó, en señal de que tenía una notificación, justo cuando salíamos a la calle. Caminamos hacia el muelle de la peguera, dejando atrás su casa, su calle, la rotonda del mercadona, la discoteca. Estábamos cerca del club náutico cuando su móvil volvió a sonar, recibiendo unas cuantas más, todas seguidas.
- Joder, con el puto Instagram – se quejó, sacando el móvil de su bolsillo, tentando de ponerlo en silencio – no dejan de comentar la foto donde te etiqueté, todas amigas tuyas – me reí, divertida – Mira – se quejó, justo después de abrir el móvil y mirar a la pantalla. Me fijé entonces, percatándome de que Susana había escrito un mensaje en su publicación: < te lo traerás a la boda, ¿no? >
- Es mi amiga Susana – le dije - se casa en unas semanas. ¿debería llevarte conmigo a la boda? – pregunté, en voz alta, haciéndole reír.
- Contigo voy al fin del mundo si es posible, Blanca – su teléfono comenzó a sonar, pero en aquella ocasión era Isaac – Dime, tío. Sí, está aquí conmigo, ¿por qué? – miró hacia mí, pasándome el teléfono después – es Marisa – aseguró, mientras yo le miraba con ojos como platos. ¿Qué coño hacía mi amiga con su amigo? – Este fin de semana es el festival de hip hop en Málaga – aseguró, resolviéndome la duda, como si hubiese leído mi mente.
- Dime, Marisa – contesté. Ella estaba histérica.
- ¿Qué coño ha pasado? – preguntó – Me ha llamado Juan Carlos, que habéis discutido, que te has ido corriendo en medio de la discusión y que no puede localizarte. ¿Qué es lo que está pasando, Blanca?
- Que se niega a aceptar que ha terminado – me quejé, molesta – no veas la que me ha montado tía, se me ha puesto a llorar, de rodillas, suplicándome... y es que me da tanta pena... pero es que no puedo volver con él, no ahora que estoy empezando esto tan bonito con Hugo.
- A ver – comenzó ella, mientras Hugo se fijaba en los barcos que había en los pantalanes, y me daba un poco de espacio. Me apoyé en un árbol, y seguí mirando hacia él, dibujando una sonrisa tonta - Vamos por partes, no puedes volver con él ¿por Hugo, o por ti? – adivinó, ella era todo un crack, ¿os lo he dicho ya? – porque tú ya estabas muy quemada de la relación, Blanca, antes de que llegase Hugo. Se podría decir que Hugo ha sido como el empujoncito que necesitabas para dejarlo, ¿no?
- Sí. Es justo eso – acepté, mientras él cogía una concha y se ponía a darle vueltas en sus manos.
- Pues entonces ya está, no te ralles más, no puedes estar con una persona por pena.
- ¿No crees que estoy siendo muy egoísta? – insistí.
- ¿Egoísta? No, cariño, lista. Tienes que vivir tu vida, hacer lo que es mejor para ti. Porque... analicemos los hechos: ¿estar con él va a aportar algo positivo a tu vida? Si lo que hacía era justo lo contrario, quitarte la vida.
- Venirse – se escuchaba a Isaac por detrás – esto debe de encantarte, Blanca, un puto festival de Hip Hop – reí al escuchar aquello.
- Hugo trabaja – contesté, haciendo que el susodicho volviese a mirar hacia mí – no podría ir, aunque quisiera.
- Cari, no te ralles, y si necesitas cualquier cosa aquí estoy, ¿eh?
- Gracias, mi amor.
Colgué el teléfono, levantándolo hacia él, que se acercó y lo aceptó, guardándolo en su bolsillo, volviendo a agarrarme de la mano después, caminando esta vez hacia el otro lado, lo cual me sorprendió.
- ¿No ibas a enseñarme el muelle de la peguera? – pregunté, sin comprender, mientras él se detenía, molesto. Algo le pasaba.
- Vamos a tu casa – pidió – Odio verte así de amargada por culpa del tío ese. No sé qué coño le pasa, ¿por qué tiene que hacerte sentir así? – me dejó noqueada con todo aquello, no me esperaba una reacción así, en lo absoluto – mira que no me gusta meterme en estas cosas, porque es tu vida, tu ex, y no quiero meterme ahí, pero ... ¡Joder!
- Ey – me acerqué a él, un poco más, entrelazando mis manos alrededor de su cintura – ya está.
- No, ya está no – lucía muy molesto - ¿tú te crees que es normal, que tengas miedo de volver a tu propia casa porque ese imbécil te va a montar una escena en cuanto aparezcas? – me separé un poco, altamente sorprendida, porque os prometo que nunca imaginé que él pudiese comportarse así de preocupado por el tema – es que es muy fuerte, vamos – apoyé mis manos en sus hombros, y le miré durante un momento.
- Luego dices que no sabes ser un buen novio – me quejé, recordando aquello que me dijo – Creo que, si te dejas llevar por tus sentimientos, lo serás. Yo no necesito a un buen novio, te necesito a ti, Hugo – sonrió, al escucharme decir aquello, para luego abrazarme, besándome después – oye – comencé, cayendo en algo – el coche en el que has venido a recogerme antes, el rojo, ¿de quién es?
- Es mi coche, ¿por qué?
- Pensé que no tenías coche, como siempre te traes uno de los coches de Isaac – sonrió, divertido.
- No suelo cogerlo, mi hermano es el que suele quitármelo todo el tiempo – se quejó, haciéndome reír, divertida – Mira, ya sé qué es lo que vamos a hacer – me dijo – vamos a ir a tu casa, te voy a esperar en la puerta, te traes algo de ropa y te quedas en mi casa conmigo.
- Sobre eso... - iba a declinar la oferta, os lo prometo, pero tan pronto como miré su sonrisa, dándome cuenta de lo mucho que él quería arreglar todo aquello, a pesar de que no era problema suyo, cambié de idea - creo que debería dejar de huir. Volveré a hablar con él, y se lo dejaré claro, no me iré por las ramas nunca más – sonrió – y lo de tu casa... no sé... creo que lo que debería hacer es buscarme un sitio para quedarme.
- ¿No quieres quedarte en casa de tu chico? – sonreí, me encantaba cuando él lo hacía real, nuestra relación.
- ¿Y vivir con tu hermano, el gato y contigo? – pregunté, haciéndole reír, entendiendo mi postura.
- Tienes razón, yo tampoco aguantaría al gato – rompí a carcajadas. Él era todo un caso.
- La casa está a su nombre, el alquiler, quiero decir.
- Pensé que era tuya.
- No, la tenemos alquilada, así que cómo es obvio se la quedará él. Ahora tendré que buscarme un lugar donde vivir o volverme a Valencia.
- Quédate conmigo hasta que encuentres un lugar – negué.
- Hugo, acabamos de empezar a salir, como quién dice, ¿también quieres que empecemos a vivir juntos? ¿ya?
- Tienes razón, estoy corriendo mucho. ¿Sabes qué? Lo hablaré con Isaac, seguro que conoce a alguien que alquile su casa, te lo deje a buen precio.
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