Capítulo 14 - Algo serio.
Vuelvo a adelantarme con el capítulo, un día, espero que les guste :D Ya llega lo bueno jejeje
Bailaba con él, una canción pop aquella vez, mientras sujetábamos nuestras manos, con una tonta sonrisa en el rostro, sintiendo sus labios apoyarse en los míos, para luego separarse y volver a sonreírme.
- Así que... rompiste nuestro trato y te acostaste con ella – me quejé, intentando sonar bromista, porque no quería que las cosas estuviesen mal entre nosotros, a pesar de que me molestaba, y mucho. Perdió la sonrisa – si vuelves a hacer algo así... me vengaré – añadí, él sonrió, al darse cuenta de que no iba en serio – Estoy soltera y soy muy sexy – insistí, estalló a carcajadas, para luego volver a besarme. Pero aquella vez el beso duró un poco más, incluso soltó mis manos, apoyando las suyas en mi rostro, para que no pudiese irme a ninguna parte.
Entrelacé mis manos alrededor de su cuello, dejándome llevar por la canción de reguetón, que acababa de comenzar, mientras él bajaba las suyas, apoyándolas en mi cintura, sin dejar de fijarse en la forma en la que nuestros cuerpos se complementaban, como si ambos estuviésemos leyendo la mente del otro, y supiésemos que era lo que debíamos hacer para bailar aquello, a pesar de que estábamos improvisando.
Sonreí. Me encantaba aquella sensación. La forma extraña en la que nos compenetrábamos, moviendo nuestros cuerpos con ritmo. Nos gustaba lo mismo, bailar dejándonos llevar, y metiéndole en pequeñas ocasiones un ritmo rapero.
Sobre las cinco de la mañana, cuando la discoteca estaba a tope, agarró mi mano y tiró de mí hacia los sofás, sin dejar de mirarnos, lanzándonos una que otra mirada de vez en cuando.
Nos sentamos allí, el uno al lado del otro, mientras él acariciaba mi mano, con ternura, sin dejar de mirarme, con una sonrisa en el rostro.
¡Dios! ¿Cómo podía ser él tan guapo? Me gustaba tanto que no podía dejar de sentir aquellas mariposas en mi estómago, sin dejar de sonreír, como una idiota, apoyando mi codo en el respaldar sin perder detalle de aquello.
- Hermano – le llamó Óscar, pero él ni siquiera dejó de mirarme, a ambos nos encantaba, lo que había entre nosotros, lo que sentíamos al mirarnos, al estar juntos de esa forma – nos vamos ya.
Ambos nos levantamos, separándonos del otro, miré hacia el frente, observando a Óscar, Sergio, Isaac y Marisa, al mismo tiempo que sentía como él entrelazaba su mano a la mía, miré hacia ese punto, y luego levanté la vista hacia él, que me observaba, con una sonrisa en el rostro. Enseguida se me contagio, y la dibujé en mi rostro, para emprender la marcha hacia el coche.
- Deberíamos dejar el coche aquí y cogernos un taxi – comenzaba Sergio, en el aparcamiento.
- De eso nada, no voy a dejar mi descapotable aquí – se quejaba Isaac.
Él y yo desconectamos en ese justo momento, volviendo a mirarnos, mientras yo me soltaba de su agarre y apoyaba el brazo en su hombro, al mismo tiempo que él echaba la cabeza hacia delante y la apretaba contra mi frente, observándonos, sin poder dejar de sonreírnos.
Me sentía en una nube cuando estaba con él, era como si fuese la protagonista de una película o algo así, como si estuviese en un sueño, constantemente.
- Ya, pero es mi coche y mando yo – proseguía Isaac.
- De todas formas, no cabemos todos en el coche – añadía Marisa, cansada de la maldita discusión – Blanca y yo nos cogemos un taxi.
- La llevas clara si crees que vas a separar a esos dos – bromeó Óscar – parecen la dama y el vagabundo, en este momento.
- Blanca – me llamó ella, haciendo que dejase de prestar atención a mi perfecto camarero estríper, y levantase la cabeza, girándola y mirando hacia mi amiga – nos cogemos un taxi, no cabemos todos en el coche – asentí, en señal de que estaba de acuerdo.
- Te llamo mañana – aseguró él, besándome dulcemente en la mejilla, logrando que volviese a mirarle – mi sexy – sonreí al escuchar el diminutivo con el que solía llamarme.
- Buenas noches, bombón – sonrió, divertido, y me dejó marchar junto a mi amiga.
Ella se pasó todo el viaje de vuelta a casa, flipándolo conmigo, más que nada porque yo no solía comportarme así, yo nunca dejaba de lado a mis amigas por un tío, pero aquella parecía ser una excepción.
- En mi opinión es un cabrón – se quejaba – se ha acostado con la ex, y ahora vuelve contigo como si nada.
- Nosotros no estamos juntos, Marisa – me quejé, justo cuando el coche se detuvo en la puerta de mi casa. Nos bajamos y caminamos hacia ella – así que en teoría...
- ¿Qué no estáis juntos? – preguntó, sin dar crédito, mientras entrábamos en la casa – se ha pasado toda la maldita noche contigo, sin dejar de calentarte para que tuvieseis sexo.
- Ya... - ella tenía razón, pero además de eso, era como una conexión que había entre ambos, o al menos eso quería creer, a pesar de no saber explicárselo a mi amiga.
- Te ha besado delante de toda la discoteca, y no te ha soltado la mano hasta que no hemos marchado – insistía, mientras subíamos a la planta de arriba – tía, si es que parecíais novios.
- No digas tonterías – le dije, pues en aquel momento me parecía de lo más irreal – nos gustamos, sí, pero nada más. Además, él no es del tipo que se eche novia. Me confesó que era de esos que les gustaba jugar con unas y con otras.
- Con más razón – insistía ella, quitándose los zapatos en mi habitación. Yo hice lo mismo, y luego nos marchamos al baño, para desmaquillarnos, mientras ella seguía hablando - ¿de verdad vas a poder estar con un tío así?
- Hemos hecho un pacto – declaré. Negó con la cabeza, como si no pudiese creer que yo fuese tan ilusa – nada de tontear con otros, sólo él y yo.
- ¿A sí? – añadía - ¿y ese pacto lo hicisteis antes o después de que se liara con su ex? – aquella pregunta fue como un balde de agua fría cayendo por mi cabeza. Ella tenía razón. ¿Cómo podía ser tan idiota de fiarme de él? Era más que obvio que iba a volver a acostarse con otra, o a morrearse, o lo que fuese. Él era así, y no iba a cambiar por nada. Las personas no cambian, y si intentas cambiarlas al final... sales escaldada. Lo sabía por experiencia propia – me parece estupendo que te acuestes con él – proseguía – pero siempre teniendo claro que no va a ser nada más, sólo un par de polvos – asentí, en señal de que entendía su postura – pero tú no eres así, Blanca, tú sueles encariñarte con los chicos. No sirves para eso – Ella tenía razón en todo, y yo me sentía como una idiota en ese justo momento.
¿Qué había pensado qué sucedería? ¿Qué sería su novia? Él no era de esos, ya me lo había dicho en incontables ocasiones, además de demostrármelo con creces. Entonces... ¿por qué era tan terriblemente masoquista y volvía a confiar en él?
Él me gustaba, pero sólo podíamos ser amigos que se acuestan, nada más.
¿Qué coño tenía en la cabeza para pensar otra cosa? Quizás era por la forma en la que él me trataba, por esa conexión que sentía cuando estábamos juntos...
Me refregué la cara con jabón, secándola después con la toalla, mirándome al espejo, mientras Marisa se echaba las cremas.
- Cambiando de tema completamente – comenzó, rompiendo el silencio incómodo que había entre nosotras después de una buena dosis de realidad – he dejado a Jairo – me volví hacia ella, olvidándome de todo lo demás.
- ¿Por qué? – pregunté, horrorizada, mientras ella apretaba los labios, molesta – quiero decir... estabais bien y eso ¿no?
- Tía no le veía nunca – se quejaba – nuestros horarios laborales no coincidían. Con decirte que veo más a Isaac que a él – Esa noticia me sorprendió incluso más – No te he dicho nada, pero ... cuando tengo sesión en Sevilla viene a verme.
- ¿Te has acostado con él? – pregunté, más alto que lo que debía, ella se molestó al respecto, sobre todo porque yo sabía perfectamente que ella no era así. Pero siendo sinceros... yo tampoco lo era, pero con Hugo... ¿qué coño me sucedía con Hugo?
- Sólo nos dimos un par de muerdos tontos – aseguraba, justo cuando yo me echaba el contorno de ojos – pero no he dejado a Jairo por Isaac, lo he dejado por mí, porque estar con alguien al que no veo nunca... para eso estoy mejor sola.
La entendía, y respetaba su decisión en situaciones como la que me contaba. Ella siempre había tenido la suficiente sangre fría como para cortar una relación cuando la cosa no convenía. Eso era admirable. Yo, por el contrario, solía insistir demasiado en que funcionase, de todas las formas posibles, sin querer tirar la toalla hasta el final. Eso fue lo que me pasó con Juan Carlos.
- A diferencia de ti, yo sé perfectamente como son estos – insistía, dejándome tocada, incluso hice una mueca, haciéndola sonreír – lo digo en serio, ellos son del tipo de tíos que tienen un cuerpazo y tienen que ir espantándolas a dos manos. Sólo quieren una cosa del sexo opuesto, y te aseguro que no están buscando una relación. Los tíos así, se aprovechan de que están buenos para poder llevárselas a todas de calle.
- Lo sé – acepté, pues era algo que siempre había pensado. Ambas teníamos formas parecidas de pensar en muchos aspectos de la vida.
- Pues no pareces saberlo cuando te involucras tanto con Hugo – insistió, de nuevo con aquel tema que me molestaba. Pero la entendía perfectamente, ella quería cuidarme, que nadie me hiciese daño, más aún después de todos los palos que me había dado la vida - ¿quién te dice que no está siendo así de dulce, así de amoroso, sólo para tenerte enganchada?
- Él no es cómo aparenta – aseguré, al recordar las múltiples cosas que sabía sobre él, que lo hacían diferente a las apariencias. Ella negó, con la cabeza, cansada de que le defendiese de esa manera irracional.
- Blanca – me llamó, para hacerse escuchar – despierta de una vez, lo conoces de dos días. ¿Crees que se puede conocer a alguien así? Ya sabes que no te lo digo para hacerte sentir mal, sólo no quiero que te hagan daño – Asentí, en señal de que la entendía, para luego escuchar como cambiaba de tema – oye, ¿Cuándo te dan las vacaciones?
- La última semana de agosto – aseguré, recordándolo, no había pensado en ello desde hacía tiempo – dentro de ... ¡Ostia! – me percaté – ya no tengo que ir más hasta el 10 de septiembre, pero como cae en finde... hasta el 12 – pensé en Natalia, que me dijo que lo pasase bien en mis vacaciones, ahora entendía el por qué. Marisa estalló a carcajadas, al darse cuenta de que lo había olvidado, completamente - ¡Joder! Le dije a mi madre que iría a visitarlos en vacaciones...
- Pues vámonos – me dijo – cancelo lo de Conil y nos vamos juntas a pasar una semana a Valencia – sonreí, como una niña – espera, voy a mirar si hay alguna casa libre para el lunes, y nos vamos ya.
Y hasta aquí el capítulo, ¿qué os ha parecido?
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