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Capítulo 12 - Paréntesis.

Me adelanto con el capítulo, espero que os guste. Ya va llegando lo bueno.

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Capítulo 12 – Paréntesis.

Acariciaba mi rostro, aún en su cama, con él sobre mí, incapaz de levantarse aún, con una tonta sonrisa dibujada en él.

- No piensas que esto es un error ¿verdad? – preguntó, algo preocupado. Negué con la cabeza, para luego besarle – eres la chica más increíble que he conocido en mucho tiempo – aseguró, sonreí, sintiendo sus labios rozar los míos, sin tan siquiera besarme aún – no quiero que esto termine.

- No soy como esas chicas a las que estás acostumbrado – me quejé, haciéndole sonreír – no quiero solo acostarme contigo – le calmé – no me interesa que tengas un cuerpo de escándalo – rio divertido, acariciando mi mejilla con el dorso de la mano – o que en el sexo seas un puto dios del olimpo – se mordió el labio inferior divertido.

- ¿No te interesa? – repitió

- No estoy aquí por eso – aseguré, él asintió, en señal de que sabía exactamente a lo que me refería.

- ¿Y Juanca? – preguntó al fin, haciendo que me entrase el pánico. Ni siquiera me había acordado de él durante mucho tiempo, ni siquiera había pensado en eso – Blanca – me llamó, apoyándose en la cama, junto a mí, con la mirada en la almohada, observándome con cautela – contigo no quiero ser el otro – me soltó, preocupándome un poco más – no quiero obligarte a nada, no es eso, pero sólo quiero que lo sepas.

- Déjame un poco de tiempo - pedí, mientras él asentía, para luego acariciar mi piel desnuda con la yema de sus dedos – necesito poner orden en mi cabeza – aseguró, él sonrió en señal de que lo entendía.

- ¿Qué ha pasado esta noche? – preguntó – esa llamada...

Le besé, de nuevo, sin tan siquiera contestar, no quería pensar en ello, no aún, y luego nos sentamos en la cama, el uno en frente del otro, observándonos con calma. Entrelazó mis dedos a los suyos, para luego acercar mi mano a su boca, besándola con calma.

Agarré su rostro entre mis manos, volviendo a besarle, sintiendo aquella complicidad en cada uno de sus muerdos, dándome cuenta de que me complementaba de una forma que asustaba. Era como si de alguna forma fuésemos dos mitades que encajaban a la perfección, como si nos perteneciésemos y ni siquiera habíamos tenido constancia de ello con anterioridad.

Nuestros besos se detuvieron, pero no alejamos nuestros rostros, seguimos allí, con nuestras narices rozándose, mientras él me observaba, acariciando entonces mi cabeza, sujetando un par de mechones detrás de mi oreja.

- ¿Tienes que trabajar mañana? – preguntó, mientras yo asentía, volviendo a sentir sus labios sobre los míos, dejándome llevar por la humedad de su boca, sobre la mía – entonces no puedo pedirte que te quedes.

- No puedo quedarme – le dije, él asintió, y besó mi mejilla, luego la otra mejilla, la punta de mi nariz, mi frente y se detuvo ahí un momento – pero no quiero irme.

- ¿Te apetece que nos veamos mañana un rato? – preguntó, respondí casi al instante.

- Si – él sonrió al darse cuenta de que yo estaba tan ansiosa por estar con él, como lo estaba él – pero tienes que trabajar mañana por la noche.

- No trabajo en el bar de mi hermano este viernes – me recordó - ¿lo olvidaste? – Asentí – Trabajo el sábado, pero por la noche, así que estoy disponible para lo que quieras – sonreí al escuchar aquellas palabras.

- Podemos ir a bailar – sugerí, añadiendo un plan que no implicase sólo sexo, a pesar de que me moría por volver a acostarme con él, había sido demasiado perfecto, incluso más de lo que jamás imaginé. Se supone que las primeras veces son una mierda, pero ... ¿por qué con él no? Parecía irreal, cómo si aquello fuese un sueño, una película.

- ¿En qué piensas? – preguntó, sacándome de mis pensamientos, le miré, y volví a acariciar su rostro, parecía real, no era un sueño ¿verdad?

- Esto es real, ¿verdad? – le dije, haciéndole sonreír, asintió, despacio, bajando las manos, apoyándolas en mis pechos, haciéndome reír. Volvió a bajar las manos, dejándolas sobre mi cintura, para luego hablar.

- ¿Te apetece pasar el día conmigo? – preguntó, asentí, y él sonrió, justo antes de explicarme que era lo que se proponía – podemos ir a pasar el día fuera, a Cartaya, por ejemplo. Puedo pasarte a recoger, comer por ahí, y volvernos luego – proseguía, acepté. Me parecía una gran idea – y luego ya veremos si nos apetece salir allí, cambiándonos en el coche o volvernos y salir aquí.

- Me gustan tus planes improvisados – le dije, para luego volver a besarle, sintiendo como se metía entre mis piernas, y apretaba mi cintura para atraerme a él.

- ¿Tienes que irte ya? – preguntó, mientras yo asentía y él lo hacía también, besándome sobre la mejilla, para luego acariciar ese punto, lanzándose a mis labios - ¿te llevo? – asentí, y él se separó, levantándose de pronto, agarrando mi ropa interior pasándomela. Era todo un encanto.

Ambos nos vestimos, sin ningún tipo de pudor, mirándonos el uno al otro, con cierta complicidad, lanzándonos sonrisas de vez en cuando.

¿Aquello era normal? Acabábamos de acostarnos y ya estaba deseando volver a meterme en su cama, es más, me moría por besarle.

Bajamos a la calle, y luego nos montamos en el auto, puso rumbo hacia mi casa, el silencio que había entre ambos no era incómodo, pues ambos estábamos pensando en lo mucho que nos había gustado aquello, en lo mucho que queríamos volver a hacerlo, y en nuestros planes para el día siguiente.

- Hasta mañana, mi sexy – me dijo, justo cuando se detuvo en mi puerta, y yo tiré de la palanca para abrir la puerta.

- Hasta mañana, mi camarero estríper – bromeé, haciéndole reír. Me bajé del auto y entré en casa, sintiendo aquella sensación por mi cuerpo, entrando en el interior después, percatándome de que no estaba ni un poco arrepentida.

Eso era malo, tenía que arrepentirme, eso estaba terriblemente mal. Yo tenía novio, se suponía que debía sentirme como una pecadora, pero en aquel momento me sentía bien, tan sólo podía pensar en lo que sucedería al día siguiente, y en las muchas ganas que tenía de volver a verle.

Me di una ducha, me desmaquillé, me eché mis cremas, me puse el pijama y me marché a la cama, para luego coger el móvil y mirar hacia él.

Tenía dos llamadas perdidas de Juanca, y varios mensajes suyos.

.-.

Juanca:

¿Aún andas por ahí de fiesta?

No te recojas tarde, mañana tienes que trabajar.

Necesitaba escuchar tu voz, pasó algo, Blanca.

No quiero hablar de esto por teléfono.

Llámame mañana y lo hablamos.

Yo:

¿Estás despierto?

Estoy preocupada, ¿qué es eso tan urgente?

Juanca:

¿Qué haces despierta tú?

Yo:

¿Y tú?

Juanca:

No podía dormir. Pero dime ¿qué haces despierta?

Yo:

He salido con Hugo.

Juanca:

¿Quién es Hugo?

Yo:

Un amigo.

Juanca:

Ten cuidado, eres demasiado confiada.

Yo:

¿Qué querías contarme?

Juanca:

Prefiero que lo hablemos mañana por teléfono.

Yo:

Dímelo ya de una vez, no voy a dormir nada si no me lo dices ya.

Juanca:

Anoche salimos y pasó algo. No quiero contártelo por mensajes, es mejor que lo hablemos, cariño.

Yo:

¿Te has acostado con otra?

Juanca:

No, no hemos llegado a tanto, sólo nos hemos besado. Pero me gusta estar con ella, y no sé qué hacer para no sentir más, porque no quiero hacerte daño, no quiero que pienses que te he dejado de querer, que quiero dejarlo, porque ni siquiera sé si es eso...

Yo:

Deberíamos dejarlo, vas a llevarte mucho tiempo fuera, y si te gusta otra y quieres acostarte con ella, no deberías frenarte por mí. Sobre todo, porque ya ni siquiera sabemos si sentimos lo mismo, Juanca.

Juanca:

¿Qué bicho te ha picado? Tú no eres así, deberías decirme que me quieres, que sólo está pasando esto porque estamos separados, que no quieres que vuelva a acercarme a ella, y que me estás esperando allí. Incluso deberías enfadarte por el beso.

Yo:

¿Por qué? ¿Justo porque eso es siempre lo que suelo hacer? Ya no quiero hacer o decir lo que se supone que tengo que decir o hacer.

Juanca:

Te quiero. No quiero que pienses que es eso lo que me pasa. No he dejado de quererte, es simplemente que te extraño, y como ella está aquí, dándome cariño, dándome eso que me falta, lo estoy confundiendo.

Yo:

Yo ya no estoy segura de sentir lo mismo. Te quiero, pero no sé si de la misma forma. Ahora estoy muy confundida.

Juanca:

¿Ha pasado algo?

Yo:

Creo que deberíamos darnos un tiempo, dejarlo hasta que vuelvas, y no arrepentirnos de si hacemos algo con otras personas. Si cuando vuelvas aún queremos estar juntos, entonces volvemos.

Juanca:

No, no quiero perderte, Blanca.

Yo:

Pero yo no puedo estar aquí esperándote mientras tú te estás besando con otras allí. Sintiendo cosas por ellas, por ese vacío que dices que tienes.

Hazme caso, mejor cortemos, si cuando vuelvas aún queremos estar juntos, podemos volver, pero no puedo detener mi vida y dejarlo todo en el aire hasta que vuelvas, esperándote sin tener seguridades, quiero seguir adelante, salir, y dejarme llevar, justo como estás haciendo tú allí.

Juanca:

¿Te has acostado con otro tío?

Yo:

Hablemos cuando vuelvas, y haz lo que quieras, no me voy a enfadar si te acuestas con ella. Porque a partir de hoy ya no estamos juntos, hablemos de todo esto cuando vuelvas.

Juanca:

Vale. No insistiré más, porque sé que lo que dices tiene parte de razón. Démonos esta tregua hasta que vuelva y luego hablamos. Pero no olvides que te quiero.

En cuanto a la casa, quédate con ella, no hace falta que busques nada más, cuando vuelva ya vemos que pasa.

Gracias por entenderlo, Blanca, eres una tía estupenda, me siento agradecido de tenerte.

.-.

Apagué el teléfono y me tumbé en la cama, dándome cuenta de que se había terminado, y aunque dolía, sentía como un peso se me quitaba de encima, como si necesitase liberarme de esa carga.

Ya entendía esa llamada que me hizo sin darse cuenta, eran sólo un par de besos lo que se había dado con esa chica, incluso me lo había confesado. Él era un buen tío, yo era la zorra.


Y hasta aquí puedo leer.

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