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Capítulo 11 - Una llamada telefónica

Tengo que admitir que el capítulo de hoy es movidito, en todos los sentidos. Contiene escenas de sexo, así que... si sois sensibles... cuidado. Al fin llega lo esperado, lo que se veía venir a leguas. Pero oye, que la culpa de todo no la tiene Blanca, que su novio también... se las trae.

Me adelanto un día. Espero que os guste :D

...

Sonreí como una idiota cuando le vi, frente a mi puerta, muriéndome por sentir sus labios en los míos.

Otra vez me estoy adelantando en la trama, así que ... ¿Queréis saber cómo hemos llegado a ese punto?

Volvimos a casa, excepto Marisa, que se marchó Málaga. Lo pasé en grande ese día. Y luego me dejaron en casa.

Al día siguiente me levanté, histérica, estaba deseando que llegase la noche para verle. Me pasé el día preparándome, y limpiando la casa. También me fui un rato a la playa por la mañana, pero eso no cuenta.

Recibí un mensaje de un número que ya tenía guardado en la agenda.

.-.

Óscar:

Hola, soy Óscar.

Siento tomarme el atrevimiento de hablarte sin más, pero sólo quería que supieses que, si alguna vez necesitas hablar o algo, estaré por aquí.

Yo:

Gracias, lo tendré en cuenta.

Ya tengo tu número guardado.

Óscar:

Chica lista.

Mi hermano me ha contado que habéis quedado hoy, ten paciencia con él.

Yo:

Sí, hemos quedado luego.

Óscar:

Pasadlo bien.

.-.

- ¿A quién le envías mensajes con esa sonrisilla? – pregunta Pablo, uno de sus amigos, él negó con la cabeza, sin darle mucha importancia a su comentario, para luego guardar el teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón y seguir cargando palés en el almacén – tío – le llamó, agarrándole del brazo, antes de que hubiese podido dar un paso más. Este se soltó y siguió trabajando – lo digo en serio, desde que saliste de la cárcel ya nunca me cuentas nada.

- No es lo que crees – contestó, sin más, pero parecía que su amigo no iba a darse por vencido con ello – lo digo en serio.

- ¿Vas a ir luego a la Live? – preguntó, cambiando de tema, pues sabía que cuando su amigo se ponía así, no había nada que hacer. Él se encogió de hombros, sin soltar prenda – yo paso de ir esta noche.

- Los amigos de mi hermano irán más tarde, vente – invitó – cómo en los viejos tiempos, Pablito.

- Venga, me apunto, pero sólo si me cuentas más sobre esa chica que te hace sonreír.

- Déjate de mamoneos – le cortó, en el acto – no hay ninguna chica. Ya sabes que no confío en ellas.

.

.

Me puse un vestido negro estrecho que me hacía más pecho, el cabello aleonado, un ahumado negro, y los labios bien marcados de ese rojo que tanto me gustaba, de los permanentes brillantes metalizados, y unos pendientes largos en tono azul, a conjunto con mis zapatos y mi bolso.

El timbre de la puerta sonó, él estaba tremendamente sexy con esa camiseta blanca y naranja, y sus jeans negros. Sonreí, como una idiota, muriéndome por besarle, pero no podía, ¿no? Quería que eso surgiese en algún momento, no quería forzar nada, no con él.

Tiró de mi mano, acercándome a él, para luego darme un beso húmedo en la mejilla, dejándomela mojada. Apoye mis labios en la suya, raspándomelos, con su barba, haciéndole reír.

- Estás tremenda – reconoció, sonreír. Siempre tan exagerado – vamos – tiró de mi mano hacia el coche que Isaac le había dejado. Otra vez el descapotable, aunque aquella noche lo tenía con la capota.

Nos colamos en la discoteca por la parte grande, pues él conocía a los porteros, y lo dejaron pasar sin ponerle reparo. Trabajaba allí, así que era súper conocido, se paró con varias chicas, y chicos.

Nos pedimos una copa, que, por supuesto nos invitaron y nos marchamos a la pista a bailar, estaban pinchando reguetón, él me aseguró que el dj era de sus favoritos, y que ponía un poco de todo. Era un tema muy suave.

- Hugo – le saludó Sergio, divertido, al encontrarnos. Yo seguía bailando mientras él lo saludaba, y yo me bebía la copa, de un trago. Estaba riquísimo aquel Jack Daniels con limón – he venido con los cafres estos, tu hermano está por ahí. Hemos terminado pronto en el bar del Pablo.

- Luego os veo – aseguró, para luego pegarse a mí, y seguir bailando. Saludé a Sergio con la mano, y luego dejé el vaso sobre su mano, haciéndole reír – ¿quieres otra? – preguntó.

- Todavía no.

- Voy a dejar esto, ahora vengo, espera – pidió, pero me miró antes de irse – vengo ya – asentí, con una sonrisa en mi rostro, dejándome llevar por el ritmo de la canción que sonaba en aquel momento. Esa rara, pero me gustaba, así como hindú.

- Hola, sexy – me saludó Óscar, agarrándome de la cintura, haciéndome reír – ahora entiendo por qué lo traes loco, a mi hermano – explicó, acercando su cintura a la mía, para que no dejase de bailar, contoneando nuestros cuerpos juntos – te mueves muy bien, niña – aseguró, dándome la vuelta, bailando junto a mí, intentando seguir mis pasos, pero no tenía nada que ver con Hugo, sus pasos no se complementaban tan bien con los míos - ¿te mueves igual en la cama? – bromeó, haciéndome reír.

Hugo apareció entonces, bailándome por detrás, haciéndome el sándwich, para luego susurrarme algo al oído.

- Muy mal, ¿eh? Blanca – me dijo, haciéndome reír, de nuevo. Me di la vuelta, ignorando a su hermano, para centrarme de lleno en él, apoyando mis manos en sus hombros, mordiéndome el labio al sentirle tan cerca – Te dejo sola un momento y ... rompes nuestro trato.

- ¿Qué trato? – bromeé, haciéndole reír, de forma sexy, para luego agarrar la mano de una chica cualquiera, y comenzar a bailar con ella, pegados. Haciéndome reír. Sabía que se estaba vengando, por lo que acababa de pasar con su hermano.

- ¿Quién es? – preguntó Pablo, parándose junto a Óscar, con la copa en la mano, él se encogió de hombros, pero tan pronto como me acerqué a él, y comencé a bailarle, su amigo comprendió que lo sabía, sólo se estaba haciendo el tonto.

Él sabía perfectamente lo que pretendía, pero no pareció contrariado. Hugo se mordió el labio, divertido, sin quitarme ojo, rompiendo a reír, sin dar crédito, cuando me agaché frente a ellos, comenzando a bailar aquella canción que solía encantarme en mi juventud "pump it" de BEP. Comencé mi famosa coreografía que yo misma me inventé en mis tiempos, dejándolos a los dos sorprendidos. Y aunque Óscar intentó seguir mis pasos no podía.

Hugo se olvidó de la chica de antes y caminó hacia mí, para seguir mis pasos, acoplándose a ellos con bastante acierto, apoyándose detrás de mí con el final del estribillo, haciendo que quedase realmente bien.

Pero su hermano no se echó a un lado, así que parecía que estuviese bailando con los dos, y de alguna forma, así era.

Di varios pasos por la pista, mientras él me seguía, complementando cada paso, haciendo que sintiese esa conexión entre ambos, eso que jamás había sentido con nadie, ni siquiera con Juanca.

La parte que me encantaba comenzó, y comencé a moverme con gracia, al tiempo que él apretaba mi trasero contra su pelvis, para reforzar los movimientos con los suyos, mientras yo echaba la cabeza hacia atrás, sobre su hombro, dejándome llevar por aquello y él me daba la vuelta bruscamente, pero quedó bien, justo cuando la próxima canción comenzó.

- Me encantas – me dijo, haciéndome sonreír, dejándonos llevar por el ritmo, apretó mis caderas contra su pelvis, de nuevo, haciendo que me diese cuenta de que había un bulto más que latente entre sus piernas. Me mordí el labio al darme cuenta de que él me deseaba tanto o más que yo.

Cuando quise darme cuenta Óscar estaba detrás, haciéndome el sándwich con su hermano, me di la vuelta, mirando en esta ocasión hacia él, apoyando mis manos sobre su pecho, sintiendo su piel atravesar la tela, inundando mis manos. Estaba hirviendo. Hacía calor, mucha.

Hugo me agarró de la mano, dándome la vuelta, para que volviese a fijarme en él, mientras su hermano se reía, divertido.

La canción terminó, empezando una de Bad Buny, haciéndole sonreír, pues sabía que era de las típicas que él adoraba bailar.

Le di la espalda, sintiendo como se posicionaba detrás de mí, para luego agarrar mis manos, entrelazándola con las suyas, apoyándolas en mis piernas, subiendo estas, acariciándome la piel con las mismas, para luego darme la vuelta, bruscamente, mientras yo volvía a poyarme en sus hombros, y él acariciaba con su labio inferior mi mejilla.

Se aferró a mi cintura, soltando mis manos, apretándome contra su pelvis, de nuevo. Estaba aún más duro. ¡Joder! Me iba a volver loca. Subí las manos, apoyándolas en su cuello, subiendo hasta su nuca, haciendo que gimiese sobre mi oído. Sonreí con malicia, quería provocarle, seguir jugando hasta el final.

Óscar se echó hacia atrás, para dejarnos un poco de intimidad.

Acarició con sus labios mi mejilla, bajando hasta detenerse en mi mentón, me mordí el labio, para evitar que un gemido saliese, al sentir como besaba ese punto, dejándolo húmedo.

Levanté la vista, percatándome de que su hermano nos observaba, sin dar crédito. Negó con la cabeza, como si no lo viese con buenos ojos.

- Espera un momento – le pedí, para luego caminar hacia él, seguí bailando la canción con Óscar, dejándole claro que no iba a dejarle – deja de mirarme con caras de desaprobación.

- ¿Qué quieres? – preguntó, divertido, rozando mi mejilla con su nariz, susurrándome al oído - ¿te gusta jugar con los dos hermanos? – me reía a carcajadas – Te recuerdo que yo no soy como él, no me va a temblar el pulso, Blanca.

- ¿Ah sí? – insistí, apoyando mi brazo en su hombro, acercando mi boca a su oído - ¿y qué vas a hacerme? – miré hacia su rostro, mientras él reía, divertido. Me di la vuelta, y miré hacia Hugo, estaba más que dispuesta a volver con él, cuando sentí sus labios en mi mejilla, dejándome altamente sorprendida, me di la vuelta para mirar hacia él, pero él me detuvo, sin dejarme hacerlo.

- Puedes jugar con él tanto como quieras, pero conmigo no – me dijo, cortándome el rollo, de golpe. Ya no sabía si lo decía en serio o estaba bromeando – a no ser que te quieras quemar.

- ¿Me pondrías en ese tipo de situación? – pregunté, divertida, dándome la vuelta al fin, observando como él sonreía, bajando la mirada un momento, antes de contestar.

Hugo me apartó de él antes de que hubiese dicho nada, tiró de mi mano y me sacó de la pista, para luego detenerse junto a los baños.

- ¿Qué mierdas ha sido eso? – preguntó, molesto - ¿estabas ligando con mi hermano en mi cara? ¿A qué coño estás jugando, Blanca?

- Sólo quería darte a probar un poco de tu medicina – me quejé, él perdió el enfado en ese justo momento – sólo jugaba, justo como hacías tú con la chica de hace un momento, con Carmen o con Chelo.

- Ya, pero tú tienes novio – me recordó.

- ¿Y sólo por eso no puedo jugar? Un poco cruel, ¿no crees? – él se encogió de hombros, justo iba a decir algo cuando mi teléfono comenzó a sonar – espera – lo saqué del bolso y me percaté de que era Juan Carlos. Lo descolgué, aunque no era un buen momento – dime – algo le sucedía, pude darme cuenta al escuchar su respiración entre cortada - ¿qué ocurre? – pero nadie contestaba al otro lado - ¿Juanca? – insistí, pero dejé de interesarme tan pronto como escuché las risas de una tía, a su lado.

- Alba – la llamó él, su voz se escuchaba lejos, por lo que era más que obvio que el teléfono se había marcado solo en su bolsillo o algo – no hagas eso, yo tengo novia.

- Ella no está aquí ahora – aseguraba ella, para luego besarle, sabía que se estaban besando, porque se escuchaban sonidos y gemidos.

¿En serio? ¿Aquello era en serio o era una puta cámara oculta? Colgué el teléfono, y me comenzó a entrar un puto ataque de pánico, pero tan pronto como Hugo se puso delante de mí y acarició mis mejillas con sus manos, dejé de pensar en nada.

- ¿Qué ha pasado? – negué con la cabeza, aterrada, mientras él me abrazaba, estrechándome entre sus brazos, mientras yo me aferraba a su espalda, aterrada, sin saber qué pensar. Quizás no era lo que pensaba, quizás...

- Estaba con otra – me quejé. Él intentó separarme y mirarme, pero no lo dejé – Juan Carlos... - mi voz se quebró, y comencé a sollozar en su hombro, mientras él me daba leves golpecitos en la espalda - ¿Cómo ha podido hacerme esto?

- Ya no estabais bien – me calmó.

- Necesito irme de aquí – supliqué, él asintió, se separó de mí y besó mi mejilla.

- Voy a por las llaves del coche, espera – me pidió, le miré sin comprender – se las he devuelto a Isaac, necesitaba el coche para ir a su casa.

Se marchó y yo me quedé allí, sola, agarré mis brazos, y me acurruqué sobre mi misma, cuando volví a levantar la vista vi que alguien se acercaba, pero no era Hugo, si no Óscar. No tenía ganas de hablar con él, ni con nadie, en realidad.

- Yo te acerco – dijo él, mientras yo negaba con la cabeza, buscando a su hermano – os acerco – añadió, dejándome claro que su Hugo también vendría con nosotros. Asentí, y entonces él llegó hasta nosotros.

- Sólo necesito las llaves – dijo él, levantando la mano hacia su hermano – no he bebido apenas, hermano – este asintió, sacó las llaves del pantalón y luego miró hacia mí, que bajé la vista con rapidez.

- Tened cuidado – pidió, observando como Hugo me cogía de la mano y tiraba de mí hacia el exterior.

Caminamos hacia el auto de su hermano, agarrados de la mano, él evitaba mirarme, yo en aquel momento había dejado de pensar en Juan Carlos, ya ni siquiera me importaba que se fuese con otra. Si lo mío con él terminaba ... dejaría de sentirme culpable por sentir eso que sentía por Hugo, podría dejar de... Pero ¿qué estaba diciendo? Después de todo lo que había vivido con él, después de doce años de mi vida a su lado...

Abrió el auto, uno rojo, y se detuvo antes de haber entrado, percatándose de que yo aún no había soltado su mano.

- Blanca... - se detuvo en cuanto se percató de que estaba demasiado cerca, con la vista fija en sus labios. Apoyé mis manos en su pecho, tirando de su camisa hacia abajo, para luego acercar mis labios a los suyos, apoyando mi labio inferior sobre el suyo, para luego acariciar el inferior con el mío - ¡Joder! – se quejó, para luego agarrar con su mano izquierda mi nuca, aferrando sus labios a los míos, incapaz de detenerse, saboreándome de una forma que parecía irreal.

Fue un beso con lengua, pero sin dejar que fuesen las protagonistas en todo aquello. Fue uno de esos con sonidos, ¿sabéis como suenas los besos? Pues justo así, acompañado de nuestras respiraciones agitadas, respirando con dificultad. La complicidad y la conexión me invadieron, fue como una tormenta de sentimientos, y no podía dejar de hacer aquello, mientras mis manos bajaban, aferrándose a su cintura, apretándola contra la mía, haciéndole gemir sobre mi boca, tan pronto sintió aquello. Aun así, no nos detuvimos.

Apoyó mi espalda en el coche, para luego bajar sus manos, aferrándose a mi trasero, volviendo a juntar nuestros sexos, mientras yo gemía aquella vez, haciendo que intensificase el beso, apretándome tanto que me estaba raspando con la barba, pero me daba igual, en aquel momento no quería ir a ninguna otra parte.

Nos detuvimos en cuanto un coche pitó, asustándonos, no nos estaba llamando a nosotros, pero igual nos sorprendimos.

- Sube – me ordenó, para luego entrar él, y encender el motor. Condujo durante un rato, no tenía ni idea de a dónde íbamos, pero por el camino podía ver que estaba ansioso. Alargué la mano y acaricié la suya, haciendo que él se fijase en mí. Dio un volantazo y se metió por una calle, hasta que llegamos a la rotonda del mercadona, aparcó por una de las calles de la derecha, y salió, le seguí, sin comprender a dónde íbamos, apretó el botón para cerrar el coche, para luego mirar hacia mí. Caminé hacia él, acortando nuestras distancias, agarrando su mano, y volviendo a acariciar su boca con la mía, sin incidir demasiado, mientras él movía la cabeza de un lado a otro, acariciando mi nariz con la suya.

Tiró de mi mano entonces, metiéndose por un jardín comunitario, para luego entrar por la puerta abierta de una comunidad de vecinos. Subimos cuatro plantas por las escaleras, mientras yo asimilaba la situación. Me estaba llevando a su casa.

Abrió la puerta, y entramos. Era una casa bonita, con un fuerte olor a hombre, olía a él, y me encantaba ese olor. Cerró la puerta, mientras yo entraba al salón, observando la estancia. Era amplia, con una pequeña terraza al fondo, el sofá, la mesa de comedor y la televisión, seguido por un mueble con alcohol y lo que parecían ser premios. Detrás de mí, cerca del pasillo que daba a las habitaciones había una mesa de billar y una enorme estantería con libros, lo que me sorprendió, no me parecía que él fuese de los que leyesen.

- ¿Son tuyos? – pregunté, señalando hacia los libros, mientras llegaba hasta mí, agarrándome de la mano, mirando hacia ese punto, hacia la estantería.

- ¿Qué? ¿No tengo pinta de ser de los que leen? – instó, haciéndome reír – son míos.

Caminé hacia la estantería, cogí uno y leí la portada. "Fundamentos de Neurociencia Conductual"

- ¿Estudiabas psicología? – pregunté, atónita, mientras él caminaba hasta mí, me quitaba el libro y lo colocaba de nuevo en su lugar - ¿Estuviste en la universidad? – él asintió, algo abochornado, por haber sido descubierto - ¿Por qué lo dejaste?

- No tenía pasta para seguir – mintió, y lo sabía, siempre miraba hacia otro lado cuando mentía, y se rascaba la nuca, nervioso. Entrelacé mis manos con las suyas, y acerqué mi rostro al de él.

- No te voy a juzgar, Hugo – le aseguré, haciendo que se fijase en mí – no tienes por qué mentirme.

- Tuve que dejarlo – admitió, mirándome, con sinceridad – me expulsaron, me pillaron con droga en la mochila – me sorprendí al escuchar aquello, pues no lo había esperado para nada – la droga no era mía, se la estaba guardando a Isaac – insistió, asentí, mientras él hablaba de nuevo – les dije que no era mía, pero nadie me creyó. Ni mis compañeros, ni el director, ni la policía.

- Yo te creo – le calmé, él asintió, para luego acortar la distancia entre nuestros labios y besarle - ¿estás bien? – pregunté, preocupada por él, pues después de contarme aquello, temía que estuviese decaído.

- Ahora sí – aceptó, para luego apretarme contra la estantería, besándome apasionadamente, aferrando mi nuca a su boca, incapaz de detener aquello, mientras yo agarraba su trasero con mis manos y le apretaba contra mí, haciéndole gemir.

Agarró la estantería, al darse cuenta de que temblaba con nuestros cuerpos apretándola, separó sus labios y tiró de mí para que dejase de apoyarme en ella.

- ¿Por qué me has traído a tu casa? – pregunté, mientras él tragaba saliva, aterrado de estar estropeándolo conmigo. Apoyé mis manos en su camisa, haciendo que se fijase en mí, y se relajase un poco. Nuestros labios se unieron, era imposible tenerlos separados mucho tiempo, él era como un imán que me atraía hasta él, con una fuerza que ninguno de los dos entendíamos.

- No tenemos por qué hacer nada – me calmó, apoyando su frente sobre la mía, arrepentido de estar allí, conmigo. Tendría que haberme llevado a otra discoteca, en vez de haber pensado con la polla – además, tampoco quiero que hagamos algo sólo por despecho o ...

- ¿Qué pasa si quiero hacerlo? – le dije, mientras él negaba con la cabeza, en señal de que no quería que hiciésemos nada – Quiero hacerlo – insistí, lanzándome a sus labios, conllevando a que me apretase contra la mesa de billar, dejándose llevar por aquello.

Me agarró de la mano y tiró de mí hacia su habitación, sin decir nada, la observé, estaba llena de recuerdos con sus amigos, con su hermano, pero me dio la vuelta antes de que hubiese apreciado estas con más atención, agarró mi boca con la suya, volviendo a besarme, aferrándose a mi trasero con sus manos, bajándolas un poco, metiéndolas debajo del vestido, para luego agarrarme de nuevo las nalgas, haciéndome gemir, pues su piel acababa de producir una corriente eléctrica en mí.

Metí las manos debajo de su camiseta, haciendo que se detuviese, observándome con cautela, mientras yo se la quitaba, apoyándolas después en su piel desnuda, haciéndole estremecer. Me fijé en su cara, justo cuando acariciaba sus abdominales. Sonrió al verme así, provocándole. Atrajo mi boca a la suya, aferrándose a mi nuca, envolviéndome en sus besos, raspándome de nuevo con su barba, haciéndome gemir, cuando sus dedos rozaban mi cuero cabelludo.

Mi teléfono comenzó a sonar, dentro del bolso que estaba sobre la cama, él se detuvo y miró hacia ese punto, mientras yo apoyaba mis labios en su pecho, haciendo que volviese a prestarme atención. Lamí su piel, haciéndole gemir, subiendo hasta detenerme en su pezón derecho, cazándolo con mis dientes.

Tiró de mi vestido hacia arriba, quitándomelo por completo, quedándome en body frente a él, haciéndole sonreír, pues no había esperado algo así, estaba sexy, muy sexy.

Acarició mi cuello, haciendo que me mordiese el labio. Se fijó en ese punto, para luego tirar de mi labio inferior hacia abajo, ese que yo acababa de morderme, mordiéndose él los suyos, para luego lanzarse sobre los míos. Aferrándose a mi trasero, sin dejar de besarnos con pasión, al mismo tiempo que yo me aferraba a su espalda, acariciándola, haciéndole gemir a cada rato, bajando más y más, hasta llegar a su trasero, apretándole contra mí, sintiendo el bulto de sus pantalones en mi pelvis. Metí las manos entre sus calzoncillos, aferrándome a su piel, a sus nalgas, haciéndole gemir en mi boca, con fuerza, separándose entonces, para luego fijarse en la cremallera delantera de mi body, agarrarla y tirar de ella hacia abajo, dejando mis pechos libres, bajando un poco más para luego apretar este por mis piernas, quitándomelo, dejándome desnuda frente a él.

Acarició, mi trasero con la yema de sus dedos, subiendo, más y más, hasta detenerse en mi nuca, mientras acercaba su boca a la mía sin besarme aún, distribuyendo su aliento sobre mi piel desnuda, haciéndome estremecer.

Tiré del filo de sus pantalones hasta mí, aferrándole, haciéndole sonreír, para luego fijarse en mis pechos, acariciándolos, impartiendo la presión justa en ellos para volverme loca, presionando sus labios sobre la delicada piel de mi cuello, mientras yo echaba la cabeza hacia atrás, y él comenzaba a lamerlo, llevándome a la locura.

Sus besos bajaron, dejando un rastro de saliva por allá por donde pasaba, jugando con mis pezones, mientras yo me fijaba en él, apretándole los hombros, pellizcándolos incluso, por la tensión que me estaba causando, para luego bajar un poco más, y más y más, deteniéndose ahí, echándome entonces sobre la cama, despacio, metiéndose entre mis piernas.

- ¡Joder! – grité, cuando su lengua llegó justo a ese punto que me volvía loca, haciéndole sonreír, pero sin detenerse. Movió la lengua de arriba abajo, sin dejar de mirarme, mientras yo gemía, sin detenerme, una y otra vez, apoyándome sobre mis codos, encantándome lo que me hacía y su mirada provocadora sobre la mía - ¡Ah! – me quejaba, una y otra vez, llevándome al borde del abismo, haciendo aquello con calma, como si quisiese perdurarlo, que durase para siempre, por mí no había problema, podía quedarme allí toda la vida.

Mi teléfono volvió a sonar, pero me dio igual, a él no tanto, que levantó la cabeza y miró hacia ese punto, mientras yo apretaba su cabeza contra mi sexo para que no se detuviese, haciéndole reír. Me obedeció y siguió haciéndome aquello, pero aquella vez, lo succionaba, llevándome al infierno, quería quemarme, quería correrme sobre su boca.

Sus dedos se metieron en mi interior, gimiendo sobre mi sexo, al darse cuenta de que estaba chorreando. Se detuvo, subiendo hasta dónde yo me encontraba, con toda la boca húmeda de mí y me miró, haciéndome sentir esa conexión que tanto me gustaba, quedándose allí por un momento antes de besarme, mientras yo volvía a meter mis manos debajo de sus calzoncillos, aferrándome a su trasero, haciéndole gemir sobre mi boca.

Levanté las piernas, entrelazándolas alrededor de su cintura, para luego abrazar su cuello con uno de mis brazos, mientras le quitaba los tres botones de sus pantalones, apoyando mis pies en el borde, metiendo los dedos gordos entre él y su piel, para luego tirar hacia abajo, haciendo que se sorprendiese con ello, al descubrir que lo estaba consiguiendo, bajarlos.

- ¡Qué habilidosa! – me dijo, haciéndome sonreír, para luego apretar su sexo contra el mío, haciéndonos gemir a ambos. Su sexo estaba caliente, era agradable, grande y duro.

Entrelazó mis manos con las suyas, para luego aprisionarlas contra el colchón, lanzándose a mis labios, besándome con desesperación, volviendo a hacer fricción entre nuestros sexos, mientras ambos gemíamos, con las respiraciones aceleradas, hasta que la sentí en mi apertura, metiendo solo la punta, mojándola un poco.

Apreté sus manos tan pronto como sentí la primera estocada, con sus dientes aferrándose a mi barbilla, propiciándome la segunda, con fuerza, haciéndome gemir más fuerte, cada vez más, con la tercera, la cuarta, la quinta, sin ir demasiado rápido, queriendo detener aquello lo más posible. Sus besos apasionados, y sus embestidas me estaban llevando al final, ya ni siquiera tenía control sobre mi propio cuerpo, incluso comencé a derramar lágrimas, cerca del éxtasis, mientras él me observaba, sin perder detalle de mis rasgos.

Sus gemidos retumbaron en la habitación, entrelazándose con los míos, dándome cada vez más fuerte, haciéndome daño en las manos al apretarme tanto, dejando de besarme tan pronto como la última embestida nos entrelazó a ambos, dejando aquella sensación en el ambiente. Apretó su rostro contra el mío, cazando luego mis labios entre los suyos, sin dejar que la sensación terminase, saliendo de mí, haciendo que me diese cuenta de que estaba manchando su cama, y entonces caí en la cuenta, no habíamos usado condón.

Se detuvo entonces, cayendo en lo mismo que yo, maldiciendo.

- ¡Joder! – se quejó, mientras yo acariciaba su mejilla, calmándole – he olvidado ponerme el puto condón.

- Ya no puedes hacer nada – le dije, mientras él tragaba saliva, observándome allí, bajo él – ya está hecho.

- ¿No te preocupa? – quiso saber. Besé sus labios, calmándole.

- Uso el aro vaginal – aseguré, haciendo que me mirase extrañado – es un método anticonceptivo – expliqué, pues sabía que no todo el mundo conocía de su existencia.

- Ha sido tan increíble que me olvidado de todo por un momento – me dijo, haciéndome sonreír, mientras mis dedos acariciaban su nuca – Perdona – se disculpó para luego volver a besarme.


Y hasta aquí el capítulo.

¿Qué os ha parecido?

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