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Capítulo 7: Ya, en serio, ríanse de mis desgracias

CAPÍTULO 7

Ya, en serio, ríanse de mis desgracias

Bien, Britt. Sé buena niña y entra al salón de la directora. Si el profe descubre que no entraste, se armará una grande... Y realmente, ¿por qué estás buscándote problemas? ¡Tú no eres así! O al menos, no lo eras. ¿Vas a dejar que un chico idiota cambie tus calificaciones? ¡Para nada!

Estoy por tocar la puerta, por dar un pequeño toc, toc que me llevará directo al infierno.

¿Y si no me descubre? ¿Si le digo que la directora tenía una reunión? ¿O que dijo que no pasaba nada? Tal vez así escaparía de esta de la mejor manera. ¿Entonces qué...?

—¿Qué haces, Britt?

Reconozco esa maldita voz y lo que provoca en mí. Me doy la vuelta, sabiendo que me toparé con su mirada de chocolate.

—¿Qué te importa, Dellan? ¿No deberías estar en clase?

—Nop —dice, dejando explotar la "p"—. Me sacaron de clase por no prestar atención a los estúpidos números —Oh, vaya... tenemos algo en común—. Me imagino que a ti también, los gritos del profe se escuchaban desde... bueno, mi salón, que está enfrente. Así que ahora eres una chica mala, eh —me guiña el ojo.

¿Qué extraño fetiche tendrá con guiñar el jodido ojo acaramelado?

—Ven, salgamos de aquí —propone, tomándome de la mano y dirigiéndose a la puerta de salida del colegio, que se encuentra descuidadamente abierta.

¡Anda ya! ¿Quién deja la puerta abierta en un colegio?

—¡¿Qué haces?! —Le cuestiono mientras me suelto de su agarre y me limpio las manos en mi atuendo, algo dramática.

—¿Quieres ir a dirección? —pregunta y yo niego con la cabeza—. Bien, yo tampoco.

—¡Pero no podemos irnos! ¡Será peor!

Dellan chasquea la lengua.

—¡Vale! ¡Tú ganas! ¿Entonces qué harás?

—Me presentaré...

—Bien —dice—, pero yo hablaré.

Espera... ¿Qué? Dellan empuja la puerta con fuerza y camina como un rock—star hasta quedar al lado de lo que parece una versión de él mayor. El hombre, que desde aquí sólo puedo ver de costado, tiene un físico que cualquiera diría que es producto de horas y horas en el gimnasio, puedo ver cómo se le arrugan unos pequeños rayitos al lado de sus ojos al observar a Dellan con ceño fruncido. Tiene el pelo oscuro, y a diferencia de su hijo, unos ojos verdes realmente sorprendentes.

La directora observa extrañada y enojada a Dellan, y luego me mira a mí con gesto amargo. Mi madre, ajena a la situación, se asoma y, al verme, se muerde el labio; luego observa a Dellan y así sucesivamente, casi puedo oír su voz en mi mente gritando "¡peligro, peligro!".

Doy unos pasos para adentrarme en la dirección y Dellan me sonríe. Otra vez lo hizo, y no provocar ese movimiento ligero dentro de mí... Me refiero, a meterme en líos. Me coloco al lado de mi madre, que me mira de reojo. Siento unas pequeñas gotitas de sudor cayendo por mi frente.

—¿Qué ocurre acá? —quiere saber la directora.

—Queríamos intervenir en su reunión, antes de que terminaran de charlar. Necesitan nuestras versiones reales como para formular un veredicto, ¿no? —comienza Dellan.

—Dellan —le regaña el padre—. Estás en problemas.

—Creo que ya hablamos lo suficiente —anuncia la señora Álvarez.

—Mire, directora. Yo quería molestar a Britt, ¿sí? Ella no tiene nada que ver, solo que me parece haberla conocido antes. Y sí, admito que le dije de besarla, pero ella no quiso y se defendió muy bien. Yo tengo la culpa de todo —se excusa, poniendo ojitos de cachorro—, no la castigue a ella.

Todo queda en silencio. Mamá deja caer la boca en forma de "o" y el padre de Dellan abre bien grande sus ojos.

¿Qué dijo?

—¿No es algo inmaduro usted, joven Rochester? —pregunta la directora.

—¡Lo soy! Soy un joven inmaduro que fue flechado por una chica, ¿no puedo saltarme las reglas por ella?

¡Flechado! ¡¿Qué se cree?! ¡Está loco!

—Ya, ni diga más. Miren, no puedo hacer mucho más, sancionaría a Dellan por esto, porque según me contaron, tanto en la versión de la señora Slowell como del señor Rochester, Britt sólo se escondía de él —pronuncia lentamente la directora, y observa con ojos de águila a Dellan.

—Ella no tuvo que ver con esto —agrega mi madre, tanto para la directora como para sí misma.

—Pero yo arreglaré con la madre de Britt, ¿cierto, Slowell? —dice el padre de Dellan. Su voz es grave, impone respeto y sobresale de las demás. Me sobresalto al escucharlo hablar dirigiéndose a mi madre, como si tuviera que oponerme en el camino de sus miradas.

—Sí, nosotros arreglaremos, así nadie pierde días de estudios. No es grave lo que sucedió! —concuerda mamá, para mi sorpresa.

—Bien —termina la directora—. Terminamos aquí, entonces. Pueden retirarse, aunque... ¿Britt? ¿Dellan? ¿Estaban por algo más aquí? ¿Problemas, otra vez?

—No, para nada —contestamos al unísono y nos marchamos antes de que sospeche.

Nuestros padres nos envían a los salones y entro sigilosa al mío, pensando en las palabras de Dellan, ¿por qué miente tan fácilmente? E inútilmente, porque no ayuda. Ahora me gané un sermón de mamá por su culpa, sé muy bien que lo tendré ni bien regrese a casa.

—Slowell, ¿ya habló con la directora? —pregunta el profesor.

—De hecho, estaba mi madre ahí adentro. Así que sí, hablé —técnicamente, digo para mí misma. Murmuré un "no" y un "para nada".

El profesor parece estudiarme y bufa.

—Bien, siéntese y procure prestarme atención.

—Lo haré. —Suspiro y miro al pizarrón, borrando las extrañas declaraciones de Dellan hace unos minutos atrás.


Mamá me mira sin mucha expresión, pidiéndome explicaciones sobre Dellan. Estamos en el comedor de mi casa; como hoy tuvo el día libre, cocinó unas supremas de pollo, con ensalada de tomate y lechuga. Me limito a comer, muy a gusto, soportando el láser de sus ojos sobre mí.

Su cabello tiene un deje pelirrojo, a diferencia del mío castaño. Heredé, según ella, los ojos que tenía mi... progenitor. Los de mamá son de color gris, aunque según el tiempo le pueden cambiar a un celeste claro. De chica siempre quise tener sus ojos. Primero por lo increíbles que son. Y segundo, porque los míos la hacían recordar a mi padre y temía hacerla sentir desdichada.

Mamá cuando yo era niña siempre me decía "no me mires así, tienes la mirada de tu padre" y cosas como esas. Aunque ella no lo supiera, a mí me dolían sus palabras. Me dolía ver cuánto daño le causaba que la observara y también cuánto dolor le había causado yo...

Últimamente casi nunca nos vemos, a veces pienso que me esquiva, pero yo sé que lo hace porque siempre está cansada. Le he dicho que yo buscaría trabajo, pero ella parece no aceptar, siempre me repite que me dejaría ir a trabajar cuando mi estadía en la universidad fuera completamente estable.

—Oye, ¿cómo te sientes? —pregunta mamá.

—Normal.

—¿Quieres hablar de algo conmigo?

—Nah.

—Bien. Mañana renunciaré a mi trabajo, ¿sabes? —dice pausadamente, abro mis ojos como platos al oírla.

—¿Estás bromeando, cierto?

—No, hija. Decidí renunciar, me tiene fatigada el empleo, hay cosas mejores.

—¡¿El qué?! ¡Mamá! ¡¿Cómo harás eso?! ¡Necesitamos ese trabajo para vivir, comprar los alimentos, pagar las facturas que no hacen más que subir! ¿Qué hacemos ahora? Mira, no dirás que no me permites buscar un empleo porque lo haré.

—El papá de tu compañero me dio empleo. —Me corta.

—¿El señor Rochester? ¿Cómo, mamá?

—Sí, David. Trabajaré en su casa, y...

—Dellan no es mi compañero, es el chico del salón de enfrente.

Esa es la gota que colma mi vaso. ¿Ahora mi familia dependerá de la familia Rochester? ¿En serio? ¿Mi mamá confiará en dejar su trabajo, todo para trabajar en la casa del enemigo? ¿Junto a Dellan? ¿Dónde queda mi orgullo? ¡Ahora el dinero de esa familia será el que nos mantenga! ¡No puedo permitir sentirme de esa forma, no con él! Ahora sabrá los secretos de mi familia y empezará a compadecerme... Mierda, simplemente no.

—Ya, bueno, David dijo que se apenaba por lo sucedido, que su hijo es impredecible y...

—¡No me importa qué diga el señor Rochester! Mamá, me buscaré un empleo no dejaré que —Dellan piense que está manteniendo mi destruida familia, pienso, pero no es lo que digo— seas la única que produzca ingresos, me cansé de verte trabajar sin hacer nada...

—No, ¡debes estar atenta a tus...!

—Estudios, ya lo sé —pongo los ojos en blanco—. Al menos déjame intentarlo, por favor.

Lía suspira.

—Más adelante ¿vale? Ahora no. David me ofreció un buen trabajo, ¿sí?

Intento sonreír.

—Me voy a mi cuarto.

—¡Pero si todavía no terminamos de hablar! ¡Britt!

A pesar de sus gritos y de saber que la estoy haciendo enfadar, me encierro en mi habitación. No enciendo la computadora ni tomo algún libro. Miro a mi alrededor con ganas de coger algo y tirarlo, pero me quedo quieta y me arrojo a la cama con fuerza. Cierro los ojos y suspiro frustrada.

Mi mente está hecha una turbulenta maraña de pensamientos, y el ojo de la tormenta parece tener mirada de chocolate.

Giro sobre mí misma, quedando boca arriba y repleta de determinación. Hoy Dellan dijo demasiadas cosas. Cosas que tendré que responder muy pronto para no volverme loca.

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