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Capítulo 2: No seré gelatina, pero tiemblo como una

CAPÍTULO 2

No seré gelatina, pero tiemblo como una

—¿Qué hacen aquí, jovencitas? El recreo está bajando las escaleras.

No me cuesta nada reconocer aquella voz que produce que el vello se me ponga de punta. Rayos. ¿Por qué no podía ser alguien más el que nos pillara? ¿Por qué mi jodida suerte trajo a la directora hasta mí?

La directora Álvarez es una señora de unos cincuenta años y, a pesar de ser de baja estatura, su mirada puede intimidar a cualquiera. Su cabello castaño le llega hasta los hombros, y sus ojos, de un celeste tan claro que parece irreal, no dejan de observarnos con el ceño fruncido.

No puedo evitar tragar saliva mientras siento el calor subir por mi rostro lleno de vergüenza por haber sido descubierta in fraganti desobedeciendo las reglas del instituto por una de sus autoridades. Nunca antes me habían regañado en el colegio y, a decir verdad, tampoco esperaba que alguna vez lo hicieran. Es como si fuese una mancha en mi pulcro expediente.

Le lanzo a Mika una de esas miradas de "es tu culpa por insistir", y ella solo se encoje de hombros, juntando sus labios en una mueca pensativa.

Intento escaparme de la mirada de la directora, que parece posarse únicamente en nosotras dos y no en los demás estudiantes que se encuentran caminando visiblemente por el pasillo. Me pregunto por qué habrá venido directamente hacia nosotras, hasta que recuerdo que Mika estaba tirando de mí mientras que yo luchaba como si estuviese escapando de mi muerte. «Tal vez realmente es así. Escapas de la muerte de tu vida social... o lo poco que tienes de ella», dice mi voz irónica mental, jugándome una mala pasada por los nervios otra vez.

—¿Y bien? —se impacienta la directora, alzando una de sus finas cejas—. Estoy esperando una respuesta lógica. Encontrar a una alumna zarandeando a otra no es algo demasiado propio de un colegio.

«Al parecer, la directora también posee arsenal de ironía».

Mikaela trata de excusarse, pero la directora Álvarez parece no escucharla, manteniéndose firme ante su postura. Siento cómo mis nervios disminuyen paralelamente al aumento de mi repentina desilusión de cumplir con la meta. ¡Si hubiera sido más atrevida, ya estaría hablando con él en lugar de la directora! Pero claro que no... Yo perdí el tiempo prácticamente comiéndome las uñas y temblando. «¡Y eso me pasa por cobarde!», me reprocho a mí misma. Pero, por otro lado, sé que ahora deseo haberlo hecho solo porque (al menos, en este momento) parece que no tengo posibilidad alguna de cumplir la apuesta.

El gesto incrédulo de la directora me pone en alerta, haciéndome volver del mundo de los pensamientos para enfrentar el gran parloteo de Mika.

—Estábamos haciendo un ¿proyecto? Sí, eso... Tenemos que vigilar al chico de esa aula y... Ya sabes, ver cómo reaccionan los chicos guapos ante... ¡Ey! ¡¿Qué haces?! —Antes de que Mikaela siga parloteando, la tomo del codo.

—¡Lo siento, directora Álvarez! —Le digo en su lugar, intentando tapar la palabrería de Mikaela—. Solo estábamos hablando, ella solo fue efusiva al zarandearme. ¡Ahora bajaremos de inmediato!

Antes de que la directora pueda abrir la boca, le doy una mirada de disculpas y llevo a Mika hacia las escaleras. Unos metros más lejos (luego de bajar varios escalones, al llegar al primer descanso), aflojo el agarre de Mika y comienzo a respirar.

—¡Oyeeeeeeeeeee! ¿Por qué has hecho eso? ¡Debiste dejarme hablar! —Me reprende ella.

—No quiero tener una amonestación, tú lo sabes. Nunca me sancionaron por nada y no quiero que hoy sea mi debut. Además, ¿cómo le vas a decir eso a la directora? ¡Joder, Mika!

Mikaela pone los ojos en blanco.

—¡Qué aguafiestas! La directora, bajo todo ese aire de amargada, alguna vez fue adolescente. ¡Hasta pudo habernos ayudado dándonos información sobre el chico! Pero no, tú lo arruinaste —dice, sacándome la lengua.

Es mi turno de girar los ojos. Y, sin querer, logra sacarme una pequeña sonrisa por hacerme imaginar a la directora siendo nuestra cómplice. «Esas cosas solo Mika puede esperar que sucedan», me digo y agito levemente la cabeza hacia ambos costados.

—Bajemos y volvamos a subir antes de que termine el recreo. ¿Sí? ¿Sí? ¡Por fis! —suplica Mikaela—. Yo sé que amarías hablarle al chico... ¿No? ¿Recuerdas que lo prometiste? ¿O es que quieres cantar delante de todo el mundo en internet?

Me encojo de hombros, como restándole importancia. En el fondo me pregunto: «¿Realmente será buena idea hablarle?», digo, es simplemente un chico que heredó muy buena genética y tuvo la suerte de caer en un colegio donde, al acecho, hay una fanática de la saga que tiene como sujeto en las portadas a un modelo casi idéntico a él. Probablemente no sea quien yo espero encontrar... ¿Su voz será como la imaginé? Sacudo la cabeza borrando ese pensamiento. ¿Qué pasa si me ignora? ¿Si me mira mal? ¿Qué pasa si no me entiende y tengo que repetirle las cosas, quedando como una boba? ¿Qué pasa si...?

—¿Aló? La bella Mikaela llamando a la extraviada Britt. ¿Hay alguien en casa? —canturrea, pasando una mano por mi campo visual.

No puedo evitar suspirar. Me fui por las ramas otra vez.

—Por ahí, él no es tan bueno... Me refiero, una cosa es el personaje, otra el modelo. Y, definitivamente, Dellan... Bueno, él ni siquiera sabe que se le puede relacionar con los dos anteriores...

—¿Y dejar pasar el año sin hablarle? ¿Y arrepentirte de esto toda tu vida? ¿Eh? Qué linda idea esa.

Miro para otro lado sabiendo muy bien que ella tiene razón. Mi vista corre hacia la parte superior de las escaleras y, para mi alivio, no encuentro a la directora viéndonos, pero de seguro está atenta por si intentamos algo.

Mis ojos vuelven a Mika, y suelto un bufido al notar la determinación en ella.

—Está bien —le digo a Mikaela, sintiéndome derrotada—. Bajemos por un minuto al patio y luego subamos.

—¡Esa es la actitud que esperaba! —grita ella mientras aplaude frenéticamente, captando la atención de un grupo de chicos debajo de la escalera.

Mi estómago da un vuelco.

¿Quién me mandó a esta situación?

Cierto. Yo misma.

Veo a mi alrededor, escucho las conversaciones de los que pasan, me cruzo con un par de ojos cansados que piden vacaciones, pero siento como si realmente no estuviera ahí. Ni aquí, ni allá, sino en un sitio lejano, observando cómo se dan los acontecimientos, como en una película. «Es un método de defensa. Creyendo no estar presente, mis nervios lo toman como tal, por eso intento mantenerme ajena a la situación hasta estar en el momento indicado. Lo he visto en varios libros y películas», pienso. Solo debo calmarme. Estoy dándole demasiada importancia a un hecho que luego, simplemente, se convertirá en una anécdota. ¿Cierto?

Abajo, en el quiosco que se encuentra en el patio, compro un pequeño chocolate. Luego, una vez que lo termino, voy al baño para corroborar en el espejo que no haya quedado rastros de mi desayuno. Sí, hoy no he comido nada antes de salir... casi como todos los días. Vivo muy cerca del colegio, pero me da pereza levantarme temprano, así que siempre estoy justa de tiempo. Mirando mi reflejo, intento peinarme un poco más, aunque ya no haya nada más que hacer en mi cabello castaño y ondulado. ¡Todo con tal de tener algo que impida que tenga que subir ya, en este preciso momento, a mi posible encuentro vergonzoso con el clon de Peter!

Cuando salgo del baño me encuentro con Mikaela y ambas emprendemos el regreso hacia el pasillo de arriba.

Al subir por las escaleras, mis piernas vuelven a temblar. Ambas nos quedamos esperando en los últimos escalones, como asomando la cabeza, para ver rastros de la directora que, afortunadamente, parece haberse esfumado en esta ocasión. Quiero retroceder cuando mi amiga (¡tan oportuna!) termina de subir saltando por los últimos peldaños y camina rápido hacia el aula del chico, pero en lugar de entrar por la puerta, se dirige a una ventana abierta que está en el pasillo adyacente al principal. ¡Una ventana que justo da a la cabeza de él! Reprimo un grito cuando descubro qué planea: ¡lo va a tocar!

Corro hacia ella antes de que cometa una de sus típicas imprudentes locuras. Pero, como es de esperarse, Mika no pierde tiempo. El dedo índice hace contacto en el pelo castaño del chico, y sus ojos marrones buscan rápidamente a la persona que lo tocó. Su mirada, antes de pasar por Mikaela, va directa hacia mí y pierdo total noción de las palabras que debo pronunciar...

¿Qué debía decirle?

¿Qué hago acá?

Oh, joder...

—¿Puedo ayudarlas? —dice Dellan, confundido, sin saber cuánto está pasando por mi mente, evaluando las posibilidades de quedar bien parada si salgo corriendo...

«¡Vamos, Britt! Esperaste mucho este momento, ¡habla!», trato de convencerme.

El tiempo parece ir más lento. Mi cuerpo está envuelto en llamas, siento calor por doquier. ¿Será que me siento así por el momento? ¿Por el efecto de su mirada en mí? ¿O se tratará de que tengo a un calco de Peter Toph frente a mí?

Parpadeo varias veces y dejo que mi voz fluya.

—Esto... Mira —titubeo—, puede que te parezca extraño...

—Y lo es —agrega Mikaela seriamente, y siento el impulso de taparle la boca.

—Pero he hecho una apuesta... —continúo como puedo, luego de aclararme la garganta con incomodidad—. Y bueno, tiene que ver contigo.

Dellan arquea una ceja y curva una sonrisa.

—¿Apostaste un beso?

Repentinamente, como si se hubiese dicho una palabra mágica, todos los chicos presentes en el aula parecen estar mirándonos... O mirándome. Lo que hace a la situación mucho más complicada. No tenía planeado que hubiera más ojos puestos en nosotros.

El rubor sube deprisa a mi cara.

—¡No! —digo, tal vez un poco fuerte, exaltada—. En realidad, no es esa clase de apuesta.

Dellan se acerca más hacia la ventana, y mi instinto me grita que me aleje: estamos a unos centímetros uno del otro. Las chicas detrás de él comienzan a cotillear y a mí me cuesta pensar con claridad.

—Qué mal, me hubiese gustado ese beso —bromea, provocativo.

Genial, ahora no solo quedaré como una lunática, sino que también como una idiota. Inclusive, aunque él esté hablando en broma, ahora mi apuesta parecerá valer realmente muy poco.

—Mmm, creo que mejor me voy... —mascullo, preparada para huir.

—¡Britt! —Me regaña Mika.

—Vale —digo para Mikaela, mordiéndome el labio. Con ella es muy difícil evadir situaciones indeseadas. Dellan, mientras tanto, parece divertirse con el espectáculo que le estamos dando porque tiene una sonrisa que parece no querer borrar—. La apuesta ni es de cerca nada de eso —explico, preparándome para el momento de la verdad.

Los ojos marrones del clon de Peter parecen intensificarse y rehúyo de su mirada.

De algo tengo que escapar.

Saco el libro de mi cartera y descubro que mis manos están temblando, casi comenzando a sudar. Me las seco en la ropa y lo miro otra vez; sus ojos marrones me inspeccionan, como si estuviera estudiando atentamente cada movimiento que hago.

Trago saliva.

—Soy administradora de una página de Instagram bastante conocida. Y comenté que en mi colegio había un chico muy parecido a él —dejo Opal a la vista, el tercer libro de la saga, en evidencia, mostrando a Peter en la portada.

—¿Quieres que te firme el libro? —Me pregunta burlón, elevando nuevamente su ceja y dándome una sonrisa torcida.

Niego, un poco atontada por su gesto.

—Los lectores de la página me dijeron que hiciera una apuesta —miento un poco. En realidad, yo solita me lancé a esa piscina—. Si no te hablo ni me tomo una imagen contigo, me veré obligada a subir un vídeo cantando. Y, sinceramente, preferiría que no hacerlo. ¿Me ayudas? —suspiro cuando termino ese martirio.

La sonrisa de Dellan se ensancha y sus ojos brillan en picardía. Eso no puede ser bueno.

—Pues ocurre algo, Opal —sonríe aún más, como si eso fuera posible—, quiero verte cantar.

—¡Ey, vamos, amigo! ¿Qué te cuesta? Es solo una foto y ya —dice Mika, haciendo un puchero.

—Lo que pasa es que será muy divertido ver y escuchar cómo canta. ¿Cuál es el nombre del blog?

Frunzo el ceño.

—No creo que te interese.

—¿Hay vídeos tuyos de otras apuestas perdidas? —curiosea, intentando hacerse el gracioso a mi costa.

—¿Sabes qué? No importa —farfullo y, sin decir nada más, me doy la vuelta y camino. Me alejo lo más deprisa que puedo, antes de mandarlo a la mierda. Mikaela me sigue de forma silenciosa por primera vez en el día. Llegamos hasta mi aula y guardo el libro dentro de la cartera que va en la mochila para que no se dañe.

Finalmente, cuando recobro la compostura, suspiro y la miro.

—No es como que hayamos perdido la misión por nuestra culpa, solo que sí resulto ser algo idiota.

—Idiota pero sexy —indica ella.

—¿Crees que me pueda liberar del vídeo cantando? Tal vez pueda robar una imagen de su Facebook que tenga mala calidad y editarla con una mía... Nadie debe enterarse de que es falsa.

—Yo... No lo sé, aunque sería rarito que lo hicieras... Pero, ¡ey!, le hablaste.

—Supongo que sí.

Nos quedamos hablando dentro del salón sobre lo sucedido y, cuando toca el timbre (y las personas que estaban en el recreo se dirigen al aula), me despido de Mikaela, que debe ir a su clase luego de acompañarla a su puerta. Quedamos en vernos más tarde y resoplo cuando se va. Las cosas no resultaron como yo creía que lo harían.

Me doy la vuelta para volver a mi aula, pero entonces choco contra un cuerpo lo suficientemente sólido como para hacerme tambalear. Y, antes de caer, una mano me sostiene.

Opal —dice, llamándome otra vez por el título del libro que le mostré—, te fuiste antes de que pudiera terminar de hablar. ¿Ya nos habíamos visto antes? Me recuerdas a alguien...

—Qué gracioso, tú también me recuerdas a alguien —bromeo yo, aunque con un poco de cautela—. No, no te conocía de antes. ¿Eso quieres decirme?

—No —contesta y sonríe—. Te quería informar que así como tú hiciste una apuesta para mí, yo tengo una para ti. Y esta definitivamente incluye un beso.

Le frunzo el ceño. ¿Piensa que podría aceptar eso? No lo besaría, ni loca. Por más hermoso que sea por su parecido con Peter Toph, no me gustó que se riera de mí. No es divertido.

—¿Y si no quiero besarte? —cuestiono, con una seguridad que no tuve en el momento de enfrentarlo por primera vez.

—Entonces tendrá que pasar un milagro para que no subas ese video a tu cuenta. Buena suerte y que gane el mejor —dictamina y, dicho eso, se marcha por el pasillo para entrar a su clase, dejándome aturdida y con miles no, millones de pensamientos.

¿En qué lío me metí?


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¡Hola! Espero que les esté gustando esta historia. :) 

Pueden seguirme en mi instagram @Brisa_Novasp donde comparto contenido de esta novela y mis otros escritos.

-Bri. :)

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