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•V E I N T I S E I S•

Raphael.

No había señales de que Simón quisiera atenderle el celular, y tenía razón, el solo sabía comportarse de una manera inmadura, es que no sabía cómo comportarse con un chico detrás de un celular, no lo conocía y no estaba muy seguro si en verdad era alguien agradable o solo era alguien que a no recibir amor buscaba dentro de las redes, aunque el chico había dicho reiteradas veces que él no era así, pero aún no podía entender porque sentía aquellos sentimientos y eso lo frustraba ¿Cómo podría decirle a Simón que le quería, cuando eran dos chicos que nunca se habían conocido realmente?

Cuando volvió intentar llamar en la madrugada se dio cuenta que Simón Lewis había apagado el celular, molesto tiró el suyo fuera de su alcance mientras dejaba escapar gruñidos irritado dándole con el puño a la cama, se sentía tan idiota con todo lo que estaba sucediendo y estaba comenzando a dolerle la cabeza a saber que no podía decidir algo bien para su vida. Ya no era un niño, era un adulto que se estaba haciéndose cargo de su madre, de su trabajo, de sus amigos y no se estaba haciendo cargo de él.

— ¿Raphael?

Catarina le había dado dos golpes a la puerta y había decidido entrar, rara vez hablaba con la pareja de algo importante o venían a hablar con él, pero ahí estaba la chica, con su pelo en una trenza y un vestido veraniego de distintos colores, el moreno se acomodó en su cama tratando de hacer que nada había pasado pero la chica ya lo había visto sentándose en forma india en la cama dándole esa mirada que le pedía comenzar a hablar.

—Necesito estar un rato solo, bajaré para cocinar.

—Lo que necesitas es hablar con alguien que te entienda.

La chica se arrodilló para darle un abrazo de apoyo y Raphael cerró los ojos para disfrutar de un afecto que había perdido hace muchos años, le hacía acordar tanto a su madre cuando estaba en buen estado, cuando todo los días le daba un gran abrazo como la medicina del día, siempre sabiendo que podía ayudar a unos de sus hijos, después de un momento se separó de su amiga y suspiró decidiendo hablar con ella sobre lo sucedido.

—Me siento un infantil— susurró Raphael— es tan vergonzoso.

— ¿Estás comenzando a sentir algo por tu amigo Simón?

— ¿Magnus cierto?— musitó el moreno— no cierra la boca ni para un secreto.

—Solo lo escuché cuando hablaba solo en su habitación, el nunca contaría algo de ti cariño, no cuando es algo importante y privado en tu vida— contestó la chica— pero ya que lo has dicho, quiero que me cuentes y así ayudarte.

Raphael comenzó a decirle desde el principio, como Magnus había causado todo esto y como de apoco habían comenzado a hablar más, tanto que el ya dependía del celular, pero que a pesar de lo que estaba comenzando a sentir no era capaz de tratar bien al chico, le contó lo último que había sucedido y como los problemas como su trabajo, su madre enferma estaban afectando.

—Eres un tonto— dijo entre risas la chica— está aquí, en Brooklyn, tienes la oportunidad de conocerlo y tú comportamiento han sido muy repugnante con él, me gustaría darte un golpe por lo que has hecho, pero todos nos comportamos así alguna vez y te entiendo.

— ¿Y qué quieres que haga? No me responde, y ha apagado el celular.

—Debes tener razón cuando dijiste que el celular hacía daño al cerebro— dijo la chica— creí que eras inteligente, ahora pequeño te dejare solo, para que pienses por tu mismo cual es el camino que quieres seguir en tu vida, tú mismo encontrarás la respuesta.

La chica le dejó un beso en el pelo para salir de la cama e irse, cerrando la puerta detrás de ella, el suspiró para acostarse en la cama mirando el techo, pero no duró nada su tranquilidad ya que la puerta se abrió mostrando a Magnus que venía saltando hacia él con papeles en su mano y una laptop, se sentó en los pies de la cama esparciendo todo, Raphael se sentó mirando todo aquello confundido.

— ¿Qué es todo esto? No estoy de humor Magnus.

—Vamos a localizar a Simón, cuando lo encontremos iremos tu y yo por el— dijo el moreno.

—Estoy mejor así— susurró Raphael.

—Sí y yo no tengo un fetiche con hacerlo en toda la casa, y más en tu puerta que huele a frutas— se burló Magnus— ahora calla y ayúdame a encontrar a tu Julieta.

No podía admitir en alto que había sido una de las mejores ideas que se le había ocurrido a su amigo, y se alegraba que le ayudara en ello.

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