•V E I N T I N U E V E•
Simón.
Tenía las manos llenas de bolsas ya que habían ido recolectando con Jace mientras entraban y salían de los locales, ya habían conseguido el anillo, después de una pelea que el rubio había causado por no conseguir lo que quería, ahora solo paseaban riéndose mientras Jace contaba cómo iba a pedirle matrimonio a Clarissa, no era muy romántico ni formal como se daría el comienzo de aquel compromiso pero sería lindo para ambos hacerlo, el chico estaba repasando que iba a decirle a Clarissa buscando en él la aprobación de sus palabras, algo que Simón no estaba escuchando del todo porque miraba de aquí para allá buscando señales de Raphael, después de la foto subida en su cuenta y unos viajes a unos locales, había sentido el presentimiento de que el chico estaba cerca, pero solo había sido una sensación en su cabeza y cuerpo porque podía reconocerle, no estaba seguro del todo, al chico del otro lado del celular. Se había dado cuenta que su alma quería aquello, haber encontrado a Raphael Santiago y escucharle como había estado siguiendo sus pasos para encontrarle, pero sabía que algo así no pasaría porque ambos ahora estaban molestos, mejor dicho el estaba molesto y no quería ni verle.
"Deja de mentir Simón Lewis" pensó.
—Simón ¿Me estás escuchando?
El chico asintió apenas, un poco distraído, siguió caminando regresando a la casa para esperar las noticias de Alec y Clarissa, Jace no dejaba de hablar, era como una cotorra andante, peor que él si se ponía a pensarlo, pero le entendía estaba muy nervioso por lo que iba a hacer y se le notaba a leguas que sería algo que iba a sorprender a ambos, pero tampoco el tenía la culpa de estar de mal humor escuchando como el rubio planeaba ese compromiso paso por paso, necesitaba que reconocieran su triste vida de soltero que le estaba maldiciendo. Cuando llegaron a la casa con Jace un poco molesto por la falta de atención a sus planes, el se dirigió hacia su habitación para comenzar a acomodar sus pertenencias y abrir su computadora para ya tenerla encendida cuando tuviera que tomar la clase que le tocaba, ya tenía una falta por no haberse conectado el día anterior, no quería comenzar a quedarse lento en ello, si no después no entendería que trabajos debía hacer o estudiar para las pruebas de video llamadas, aunque un poco de trampa podía ayudarle.
Miró el celular que lo había dejado arriba de unas de las cajas sin abrir, había comenzado a vibrar, sabía con perfección quien debía ser, el único que había dejado muchas llamadas perdidas el día anterior, suspiró un poco cansado y decepcionado de el mismo porque estaba caminando hacia el celular para perder su dignidad contestando la llamada de ese chico. Tomó el celular viendo el número y la foto de Raphael en el centro de la pantalla, mordió su labio indeciso y atendió colocándolo en voz alta, tratando de parecer duro a pesar de que no lo veía.
— ¿Qué?— preguntó con molestia.
— ¡Te vimos en el centro!— se escuchó.
Después de eso escuchó unos ruidos molestos como si el celular se estuviera moviendo, unos golpes, unas quejas por parte de las personas que estaban cerca, una puerta cerrarse en un golpe para quedar todo en silencio.
— ¿Simón?
— Sí, soy yo.
No sabía que decir, todo de su cuerpo temblaba a escucharlo, su respiración se había acelerado y su estómago dolía como si se tuviera entumeciendo, era como escucharlo por primera vez cuando no era así, seguramente eran por la razón de que ahora ya no estaban viviendo lejos y ahora estaban a minutos de poder verse, y también estaba así por la culpa del otro chico que había estado con Raphael en la habitación y dijera que lo habían visto en el centro, le sorprendía saber que habían estado cerca sin poder verse.
— ¿Lo alcanzaste a escuchar? No le hagas caso.
— ¿E-Enserio estuviste cerca y no fuiste capaz de acercarte? ¡Podríamos habernos visto en persona!
Se había sentado al lado de las cajas, colocando sus piernas en su pecho y su cabeza entre medio de estas haciendo círculo con sus dedos en el suelo, esto era tan complicado, estaba enamorado de Raphael Santiago, un chico a quien había conocido por la cuenta de Instagram y después habían hablado por celular todo este tiempo hasta el día anterior que habían tenido la pelea, todo lo que estaba sucediendo ahora parecía falso, hasta quería dejar de hablar con el chico para parar aquel dolor que tenía en su mente y en su pecho, quería acabar todo antes de que le rompiera el corazón cuando lo rechazará por no tener el mismo sentimiento.
—Estabas molesto conmigo, no sabía si me ibas a golpear, además no sabías si realmente eres tú ¿Cómo iba a saber que vives cerca, muy cerca Simón?
— ¿Quieres que terminemos de hablar? ¿Acabar todo aquí? Estoy de acuerdo, es incómodo que estemos cerca Raphael, somos amigos, conocidos, lo que tú quieras llamar, pero yo he mezclado los sentimientos y no lo he podido controlar.
Se arrodilló junto al celular mirando como los minutos que pasaban se reflejaban en el cronómetro de la llamada, pero había un silencio y le estaba comenzando a irritar que no contestara aquella confesión que había hecho.
— ¿Estás enamorado de mi?
— ¡Agh! ¡Si, maldito imbécil! Estoy enamorado de ti— sollozó.
Cortando la llamada, dejándose caer en el suelo llorando en silencio mientras llevaba las manos a su cara tapando sus ojos mientras sollozaba, era tan feo sentirse así, golpeó el suelo en puño pero se arrepintió al momento cuando el dolor llegó a su mano, era débil y su dignidad había caído muy bajo tierra ¿Qué más humillación debía pasar?. La puerta se abrió mostrando a Alexander en el marco de la puerta mirándole con esa mirada que decía saber que pasaba y estaba molesto.
— ¿Llorando? ¿Acaso eres marica?— preguntó— no de eso, no me mires así, sabes que respeto a los homosexuales, pero pareces niña ¿Por qué lloras? ¿Por ese niñito que vive aquí en Brooklyn? No llores imbécil, cuéntame qué ha sucedido.
El ojiazul se sentó a su lado sacando de su bolsillo del pantalón un pañuelo que sabía llevar con el siempre como una costumbre que tenia, se lo tendió y Simón sonrió recibiendo para cercar sus lágrimas, Alexander le hacía recordar un poco a Raphael, como le trataba.
—Antes de esta larga charla, encontré trabajo para ambos en un bar o boliche llamado pandemónium.
—E-Esta bien, genial, pero debemos terminar con esta charla en una hora, tengo clases.
—Bueno, entonces comencemos— alentó Alexander— lo que hago por escuchar tus idioteces.
Cerrando la puerta con el pie para dar más intimida a aquello.
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