Raphael.

Caminaba por su habitación irritado, había esperado ya una hora y media por la presencia de Simón Lewis, quién se había decidido a tomarle el pelo y hacerle esperar hasta que llegara a su nuevo hogar, todo porque se había ofendido y ahora se estaba aprovechando de la situación para hacerse el molesto y el estar así soportando el comportamiento de un chico detrás de un celular, pero no podía evitarlo, estaba esperando que Simón se apareciera y así insultarle por haberse comportado de una manera tan desagradable.

—Raphael deja caer tu cabello.

Se arrimó hasta la ventana viendo a Magnus sin remera molestando casi ya diez minutos, después de que el chico fuera a despedirse de su "amigo" al auto Raphael había bajado por las escaleras para colocar seguro a todas las puertas para que aprendiera la lección y no volviera nunca más a molestar con sus sexos en los lugares de la casa, porque la próxima sería cortarles las bolas, y no quería hacer aquello porque podría ir preso, le sacó el dedo del medio y cerró la ventana escuchando los gritos de Magnus llamándole.

— ¡La venganza será letal!— siguió gritando el moreno.

Pero Raphael le ignoró sentándose en la cama mirando su celular que había dejado en frente, esperaba que el chico le llamara, que dejara de su silencio para hacerle molestar e hiciera sonar su móvil ¿Por qué se sentía así? Nunca había dependido de una persona, y menos de una que no conocía, pero ahora llegaba Simón Lewis y parecía haber causado un sentimiento diferente, como si ya se hubiese acostumbrado a estar hablando con el todos los días, además estaba comenzando a sentir algo que no quería decir, porque si lo sería le verían como alguien que se había vuelto loco. Se había enamorado del chico que estaba detrás de aquella pantalla.

—Simón llámame— musitó.

Viéndose como un estúpido a estar hablando solo, con su celular, ahora no podía estar lejos de ese aparato cuando antes no lo necesitaba, ahora parecía uno más de los integrantes de su casa que no podía soltar aquello ni un segundo. Después de dos horas Raphael ya estaba bien molesto y había bajado a abrirle a Magnus dándole la lección de aquello, después se tomó un té para calmarse y más después de eso subió de nuevo a la habitación viendo la pantalla prendida de su celular vibrando en su cama, caminó hasta el ya sabiendo quien podía ser, lo tomó y lo puso en alta voz.

— ¿Qué?

Se sentó en el suelo mientras abría el refrigerador pequeño que estaba al lado de la mesa de luz, tomando una lata de refresco, no mirando al celular por miedo a agarrarlo y romperlo.

— ¿Estás bien?— preguntó Simón— creí que no te llevarías a esto tan a pecho.

No contesto, solo abrió la lata de refresco y le dio un sorbo mirando el atardecer por su ventana, soñando que algún día el podría estar así con una persona.

— ¿Quién dijo que ese es el problema de porque este así? Tú no eres importante para mí— dijo Raphael.

—Eres un estúpido, creí que me trataría mejor y yo te confesaría que en verdad voy a Brooklyn— musitó Simón— no me hables más.

La llamada se cortó y Raphael dejó escapar un suspiro por ser tan estúpido y no haberle tratado bien, se tiró en el suelo y susurró entre dientes maldiciendo por no evitar ser como era, cuando la puerta se abrió y Magnus Bane apareció con una mirada molesta.

— ¿Acaso eres tonto? ¿O te metieron un crayón en el cerebro?— preguntó el moreno— viene a Brooklyn, podrás conocerlo, ser una pareja ¿Acaso no lo oíste?

—Es un desconocido.

—Pero te gusta, yo sé cuándo pierdes el interés por alguien, llevas mucho tiempo hablando con este chico.

—Vete— musitó Raphael.

—Oh no, claro que no, tú y yo hablaremos de esto.

No se pudo deshacer de Magnus por horas, tampoco pudo evitar escuchar sus consejos y lo peor es que Simón no había vuelto a llamarle, ese día estaba haciendo todo mal.