•T R E I N T A•
Raphael.
— ¡Agh!
Caminaba de un lado de la habitación al otro lado mientras se quejaba en voz alta, se llevaba las manos a la cabeza tirando unos que otros mechones de pelos por la frustración, sus labios estaban apretados y no podía dejar de sentir sus mejillas arder por la confesión de Simón, estaba avergonzado y no podía pararlo, las comisura de su labio se elevaban torpemente haciéndolo molestar más, no sabía cuándo había sido la última vez que le ocurrió algo parecido, necesitaba dejar de sonrojarse, guardó su celular en el bolsillo del pantalón y bajó las escaleras para ir al hospital, tenía una visita matutina que hacer, alguien que a pesar de estar en coma con solo su presencia podría pasar todo aquello que había sucedido en los últimos días.
— ¿A dónde vas?
Se detuvo en la puerta viendo a Magnus arreglando unos trajes en unos maniquí, que no dejaban nada para no imaginar, seguramente hoy tocaba función con un poco subido de tono, el moreno nunca traía su trabajo a casa solo cuando era uno donde le informaban tarde y debía hacer todo a las apuradas.
—Al hospital, por Guadalupe— respondió— ¿Función esta noche?
—No te vengas tan tarde, Cat y Ragnor han ido a una cena o salida romántica, y la casa se quedará sola en unos minutos cuando deba ir corriendo a llevar todo esto, no llegaré temprano, primero voy a exigir mi pago por todo esto que estoy haciendo a esos desgraciados.
—Tengo mi llave, así que cierra bien Magnus, enserio te lo digo, y suerte en eso de tu trabajo, de seguro que terminas cogiendo como siempre.
Salió por la puerta, colocando su mano en los bolsillos de su chaqueta y caminando hacia el hospital, sentía una sensación extraña dentro de él después de todo lo que había sucedido, la confesión de Simón aún pasaba por su cabeza, sentía un nudo en su garganta que lo incomodaba y en cualquier momento podía descomponerse ahí mismo terminando por deshacer la comida de su cuerpo, esa sensación le llegaría a torturar si no lo podía controlar. Después de una larga caminata llegó a la puerta del lugar encontrándose con Ramiro, uno de sus tantos hermanos, esperándole, se detuvo a ver como el chico se estaba dirigiendo hacia él.
—Eres un desgraciado— musitó el chico— eres un desgraciado ¿Cómo eres capaz de hacerle esto a tus hermanos más pequeños? ¿Por qué Guadalupe y tú se decidieron a hacer esto, a nosotros?
— ¿Qué?
—En el testamento solo estás tú, eres el único que recibes todo— musitó el chico— planearon todo esto.
Se quedó perplejo a escuchar aquello, pero solo negó, no podía ser cierto, además nunca había ido a ver el testamento para ver si salía o no, porque no le importaba la plata, ni los materiales, solo quería ver a su madre salir de donde estaba, salir de su estado de coma y verla sonreír con sus compañeros, con las enfermeras que tanto la querían, no importaba si no le recordaba como su hijo, solo la quería viva.
—No sé de qué hablas, déjame en paz Ramiro, quiero entrar y estar un rato con Guadalupe, has una reunión y veremos de qué estás hablando ahí.
Entró sin esperar que su hermano hablará, tampoco esperaría que le golpeara por la espalda cuando un hombre de seguridad del hospital estaba mirándole a ambos, el chico se dedicó a hacer el mismo recorrido cuando llegaba al hospital, saludando a su alrededor hasta llegar a la habitación, ninguno de los demás Santiago podían entrar, así que no había nadie en la habitación o eso creía, abrió la puerta encontrándose sorprendido a ver a la enfermera Tessa tomada de la mano de su madre y susurrando despacio.
—Tessa.
Cerró la puerta detrás de él caminando hasta el otro lado de la cama, la mujer dejó de susurrar y levantó la mirada, escuchando nomás los ruidos de la máquinas, Tessa era una mujer joven, con un pelo castaño que siempre lo llevaba recogido, nunca la había visto fuera de su uniforme de enfermera en el trabajo, ahora llevaba un conjunto informal, no usaba maquillajes ni accesorios, era como la amiga de Guadalupe, ambas se tenían un gran cariño.
—Raphael, estaba esperando por ti.
El chico le dejó un casto beso en la frente a su madre para tomarla de la mano y susurrar una oración rápida, agradeciendo que aún la mujer siguiera luchando por su salud a pesar de la situación, después de eso miró a la chica que estaba rebuscando algo en su bolso.
—Lo siento por haber tardado, estaba un poco ocupado.
Vio a la chica tenderle una carta, cerrada en un sobre amarillo, la recibió con un poco de confusión, después de eso la mujer se levantó de su lugar, dejándole un beso en la mano a Guadalupe para irse sin responder ni decir ninguna palabra de aquello que había ocurrido, cuando la puerta se cerró dejándole solo Raphael dejó la carta a un lado, en la cama y atrapó la mano de su madre entre las suyas, colocando su mejilla en ellos tratando de imaginar que Guadalupe le estaba acariciando como cuando era un niño.
—Oh Guadalupe ¿Qué haría yo sin ti? Me enseñaste que esto era un ciclo de la vida, pero aún no es hora de esto, te queda mucho por vivir— susurró— tengo muchos tamales que hacerte, muchas visitas y conversaciones que tener.
Una hora después de estar susurrando como había ido su día, lo que había dicho Ramiro y todo lo que sentía por Simón, algo que no había podido evitar, y unos que otros rezos pidiendo por salud, se dedicó a abrir la carta que había tratado de evitar todo el rato, aún sostenía con una de su mano la mano de la mujer mientras hacía tientas para sacar la hoja, la primera hoja que había dentro, vio que estaba imprimido y letra de una computadora, lo leyó en voz alta pensando que su madre podía escucharle.
"Sr Raphael Santiago. Por ley del artículo 12, el hospital está obligado a decirle a usted, que pasando los dos meses de la Sr Guadalupe De Santiago sin algún avance para mejorar, será obligatorio desconectarla o deberá pagar una suma de... para mantenerla aún conectada. Atentamente: Director Austin Mayores."
— ¡¿Qué?! ¿Cómo voy a pagar tal cantidad? Están locos ¿Qué voy a hacer?
Soltó la mano de su madre ya decidido a ir a enfrentar al director del hospital, no podían darle un tiempo así, su madre necesitaba más tiempo para mejorarse y no podían exigirle tal cantidad para mantenerla conectada, sabía que no podrían tenerla gratis ahí cuando ocupaba un lugar que podía de ser de alguien con más plata, no podía pagar tal cantidad, no tenía lo suficiente, ni trabajo, se paró cuando vio en el sobre, en la otra hoja, la letra cursiva y prolija de su madre, volvió a sentarse sacando la hoja, leyendo en voz baja esta vez.
"Mi niño, mi pequeño Raphael, es tan costoso escribir cuando ya no recuerdo la mayor parte de mi vida, estoy escribiendo con ayuda de Tessa, quien sostiene mi mano susurrando las palabras que ya no recuerdo, es tan triste no recordar nada, no recordar los nombres de mis hijos y ya irme olvidando de sus caras, no recuerdo mi casa o los libros que guardaba con cariño, pero aún te recuerdo a ti ¿Será porque aún vienes a visitarme cada día? Pero no sé hasta cuándo será, a veces me pareces ser un chico desconocido que nos viene a hacer compañía trayendo tamales para todos, otros días te recuerdo como mi pequeño que trataba de ayudarme a criar a tus otros hermanos. Desde que he entrado a este lugar, Tessa ha sido unas de las personas que también no avancé tan rápido todo, siempre recordándome cada nombre y fotos de todos, pero es inevitable, ahora mismo no sé cuánto son en cantidad, y es peor a saber que desde que estoy aquí solo tú mi niño ha sido el único que ha venido a visitarme dedicando tu tiempo a pesar de todo. Por eso te he escrito está carta, solo para decirte que a pesar de todo, a pesar de no recordarte, tu seguirás dentro de mi corazón y el nunca te olvidará, como a pesar de todo no olvidará a tus hermanos. Se en que terminará en esto, así que he dejado a Tessa como mi tesorera en el testamento, ella me ayudó a cambiarlo y solo habrá una regla, quien venga a visitarme hasta final de mi vida será quién se quedará con todo lo que he dejado, ella tendrá las pruebas y cuando llegue mi partida ella irá a dar todo para dejar a los herederos de lo poco que tengo. ¿Por qué te digo esto? Porque sé que sucederá a pesar de todo, sé que no te aferras a lo material, y ninguna herencia será lo suficiente para hacerte feliz hijo, sabrás que hacer, siempre sabes que hacer en estas situaciones. No sé cuánto tiempo tendré antes de olvidarte, pero te amo hijo, espero que seas feliz, estoy orgullosa de ti."
—M-Mamá— sollozó.
Esa noche se quedó con ella, llorando en silencio por no saber qué hacer, la quería con vida.
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