• S E S E N T A Y D O S •
SIMÓN.
"Mierda, mierda ¡Mierda!"
Miró a Raphael con un nudo en la garganta sintiendo su mano arder, estaba paralizado, atónito, mientras veía al moreno frente a él, había pensado que era Jordán quien volvía a molestar, pero no, sino que Raphael Santiago estaba frente a él. No sabía que había pasado, lo vio antes de mover su mano pero el impulso lo llevó a cometer aquello, estrechar su mano con la mejilla ahora sin saber cuáles serían las consecuencias, Raphael lo mataría y después se lo daría a los perros callejeros de afuera. Pero trató de calmarse, llevando su atención a lo principal ¿Qué hacia él después de todo lo que había pasado, quien se estaba acostándose con otro chico, ahí? Ahora el miedo se le había pasado siendo suplantado por molestia.
— Raphael— carraspeó tratando de que su voz sonará más grave— ¿Qué haces aquí?
Podía ver al moreno sobar su mejilla, mirando hacia todo el lugar para ver si alguien había prestado atención a la escena, pero no, todos estaban atento a las bailarinas excepto el cantinero que le estaba pasando al chico una bolsa de hielo por pena, algo que hizo que Simón se sintiera mal, pero estaban a manos, Raphael le había dado una paliza antes.
— Vine a hablar contigo.
— No hay nada de qué hablar, ve a meterte a los pantalones de quien me está ocupando el lugar en el club.
— De eso quiero hablarte, pero no aquí, si no afuera donde podamos escucharnos.
Simón quería ceder, estaba tan embobado con la presencia de Raphael, su voz, había extrañado su voz y ni hablar de apreciar su cuerpo, sus gestos, sus posturas, hacía que cada minúscula parte de su cuerpo se erizará con solo verle. Pero no podía ir así de fácil, tenía que recordar que estaba enojado, que no quería hablar y fingir que ya no sentía nada, porque así era, orgulloso. Y aunque había pensado toda la mañana en Raphael y sabía que no estaba más revolcándose con el muchacho debía dejar notar aquello que le había estado pasando por su cuerpo en las dos semanas.
— Vamos.
Raphael lo agarró del brazo y lo arrastró hacia afuera, Simón no puso fuerza, la curiosidad sobrepasaba sus fingidos enojos. Tenía que saber porque Raphael estaba ahí, se había molestado en llegar hasta donde estaba y quería saber los motivos. Cuando llegaron afuera por la puerta principal pararon a lado de donde estaba estacionado el auto de Jonathan, ninguna persona podría oírlos ahí.
— Bien, dime.
Raphael aún no lo había soltado del brazo, estaban muy cerca y eso hacia acalorar la piel de Simón como hacer que su respiración dejará de ser tranquila.
— No me he acostado con nadie Simón.
— No me importa, no quiero escucharte.
— ¿Acaso estás haciéndome una escena de celos Lewis?— preguntó divertido— ¿Acaso te molesta pensarme a mi acariciando el cuerpo de alguien más? Sabiendo que no lo he hecho contigo.
Simón frunció sus labios y se protegió cruzando los brazos dejando que la mano de Raphael que estaba agarrada a su brazo se saliera de su agarre viendo la sonrisa del chico.
— ¿Por qué viniste Raphael?
— Para explicarte que no me he acostado con nadie— volvió a repetir— todo fue una mentira entre medio de la desesperación de Magnus.
— ¿Por qué me mentiría Magnus?— preguntó Simón molesto— deja de culpar a los demás y da la cara de que estuviste con alguien más ¿Pero sabes qué? No me importa, no somos nada, no tienes que darme explicación y tú nunca debiste venir aquí.
— Murió mi madre Simón— susurró Raphael— Magnus te mintió porque le dije que no te dijeran, v-vine a explicártelo aquí.
Simón se movió en segundos a los brazos del chico abrazándolo con fuerza sintiendo como Raphael comenzaba a sollozar, se sentía tan estúpido por no haber visto aquello venir, su molestia por el falso revolcón le había cegado y ahora no podía dejar de culparse mientras apretaba con fuerza el cuerpo del chico, podía sentir en su pecho los sentimientos de culpa estrujando todo su interior y un nudo en su garganta. No había conocido a Guadalupe pero era la madre de Raphael y sentía la empatía a aquella pérdida, tanto que sintiendo el cuerpo del chico tiritando mientras lloraba sus ojos se llenaban de lágrimas contenidas.
— Lo siento, lo siento— susurró Simón— soy un tonto, lo siento Raphael, lo siento tanto.
Vio cómo el chico se separó del abrazo y secó sus lágrimas mientras encorvaba sus labios solo un poco, su cara estaba tratando de perder aquel sonrojo por el dolor y el llanto que había dejado salir, pero a pesar de eso seguía viéndose como la persona más guapa de todo el planeta o por lo menos a los ojos de Simón.
— ¿Por qué no me dijiste? Hubiese volado ese mismo día para estar ahí, al lado tuyo.
— Porque si no te acuerdas tú y yo estábamos teniendo una crisis, pelea o como se quiera llamar, además es un dolor que debo soportar solo.
Simón no pudo de dejar de observarlo con admiración, hace rato estaba enojado pero todo ese sentimiento se había esfumado, solo no podía dejar de verlo.
— ¿Quieres tomar algo?
— He venido aquí para pedirte una oportunidad, darnos una oportunidad como debía ser hace mucho— dijo Raphael riendo— y besar tu boca ¿Acaso aún no lo has notado?
El menor se sonrojo tratando de acordarse cómo era respirar, trató de pellizcar su brazo para comprobar que no era un sueño, porque lo parecía, quería que aquello pasará desde la vez que vio en persona a Raphael por primera vez o mucho antes. El chico se lo estaba pidiendo y no podía negar que la emoción que estaba sintiendo ahora recorrer su cuerpo le estaba haciendo estremecerse.
— ¿Un beso? ¿En la boca? ¿Aquí?— comenzó a balbucear Simón — ¿Tuyo?
Todo aquel dolor de la perdida de Guadalupe Santiago había quedado detrás ahora suplantándole por lo que debían arreglar, esa relación que no era relación entre ellos dos. Simón sabía que debía definirse, aquello que ambos tenían era extraño no eran amigos, el menor sabía que nadie que solo fuera por amistad cruzaría el mundo para aquello o estuviera coqueteando así como lo estaba haciendo.
— Voy a besarte— aviso Raphael.
El menor cerró los ojos con fuerza esperando el toque de los otros labios, dejó escapar un gemido cuando sintió las manos del chico en sus caderas y la respiración del otro muy cerca hasta que los labios chocaron con los suyos moviéndose con lentitud, Simón se aferró a los hombros de Raphael para no caer por sus piernas que estaban perdiendo fuerza y aquel beso que primero fue como un permiso comenzó a guiarse más como una necesidad.
— Raphael...— susurró Simón separándose del beso— el auto de Jonathan está abierto.
El chico comenzó a reír separándose del beso haciendo que Simón le mirara de mala manera por verlo burlándose de la necesidad que estaba floreciendo en todo su cuerpo. Necesitaba sexo y lo iba a tener.
— Aquí no Simón... En un auto no.
—Le pediré el auto a Jace e iremos a casa de Jonathan— dijo Simón.
Quien no se había detenido a esperar una respuesta y salió en búsqueda de Jace para poder salir de ahí y a la vez poder hacer lo que ambos necesitaban, o por lo menos el menor estaba necesitando.
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