Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

• S E S E N T A•

Simón.

Dos semanas después.

La noche de soltero de Jonathan había llegado y la emoción estaba a flor de piel, al día siguiente sería la boda y toda la casa parecía estar llena de gente, trayendo utensilios, preparando una carpa en el patio trasero donde se haría la fiesta y la vestimenta, algo que le parecía exagerado ya que él había traído su ropa para el día siguiente pero le habían prohibido para suplantar con un traje, algo que a él no le estaba pareciendo nada agradable, usar un traje le parecía incómodo, se sentiría asfixiado y lo que menos quería era pasar un día entero en ese estado, ni que fuese el centro de atención de la fiesta.

Miraba en silencio los movimientos, Clarissa andaba histérica ayudando a su madre con las organizaciones, Jonathan hablaba animado con los ayudantes de los utensilios y Jace parecía haberse pegado a su celular porque no dejaba de hablar a los llamados que recibía, y cuando quería escuchar el rubio se excusaba que eran charlas prohibidas que no debía escuchar alejándose para volver después de unos minutos, lo que más agradecía es que la cercanía que tenía con Jordán era mínima, después de una semana juntos donde se había hartado de las burlas del moreno le dio su merecido y el chico no se volvió a aparecer más.

Estaban viendo como Jonathan y Jace estaban mirándose a través del espejo con el séptimo traje del día, la mujer que les estaba atendiendo se estaba cansando de venir e irse por los berrinches de los chicos a no gustarles lo que llevaban puesto, y le exigían que trajera algo más. Él y Jordán ya tenían elegido el suyo pero el futuro esposo no podía decidirse por un traje llevando a la duda a su cuñado también, ambos enredando a todos los que estaban cerca en un cansancio infinito por llevar más de unas horas ahí. Simón había logrado concentrarse en aquel aburrido lugar, mirando los trajes que estaban colocado en los maniquíes a su alrededor imaginado al chico de la cafetería cercana, quien había atrapado su atención, pero teniendo a Jordán a lado imaginar solo podían darse castos minutos.

¿A quién estás mirando? Preguntó ¿A Jace? Eres un asco.

Pero Simón le trató de ignorar, sabía que sí respondía haría que el chico tuviera riendas para seguir molestando y así terminar en una pelea como el día anterior, una donde el moreno saldría riendo mientras que el con una gran molestia en su cuerpo.

¿Sabes que el silencio otorga?

O que es para darle la razón a personas sin cerebro que solo tratan de satisfacer su estupidez porque su vida es tan miserable que quieren joder la vida de los demás respondió sin mirarle.

Y esta vez, tomado por una sorpresa, vio como Jordán se molestó agarrándole del pelo con fuerza para que lo mirara, y como auto-reflejo Simón en aquel movimientos repentino movió su mano, haciéndola puño en el camino, para darle justo en la cara viendo como el chico se separaba agarrando su nariz y el podía sentir como su corazón bombeaba con fuerza, recordando el momento donde las personas le habían golpeado fuera del primer lugar donde había trabajado, vio como Jonathan y Jace se daban cuenta de lo ocurrido, como las demás personas acercándose a ellos, pero cuando estaban por decir algo Jordán salió del lugar sin decir ninguna palabra.

Pero era seguro que volvería a verle en la noche de despedida de soltero del chico Morgenstern, porque donde había alcohol todos sabían aparecer por arte de magia, además estaba corriendo el rumor por parte de ambas familia, por parte de los hombres, que habrían mujeres por regalo de última noche, algo que todos los "machos" estaban jurando ir, solo para colocar dinero en ellas y poder tocarlas si podían, aunque a Simón le estaba pareciendo mejor ir a la despedida de soltera donde antes de chicas sin ropa habrían chicos y él se podría divertir mejor. Aunque no se lo permitirían.

— Simón.

Miró como Jace se colocaba a su lado con una pequeña sonrisa, tenía su celular entre su mano siendo tendida hacia él, la cual sabía que debía hacer las llamadas matutinas, a su madre e Isabelle si no le darían una paliza cuando volviera a la casa, su amiga no le perdonaría aquello cuando venía todos los días llevando aquel ritual, era el "pequeño" y debía asumir las consecuencias.

— Gracias.

Tomó el celular para caminar hacia afuera viendo como dos grandes camionetas tenían la parte trasera abierta donde las personas entraban y salían, aunque él se concentró más en el sol que había salido algo que era raro ya que las semanas que había estado el frío había sido bárbaro. Marcó el número de su madre, cual estaba agendado en el celular y espero la contestación, llevándole a los minutos con el buzón de llamada indicando que estaba trabajando, así que marcó el número de Alec sabiendo que él estaría dispuesto a contestar y podría saber si Isabelle estaba en casa para por lo menos decirle que estaba bien, su llamado fue contestado al instante.

— Te dije que no llamarás Jace, estoy ocupado con estos papeles ¿Cómo carajo haces para arreglar los papeles de vuelo así? Te odio.

— ¿Vuelo? — preguntó.

Sintiendo la esperanza de que su amigo viniera al casamiento y así hacerle compañía en aquellas dos fiestas que no eran de interés para ello.

— ¡Simón! — dijo sorprendido— si vuelo, Max viene por unos días y me ha tocado hacer los papeles, juro por el ángel que odio esto ¿Cómo estás?

Comenzó a caminar por el lugar mientras le contaba lo sucedido ya que con Alexander rara vez podía hablar con él por los horarios, que nunca estaba en casa o que no le contestaba el celular, algo que era extraño pero no le reclamaba por aquello, ya que sabía que debía tener cosas importantes.

— ¡Así se hace! Justo en la nariz— dijo Alec festejando— no dejes que nadie te moleste por lo que eres, menos ese chico que me dio mala espina.

— Pero no hablemos de mí, hablemos de ti ¿Cómo está todo para allá? ¿Estas con Isabelle?

— No me mientas, quieres saber cómo está él ¿O no? —dijo el chico.

Nunca podría mentir a su amigo aunque sea a través de un celular, siempre descubriría lo que en discreción quería pedir. Sí, él quería saber de Raphael, ya que aún por las noches le recordaba yéndose a dormir con un sueño donde le veía en carne y hueso con una sonrisa de bienvenida para él, aunque no pasaría.

— Alec.

— Él está bien Simón— dijo el chico— muy bien.

— ¿Sigue con...? — preguntó curioso.

— No, ya no están Simón.

Su cuerpo se relajó, sin saber porque estaba tenso, escuchar que Raphael no se había enamorado de una persona que no fuera él mientras estaba lejos, una parte egoísta de exigía seguir insistiendo para ver que sucedía por segunda vez, comenzar de nuevo y ser amigos por lo menos.

— Simón debo irme, debo seguir con esto, me llegó un mensaje de que Max ya entró al avión— dijo apresurado— llama a Isabelle, está en casa, prometo llamarte de nuevo ¿Sí?

Pero antes de contestar la llamada se terminó y el tuvo que ir a marcar a su amiga para poder separarse de ese celular y así después concentrarse con cualquier objeto de la casa, o por lo menos contar los minutos del día hasta que llegara el anochecer y tuviera que soportar a aquellas personas todas emborrachándose, manoseando a mujeres en aquel salón y él estuviera en una orilla, con una botella con una bebida de alcohol mirando todo desde lejos.

— Mi pequeño Simón—dijo la chica del otro lado de la línea.

Comenzó a reír por el instinto de la chica.

— ¿Cómo supiste que era yo?

— No hace falta saber, ya que Jace nunca me llama, pero yo sé que tú si ¿Cuánto días falta para que vuelvas? Está casa es muy silenciosa sin ti, ni hablar de Jace y Clarissa.

— Estoy pensando irme pasado mañana, también extraño allá, así que dejaré que ellos disfruten aquí mientras yo vuelvo a la casa ¿Qué dices?

Ambos hablaron por unos minutos más sobre aquello y la noche de último día de soltero de Jonathan Morgenstern para después finalizar la llamada prometiendo llamarla al día siguiente para contarle sobre la boda. Ya estaba esperando el momento para irse de ahí y volver a su casa, dormir en su propia cama, y poder volver a trabajar si se lo permitían Lidya o el dueño del bar.

— Solo son dos días— se susurro— dos días y medio.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro