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•Q U I N C E•

Simón.

Estaba en la camilla del hospital, con una sonrisa mientras la doctora revisaba su nariz, habían tenido que ir por una hemorragia que no se podía detener, le habían dado duro, pero él estaba feliz a pesar de todo.

Era como si el llamado de Raphael hubiese arreglado todo dentro de él, aquella humillación, aquel dolor y el golpe hayan ido a parar a segundo plano cuando escuchó la voz de Raphael. Bendito amigo del muchacho que le hizo hacer una cuenta de Instagram y ahora estaban en esa situación. Bendito destino que les había unido.

—Simón, tendré que acomodar tu nariz para que se detenga la hemorragia— dijo la doctora— pero nada te salva de los moretones, ha sido un golpe muy fuerte.

El chico asintió, no estaba escuchando sino imaginando una vida de novelas donde él y Raphael estaban juntos, con el llamado se había hecho ilusiones. Miró a Alexander que estaba un poco más lejos de ellos, al parecer estaba nervioso por lo que Isabelle le haría. Eso era lo bueno de que mamá gallina le quisiera mucho y lo tratará como un hijo.

Cuando sintió los dedos de la doctora tocar su nariz entonces dejó escapar un gemido de dolor, y después gritó cuando el dolor se incrementó, comenzó a llorar otra vez.

—No llores por favor— dijo Alec apareciendo a su lado— Isabelle está por aparecer y si no quieres que se arme una guerra mundial aquí es mejor que te calles.

Simón asintió y obedeció mientras dejaba escapar pequeños hipo y se secaba sus ojos, la doctora lo miraba un poco extrañada por lo sucedido.

—Tráeme a Raphael y cerramos el trato— bromeó Simón.

La risa del ojiazul hizo que la tensión que se había creado por la cercana llegada de Isabelle se esfumara.

— ¿Quién es Raphael? ¿Uno de tus tantos amigos de tus redes?

Simón asintió, se recostó en la camilla sintiendo como su ropa estaba sucia por la sangre que le había salido, una enfermera colocó en su brazo una aguja y abrió el suero, apretó los labios cuando sintió un pequeño pinzón.

—Sabes lo que pienso de tus amigos de redes— dijo Alec— puede ser un pedófilo o algo peor, tú eres muy ingenuo.

El chico rodeó los ojos y trató de recordar la voz de Raphael, que estaba clavado en su cabeza. Si tuviera que dar un premio por la voz que más le encendía, entonces le hubiera dado muchos premios por ello.

—Raphael es distinto a todos los demás.

La puerta fue golpeada a pesar de que estuviera abierta, y vio a Jace y Clarissa pasar a través de ella, con una sonrisa divertida, abrazados.

—A los golpes se hacen los hombres— dijo el rubio.

Todos rieron, excepto Simón.

— ¿Dónde está Isabelle?

—Tratando de hacer trato con su jefe y no haga mudarse a otro lugar— informó Clary— vendrá cuando se desocupe.

Isabelle era jefa en la cocina del ejército, lo malo que tenía eso, es que cada cinco año era trasladada a otra ciudad y era un poco difícil cuando ya estaban acostumbrados a un lugar, además la chica, y todos, le gustaban donde estaban.

—Dime que no está usando su encanto con ese viejo asqueroso— se quejó Alec— ¡Diugh!

Después de eso se tuvieron que ir porque no era permitido visita a esas horas, Alexander se quedaría hasta que Isabelle fuera a suplantarlo o el suero se acabará y le dijeran que ya podía irse.

—Entonces cuéntame qué hace tan especial a ese chico y porque te tiene tan así.

Simón sonrió por el interés de su amigo, se sentó y comenzó a relatar la historia de cómo conoció a Raphael, aunque dándole algunos detalles divertidos que solo su cabeza había imaginado.

—Enamorarse de un chico que está detrás de una pantalla sobrepasa tus límites de cordura— dijo Alec— vamos a tener que rezar para que tu cabecita vuelva a la normalidad antes de que te perdamos.

—Y tú deberías buscar una persona que te quiera y no chicas o chicos que quieran entrar al bar conquistando a tu persona.

Alec sonrió.

—Touché.

Los dos siguieron hablando de otros temas para no terminar peleando como solían hacer casi siempre.

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