•D I E C I S E I S•
Raphael.
Dos días después ya había agarrado un resfrío bien grande, los días habían estado lluviosos y para poder hablar con Simón salía de casa, empapándose entero, para que Magnus no le escuchara, porque no quería que su amigo anduviera molestándote por cada lado de su casa como alguien retrasado.
Y todo tenía sus consecuencias, como estar tirado en cama con pañuelos a su lado, una taza de té en la mesa de luz y una frazada arriba de su cuerpo, su nariz estaba roja y podía decir que cada minuto andaba desprendiendo un poco de sustancia asquerosa de su nariz.
Pero había conseguido algo bueno, que Magnus Bane fuera a visitar a su madre por él y pudieran interactuar, esperaba que su madre le diera un gran consejo del amor y dejará de entregarse a cualquier hombre que se le cruzaba.
Aunque como le conocía no dejaría de hacerlo.
Estaba mirando la televisión mientras sostenía un pañuelo en alto, por si acaso; su celular comenzó a vibrar, lo tomó a tientas mirando el nombre de Simón en la pantalla, rodeó los ojos, parecía que se le había vuelto costumbre llamarle y el no podía decir nada, ni quejarse, movió su dedo hasta atender la llamada y se llevó su celular hasta su oído.
— ¿Qué?
Su voz sonaba a penas, estaba por quedarse afónico y no le gustaba el preparado de miel con limón que le salvaría de aquello.
— ¿Raphita?
La voz de Simón sonaba como si le hubiese costado entrar a la pubertad, no era ni tan grave ni tan aguda, parecía la de un niño.
—Raphael, me llamo Raphael.
Se alejó un poco del celular para dejar escapar un estornudo, tuvo que sonar su nariz y acercarse una vez más al celular.
— ¿Estás bien?
Raphael rodeó los ojos tratando de no maldecir al chico.
—Estoy resfriado.
La risa del muchacho le molestó un poco, ya que no le gustaba que se burlaran de él.
—Pobre Raph ¿Quieres qué te lleve un té de miel con limón a la cama?
Raphael dejó escapar una carcajada midiendo no llegar a ahogarse, porque sufriría una vergüenza grande, Simón sabía cómo hacerle echar carcajadas.
—No me gusta el té con limón— respondió Raphael.
Era algo asqueroso, algo que con solo oler el aroma de miel se sentía descompuesto, era mejor tenerlo bien lejos si no querían ver la comida salir de su panza en el suelo.
—Una sopa de verduras— alentó Simón— enfermero Simón está para ti guapo.
Y otra vez Simón salía con sus coqueteos, como si no tuviera un poco de respeto, Raphael estaba un poco colorado por lo caradura y extrovertido que era el chico.
—Si te tengo que contratar como mi enfermero, es de seguro que me muero.
— ¿De amor?— preguntó Simón.
Raphael dejó escapar una carcajada.
—No, por tus despistes— respondió Raphael.
Que alejó su celular acordándose que el chico tenía que estar en unos minutos en una transmisión de un oral para su prueba.
— ¿Por qué dices eso?
—Porque a estas horas tú deberías estar en una prueba de tu universidad.
Escuchó unos ruidos fuertes, golpes y maldiciones por parte de Simón.
— ¡Izzy prende la computadora! ¡Ahora!— gritó Simón detrás de la línea— gracias guapo.
La llamada se terminó después de eso, y Raphael pudo cerrar los ojos para dedicarse a descansar, sería una mañana sin interrupciones, ni del molesto acosador de Simón y el pervertido, asqueroso de Magnus.
—Paz, oh dulce paz para mí pobre cabeza.
Sus ojos pesaban y podía haber dicho que comenzaba a subir un poco de fiebre, nunca más andaría bajo la lluvia para esconder de lo que hablaba con Simón de Magnus, iba a tener que buscar otros lugares para ello. La puerta de la sala de la casa se abrió.
— ¡Raphael llegue!
Ragnor y Catarina estaban en casa, mientras él sin poder dormir.
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