•D I E C I N U E V E•
Simón.
Estaba comenzando a empacar, sintiendo una opresión en su pecho, estaba un poco triste, había vivido en esa ciudad mucho tiempo para querer irse, además su madre se quedaría ahí sin tenerla cerca a donde se irían a mudar, pero Isabelle contaba con él, parecía tener un gran apego a pesar de todo, al parecer si lo consideraba como un hijo después de todo. Después del golpe, mamá gallina había estado alerta a cualquier reacción por su parte, al igual que todos de la casa y su madre, y lo agradecía, sentía que a pesar de su torpeza le apreciaban como era.
Se sentía un poco torpe y confundido, quería quedarse pero sabía que no podría ver nunca más a su amigo y no era algo que quería sentir, ya estaba unido a ellos.
—Simón, ese niño maleducado de Raphael te está llamando— gritó Isabelle desde la escalera.
Todos los celulares estaban siendo vigilados en la sala por Isabelle que había decidido adueñarse por un rato hasta que todos tuvieran todo empacado y así no olvidarse de nada. Bajó con rapidez, pero con cuidado de no caerse, ya había tenido una mala experiencia y no quería volver a repetirlo, caminó hasta la cocina viendo como Isabelle sostenía el celular, que está sonando, entre sus dedos.
— ¿Gusta de ti?— preguntó.
Simón enrojecido por la vergüenza negó.
—El es mi amigo— respondió.
La chica dudando le tendió el celular y Simón antes de que se acabará la llamada contesto, alejándose para subir de nuevo hacia la habitación.
—Hola guapo.
—Simón ¿Acaso no ibas a responder mis llamadas?
En todas las llamadas que solían tener, nunca había un hola por parte del otro chico de la línea, si no un reto o una explicación, pero a Simón le gustaba, porque sabía que el chico con solo llamarle primero le demostraba que le apreciaba.
—Estoy empacando e Isabelle nos había quitado el celular— explicó Simón.
Colocando el celular entre su oído y hombro para seguir empacando, ya había colocado todo lo importante en cajas, como su colección de muñecos de acción o sus video juegos, mientras su ropa estaba dentro de una maleta toda arrugada, la computadora había sido la primera en guardarse con el mayor cuidado de todo.
— ¿Y ya sabes dónde irás a parar?
Claro que lo sabía y se había llevado una decepción grande al saber que no iba a acordar kilómetros con Raphael, si no que aumentaban, cada vez más lejos, como si el destino quisiera separarlos más.
—A setenta kilómetros más lejos de ti guapo, es tan decepcionante.
Se quedaron en silencio por unos segundos, Simón buscando su sable de luz para colocarlo en un lugar seguro y que no se rompiera.
— ¿Quién dijo que te quería cerca?
Ambos rieron, Simón sintiendo esos escalofríos cada vez que podía escuchar la voz y las risas de Raphael, podía decir que le gustaba, pero estaba loco porque no lo conocía y si no lo hacía no podía enamorarse, solo estaba teniendo una ilusión y no quería eso. Estuvieron hablando por un rato, donde Simón descubrió algunas cosas de Raphael, como que le gustaba la chaquetas y en su clavícula izquierda tenía una cicatriz en forma de cruz donde había tratado copiar una película, no le gustaban el romanticismo pero sentía necesidad de practicarlo, y que amaba los tamales, hasta podía clasificarlo como su comida preferida por situaciones del pasado, pero como siempre la llamada se terminó por parte de Raphael cuando dijo que su amigo Magnus estaba en su búsqueda, a veces Simón sentía que Raphael le ocultaba como si tuviera vergüenza de él.
Cuando todo estuvo empacado, agarró su celular que estaba en la mesa de luz y bajo para encontrarse con sus amigos y la familia de cada uno, ya que sería la última cena que compartirían y querían despedirse como corresponde, encontró a Isabelle hablando por el celular en el camino, al parecer estaba discutiendo y el no pudo evitar escuchar.
—Dijiste que sería allá ¿Ahora me cambias de lugar? ¿Dónde es?
Dejándole que tuviera un poco de privacidad caminó hasta la cocina donde encontró a Alec y a Jace cortando verduras, y sabía que no había ningún ser más sincero que ellos dos para definir qué lo que sentía que le hacía Raphael estaba en lo correcto.
—chicos, necesito que me escuchen.
Después de unos minutos explicando todo Jace asintió como si estuviese pensando para después chequear la lengua.
—Pues sí, se avergüenza de ti.
Vio como Alec le pegaba en la cabeza y lo retaba, para después mirarle a Simón y sonreír.
—No busques explicaciones en nosotros, ni consejos, la única persona que sabe por qué hace eso es tu amigo y deberías preguntarle a él antes de sacar conclusiones.
Simón asintió y se fue para sentarse en la sala, los ánimos se habían esfumado y se sentía un poco decaído. Si, seguramente estaba ilusionado, nada más.
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