•C I N C U E N T A Y T R E S•
RAPHAEL.
Llegó el anochecer, después de un largo baño, Raphael comenzó a acomodarse la vestimenta de trabajo, a pesar de que un cansancio había alcanzado su cuerpo y una pulsación en la parte frontal estaba llegando a irritarlo un poco iba a dejar aparte aquello y dar todo por ese trabajo, por una forma de despejar sus pensamientos y otra porque en veinte días tendría su primer pago, veinticinco mil para ir a la operación de su madre, aunque sabía que con eso no bastaba, necesitaban más cantidad, pero no perdía la esperanza, al día siguiente iría al abogado de su madre para poder ver si podía tener acceso a vender la casa o algo para poder subir un poco más la plata.
—Raphael, es hora de irnos.
Suspiró, estaba comenzando a pensar mucho y eso haría que se enfermara si no se relajaba un poco, acomodó la última arruga y salió por la puerta viendo cómo Magnus llevaba una vestimenta muy diferente, más opaca a lo colorido que sabía que tener y un gran bolsón en su espalda, Raphael solo le miró, alzando los hombros para caminar hacia la puerta, el cansancio estaba llegando hasta sus huesos, agotándolo mucho, un cansancio emocional lo estaba consumiendo. Subió al auto, en el lado del acompañante llevando sus manos a su cara escuchando como Magnus entraba a su lado.
— ¿Te sientes bien Raphita?
—Sí, no te preocupes vamos Magnus— susurró.
Se tiró hacia atrás en el asiento viendo como su amigo terminaba por acomodarse y acomodar el bolso en los asientos de atrás, después de eso volvió a mirar hacia adelante preparándose para poder arrancar de una vez el auto, en todo ese momento Raphael dejaba escapar gruñidos mostrando lo irritado que estaba al ver que el muchacho no arrancaba de una vez, de seguro ya habían pasado varios minutos por la tardanza que su amigo estaba dando. Después de una súplicas, el moreno hizo arrancar el auto para comenzar a dirigirlos hacia Pandemónium, de pronto se sentía ya ansioso por llegar y la música sobrepasara sus pensamientos, pero a la vez no, porque aún quería tener en su cabeza a Simón, nada más que a él.
—Me enteré que Simón se va esta noche— comentó Magnus.
— ¿Y?
— Ve y habla con él, arreglen todo los problemas Raphi, no les pierdas, no lo dejes ir porque cuando vuelva capaz ya no sea tuyo.
—Déjame en paz Magnus— susurró— solo Dios sabrá que sucederá en todo esto, que sucederá con mi madre, con Simón, solo él y dejaré que el tiempo nos coloque a todos en su lugar.
Cuando se estacionaron, fue el primero en bajar para dirigirse hasta dentro del salón viendo como ya Lidya estaba con su tableta en sus manos y una radio enganchada en las caderas de su pantalón, llevaba su pelo recogido en una alta cola con un maquillaje un poco exagerado, sonrió cuando se acercó a ella viendo como esta le pasaba una radio y el bolígrafo para firmar su presencia.
— ¿Dónde me toca hoy Lidya?— preguntó.
—Vas a ocupar el puesto de los baños una vez más— dijo sin mirarlo— pero antes pasa hacia los pasillos, hay algo para ti ahí.
Asintió obedeciendo colocando la radio en la cintura y entregando la tableta para caminar hacia los pasillos, aún no había gente porque era temprano, así que tenía tiempo de ir a ver qué le esperaba en los pasillos para acomodarse en su puesto, caminó hasta el lugar viendo como Alexander Lightwood estaba parado cerca de la pared izquierda, un poco confundido al no ver nada que le señalará que había algo para él como Lidya lo había dicho, así que caminó hasta donde estaba el chico, que le miraba sin ninguna expresión, Raphael arrepentido al ver aquella marca en su cara del golpe dado quiso detenerse, pero no lo hizo. Vio como el ojiazul le estiraba un sobre sin decirle nada y este lo tomó viendo como Alexander se alejaba por el pasillo, algo que sabía que pasaría después del golpe, no podrían ser amigos nunca después de eso. Abrió el sobre viendo un cheque de diez mil pesos al nombre de Simón Lewis, también había una carta la cual no dudó en sacar, la duda de que se habían equivocado era una opción que corría por su cabeza, aunque Lidya como Alexander parecían seguro de que aquello era para él.
"No hay palabras para decir que lo siento, pero soy torpe, entró en un problema detrás del otro. No es culpa tuya haberme cruzado en tu vida, pero pienso que después de esto no nos volveremos a ver nunca más, está línea que teníamos y nos unía, bueno tú sabes. Este cheque es para la operación de tu madre, no es mucho, pero servirá, o eso espero. Si ya has llegado hasta aquí y no has tirado la hoja, entonces lo lamento."
—Eres un estúpido Simón Lewis— dijo sonriendo entre un susurro— siempre logrando llegar dentro de mí.
Metió todo de nuevo dentro del sobre para guardarlo en el bolsillo de su pantalón y caminar hasta su puesto, viendo como ya había gentes entrando para caminar hacia donde podían conseguir tragos, como los anteriores días la gente era variables, sus vestimentas y sus actitudes, pero él no era nadie para juzgar. Después de un rato, la música comenzó a subir de volumen y los bailarines salieron a dar espectáculos, pero a pesar de ello no podía dejar de pensar en lo que tenía en su bolsillo, Simón le había dado la plata de su trabajo a él, para la operación de su madre como si fuesen amigos de toda la vida y el otro estuviera apoyándolo en lo que necesitaba, como sabía hacer Magnus con él, la diferencia era que Simón no lo conocía de tiempo y con todas las mete patas habían terminado más alejado de lo que estaban.
— ¿Qué esperas para ir? ¿Estás esperando que se te vaya la oportunidad, que en verdad la persona que ama y te ama se te vaya de las manos?
Miró hacia su costado como la novia de Lidya estaba sonriendo, apoyada en la pared con los brazos cruzados, al contrario de la rubia está llevaba el pelo suelto y un poco menos formal, todo distinto a su novia, menos exigente, con más sentido de humor, y las alegre, siempre compinche de los trabajadores.
— ¿De qué hablas?
—No te hagas el tonto Raphael, sabes de lo que hablo— dijo la chica.
—Estoy trabajando, por favor deberías irte, no quiero que me echen.
La chica molesta dejó a la muestra una reacción de irritación.
—Eres un orgulloso y terco Raphael Santiago, si Simón vuelve y te sigue queriendo como lo hace, entonces sabrás que te has ganado la lotería.
Después de eso la chica se alejó, haciendo que él se quedará pensando en lo que había dicho, la chica tenía razón, era orgulloso y muy terco, pero no podía seguir a Simón como una novela juvenil para alcanzarlo en el avión y confesar que lo amaba, eso solo sucedía en películas y libros, y ellos no estaban en ninguna de las dos.
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