•C I N C U E N T A Y D O S•
Simón
Las maletas ya estaban casi hechas, ya había llamado a Lydia contándole de lo sucedido y porque dejaba el trabajo tan repentinamente, le sorprendió cuando la mujer le había dicho que tomara ese tiempo como un nuevo renacimiento a el mismo y que cuando volviera la buscara de nuevo para ver si tenía un lugar de nuevo, estaba tan feliz a escuchar eso y más cuando la mujer le dijo que le daría la plata de los días que había trabajado, no era mucho porque recién comenzaba, pero le tenía en cuenta y estaba agradecido por esas personas que aún estaban ahí, además de haber dejado eso, había dejado las clases, las comenzaría el año que viene o rendiría a fin de año ya que tenía materias regularizadas la cual le daban dos años para rendir el final, solo quería ir a ese nuevo lugar, ese nuevo país y tener la cabeza vacía por todo un mes, sin estar perdiéndose nada de lo que le ofrecía, de seguro darían una visita turística por toda la cuidad y no quería quedarse encerrado en una habitación por estar en clases perdiéndose de esas hermosuras.
La risa del ojiazul llenó sus oídos mientras seguía metiendo con molestia los libros en aquella mochila pequeña para entretenerse en aquel nuevo lugar si tenía tiempo, estaba comenzando a pensar que llevaba más materiales de lectura que ropa o utensilios de higiene, pero tampoco es que le importará tanto, solo le importaba que sus útiles entrarán en esa mochila particular para ellos; vio como el ojiazul entraba a su habitación sin pedir permiso con el celular en sus manos, sin dejar de mirarlo y Simón solo lo ignoró, ya que se sentía culpable del moretón que tenía en la mejilla el chico, pero al parecer a su amigo no parecía importarle aquella nueva marca que se estaba colocando morada y estaba hinchada en su mejilla.
— Simón, mira esto que me ha pasado Magnus, prometo que te va a gustar y te vas a reír— dijo entre carcajadas el ojiazul.
Se acercó hasta el celular de su amigo, sin ganas, viendo una foto casi corrida pero notando que la foto era hecha de una persona que conocía, lo reconoció al instante, no le había costado tanto viéndolo en un traje de los que se usaban los chicos para salir al escenario en pandemónium, los trajes que de seguro lo hacía Magnus, Raphael estaba saliendo de una puerta vestido con aquello y de seguro que Magnus había aprovechado la situación, Simón suspiró y se alejó lo más rápido posible para no mirar por mucho tiempo la imagen, si no comenzaría a babear, además no estaba de ánimo como para estar mirando el cuerpo del chico cuando momentos atrás esa misma persona le había golpeado y molestado por lo que sucedió. Estaba preparando aquel equipaje para irse por un tiempo corto de ahí y dejar a Raphael detrás como en el principio, cuando vivían lejos y no se conocían, no para estar carcomiendo la cabeza con sus pensamientos de que todo podría haber sido distinto si no hubiera comenzado con aquella farsa.
— ¿Qué sucede Simón? —preguntó Alec sentándose en la cama.
— Estoy cansado.
— Ajam, vamos dime, escupe lo que tienes para decir.
— No hagas como si no supieras, mira los golpes que tenemos en nuestras caras, Raphael se siente muy traicionado con lo que he hecho y ahora estoy escapando como un cobarde— dijo molesto Simón— hice las cosas mal desde el principio, con alguien que quería y no sé si él me quería a mí.
Alec comenzó a teclear su celular para después guardarlo en su bolsillo, dejó escapar una carcajada bien fuerte y se recostó en la cama junto a la maleta, Simón a veces le irritaba su amigo, su tranquilidad para una situación así a veces lo alteraba más, como su terrible necesidad de indagar un tema que ya sabía, a veces no lo soportaba, no cuando estaba sintiéndose así.
— El amor que florece de sus almas es más grande que las ganas que tienes por irte de aquí.
— Al parecer el amor está floreciendo de ti— cambio de tema Simón— te notas tan feliz que ya estás comenzando a delirar.
Vio como el ojiazul reía entre dientes y se sentaba mientras él seguía metiendo algunas que otras cosas a las mochilas, ya notando que estaba lleno para seguir metiendo más de sus pertenencias, no estaba de humor, parte de su cara dolía reclamándole algo refrescante para suavizar, podía sentir su cabeza doler y estaba esperando por Clarissa y su potente helado para aliviar el dolor emocional que tenía encima, todo se había mezclado dolor emocional y físico, no era nada bueno, en algún momento se le pasaría, pero era mejor dramatizar todo lo que le estaba pasando porque así era él.
— ¿Amor? Claro que no, esto es algo de sexo ocasional, yo no quiero nada con Magnus y el nada conmigo, algo que tú no conoces porque te enamoras de las personas bien intensas—dijo en respuesta el ojiazul—deberías aprender de mí.
— Vete de aquí— susurró Simón.
Dándose vuelta y entrando al baño para hacer sus necesidades, después lavando su cara para despejar aquellas emociones que se le estaban asomando para arruinar un poco más su día, podía escuchar a Alexander cantando una canción en otro idioma fuera de la habitación señalando que no se iría, y después un golpe, cuando salió vio al ojiazul en el suelo quejándose en voz baja, de seguro se había dado vuelta y no había medido bien las distancias cayendo y golpeándose una vez más en el día.
— Alexander ¿Acaso el golpe de Raphael te ha dañado la cabeza? Esta no es una cama de dos plazas.
— ¿Enserio? No lo sabía— dijo con sarcasmo el ojiazul.
— ¡Simón! Mueve tu trasero hacia aquí abajo que te buscan- se escuchó la voz de Jace.
Ambos, él y Alec se miraron un poco sorprendidos, comenzó a caminar hacia las escaleras siendo seguido del ojiazul, por su cabeza podía imaginarse a Raphael en la puerta, con un ramo de flores y un "Lo siento" para decirle, pero eso no pasaría, en cambio cuando bajó a la sala vio a Lydia quien venía junto a su novia, ambas sentadas en los sillones junto a Jace quien parecía contarle algo interesante, Simón aclaro la voz llamando la atención.
— Simón Lewis—dijo la rubia.
— Lydia—saludo Alec— novia de Lidya ¿A qué se debe estás gratas visitas?
Las dos mujeres no le miraron por mucho tiempo señalando a Simón que se sentará, porque debían hablar, arriba de la mesa ratonera había dos sobres blancos, ambos, él y su amigo ojiazul se sentaron, haciendo que Jace les hiciera lugar en aquel sillón, quería averiguar que traían las muchachas pero a veces se confundía con las expresiones de Lidya, parecía molesta a pesar de que no debía estarlo ni un poco, o eso quería pensar.
— Solo necesito que respondas una pregunta y te dejaremos tu dinero.
— Está bien...
A veces las chicas le daban miedo, más Lidya, de seguro que cuando se enojaba era mucho peor, Simón asintió acomodándose, de igual manera la plata no sería para él, si no se la daría a Raphael para su madre, no importaba cuánta plata le habían dado solo quería colaborar y ayudar a aquella mujer que había creado tal hermosura.
— ¿Por qué te vas y por qué crees que necesita este dinero? Con sinceridad, acuérdate que no has cumplido ni los días de prueba— preguntó— y dos ¿Qué carajos sucedió en tu mejilla y el de Alexander? ¿Alguna pelea y por eso todo esto?
Simón miró a los chicos, Jace solo levantó los hombros como dando a entender que el estaba ahí para observar haciéndose pasar como alguien que no estaba y Alec siguió con los movimientos de su amigo, dando a entender que tampoco haría nada, suspirando, volvió la vista a las chicas, no le serviría nada de mentir a Lidya o a la novia, los chismes llegarían a sus oídos.
— Me gusta Raphael, pero le mentí junto con Alec y tuvimos una pelea, bueno no pelea porque nos sorprendió a ambos con unas de sus derechas...
— A mi dos— interrumpió Alec.
— Así que para alejarme un poco me voy a ir por un mes. Si, sé que es de cobarde pero es lo único que tengo para elegir en estos momentos— susurró Simón— y el dinero, no sé si saben, pero la madre de Raphael necesita una operación, es bien cara y quiero darle este dinero a él, no es nada comparado con lo que necesita pero quiero colaborar.
— Sea lo que sea por lo que pasaron tu y Raphael, tienes un buen corazón—dijo la novia de Lidya— acuérdate lo que te hemos dichos, cuando vuelvas búscanos.
Vio como la chica le pasaba uno de los sobres y Simón sonrió, agradeciendo aquello, ahora debería hacer que la plata llegara a Raphael, iba a tener que pedírselo a Magnus, pero de seguro que este también podría estar molesto con la broma.
— ¿Y qué tenía el otro sobre?
— Nada— respondió Lidya— ahora debemos irnos, tenemos que preparar los preparativos para hoy. Alexander no faltes, hoy es un gran día.
Las chicas, como si estuviesen en su casa separaron y sin esperar que nadie las acompañara salieron de la casa. Simóndespués de eso, aún un poco sorprendido por el comportamiento de las chicas, le pidió ayuda a sus amigos para ver cómo iban a dejar la plata en las manos del chico, al abrir el sobre se dio cuenta que había diez mil pesos, algo era algo,de seguro que una ayuda aportarían.
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