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SIMÓN

Cuando las sonrisas se acabó, el chico se dedicó a teclear su celular buscando una respuesta digna para ese chico que le había respondido después de unos días, no sabía por qué tanta emoción, sentir esos sentimientos extraños dentro del. Lo quería tener como amigo, pero ver aquellas fotos sentía algo distinto, como quererle tener a su lado y poder hablar horas.

¡Pero recién se conocen!

Quizás el sueño de tener a alguien para formar una historia de amor le estaba comenzando hacer delirar, a imaginar una historia detrás de las redes, donde la otra persona le hablaría todo los días, serían cercanos y quién sabe hasta podrían formar alguna relación.

Con un poco de molestia trató de apartar ese pensamiento mientras veía el chat abierto y el tratando de formar algún mensaje coherente, aún debía estudiar, hacer unos trabajos prácticos y enviarlo por línea a la universidad que estaba estudiando, pero no podía, solo quería contestar el mensaje y que el chico también lo hiciera.

Se miró en el espejo que tenía en frente, solo era un chico más, con unas gafas grandes y una piel no bien cuidado, no tenía trabajo, estudiaba desde su casa y era incapaz de hacer algo sin quejarse. ¿Y si a Raphael no le gustaban esas personas? ¿Y si era un amigo de él que se estaba pasando por Raphael?

Comenzó a teclear sintiendo un poco de curiosidad de saber si era el chico con quién quería conversar, si tenía algún asento, como era para sociabilizar. Estaba al límite, quería saber de ese chico y esperaba que fuera él en verdad.

— No importa, es bueno saber que me hayas contestado, espero poder hablar más tiempo contigo.

Hablaba mientras escribía y sentía sus mejillas arder. su celular estaba vibrando por los mensajes de sus "amigos" pero el solo se dedicó a enviar el mensajes después de muchas leídas para que no se le pasará ningún error.

— Simón.

El canturreo de Jace se escuchó detrás de la puerta y Simón no dudo en abrirle. Habían tenido una rivalidad años atrás, el rubio le contestaba de mala manera, a veces peleaban y hasta en un momento se le ocurrió golpearle, aunque no tenía ni la mitad de musculatura de su amigo, pero después todo la relación de ambos mejoró y ahora son amigos, no como lo eran Jace y Alec, pero tenían su amistad.

— Rubio teñido— saludo.

El chico caminó hasta dentro de la habitación y se tiró en la cama para estirarse y dejar que sus huesos sonarán por llegar de su trabajo cansado. Simón acercó la silla de su escritorio y se sentó frente a la cama, sintiendo como su celular estaba en su bolsillo izquierdo.

— En verdad ¿Qué haces aquí?

Conocía bastante bien a cada uno de la casa como para saber que Jace había venido por obligación, ya que siempre cuando llegaba solo iba directo al baño y se tardaba unas buenas horas en la ducha.

— Isabelle está preocupada, sabes que no le gusta que hables con extraño por redes— dijo Jace bostezando—, mamá gallina en alerta.

Simón chequeó la lengua mientras buscaba una almohada y se la tiraba en la cara.

— ¡Oye!

— ¿Cómo está todo con Clarissa?

Jace comenzó a susurrar entre dientes y después dejar que sus manos se movieran descontroladas.

— No me acepta, no quiere una cita, su madre no me acepta y cielos la quiero— respondió— pero si su madre no me acepta, ella tampoco lo hará.

Simón sonrió, aunque no mucho, no quería tener un momento así, no quería una relación así, el amar a una persona y que la otra no le devolviera el amor. La puerta abierta fue golpeada y este miró de quién se trataba, Alexander estaba en su equipaje de trabajo y fresco como una lechuga.

— Vamos Simón a trabajar.

La risa burlesca de Jace lleno sus oídos y Alec le tiró un conjunto de ropa negra guardado en un bolso.

— No te salvadas, órdenes de Isabelle— agregó Alec— ir a conocer nuevas gentes.

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