RAPHAEL

Estaba delante de una docena de muchachos quienes se habían puesto en complot para hacer su día más irritado, hablaban entre sí, gritaban un poco para ser escuchado por el otro, tenían música, de esas que Raphael odiaba, de fondo.

— ¡Cállense!

No era de tener paciencia, no le gustaba los irrespetuosos, no le gustaba cuando él estaba al frente que hablaran entre sí como si no le vieran. Los adolescentes eran tan estúpidos a veces, creyendo que hacer irritar a alguien eran mejores, que ir con insultos era algo que merecía un premio, a veces quería verlos pegarse con una pared para después verles perdidos y no sabiendo que hacer.

Todos se callaron y la música se apagó, rara vez mostraba su molestia con los chicos, rara vez le gritaba o los miraba como si quisiera matarlo.

— Lilit.

La chica de piel morena y de origen asiática se levantó mientras desarmaba el nudo de la remera y la bajaba con rapidez.

— Es tu turno.

No era alguien de muchas palabras, sus alumnos lo sabían, se sentó a un lado mientras veía como Lilit buscaba sus hojas y se centraba en el lugar. Raphael había aprendido que no había nada mejor que hacer que los adolescentes hablarán de sus problemas y recibieran consejos de ellos mismos que una persona se situará adelante a hablar y dar consejos que no escucharía.

—Mi nombre es Lilit— leyó con voz aburrida—mi problema empezó cuando tenía poca edad, mis padres querían que yo fuera sierva de un "Dios", pero yo me negué, me dejé llevar más por la ciencia, entonces comenzaron los problemas familiares y me dieron en adopción. Mis padres adoptivos me mandaron aquí para mejorar...

Todos comenzaron a debatir, uno a favor de Lilit y otros en contra tratando de aconsejar que comenzará a comportarse mejor con sus padres adoptivos por el simple hecho de adoptarla, Raphael mientras tanto escuchaba y sonreía al ver orden, solo eran niños que necesitaban ser escuchados. 

Después de unas horas, se despidió de ellos y caminó hasta el bar Pandemónium, que le quedaba de pasada, para ver a su amigo Magnus, a veces se esmeraba tanto en su trabajo que no se daba cuenta de las horas y podía pasar una noche entera en aquel lugar.

Pasó por la puerta detrás, para ir al camerino que Magnus había podido conseguir para trabajar solo y en paz, abrió encontrando al moreno de rodillas cosiendo un par de trapos.

— Hola Mag.

Se sentó a su lado mientras agarraba el celular que estaba a su lado.

— Raphael, deja ese celular.

El chico aún seguía concentrado cosiendo sin pararse a mirarle.

— Vine a buscarte, sabes que a Catarina no le gusta que este todas las noches aquí.

— Termino esto y vamos mí querido niño.

Raphael dejó escapar un gruñido por el sobrenombre y se esmero a jugar con el celular apagado de la otra persona, dándolo vuelta entre sus dedos y golpeándolo con sus pulgares para dejar que un ruido tamborino le acompañara.

Después de unos minutos, y Magnus concentrado, Raphael sintió curiosidad​ de saber porque le había negado a ver el celular, cuando tenía la contraseña. Desbloqueó el celular para ver una aplicación abierta, Magnus se la había mostrado esa vez cuando le dijo que le había creado una cuenta.

¿Cómo se llamaba?

Lo reviso con rapidez, llevándose la molestia de que esa cuenta era de él, Magnus tenía abierto la cuenta que él le había creado. Vio un círculo rojo en la parte derecha, lo apretó para ver el único chat que tenía, Simón Lewis, el chico que Magnus se había esmerado a molestarle para contestará.

Apretó el chat para ver la pequeña conversación, Magnus le había respondido al otro chico, de eso estaba consciente. Después de eso, Raphael comenzó una pelea con el moreno sobre no tocar su privacidad y contestar por su nombre a un desconocido.