RAPHAEL

Ayudar en casa y trabajar haciendo tamales para el asilo de unas cuadras de su casa era algo que no tenía ninguna molestia hacer, le gustaba pasar los días elegidos con ellos, escuchar sus anécdotas, la historia de sus familiares, y ser agradecido por su solidaridad.

— Guadalupe, cariño ¿Te acuerdas de mí?— preguntó Raphael.

Estaba visitando a una anciana del asilo, era a la que tenía más cariño, ya que se trataba de su madre quién estaba sufriendo de Alzheimer y había sido elección por la mayoría de los hermanos internarla en ese lugar, Raphael era el único que iba a visitarle en todos el tiempo que ella estaba encerrada.

— El chico que nos trae tamales—dijo la mujer sonriente.

Raphael con una sonrisa no muy feliz acarició las manos arrugadas de su madre. Había envejecido tan rápido, añorando que sus siete hijos notaran que había sido madre y padre a la vez. Pero no fue así, era el único de los hermanos quién había apreciado su trabajo.

— Claro Guadalupe, hoy también he traído y los he hecho como tú me has aconsejado.

La mujer sonrió y colocó su otra mano arriba de la de él.

— Quien consiga tenerte, será bien afortunada.

Raphael dejó escapar una risa, había aprendido que no necesitaba a alguien a su lado para tener una buena vida, su madre había pasado la mayor parte del tiempo sola y ahora estaba bien a pesar de todo.

Después de un momento, cuando los cuidadores dijeron que era hora de comida, Raphael se fue del lugar para caminar hacia la casa. En el lugar que vivía no era un lugar lleno de delincuencia, al contrario vivir con sus amigos les había beneficiado para tener una casa en un buen lugar.

Cada uno trabajaba, Catarina era médico en el hospital más popular de la cuidad, Ragnor era un profesor de filosofía y Magnus era diseñador de fiestas en Pandemónium, un bar muy importante, mientras que el trabajaba con un grupo de adolescentes quién estaban reponiendo de su mal camino, sus padres se los llevaban a él antes de meterlo a rehabilitación en algún hospital, por qué sería la habladuría de los demás.

Debía cambiarse y volver a salir, abrió la puerta y entró mientras comenzaba a desprender su pantalón, subió hasta su pieza, buscó ropa más cómoda y comenzó a cambiarse. El celular que seguía en su pantalón anterior comenzó a sonar, a tientas lo saco y atendió.

— ¿Quién?

Lo colocó en alta voz para poder pasearse por la pieza.

— Soy tu mayor sueño.

La risa de Magnus podía escucharse por toda la habitación, Raphael solo se dedicó a poner sus ojos en blancos para maldecirlo entres dientes.

— ¿Qué quieres Magnus?

Se colocó un buzo, acomodó sus pantalones, y se sentó para cambiar sus zapatillas.

—Está bien, no estás de humor y yo debo volver a trabajar en esta vestimenta—dijo Magnus— solo estuve stalkeando del chico que te mando el mensaje, el informe está bajo tu almohada.

Raphael tanteo hasta donde estaba su celular y cortó la llamada, no estaba para escuchar como su amigo había estado acosando a un chico. Se levantó de dónde estaba y caminó al baño para hacer sus necesidades, y lavar sus manos y cara.

Al salir su mirada se dirigió en dirección a su cama, apretó sus labios mientras le dirigía uno que otros insultos a su amigo, a veces le odiaba cuando le implantada esas curiosidad de ver que se trataba.

Caminó hasta su cama y sacó la almohada de su lugar viendo una carpeta violeta, lo agarró con cuidado y lo abrió, se sorprendió a ver que había un par de hojas idénticas a un expediente pero comenzó a leer.

Habían tantas información, volteó las hojas viendo las fotos, se trataba de un chico de solo a tres horas de distancia, con gafas, estudiante de universidad en línea y que al parecer era un ser sociable en redes. Pero de igual manera no le convencía y no descargaría nada para no tener contacto con las redes y ese chico llamado Simón.