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RAPHAEL

Leer era algo que el chico de piel morena sabía manipular mas qué bien, apreciar su escritura, concentrarse en su aventura y poder hacer caso omiso a los llamados de sus amigos para cosas innecesarias, meterse en la esencia de un personaje y vivir como estuviera pasando por aquello, acabar los libros en pocos días y comenzar con uno nuevo sin estar de luto por el final.

"Deja de leer y contesta el jodido celular."

No le prestaba atención al celular, lo tenía en su bolsillo y lo tocaba cuando quería escuchar alguna música o si en verdad era de emergencia.

Es que no le encontraba sentido, charlar con personas desconocidas, escribir estados de cómo te sientes para mostrarlo a tus "amigos", como si fuese un diario, escribir las actividades que se realizan, sacar foto de cada minúsculas cosas que se hace para que otras personas la vean y critiquen, buscar respuestas de preguntas que se podían desarrollar por uno propio. No, no le gustaba.

Cada vez que veía a sus amigos con ellos, no podía evitar levantarse de donde estaba e irse. Los celulares estaban pudriendo su cabeza, los estaban atando y manipulando su cabeza a su merced.

— ¡Pueden comer sin estar tecleando un maldito celular!

Ya las comidas eran distintas, no había conversación, el ruido de las teclas eran lo único que se escuchaba en aquella casa, más que el televisor, y eso hacía que su molestia siempre estuviera presente con él. ¡Ni para ir al baño se despegaban! Raphael solía esperar aproximadamente media hora para que cada persona saliera del lugar con sus celulares en mano.

Sabia que no era de su agrado y nunca lo sería, no quería ser uno más de ellos, que solo tener un celular fuera lo esencial para su vida.

— Raphael.

Magnus estaba estableciendo una conversación, Raphael lo miró extrañado, rara vez soltaba su celular y le hablaba.

— Como soy una persona muy generosa, decidí crearte cuentas en redes sociales.

Raphael quien estaba leyendo como solía hacer como algo habitual también dejó su libro y lo miró con molestia.

— ¿Cómo has hecho eso? ¿Y quién te dio el consentimiento de ello?— preguntó molesto.

Magnus comenzó a reír.

— Lo hice desde mi celular mi pequeño Raphita, así que el consentimiento fue mío.

Magnus desbloqueó su celular y le mostró un perfil, salía su nombre y su foto, Raphael miró a su amigo más que molesto.

—Tienes una cuenta de Facebook, Twitter, Instagram y faltaría un Whatsapp—añadió Magnus—mira hasta ya tienes un mensaje.

El chico parecía emocionado, pero Raphael en cambio no. No quería esto, no le gustaba lo que había hecho su amigo. Vio cómo le mostraba el perfil del chico quién le había mandado un mensaje, corrió la vista mientras se cruzaba de brazos.

— ¿Cuándo has hecho esto?—preguntó Raphael.

El chico bloqueó el celular y se levantó de su lugar.

— Hace una semana— respondió Magnus sonriente—descarga las aplicaciones no te arrepentirás, este chico te mandó un mensaje y espera a ser respondido.

Vio cómo Magnus se iba del lugar y Raphael sacó su celular mientras lo miraba.

No, no lo haría.

Dejó su celular en la mesa ratonera y se alejó de ahí, no quería saber nada de celulares, aplicaciones, ni redes sociales por ahora. ¿Es que nadie le entendía?

¿Como un chico desconocido era capaz de mandar un mensaje? Podía ser una persona peligrosa, un psicópata o algo parecido.

No, no lo haría.

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