SIMÓN

Teclear, usar corrector ortográfico y enviar.

Ese es su pasatiempo preferido, estar recostado en cualquier parte de aquella casa que comparte con sus amigos y tener su celular en sus manos como si de un chicle se tratara; mirar los perfiles de las personas que aparecen como recomendación, ojear sus fotos como un acosador, mandarle la solicitud de amistad y comenzar una conversación. 

Nadie puede decirle nada, le gusta arriesgar su dignidad cuando se trata de hablar con una persona en las redes sociales, nadie más que él y la otra persona sabrán si será rechazado, perderá la dignidad o si comenzarán una grata amistad. Sus dedos se mueven ya con tal rapidez que puede escribir grandes texto en segundos, puede mirar a otras personas mientras hablan y escribir texto sin equivocarse. Está atado a su celular, lo sabe manipular y le gusta. Sus amigos han intentado más de una vez esconderle aquel aparato vicioso, quitárselo por horas, pero lo único que logran es darle una ansiedad de muerte al no tener su celular en sus manos.

Es cómo una adicción que de a poco lo va consumiendo.

Pero es que sus amigos de redes no pueden esperar, debe contestar a sus mensajes, sentirse apreciado, preguntarle de sus vidas, sus culturas, sus pasatiempos, sus miedos, poder considerarse amigo de un desconocido. Es que a través de las palabras podía expresarse mejor, poder hacer sonreír a personas que no iban quejándose​ de sus malos chistes.

— Simón, levántate del suelo— se quejó Isabelle.

El chico tiró unas quejas, parecía un complot de los integrantes de la casa que cada vez que encontraba un lugar para recostarse le molestaban para que se corriera, se levantará, o se fuera a teclear a otro lugar.

— Deja de molestar Izzy.

Se levantó para comenzar a caminar hacia su habitación, no tenía lugar para estar y ese día no estaba con los ánimos muy buenos. 

Estar en las redes también tenía su lado malo, podía ver en Instagram fotos de personas con sus parejas, una cita perfecta, un beso perfecto, una foto perfecta. A veces se preguntaba si conseguiría a una persona para estar a su lado, compartir fotos, citas, pero sabía que con su pasatiempo no conseguiría a nadie más que personas que se hacían pasar su "pareja" a través de una pantalla. Cuando llegó a su habitación y se tiró en su cama, decidió mirar fotos de desconocidos y buscar una nueva persona con quién conversar, sus amigos estaban comenzando a aburrirse de él y ya no contestaban sus mensajes, hasta que encontró un perfil de un chico corpulento. Tenía solo dos fotos, una estando una playa mostrando su cuerpo y sus refinadas caderas y otra con amigos, en las información tenía sus otras cuentas, número y su nombre.

Raphael Santiago.

Estaba fascinado, había llamado su atención y sabía que quería tenerlo como amigo.

<<Mandar solicitud>>

Y fue directo a mandarle un mensaje esperando ser contestado.

— Hola Raphael.