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Tres.


Tres.


Lamento decirte que luego de ese día no volvimos a hablar, en serio que lo hago. Ella siguió siendo un misterio y yo seguí armando y desarmando cubos.

Habían muchas cosas que me intrigaban de Asia:
¿Por qué nunca hablaba con su hermana?
¿Por qué se quedaba más tiempo del necesario en el instituto?
¿Por qué siempre parecía estar cansada a pesar de su actitud?
¿Por qué se mordía las uñas?

Y lo que más llamaba mi atención;

¿Por qué tenía una enorme cicatriz en la pierna?

No pienses mal, no la espié. Estábamos en clase de educación física y ella se tropezó corriendo, al menos eso dijo cuando llego a la enfermería. Daba la casualidad de que justo ese día me había enfermado del estomago, por desgracia y por suerte, la primera porque vomité justo en frente de Asia Dickens, la segunda porque gracias a eso pude saber nada y a la vez más de Asia. Ella se había raspado la rodilla y tuvo que subir un poco su pantalón de algodón para poder limpiar la herida, fue ahí donde me percaté de la profunda línea que comenzaba por encima de su tobillo y subía hasta perderse debajo del pantalón. Ella me pilló observándola y llevó su dedo índice a sus labios guiñándome un ojo, capté la indirecta de que guardara silencio acerca de eso. También me di cuenta que Asia se veía condenadamente bien guiñando un ojo y más cuando se dirigía hacia mí.

Ese día fue como encontrar otra pista para llegar al tesoro, solo que estuve igual de cerca de encontrarlo que el día anterior. Las semanas siguientes las pasé haciendo teorías, unas coherentes y otras que en la frustración de no saber eran un tanto disparatadas. Iban desde un accidente en auto hasta una operación para piernas más largas (¿No has escuchado de ellas? Investiga, son muy... peculiares) pero luego descarte la idea porque Asia Dickens era una cabeza más baja que yo y no era tan alto. Pensé incluso en preguntarle directamente pero no quería pasar de que me diese un guiño a que me regalase una bofetada así que lo descarte por completo, por lo que Asia Dickens volvió a ser un misterio, solo que tenía dos pistas.

Volví a mis cubos de Rugbi y a mis libros de mundos distopicos, donde las personas sufrían pero al menos vivían de forma interesante y se quedaba con la chica al final... eventualmente. Lo que más me reconfortaba era que ahora compartía dos secretos con Asia Dickens.

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MaVaFb.

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