Cuatro.

N

o sabes lo molesto que me pone lo idiota que pueden ser los chicos de mi edad algunas veces... ¡No! Tacha eso y pon SIEMPRE.

Es que ¿Cuál es el punto de estar con una chica solo porque te quieres meter en sus bragas? ¿Quieres acción? ¡Pues usa tu mano amigo! Existe el porno, yo veo porno. Y si no, hay algo que se llama rameras (y no lo digo en el sentido ofensivo eh), digo, sé que no todas adoran su trabajo pero de hecho hay unas que lo hacen por placer y no por dinero, o por ambos... al menos eso es lo que dicen algunos programas de televisión... ¿Y si tampoco? Pues hay muchas chicas por ahí dispuestas a tener sexo libre, sin compromisos y no es como si las juzgara, todos somos libres de decidir lo que hacemos con nuestro cuerpo, solo tenemos que hacerlo de forma consiente... ¡Rayos! Colócale al final “Jake Parker” y una foto de mi, seré como Gandhi... lo siento, divagando de nuevo, no soy muy bueno contando historias pero tú lo pediste.

Entonces la vi llorar de nuevo, pero ésta vez yo no la consolé y ella no me contó. A veces las mesas de la cafetería suelen llenarse y no queda ninguna vacía por lo que tengo que buscar la más solitaria y sentarme allí observando el intercambio social de las especies llamadas “mis compañeros”. Ahí fue cuando me enteré.

Había visto a Asia llorar antes de que comenzase la clase y una de sus amigas la abrazaba, fue cuando se separó que me dí cuenta del cardenal en su mejilla. Apreté los puños y nadie me vio. Alguien la había golpeado. Sentí tanta rabia e impotencia pero de nuevo, no hice nada. Luego en la cafetería me dí cuenta de dos cosas, la primera; que Asia se había ido de clases. La segunda; que todos eran unos hipócritas.

Me senté en una mesa donde habían personas “decentes” y ahí lo escuché, dos chicas frente a mí cotilleaban acerca de lo que había pasado.

Dean Shalk, el idiota con el que en ese entonces salía, la golpeó.

No me lo pude creer, ¿Asia Dickens dejándose golpear por ese gilipollas? Me enfurecí y rompí sin querer el cubo de Rubik que tenía en mi mano. Todos en la mesa me miraron extraño y aproveche para cambiarme de mesa, así que hice algo sin pensar; me senté en la mesa del grupo de Asia.

Me miraron mal, no me importó porque luego retomaron el tema de conversación, en susurros pero pude escuchar, supe la verdad.

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