Once
El campus tenía amplios jardines de un vibrante color verde, las copas de los árboles eran acariciadas por las suaves corrientes de aire, el cielo era azul y tenía esponjosas nubes haciéndole compañía. A su alrededor había montones de estudiantes, algunos caminaban en grupo y otros eran solitarios; otros tenían sesiones de estudio en los jardines o simplemente descansaban bajo la fresca sombra de los árboles. Estaba caminando por una de las mejores universidades del mundo, pero no como alumno, sino como parte de su agenda de negocios.
Los edificios de Maclaurin se elevaban con gracia y su color marfil resultaba del entorno natural. Ese era su destino; ahí, entre otros tantos espacios, se encontraban los laboratorios de mecatrónica. Se sentía cierta calidez en los pasillos pero si prestabas la atención suficiente podías percibir esa atmósfera de estrés que suele caracterizar a las universidades en esa época del año.
—¿Thiago? —llamó mientras abría la puerta.
—¡Ah, Señor Orsen! —un joven de cabellera azabache ondulada y ojos de un marrón oscuro le saludaba con una sonrisa.
Blake entró en el laboratorio, había montones de cables, generadores, multicalibradores y demás aparatos que no pudo identificar. Thiago tomó asiento en una de las sillas dando un sorbo al café helado que tenía descansando junto a sus libretas.
—No esperaba que llegara tan temprano, ¿ya desayunó? Creo que tengo un bagel por aquí —dijo buscando dentro de su mochila.
—No te preocupes por eso, Thiago. Vengo a ver el proyecto de mis chicos favoritos del MIT, a propósito, ¿dónde están los demás?
—Ah, salieron a comprar algo para desayunar. No deberían tardar —respondió dando un mordisco al bagel que tenía en la mano.
Su celular vibró haciendo que la pantalla se encendiera leyéndose el nombre de "Lucas Clark", Thiago lo tomó deslizando el botón verde.
—Hey, ¿dónde están? El Señor Orsen ya está aquí...
—Tranquilo, ya vamos para allá. Owen está terminando de pagar su jugo.
—Bueno, no se demoren mucho. Tenemos que mostrarle el proyecto —dijo sonriente contagiando al azabache— ¿Sí me compraste la leche con chocolate que te pedí, verdad?
—Fue lo primero que compré.
—¡Gracias! Los veo en un rato más entonces —dio por terminada la llamada y continuó con sus alimentos.
Blake se paseaba por el laboratorio viendo con detenimiento sus instalaciones, pocos minutos pasaron hasta que aquel silencio acogedor se interrumpió por el estruendoso sonido de la puerta abriéndose.
—¡Llegamos! —exclamó enérgico un joven de tez morena con un jersey de Batman, entró al laboratorio seguido de un muchacho con anteojos— ¡Señor Orsen, está aquí!
—Owen, Lucas —saludó sonriente el azabache.
—Thiago —llamó el muchacho de los anteojos—, aquí está tu leche con chocolate.
Los ojos marrones del moreno brillaron tomando el envase de vidrio con una gran sonrisa en el rostro.
—Gracias, Lucas, te debo una —dijo destapando el producto dándole el primer sorbo quedándole un bigote de leche sobre la comisura de los labios. Lucas soltó una risita.
—Ten, límpiate —le extendió una de las servilletas de papel que venían con su sándwich.
Blake observaba enternecido la escena pues actuaban como si fuesen hermanos, el mayor cuidando del menor. No pudo evitar sonreír, Thiago no pasó aquello por alto.
—Venga, le mostraremos los avances del proyecto —dijo Owen—, tome asiento, no tardaremos en prepararlo.
Llamó a Thiago para que le ayudara, mientras se cercioraban que todo funcionara bien, Owen se viró hacia Lucas.
—Lucas, ¿podrías alcanzarnos el cautín? Creo que se despegó algo —el castaño asintió y llevó las cosas a sus compañeros, después regresó a su mesa de trabajo mientras tecleaba en su computadora.
Blake lo veía de soslayo, tenía el cabello de un castaño claro, ondulado y no tan largo; sus ojos color avellana estaban ocultos tras unas gafas de pasta gruesa que hacían resaltar el rosado de sus labios. Frunció el ceño ligeramente pues algo dentro de él le decía que había visto a Lucas en algún lado.
—Sabía que te había visto antes —dijo con voz tranquila haciendo que el menor levantara la vista, tenía una expresión simpática en el rostro—, ¿vives en el Radian?
—Oh, uh... s-sí —respondió nervioso.
—Entonces eras tú el chico con quien choqué aquel día —Lucas asintió—. Perdóname, tenía un poco de prisa por salir que no me fijé por dónde iba.
—N-No se preocupe. Fue un accidente y esas cosas pasan —respondió con un pequeño sonrojo, Blake le sonrió haciendo sentir nervioso al castaño.
—¡Listo! —exclamó Owen guardando el cautín en su base.
—Señor Orsen, ¿podría descubrir su brazo? Por favor. A la altura del bíceps. Ah, y retírese el reloj
Blake asintió e hizo lo que Thiago le pidió, entregó su reloj a Lucas quien lo colocó cerca de su libreta y se desabrochó los botones de los puños de la camisa para arremangarla. Thiago y Owen le colocaron una manga negra con costuras color turquesa de la que resaltaban unos pequeños botones del mismo color.
—¿Lista la sincronización? —preguntó el moreno.
—Lista —dijo Lucas con los ojos en el ordenador y el celular.
—Bien, Señor Orsen, vamos a tomarle primero la presión cardíaca. Quiero que respire profundamente y se relaje, ¿de acuerdo? —asintió.
Thiago presionó unos botones en la pantalla táctil de un pequeño dispositivo de plástico. Lucas observaba los datos que se arrojaban comparándolos con los que aparecían en el celular y el ordenador.
Un beep se escuchó luego de pocos segundos.
—¿Resultados?
—Concuerdan —respondió el moreno.
—¿Variaciones?
—Ninguna —dijo Lucas observando la computadora—, todos los datos se sincronizaron.
—¡Bien! —exclamó Thiago— Ahora las demás pruebas.
Pasaron cerca de cinco minutos cuando Blake ya estaba arreglándose nuevamente la camisa y los tres chicos se abrazan felices.
—¡Funciona! ¡Funciona! —vitoreaban.
—Pero aún falta hacerle unos ajustes —dijo Owen ya que se separaron.
—No se presionen, chicos —Blake se acercó a los chicos con una sonrisa—. Aunque debo admitir que su proyecto mejoró bastante desde la primera vez que vine a verlos. Los felicito.
—Gracias, Señor Orsen —enunció Thiago.
Blake se despidió de ellos dejándoles una sonrisa en el rostro y salió del laboratorio, tomando el mismo camino rodeado de hermosas áreas verdes hacia la salida del instituto.
Los tres jóvenes se quedaron en el laboratorio terminando su desayuno. Lucas tenía una pequeña sonrisa en el rostro y un sonrojo que le coloraba hasta las orejas, Thiago y Owen se miraron lanzándose una mirada cómplice. El moreno se acercó al castaño, que estaba haciendo unos garabatos en su libreta, y comenzó a hacerle cosquillas en los costados. Lucas se echó a reír de inmediato mientras el azabache aprovechaba para tomar su libreta.
—¡Ajá, lo sabía! —exclamó, Owen había terminado el ataque de cosquillas mientras el castaño recuperaba el aliento.
El moreno se acercó y ambos lanzaron una mirada pícara al menor cuyo rostro se tornó aún más rojo.
—¿Qu-Qué?
—Te gusta el Señor Orsen —dijeron al unísono.
—Y no intentes negarlo, prácticamente estabas escribiendo "Señor Lucas de Orsen"—Lucas tomó la libreta, sus amigos vieron lo incómodo que se sentía.
—No te culpo, Luke, mi mamá dice que Blake Orsen es un papucho —Owen se acercó al castaño rodeando su hombro—. Así que tú, mi amigo, tienes buen gusto.
—Y, sé que estuvo mal, pero escuché su conversación y parece que viven en el mismo edificio, ¿verdad? —preguntó Thiago recargándose en la mesa, Lucas asintió temeroso— ¡Podríamos trabajar ahí! Así estarías más cerca de tu amorcito.
—¡No es mi amorcito! —exclamó con la cara roja.
—Pero sí te gusta.
—Ve el lado bueno, Lucas, si trabajamos en tu apartamento, y nos lo encontramos, podemos usar el pretexto del proyecto —ambos se acercaron al castaño rodeándolo en un abrazo que casi lo deja sin aire, fingiendo sollozar.
—Nuestro bebé está enamorado.
—Los odio —musitó.
❀ ❀ ❀
Una exquisita melodía de violín se escuchaba en el apartamento. Miharu practicaba en la sala, a veces haciendo gestos graciosos cuando fallaba alguna nota y a veces con una pequeña sonrisa cuando por fin le salía alguna parte de la canción. Baaya y Blake le escuchan, era la primera vez que el azabache escuchaba la música de la niña y estaba fascinado.
—Rayos —exclamó en voz baja antes de repetir esa parte de la canción que llevaba diez minutos practicando.
—¿Por qué no tomas un descanso, cariño? —preguntó Baaya levantando la vista de su bordado.
Miharu asintió, quitó el violín de su hombro dejándolo sobre su estuche y tirándose boca abajo en sofá.
—Les traeré limonada —dijo Blake dirigiéndose a la cocina.
—No lo entiendo, Baaya —la niña se sentó tomando las partituras—, ¿por qué no puedo pasar de esa parte?
—Es una melodía nueva y es normal que tengas dificultades con ello —decía con su característica voz tranquila—. Deberías descansar, has estado practicando toda la tarde.
—¿Por qué no tomas un taller de música? Escuché que la escuela tiene distintos talleres —Blake dejó los vasos en la mesa del centro, el hielo que tenían hacía resaltar su color dorado.
—No sé si papá lo apruebe —respondió tomando el vaso con sus manitas—, eso implicaría que saliera más tarde la escuela y no quiero darle problemas.
—Yo podría pasar por ti —una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Miharu al escuchar aquellas palabras.
—¿Lo dice en serio, Señor Orsen?
—Claro que sí —la niña comenzó a dar saltos de emoción por la sala, Baaya y el azabache se miraron con una sonrisa.
—¡No puedo esperar para contarle a papá! —la puerta de abrió en ese instante, hablando del Rey de Roma.
—¿Decirme qué cosa, princesa? —dijo James en el umbral. Miharu corrió hacia él recibiéndola en su brazos.
—¡Me inscribiré al taller de música de la escuela! Y el Señor Orsen se ofreció a pasar por mí terminando las actividades.
James dirigió una mirada apagada al azabache, su mandíbula se tensó y Miharu lo notó.
—¿Qué pasa?
—Nada, nena, pero, necesito hablar con el Señor Orsen sobre algo. En privado.
Blake bufó y se levantó del sofá, encaminándose ambos hasta la habitación del menor. Una vez dentro el castaño cerró la puerta y en un segundo esas hermosas esmeraldas dirigían una mirada asesina a los zafiros que tenía enfrente.
—¿Qué demonios te pasa? ¿Qué intentas haciéndote el bueno con mi hija?
—Ay por Dios —musitó pasándose las manos por el cabello y poniendo los ojos en blanco.
—No quiero estés cerca de ella.
—¿De verdad crees que lo hago como un "intento desesperado" por recuperarte o conquistarte? Por favor —espetó— James, no soy un maldito adolescente. Si le dije eso es porque veo que de verdad quiere estar en ese taller, de no haberlo hecho no te hubiera dicho nada porque no quiere causarte problemas... dije lo que dije pensando en ella y pensando en la cantidad de trabajo que tienes.
—Tú no sabes nada de mi trabajo.
—Tal vez no pero sí sé que te has quedado hasta tarde trabajando frente a la computadora y también del perfume de mujer al que has llegado oliendo los últimos cuatro días —el menor frunció el ceño—. ¿De verdad crees que no me doy cuenta?
—Lo que haga con mi vida privada no es de tu incumbencia y eso incluye la relación con mi hija.
—Lo sé. Tienes motivos para no confiar en mí, pero si vas a estar trabajando hasta tarde o andando de novio con alguien, entonces deja que te ayude con tu hija... ¿o quién esperabas que fuera por ella a la escuela tan tarde? ¿Baaya? No es seguro para ninguna de las dos —suspiró con pesar, tranquilizándose un poco— Mira, no me interesa en lo absoluto lo que hagas con tu vida, eso será tu problema. Pero si comienzas a descuidar a esa niña, te guste o no, me haré cargo.
Quitó el seguro de la habitación y salió, dejando solo a James.
Minutos después el castaño salió vistiendo ropas más cómodas. Miharu estaba sentada en el sofá viendo sus manitas.
—Miharu —llamó con voz normal, la niña levantó la vista y James se sentó junto a ella—, no me molesta que vayas al taller de música. Pero yo pasaré por ti cuando termines.
—¿Tú y el Señor Orsen discutieron? —preguntó con timidez.
—Sí —respondió luego de unos segundos—, pero no fue culpa tuya, princesa. Fue por... por...
—¿Cosas de adultos? —James asintió— Me agrada el Señor Orsen, papi, es una buena persona.
El castaño se tensó un poco, asintió nuevamente, besó la frente de su hija y la dejó para que siguiera practicando. Ya le diría más tarde de la barbacoa a la que fueron invitados por Sarah.
❀ ❀ ❀
Blake terminaba de servir los platos con la cena, Miharu le ayudaba a llevarlos a la mesa mientras Baaya y James recién terminaban de colocar los cubiertos y vasos. La menor llevó el último plato y los cuatro se dispusieron a cenar. A diferencia de las otras veces que se habían reunido para comer, esta vez reinaba un silencio sepulcral. Miharu y Baaya se notaban incómodas al notar la tensión que había entre su padre y el azabache.
—Hoy fui con Abigail a la tienda de artesanías —dijo Baaya rompiendo el silencio—, compró unos platos adorables que fueron hechos a mano por alfareros de un pueblito lejano.
—¿Tú compraste algo? —dijo James dando un sorbo al agua.
—Compré un brazalete para Miharu, lo trae puesto desde la tarde —la niña lo mostró a su padre quien admiraba la delicadeza que había en aquella joya. Tenía un pequeño rubí al centro.
—Está precioso —dijo sonriente. Luego de un rato habló—. Tengo que decirles algo, hice unos cuantos amigos últimamente y sus hijos van a la misma escuela de Miharu. Nos invitaron a una barbacoa mañana.
—¡Genial! —exclamó la menor—, ¿dónde será?
—En casa de Brian y Annie Smith, está en las afueras de los suburbios. Y aquí hay algo que te encantará, nena, tienen piscina —aquello iluminó el rostro de la niña haciéndole sonreír.
—¡Qué bien! ¿El Señor Orsen vendrá también, verdad? —preguntó con una sonrisa más grande.
—Oh, uh... —balbuceó el castaño— no creo que pueda ir, tal vez esté ocupado mañana...
—¿En serio? —dijo Miharu viendo al azabache con ojos tristes y un puchero en los labios. El mayor asintió con pesar.
—Lo siento. Tendrás que ir con Baaya y tu papi, nena —la emoción de Miharu se redujo considerablemente—. Pero, te prometo que haremos algo después para compensarlo.
La niña sonrió y casi se abalanza sobre el mayor para abrazarle pero se limitó únicamente a sonreír. Fue su actitud infantil lo que animó un poco las cosas en aquella cena. Aunque, de vez en cuando, el azabache veía con seriedad al castaño y viceversa.
Blake se quedó a lavar los platos mientras los demás se preparaban para dormir. Baaya cruzó la estancia principal para dirigirse a la habitación del castaño, quien revisaba unos correos en su computadora. Dió un par de toquecitos en la puerta llamando la atención del menor.
—¿Puedo? —James asintió. Baaya tomó asiento en el borde de su cama haciéndole dejar de lado su ordenador— Por la conversación que tuviste en privado con Blake quiero suponer que no le has dicho nada a Miharu, ¿o me equivoco?
—No quiero que esté cerca de mi hija —respondió bajito.
—Y lo entiendo, cariño, pero este trabajo es diferente a los otros. Es más grande y hay mucho dinero de por medio para la empresa, por eso te has quedado hasta tarde trabajando, por eso Miharu no quiere darte problemas... Blake nos ha ayudado bastante los últimos días y se ha portado muy bien con nosotras... —acarició los cabellos castaños del menor— Tal vez no confíes en él, pero nosotras sí. Y queremos que confíes más en nuestro juicio, ¿sí?
Los ojos verdes de James vieron con dificultad los de la mujer que estaban cansados y ocultos tras el montón de años de sabiduría que se cargaba en las arrugas y los cabellos color de la plata. Sintiendo una pesadez en su pecho asintió. Baaya se despidió deseándole buenas noches en su idioma natal cerrando la puerta tras de sí. James se masajeó el entrecejo y dejó el ordenador en uno de los muebles. Soltó un bostezo y se metió entre las sábanas, dejando que su suavidad y sensación fresca abrazaran su cuerpo.
Mientas sus párpados se cerraban con pesadez recordó los ojos azules del azabache y su marcada diferencia de estaturas.
Le molestaba.
Su celular vibró notificándole de un mensaje de texto proveniente de "S. Hayes" que decía:
"Muero de ganas por conocer a tu familia mañana, será un gran día."
No le contestó nada y dejó el dispositivo de lado. Viéndose sumergido en el sueño de un océano con estrellas y música de violín.
❀ ❀ ❀
Salieron del apartamento alrededor del mediodía, el camino hacia la casa de los Smith era largo pero la música de Imagine Dragons hacía más ameno el viaje. Miharu veía por la ventana los diferentes tipos de casas y jardines con flores coloridas.
—Es una lástima que el Señor Orsen no pudiera venir, creo que le gustarían este tipo de reuniones.
El semblante de James se tornó melancólico al recordar una fiesta de cumpleaños que Louie había ofrecido hacía ya bastante tiempo. El veinticuatro de Febrero de hace trece años también había sido sábado. Aquel día era brillante, no había muchas nubes y el clima era muy agradable, justo como ese mismo día.
«Te dije hace tiempo que te amo con todo y tus defectos...»
Negó, aquella frase no tenía porqué llegar a su cabeza.
—Debe ser ahí —enunció Baaya.
La casa de los Smith era grande, de una sola planta; tenía un precioso color amarillo y tejas color carmesí, el pórtico tenía toques rústicos que no hacían más que hacerla ver como un lugar acogedor. Brian y Annie estaban en la puerta principal, James aparcó en la acera y abrió la puerta a Baaya y a su hija.
—¡Bienvenidos! —exclamó Brian sonriente.
—Creí que no llegaríamos.
—Pero lo hicieron y ahora están en su casa. Mucho gusto, soy Brian Smith y ella es mi esposa Annie.
—Ellas son mi familia, Baaya y mi hija Miharu —ambas hicieron una ligera reverencia y en el rostro de Annie se dibujó una gran sonrisa.
—¡Tú eres Miharu! Aww, eres más adorable de lo que imaginé —dijo apretando las mejillas de la niña—. Y usted es Baaya, James nos ha dicho lo encantadora que es y lo mucho que le gustan las artesanías. Venga, tengo que mostrarle unas que seguramente le encantarán —tomó con cuidado el brazo de la mujer y entraron a la casa.
—Qué simpática es —murmuró Miharu sonándose las mejillas.
—Entra, linda, April y Phoebe están en el jardín junto con los demás —asintió y entró a la casa—. ¿Una cerveza, James?
—Claro.
Se dirigieron al jardín trasero, había una gran piscina que tenía flotadores coloridos y unos en forma de flamingo y unicornio. Miharu ya se encontraba jugando con unos niños y en la terraza techada estaban el resto de los padres, todos saludaron sonrientes al castaño. Brian le entregó la cerveza y tomaron asiento. Scott apagó su cigarrillo al ver que Suzie sacaba una baraja de su bolso.
—¿Sabes jugar, James? —preguntó la morena.
—Hace mucho que no juego, así que sean amables conmigo —respondió con una sonrisita.
Repartió las cartas y comenzaron la primera partida de póker. Luego de otros siete juegos, decidieron tomarse un descanso para comenzar a preparar la comida, Scott y Brian se encargaron de eso. Sarah se acercó al castaño y recargándose en su mentón le habló.
—Tal parece que nos ocultaste ese talento tuyo, James.
—Eres realmente bueno, ¿dónde aprendiste a jugar así? —preguntó Suzie guardando la baraja.
—Mi padre me enseñó a jugar.
—Y, ¿te enseñó algo más? —dijo Sarah acercándose un poco más al castaño.
—Sí, a preparar un asador para cocinar —respondió viendo cómo Brian y Scott tenían problemas para encender el fuego—. Discúlpenme un momento.
Se levantó de la mesa no dándose cuenta de que la rubia lo seguía con la mirada, Suzie reprochaba en silencio su actitud.
—Cariño —la rubia volteó, Annie estaba recargada en la puerta que daba al jardín—, si vas a comértelo con la mirada intenta ser más discreta. O al menos cuando no haya niños cerca.
—¿Vamos a tener esta conversación otra vez? —dijo cruzándose de brazos.
—Viendo cómo se le cae la baba creo que tiene planes de comérselo de otra manera —Suzie se levantó de la mesa entrando a la casa.
—Sarah, ¿en serio tienes necesidad de hacer esto?
—Agradecería que no me trates como una niña, Annie.
—Deberías cuidar de tu niña en lugar de parecer una —caminó lejos de la terraza para acercarse a donde estaban los niños uniéndose a su improvisado partido de soccer.
En el asador ya estaban cocinándose los primeros filetes, chuletas y verduras. Scott ayudaba a marinar mientras que James preparaba una ensalada con ayuda de Suzie, quien había traído un par de latas de soda. Brian levantó la mirada del asador para ver cómo su esposa jugaba animadamente con los niños, una sonrisa se le dibujó y sus ojos brillaron ante la escena.
—¿No es hermosa? —suspiró.
—Ya se va a poner cursi —bromeó Suzie.
—No lo juzgues, deberías ver cómo te pones cuando estás con tu esposo —dijo Scott echando un filete al fuego—. Aunque debo admitir que una persona que es buena con los niños es alguien que vale la pena, ¿no lo crees, James?
"Me agrada el Señor Orsen, papi, es una buena persona..."
Suspiró con pesar, dos tipos de recuerdos le vinieron a la mente. Cada uno de personas completamente diferentes. Uno de ellos hizo que sus ojos verdes se cristalizaran y sintiera un vacío dentro de sí.
Miharu se veía feliz, reía y eso era lo que alegraba la vida de James Auclair.
Aunque no lo pareciera físicamente, Miharu era igual a ella en algunas cosas.
Yukari.
• ❀ ❀ ❀ •
✨ ¡Hola! ¿Cómo están? ✨
Se supone el capítulo iba a estar hace como dos días pero por algunas cosas que pasaron estuvo listo hasta el día de hoy, siendo las dos y media de la mañana en México jiji.
Ya está tomando un poco más de forma la historia y creo que ya pueden ir dándose una idea de qué rumbo va a tomar la trama, déjenme leer sus teorías en los comentarios.
¡También quiero decirles algo! La encuesta que estuvieron contestando los últimos días ya está arrojando resultados y a la mayoría le pareció mejor hacer el grupo en Facebook así que pueden encontrar el link para unirse en mi perfil, el nombre que tiene es provisional (y básicamente todo, sigue en construcción jiji). Estaré compartiendo las primeras cosas en esta semana, así que nos estaremos leyendo por allá.
💛
No olviden dejar una estrellita si les gustó el capítulo.
Pórtense bien.
✌︎('ω'✌︎ )
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