Diez
Su cabellera castaña aún estaba húmeda, gotas que conservaban la tibieza del agua caían sobre sus hombros y pecho. Con una toalla cubriéndole la mitad inferior del cuerpo abrió las puertas del armario que tanto tiempo le llevó ordenar. El sol se colaba de a poquito en su habitación resaltando su cama que aún tenía las sábanas desordenadas. Llevó una mano a su mentón y observó con detenimiento las prendas que colgaban, en su mayoría de colores neutro.
—Esta —tomó una camisa casual de color blanco. Un par de pantalones grafito que tenían un discreto patrón a cuadros, unos zapatos del mismo tono que el café de la mañana y un cinturón a juego.
Terminó de secar su cabellera hasta que se distrajo con unas risitas que venían del pasillo.
—Shh, shh, hay personas durmiendo todavía. No hagamos ruido —reconoció aquella voz a pesar de que era un simple murmuro.
Se acercó a la puerta y entreabriéndola un poco distinguió dos figuras en el pasillo, se dirigían a la habitación del dueño de que aquel departamento.
—No prometo nada —el joven rodeó el cuello del moreno atrayéndolo en un beso que fue subiendo de intensidad rápidamente.
Blake acariciaba su cintura y glúteos, besaba su cuello haciendo sonrojar al joven.
—Blake —musitó en un gemido.
—Shh —siseó, callándole con un beso.
Recargó al joven en la puerta y con dificultad alcanzó el picaporte. El joven tenía cabello oscuro y ondulado, recordó haberlo visto en la construcción. Su mirada esmeralda se encontró con el azul profundo de los ojos del mayor quien movía sus labios, como si le hablara, pero no escuchaba su voz.
—James... —escuchó al oído— James... —más cerca— James...
Un toque en su espalda lo sobresaltó.
—James —despertó.
La habitación seguía con las cortinas cerradas impidiendo el paso de la luz matutina. Su pecho subía y bajaba con lentitud, y ahí estaba Blake de pie junto a su cama con la ceja enarcada.
—¿No llevarás a Miharu a la escuela?
—Las clases comienzan a las 9:00.
—Son las 8:30, James —sus ojos se abrieron, saltó de la cama y con rapidez corrió hasta el armario sacando el conjunto que había visto en su sueño.
—¿No quieres que la lleve? —preguntó abriendo un poco las cortinas.
—No, no. Alcanzamos a llegar, la escuela no está muy lejos —respondió mientras terminaba de sacar la ropa.
—Si tú lo dices —se encogió de hombros y salió de la habitación dándole privacidad al castaño.
James se deshizo rápidamente de sus pijamas y comenzó a arreglarse. Peinó su cabellera, se colocó el reloj de muñeca, y terminó de abrocharse la camisa. Dándose un último vistazo en el espejo arregló unos detalles mínimos, tomó su celular y billetera; salió al comedor para encontrarse con Miharu terminando su desayuno y Baaya recogiendo los platos sucios para dejárselos a Blake que se encargaba de lavarlos.
—Buenos días —dijo Baaya al verlo llegar.
—Buenos días, perdónenme, me quedé dormido.
—No te preocupes, papi —dijo Miharu tras limpiarse con la servilleta de tela—, el Señor Orsen te preparó algo para que comas en lo que me cepillo los dientes.
—No tardes mucho, no queremos llegar tarde en tu primer día —Miharu asintió con una sonrisa y tras agradecer por los alimentos se dirigió al baño para lavarse los dientes.
El castaño se acercó a la mesa para encontrarse con un plato que tenía porciones más pequeñas del desayuno de ese día, levantó la vista para encontrarse con la espalda del moreno. Se sintió apenado pues se había visto en la necesidad de ir a despertarlo para que cumpliera con uno de sus deberes como padre. Tomó el plato y con un cubierto comenzó a comerse la deliciosa comida en pocos bocados, mostrando la experiencia que le dejó devorarse tazones enteros de ramen y comidas instantáneas durante los largos días de trabajo en Tokio.
—¡Estoy lista! —dijo Miharu dando brinquitos con su mochila ya puesta.
—Gracias por la comida —dejó el plato en la mesa y se limpió los restos con una servilleta. Se acercó al pequeño mueble de la entrada y tomó las llaves del auto—. ¡Nos vamos!
—いってらっしゃい!(¡Qué les vaya bien!) —dijo Baaya antes de que se escuchara el sonido de la puerta.
La música ambiental seguía escuchándose junto con el sonido de la porcelana siendo guardada en la alacena y el chorro de agua. Baaya vió de reojo cómo Blake terminaba de lavar los últimos platos y con un pesado suspiro habló:
—Miharu hubiera estado encantada de que la llevaras a la escuela —el moreno sonrió por lo bajo y con voz apagada respondió.
—No creo que a él le hubiera gustado.
Palmeó su espalda y fue a sentarse en el sofá. Yuki estaba sentado a los pies del azabache, de vez en cuando acariciaba su pierna con aquella cola suave y peludita. Secó sus manos y tomó con cuidado al animal, que ya estaba ronroneándole, y acompañó a Baaya en la sala dejando que el minino se pusiera cómodo en su regazo. La mujer tejía con gancho y aguja, a su lado estaba una cesta con varios montones de estambre colorido, el azabache sonrió ante la escena.
—¿Quieres intentarlo? —preguntó la mujer con dulzura, asintió tomando el gancho y el estambre que le extendía— Ten cuidado de no pincharte el dedo.
—Lo tendré —la mujer le dió instrucciones básicas para comenzar el tejido quedando sorprendida al ver cómo el azabache había entendido en poco tiempo.
Pasaron los minutos, y podría decirse que hasta de manera inconsciente, Blake ya tenía tejida la mitad de una colorida bufanda. Baaya sonrió.
—¿Habías tejido antes?
—Mi abuela me enseñó un poco cuando era niño, ella solía tejer guantes, sombreros y bufandas para mi hermana y para mí —respondió sin dejar de ver el estambre amarillo.
—Eso es adorable —dijo la mujer con una sonrisa.
—Allison y yo solíamos competir para ver quién tejía más rápido, eso no terminaba bien porque alguno siempre se pinchaba el dedo —soltó una risita, sus manos seguían ocupadas en el tejido—, mi abuela nos decía que fuéramos cuidadosos. La verdad era que tejíamos horrible pero a ella no le importaba, siempre usaba lo que le hacíamos.
—Pero claro, el cariño y amor de los abuelos es como el de una madre... tal vez incluso un poco más profundo.
—Sí... —terminó con aquella bufanda, con cuidado dió los últimos toques y vió cómo el brillante amarillo contrastaba con los colores del apartamento; sus ojos se cristalizaron a la par de que se le formaba una débil sonrisa— ella nos amaba mucho, y nosotros a ella...
❀ ❀ ❀
En la entrada de la escuela habían muchos niños que eran acompañados por sus madres a excepción de unos cuantos. Miharu tomaba la mano de su padre mientras con la otra apretujaba la correa de su mochila, sus piernitas le temblaban y sentía una gran emoción creciéndole en el pecho. Cruzaron la calle llegando a la entrada principal, esa que tenía la puerta de un bonito color azul; arregló el lazo de su cabello y los botones de su abrigo.
—¿Lista? —preguntó poniéndose de cuclillas.
—¡Sí! —respondió con una gran sonrisa— será divertido.
—Claro que sí, princesa —abrazó a su hija conteniéndose las lágrimas—. Quiero que te cuides mucho, cualquier cosa que suceda avisa a un profesor y yo vendré volando por ti, ¿sí?
—Sí, papi, no te preocupes todo saldrá bien. Leticia me acompañará a mi salón —dijo aún con la sonrisa en su rostro de mejillas rosadas.
—Vendré por ti a las tres de la tarde —la niña asintió, besó la mejilla de su padre e ingresó a la escuela.
—Vaya, cualquiera diría que eres el padre del año eh —se viró al escuchar esa voz femenina que reconoció al instante, Sarah vestía una blusa color rosa pastel y pantalones beige que le llegaban al tobillo. James sonrió y la saludó con un beso en la mejilla.
—¿Trajiste a tu hija? —asintió.
—Elizabeth está en el mismo salón de Miharu, así que es probable que se hagan amigas muy pronto.
—¿Cómo supiste eso? —la rubia soltó una risita.
—James, cuando eres miembro del comité de padres de familia puedes enterarte de tantas cosas. Por cierto, ¿te inscribiste?
—No creí que fuera necesario, en la otra escuela de Miharu rara vez participaba en eventos que requerían de la asistencia de los padres.
—Bueno, te aseguro que este comité es increíble y así estarás más en contacto con el ambiente escolar; y por lo que hablamos en los últimos días, te gustaría estar más cerca de Miharu, ¿no es así?
—¿Estás usando una especie de psicología rara, Sarah? —respondió con humor.
—Llámalo como quieras —dijo entre risas —, pero primero quiero presentarte a algunos padres que también son miembros, vamos —tomó la mano del castaño dirigiéndolo a un grupo de adultos que conversaban, había un hombre con rasgos finos; una mujer de baja estatura con cabello más rubio que el de Sarah y piel pálida que estaba junto a un hombre más alto que ella, tenía poco cabello castaño y vestía una camisa a cuadros roja; también estaba una mujer con cabello rizado y un bonito vestido lila.
Cuando se dieron cuenta de la llegada de Sarah y el castaño detuvieron lo que hacían para saludarles.
—James, permíteme presentarte a Scott, Annie, Brian y Suzie —los mencionados regalaron una gran sonrisa al castaño.
—Mucho gusto, soy James Auclair, recién llegué a la ciudad —dijo con la misma expresión.
—Entonces es tu primer día por aquí, bienvenido a la jungla —dijo Suzie.
—Encontrar un lugar para estacionar el auto durante días de escuela es más difícil de lo que creí.
—Es por eso que llegamos temprano para dejar a los niños, así evitas el tráfico y el temperamento de ciertos padres al volante —dijo Brian con humor.
—Supongo que sí, normalmente nunca llegamos tarde pero hoy me quedé dormido —rascó su nuca avergonzado—. Uh, ¿es indiscreción si les pregunto qué año cursan sus hijos?
—Ay para nada, cielo —respondió Annie—. Nuestras hijas van en el tercer año, al igual que el hijo de Suzie y los niños de Scott.
—Todos están en el mismo salón que Miharu y Elizabeth, así que podríamos reunirnos algún día para que los niños se diviertan y nosotros también, tal vez una barbacoa —dijo Sarah emocionada.
—¡Es una buena idea! —exclamó Scott— Así convives con personas locales y Brian estrena esa piscina nueva —dijo empujando ligeramente al más alto.
—¿Qué dices, James? ¿Te animas? —preguntó Brian.
—¡Claro! Suena genial —dijo sonriente.
—Perfecto, entonces fiesta el sábado en casa de los Smith —Suzie sacó su celular agendando rápidamente la próxima reunión—. Les encantará, James, te lo prometo.
—Estoy esperándolo con ansias —su celular sonó, se excusó por un segundo y lo sacó del bolsillo de su pantalón—. Disculpen, debo tomar esta llamada.
Se alejó un poco de los adultos; Annie rápidamente le lanzó una mirada de reproche a Sarah.
—¿Tú no aprendes, verdad?
—¿Qué? Tal vez esta vez las cosas salgan a mi favor —respondió con frialdad.
—Mientras no afectes a Elizabeth con tus jugarretas, Hayes, ella no tiene porqué soportarlo.
—Annie —dijo poniendo los ojos en blanco—, ella estará bien. Te preocupas demasiado, díselo Suzie.
—Lo haría, pero de verdad deberías buscar una mejor manera de solucionar tus problemas —dijo severa.
—Buuu, qué aburridos son —se cruzó de brazos sacándole la lengua a los otros.
—¿Y al menos sabes si este... tú sabes, es heterosexual? No vaya a salirte igual que aquel banquero —dijo Scott entre risas recibiendo una mirada fría por parte de la rubia.
—Oh, créeme, lo es —sonrió—. Hemos estado charlando durante los últimos días y estoy más que segura de que lo es.
—Si tú lo dices —el azabache sacó un cigarrillo del bolsillo de su camisa encendiéndolo al instante.
—¿Y sabes si está casado? —dijo Brian cortante.
—¿Eso qué importa, Brian? —respondió sin verlo a los ojos pues estaba ocupada devorándose con la mirada al castaño, perdiéndose en la manera en que esos pantalones se ajustaban perfectamente a sus glúteos mordiéndose el labio inferior.
❀ ❀ ❀
Suzie tenía risa estrepitosa. Se parecía a Cady en eso, pensaba el castaño mientras reía con el chiste que apenas y podía contar la morena sin interrumpirse a si misma por reírse. Habían optado por reunirse a desayunar en uno de los restaurantes cercanos al centro de la ciudad, tenía dos pisos y una terraza en la azotea que estaba cubierta por una estructura de acero color negro y tejas carmín. Los muebles tenían aspecto rústico y las guirnaldas que colgaban seguro se veían hermosas durante el atardecer.
—Entonces se dió cuenta de que traía pants con zapatos y y- —una vez más se echó a reír.
Llevaban cerca de dos horas y media en aquel lugar, desde entonces habían improvisado una pequeña rutina de stand up aprovechando que sólo estaban ellos en aquella zona del restaurante.
—Okay, Suzie, basta —dijo Scott apagando su cigarrillo y aún riéndose—. Creo que captamos el chiste.
La morena se limpió las lágrimas y acariciaba su estómago, Annie le sirvió un vaso con agua para que recuperara energías, se dirigió hacia el castaño y con sonrisa amigable le habló.
—Y dinos, James, ¿de qué parte del país vienen?
—Oh —se limpió con la servilleta unas migajas de la galleta que comía—, nosotros venimos de Japón.
—¡Vaya! —exclamó Brian— ¿De qué parte de Japón?
—Tokio.
—Pero, no pareces tener rasgos japoneses —dijo Scott.
—No, es... es una larga historia —dijo sintiéndose un poco cabizbajo.
—¿Y qué los trajo hasta Boston? ¿Qué los hizo viajar casi 10,800 kilómetros? —preguntó Annie.
—Bueno, por mi trabajo siempre estamos viajando y eso ha provocado que Miharu esté en varias escuelas; pero esta es la primera vez que viajamos fuera del país —Sarah silbó.
—Debes conocer muchas partes de Japón entonces.
—Casi todo el país —respondió dando un sorbo al pequeño vaso de jugo que tenía enfrente.
—¿Y tú de dónde eres, James? —preguntó Suzie dando un bocado al omelet de su plato.
—Nací en Londres, mi padre es francés y mi madre británica así que también tenemos familia allá.
—Debe ser difícil estar tan lejos de ellos —dijo Sarah—. Supongo los visitan con frecuencia.
—A veces pasamos navidad con ellos, Miharu los adora —respondió sonriente.
—Miharu debe ser una niña encantadora, muero por conocerla —dijo Annie sonriente—, estoy segura de que se llevará de maravilla con April y Phoebe.
—No lo dudo —sonrió—, Miharu siempre ha sido muy sociable. Le encanta hacer amigos.
El resto de la mañana se les fue en aquel lugar tan acogedor a pesar de que podía sentirse el viento que precede a la lluvia. Habían conocido a James hacía un par de horas y ya lo trataban como si fuese un amigo de toda la vida porque normalmente Suzie no se reía a carcajadas hasta que sabía que la persona era confiable y agradable; y porque regularmente Scott tendría un cigarillo encendido acompañado de una expresión fría y sería.
A James le agradaban aquellas personas y se lo hizo saber a Sarah, pues después del desayuno ella se ofreció a llevarle a conocer algunos lugares interesantes de la ciudad encontrándose ahora en el museo de arte, que no tenía mucho tiempo de haber abierto sus puertas al público aquel día por lo que aún no llegaban muchos visitantes.
—Me alegra que te hayan agradado, James —dijo la mujer con una sonrisa—. Ellos están en el comité conmigo y, no es por nada, pero desde que somos parte de él todos los eventos escolares han sido un tremendo éxito.
—Eh, entonces no hay duda de que hacen un buen trabajo —respondió viéndola de reojo para después dirigir su atención a la pintura frente a él.
—¿Ves por qué deberías unirte al comité? Tus habilidades como arquitecto pueden ser de gran utilidad en algunas actividades y eventos —se acercó tomándole del brazo y con una expresión de clara emoción haciendo sonreír al castaño pues se veía un tanto adorable—. ¿Prometes que lo pensarás?
Sus ojos marrones brillaban y sus mejillas estaban coloradas, James asintió haciéndola soltar un chillido de emoción.
—Gracias, gracias —repetía con felicidad—. Ahora ven, vayamos por ese café que te prometí.
—Son casi las tres, ¿no sería mejor dejarlo para otro día? —dijo mirando su reloj.
—Oh, por supuesto. No queremos dejar a las niñas esperando, ¿verdad? —soltó su brazo aún con la sonrisa en el rostro.
Ambos caminaron hacia la salida del museo; James le abrió la puerta del copiloto a Sarah pues el auto de ella se encontraba en el taller de la agencia por mantenimiento y se movía por la ciudad en taxi. Durante el camino escuchaban la música de The Strokes, que casualmente era también de las bandas favoritas de la rubia, y sostenían conversaciones para conocerse mejor aunque era Sarah quien hacía la mayoría de las preguntas. James era demasiado amable como para decirle que se sentía un poco intimidado por aquello.
Luego de unos minutos llegaron a la escuela.
—Muchas gracias por traerme, James, no sabes lo horrible que es viajar en taxi en esta ciudad —decía mientras cruzaban la calle.
En ese momento el recuerdo fugaz de Blake hablándole sobre el transporte de la ciudad apareció a su mente, yéndose casi tan rápido como llegó.
—Me imagino que debe ser difícil, pero si sólo es una de esas sesiones de mantenimiento que pide la agencia entonces no debería pasar de hoy que esté el auto con ellos —dijo mirando su reloj.
—Ojalá tengas razón, no puedo traer a mi hija de taxi en taxi, no es seguro —negó.
Se escuchó el sonido de la campana de salida, las puertas azules se abrieron y de ella salieron los niños; Miharu identificó rápidamente a su padre y corrió hasta él.
—¡Papi! —exclamó con alegría mientras James la tomaba en brazos.
—¿Cómo te fue, princesa?
—Muy bien, la escuela es grandiosa y conocí a varias personas —dijo sonriente.
—Me alegra saber eso, nena —besó su mejilla—. Miharu, ella es Sarah Hayes.
—¿Hayes? —musitó con la sonrisa desvanecida.
—Hola, preciosa —dijo la rubia con una sonrisa que incomodó a la niña.
—Hola... —respondió débilmente.
—Su hija va en el mismo salón que tú, se llama Elizabeth.
—Uh, creo que ya nos conocimos —dijo con una sonrisa un tanto forzada.
—Hola, madre—se escuchó una voz con cierto toque de elegancia. James vió a una niña con el cabello de un rubio más oscuro y piel pálida.
—Elizabeth, ellos son James y Miharu —la niña vió al castaño que aún traía en brazos a su hija.
—Es un placer conocerlo, Señor —respondió con una sonrisa—. Miharu y yo nos conocimos hoy, ¿verdad?
La pequeña asintió desviando levemente la mirada.
—Bueno, creo que es hora de irnos a casa —dijo Sarah tomando la mano de su hija—. Ha sido un día espléndido, James. Nos veremos después.
—Lo mismo digo —dijo el castaño sonriendo y bajando a Miharu—. Hasta luego, Elizabeth.
—Hasta luego —respondió con una pequeña sonrisa—. Adiós, Miharu.
La niña no respondió y haló delicadamente la mano de su padre; cruzaron la calle y subieron al auto. En el camino de regreso al edificio Miharu contaba a su padre todo lo que había hecho el primer día, hablándole de los niños que conoció cuyos nombres coincidían con los de las personas que Sarah que le había presentado. James no podía esperar para decirle a su hija de la reunión del sábado, ya después le escribiría a Brian para pedirle la dirección de su casa y si podía ayudarle a preparar algo.
Cuando llegaron, Baaya los recibió con una deliciosa comida qué hizo que los ojitos verdes de Miharu brillaran como pequeñas esmeraldas.
—¿Dónde está el Señor Orsen? —preguntó mientras se sentaba en la silla.
—Tuvo que salir a visitar a un cliente, reunión de última hora, dijo que no demoraría —respondió Baaya sirviendo el té.
—La comida se ve deliciosa, Baaya, te quedó muy bien —dijo James admirando el colorido plato frente a él.
—ありがとう (Gracias), Blake me ayudó a cocinar —tomó asiento y agradecieron por los alimentos.
Al dar el primer bocado James se dió cuenta de que aquella comida no solamente se veía deliciosa, sino que sabía mejor de lo que esperaba. Mientras seguía comiendo una pregunta le llegó a la cabeza, "¿Desde cuándo Blake cocinaba tan bien?"
• ❀ ❀ ❀ •
¡Hola!
Una súper disculpa si el capítulo está muy plano o sin chiste, de verdad que siento pudo haber sido mejor porque ustedes se merecen lo mejor, pero heeeey, ya estamos conociendo a más personajes y sabemos un poquito más de Sarah... ¿o no?
Anyway, espero que el próximo capítulo tenga mas cositas interesantes y síii, dado qué hay veces en las que siento que va muuy lenta la historia puede que hayan "saltos temporales" como el de este capítulo.
Por cierto, ¿cómo están? ¿Han leído algo interesante últimamente? Me encanta leer sus comentarios, algunos simplemente me matan jsjs.
No olviden dejar un estrellita si les gustó el capítulo y nos leeremos en la siguiente actualización.
Pórtense bien.
✌︎('ω'✌︎ )
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