Dieciséis
La alarma de la camioneta resonó como un eco por todo el estacionamiento; muros de concreto con la parte inferior pintada de un color amarillo brillante al igual que los cajones en los que los vecinos aparcaban sus vehículos siendo el más peculiar de todos una camioneta Ford F-150 de 1970 de un llamativo color rojo, era de John, que recientemente la utilizaba para transportar cajas de su apartamento pues, junto con su esposa, se mudarían a una casa en las afueras de la ciudad para poder vivir en paz su retiro. Miharu dormía en los hombros de su padre, cubierta por su abrigo para cuidarla del frío, Baaya se cubría con una bufanda escarlata y sólo deseaba con llegar a dormir. Todo el trayecto hasta el apartamento fue en silencio. James dejó a Miharu en su habitación, la cubrió con los cálidos edredones y salió sin hacer ruido. Baaya se despidió de ambos hombres para luego cerrar la puerta de un profundo color negro. El castaño se dejó caer en uno de los sofás que daban hacia el ventanal, deleitándose con la hermosa vista del cielo nocturno, las estrellas eran diminutas en comparación a la redondez de la luna que alumbraba las pocas nubes que había en el cielo. Leyó nuevamente ese mensaje. Sus manos comenzaron a temblar y una sensación de ansiedad crecía poco a poco dentro de él. Blake se acercó con cuidado de no asustarlo y le extendió una taza de té caliente; confundido, la tomó.
—Has estado así desde la fiesta —dijo tranquilo—, ¿qué sucede?
Dio un sorbo a la bebida, era de manzanilla, dejó la taza sobre la pequeña mesa de cristal y miró por unos segundos al azabache debatiéndose sobre si debía decirle o no; conoció a Blake dos años antes del ataque, después de diez años volvieron a encontrarse y luego no quiso saber nada más de él durante trece años. Algo había en común en todos esos encuentros, y es que Blake había conocido varias facetas de James. Suspiró con pesar y le mostró el mensaje de Brendan. El azabache estuvo viendo la pantalla por algunos segundos antes de virarse nuevamente hacia el menor.
—¿Irás? —James tomó el dispositivo dejándolo de lado, juntó sus manos y miraba atentamente al paisaje nocturno.
—¿No vas a preguntar qué fue lo que pasó? —dijo en voz baja. Blake se quitó el saco y adoptó una posición más cómoda en el sofá.
—Louie me lo dijo —James le miró—. Hace trece años, cuando tuve mi primer empleo en Londres, Louie y yo fuimos a desayunar; ahí me dijo que sabía de mis sentimientos por ti —las pálidas mejillas de James dejaron ver un minúsculo sonrojo que se desvaneció rápidamente al ver los ojos cristalizados del mayor—. Le pregunté por qué habías dejado de competir tan repentinamente y fue cuando me contó. No quise tocar el tema contigo desde entonces porque sabía que era algo delicado y no quería lastimarte... —dijo con tristeza— aunque ya sabemos en qué terminó.
Ambos se quedaron en silencio. El té estaba tibio; el sonido del reloj era lo único que se escuchaba en la oscuridad del apartamento. Sus ojos verdes dieron un último vistazo a la luna antes de virarse hacia el azabache de junto; Blake se puso de pie, tomó su saco y con voz suave le dijo a James:
—Si no quieres ir no lo hagas, nadie va a obligarte —caminó en dirección a su habitación, James se puso de pie e hizo lo mismo.
Cerró la puerta tras de sí, se deshizo del atuendo formal y se colocó el pijama; se quedó viendo hacia el celular por un rato hasta que decidió hacer lo que creyó correcto. Sólo sentía el pasar de las horas, su cabeza llenándose de recuerdos y pensamientos, cuestionamientos a veces importantes y otros que eran mera trivialidad. Alrededor de las cuatro de la mañana escuchó el ronroneo de Yuki sobre su cama; acarició su cabecita mientras el animal se acurrucaba cerca de él, James lo veía dormir tranquilamente, recordando el día que encontró a su madre en una caja de cartón en pleno invierno.
Sólo se escuchaba un débil maullido. Sus manos estaban casi congeladas y los tres abrigos parecían no ser suficientes para el frío que le calaba hasta los huesos; el vaho que desprendía era visible y su nariz estaba colorada; el viento helado chocaba con su rostro revolviendo los pequeños cabellos que sobresalían de su gorro naranja. En la esquina de unas escaleras que daban a la parte superior de una torre de apartamentos estaba una caja con estampado de manzanas, húmeda en su parte inferior y con agujeros a los costados. El maullido se hizo más fuerte a medida que se acercaba.
—¡James! —llamaba su madre a la distancia.
Sus dedos congelados abrieron las tapas de cartón. Un pequeño gatito estaba arrinconado, su cuerpo temblaba y estaba cubierto con una vieja playera negra deshilachada. Tenía los ojos cerrados y maullaba con lo que James creyó era su último aliento. El niño tomó con cuidado al animal y lo metió en su gorro naranja, que después guardó al interior de los tres abrigos que lo cubrían del frío.
—¡Mamá, estoy aquí! —gritó. La mujer llegó y abrazó con cuidado a su hijo, notando el pequeño bulto entre sus abrigos; James le mostró al gatito.
—Vámonos, cielo, tu padre está esperándonos —tomó la mano de su hijo y caminaron hasta el auto, donde se protegieron de la tormenta de nieve que se aproximaba. Al llegar a casa, James improvisó una cama para el felino con viejos suéteres de su armario, dejándolo cerca de la chimenea para que se calentara. Su padre, Nathaniel, se acercó al niño que veía preocupado al pequeño animal.
—¿Estará bien? —dijo con un hilo de voz. El hombre sonrió y lo abrazó.
—Mientras lo cuides y le des amor, James, verás que estará corriendo y jugando en poco tiempo —su madre, Isabella, se acercó a ambos.
—¿Y yo? ¿Estaré bien?
—Si nos dejas ayudarte, igual que tú con este gatito, lo estarás, mi amor.
—Debería ponerle un nombre, ¿no? —dijo acariciando la oreja del gato, era tan pequeño. Abrió sus ojos por primera vez en el día, eran de un bonito color azul que resaltaba de su pelaje blanco como la nieve.
Fue desde la llegada del pequeño animal que James comenzó a ir con regularidad a sus sesiones con la psicóloga porque sabía que, al regresar, se encontraría con esa adorable criatura de pelaje blanco como la nieve que tanto quería y que le hacía sentir feliz. «Yuki». Sus ojos soltaron pequeñas lágrimas al saber que ya no estaba, pero sabía que una parte yacía en el pequeño gato que se encontraba durmiendo a su lado.
A la mañana siguiente ya no sintió la presencia del gato; deshizo cualquier rastro de sueño al darse una ducha con agua caliente pues la mañana era fresca y no quería pescar un resfriado; fue mientras planeaba qué ponerse para el día cuando volvió a plantearse si la decisión de la noche anterior era la correcta. En el espejo aún podía apreciar las cicatrices de color más pálido al de su piel. Recordó que aquella noche lo primero que hicieron fue golpearlo y recibió múltiples heridas con navajas, las más profundas eran las que perduraron hasta hoy en día. Suspiró. Tenía que hacerlo si no quería vivir con el tormentoso recuerdo cada que mirara su torso desnudo. Cogió una camisa blanca, jeans oscuros y zapatos marrones que combinaban con su reloj de muñeca. Se llevó una sorpresa al toparse con una escena poco usual en la cocina; normalmente Baaya se encargaba del desayuno, de vez en cuando dejaba que Blake la ayudara, pero esta vez sólo estaba el azabache vistiendo una playera gris y jeans, tenía el cabello desordenado y pequeñas gotas escurrían de los mechones más largos. Se viró hacia el menor regalándole una sonrisa de buenos días.
—¿Qué tal dormiste? —dijo entregándole una taza de café con canela, su delicioso y dulce sabor provocó una sensación agradable en James.
—Mejor de lo que esperaba. ¿Sabes dónde está Yuki? —el rostro de Blake se tornó en una expresión de preocupación, dejó el café de lado y se recargó en la barra de la cocina.
—Creo que tiene algo —dijo con tristeza—. Lo escuché vomitar en la mañana. Lo vi muy mal. Cuando me acerqué a limpiar el vómito noté que tosía mucho.
James, notablemente preocupado, fue hacia donde estaba la caja de arena de Yuki esperando no encontrarse con algo que tornara la situación en algo más grave, afortunadamente no fue así. Debían llevarlo a un veterinario para poder tratar lo que tuviera.
—¿Conoces algún veterinario cerca? —el mayor asintió mientras James sacaba la transportadora de Yuki— Será mejor darnos prisa, no quisiera que Miharu lo viera así.
Metieron al gato en la transportadora y salieron rumbo al veterinario. En el trayecto James notaba a Yuki más débil, su pelaje no estaba tan brillante como de costumbre y sintió que su corazón se hacía pequeño. No quería perderlo, era lo único que le quedaba de aquel pequeño gato que rescató en invierno y que perdió por una enfermedad. Sus ojos verdes se cristalizaron ante el recuerdo. Afortunadamente no había mucho tráfico esa mañana y el lugar que Blake conocía no quedaba tan lejos del Radian.
—¿Ya has visitado este lugar antes? —preguntó James nervioso.
—No tiene mucho de haber llegado a la ciudad, he leído que tienen sucursales en varios estados del país. Vanessa es la que los ha visitado y dice que son muy buenos —de soslayo pudo ver la expresión de James, tomó con cuidado su mano, acariciándola—. Va a estar bien, te lo prometo.
Sus mejillas se sonrosaron, los ojos azules de Yuki se dejaron ver junto con un maullido, como si le dijera que estaría bien; una débil sonrisa se dibujó en sus labios y el ritmo de su corazón comenzaba a regularse. Estacionaron frente a una edificación con techos inclinados, fachada de ladrillos y muros color crema, marcos y puertas de madera, bellas jardineras y una placa que decía «ACE Animal Hospital» en letras doradas. Bajaron del vehículo y entraron, el interior se sentía igual de cálido y hogareño que el exterior.
—¿Ya habrán abierto? —cuestionó el menor dejando la transportadora junto a él.
—Bienvenidos —saludó sonriente un chico con mejillas pecosas y cabello castaño, terminaba de colocarse su bata que tenía delicadamente bordado su nombre, Archie Collins—. Díganme, ¿en qué puedo ayudarles?
—Es mi gato, ha estado vomitando y tosiendo toda la mañana —dijo James preocupado.
—Déjame verlo —pidió amablemente. Puso con cuidado al animal en el mostrador. El veterinario comenzó a verlo cuidando de no lastimarlo pues se veía débil—. ¿Está bien si le hago unos exámenes?
—¿No se va a lastimar?
—Tranquilo, estará bien, es sólo para poder saber con certeza qué es lo que tiene —le sonrió con tranquilidad, James asintió y el chico tomó al gato en brazos—. No tardaremos mucho, si gustan pueden esperar aquí.
—Gracias, doctor —dijo el castaño mientras lo veía alejarse con Yuki. Sintió un agarre en sus hombros, Blake lo condujo hacia la sala de espera. Sus manos temblaban y, por más que evitaba pensar en ello, temía lo peor. El azabache tomó sus manos con cuidado, transmitiéndole un poco de su calor—. No quiero perderlo, Blake.
—Todo va a estar bien, James, confía en el doctor. Yuki estará bien —dijo con voz suave y mirándolo a los ojos. James comenzaba a sentirse tranquilo al ver su color zafiro.
La puerta principal se abrió. Un chico de piel pálida y cabellera oscura vestía una chaqueta de cuero acompañado de un perro que parecía ser cruza de un pastor alemán con otras razas que, a pesar de su gran tamaño, se veía amigable. El chico tenía una charola con vasos de café y una bolsa de rosquillas en mano.
—Buenos días —saludó sonriente a quienes estaban sentados en el sofá color beige, recibiendo una amigable respuesta por parte de ambos. Se puso a la altura del perro y acarició su cabeza con la mano libre—. Te portaste muy bien en la tienda, Ve a jugar Levi, anda.
El can ladró y fue corriendo al jardín trasero del local. Dejó las bebidas y la bolsa de rosquillas en la mesa central, tomando asiento en el sofá contiguo al de James y Blake; su sonrisa se disipó al percibir la preocupación del castaño, con voz suave habló.
—¿Qué es lo que tiene su mascota?
—No ha estado bien en toda la mañana y estoy preocupado, nunca lo había visto así —respondió James con los ojos llorosos.
—Entiendo su preocupación, tampoco la paso bien cuando mi perro se enferma, pero de algo estoy seguro y es de que el doctor Collins hará hasta lo imposible por ayudarlo —dijo con un brillo en los ojos.
—¿Conoce al doctor Collins? —preguntó Blake. El chico asintió.
—Digamos que nos conocemos bastante bien —el azabache observó las manos del chico, daba vueltas a la argolla en su dedo anular. Comenzaba a darse una idea de la relación que sostenía con el doctor.
Los minutos pasaban de una manera lenta y tortuosa para James, que los sintió como horas, fue hasta que recibió una llamada de Baaya que pudo salir a distraerse un poco y a respirar algo de aire fresco. Los dos azabaches seguían en la sala de espera; el perro había regresado del jardín y se encontraba dormido cerca de los pies de su dueño, Blake notó que el animal se veía bastante simpático y el hecho de no saber con certeza qué raza era le añadía algo de encanto. El chico terminó con su café, veía constantemente la hora en su reloj de muñeca terminando por soltar un suspiro pesado junto a una expresión decaída en el rostro.
—El café debe estar frío —el chico se viró hacia Blake—. Lo trajo para el doctor Collins, ¿cierto?
—Tienes razón, es para él, pero probablemente debería ir a comprar otro. ¿Gusta que le traiga uno? —la puerta principal se abrió, James entró con una expresión decaída y cansada. No la estaba pasando bien.
—Iré con usted, nos vendría bien algo de café mientras esperamos —dijo Blake poniéndose de pie—. James, iremos por algo de tomar, ¿quieres que te traiga algo?
—Un capuchino de vainilla me vendría bien —dijo masajeándose el entrecejo y regresando a su asiento. El perro se acercó, recargando su cabeza en el regazo del castaño.
—Adelante, acarícialo —dijo con una sonrisa—. Levi puede sentir cuando alguien está triste.
—¿No habrá problema?
—Es muy cariñoso. Funciona con los niños —James, nervioso, acercó su mano a la cabeza del can, acariciándolo con delicadeza. Una pequeña sonrisa se dibujó en él. Y también en Blake, que veía enternecido aquella escena.
Caminaron hasta la cafetería más cercana; sus muebles eran de madera oscura y sofás de color rojo, con el nombre del local resaltando de la pared de ladrillos y del mostrador que exhibía distintos tipos de bizcochos. El chico pidió un chocolate caliente a nombre de Archie Collins, Blake pidió un café con crema y el capuchino de vainilla para James, cuando la mujer de cabello grisáceo preguntó qué nombre llevarían los vasos, inconscientemente, le pidió que escribiera «Jay» al de la bebida con vainilla a lo que la mujer asintió sonriente y dibujando un pequeño corazón al final pues era lo que hacía con todos los clientes, creía que era un lindo detalle. Mientras esperaban, el chico dejó de lado su celular para presentarse apropiadamente.
—Nathan Ross —dijo extendiendo su mano hacia el moreno.
—Blake Orsen —respondió devolviéndole el gesto.
—Lo sé, eres el presidente de una de las empresas más importantes del mundo y, por ende, alguien importante.
—Agradezco que me hayas tratado como una persona normal —Nathan enarcó la ceja—. Normalmente me tratan como si fuera una especie de celebridad, o algo parecido, y es...
—¿Molesto?
—Sí, por fortuna no muchas personas en Boston me conocen y puedo mantener un bajo perfil.
—Si por «bajo perfil» te refieres a que las tres chicas del fondo te han estado tomando fotos desde que llegaste o que los hombres de traje elegante de la mesa de junto no paran de revisar sus papeles y discutiendo sobre quién se acercará a hablarte para lo que parece ser una petición de inversión en un negocio que ha tenido más pérdidas que ganancias en los últimos años esperando a que Orinson los salve de la bancarrota, o de que el chico que sirve los cafés ya ha derramado dos por estarte mirando fijamente... creo que haces un buen trabajo —terminó con una sonrisita sarcástica dejando sorprendido a Blake.
—Vaya, no pierdes detalle de nada.
—Será mejor que tomemos las bebidas y salgamos de aquí antes de que alguien se acerque para que firmes un documento de dudosa procedencia.
—Sus bebidas, caballeros —dijo la mujer entregándoles una charola con los vasos—, que tengan un excelente día.
—Igualmente señora —respondió Blake con una sonrisa mientras Nathan se limitó a sonreírle por lo bajo saliendo con la charola en mano.
James seguía con Levi, aceptando que aquel chico tenía razón, su humor había mejorado y ya no estaba tan nervioso. Collins salió del área de examinación, acercándose al mostrador al igual que James mientras que Levi movía alegremente su cola al ver al castaño de mejillas pecosas. Archie dejó a Yuki en el mostrador, se veía mucho mejor en comparación a su llegada, haciendo que el corazón de James se llenara de alegría al ver que el pequeño minino de blanco pelaje ronroneaba.
—Se ve mucho mejor, ¿qué es lo que tiene? ¿Por qué se puso tan mal?
—Afortunadamente no es tan grave como pensaba —Yuki se acercó a la mano del doctor, acariciándose en ella—. El vómito se debe a una acumulación de bolas de pelo, es normal en ellos, pero dado al pelaje de su raza las bolas son un poco más grandes por lo que le recomendaría cepillarlo más seguido e incluir algo de malta en su alimentación. Revisé sus pulmones y había indicios de que unos cuerpos extraños estaban comenzando a habitarlo —dijo preocupando a James—, pero por fortuna lo trajeron a tiempo y fue fácil eliminarlos, aunque deberá darle un par de medicinas para que se recupere por completo.
—¿Estará bien? —Yuki regresó hacia James, recargando su cabecita en el dorso de su mano.
—Mientras lo cuides apropiadamente y le des amor verás que estará corriendo y jugando en poco tiempo —respondió con una sonrisa. James sintió algo de melancolía al escucharlo.
Ambos se viraron hacia la puerta principal. Los ojos de Archie brillaron al ver a Nathan, quien se acercó y le entregó el chocolate caliente. Blake hizo lo mismo con James, deteniéndose a acariciar a Yuki quien ya estaba ronroneado ante su tacto.
—¿Te gusta? —dijo Nathan con voz suave dirigiendo una mirada tierna hacia Archie, cuya actitud había cambiado a una mucho más adorable al estar junto al azabache.
—Mucho, no debiste hacerlo —sonrió con las mejillas sonrosadas.
—Es lo menos que puedo hacer, has trabajado mucho últimamente —Archie dejó la bebida de lado para depositar un beso en los labios de Nathan. No eran conscientes de que estaban haciendo sentir un poco incómodos a la pareja de junto; James podía notar el aura de amor que rodeaba a la pareja, incluso hasta creyó ver pequeños corazones. Blake, desviando la mirada, carraspeó un poco para llamar la atención de la pareja.
—Lo siento mucho —se excusó Archie sonrojado.
—Yo no —dijo Nathan con una sonrisa pícara recibiendo un ligero codazo del castaño.
—Iré por la medicina para Yuki y por algo de comida para que su estómago mejore, no tardo —se retiró con un sonrojo que le llegaba hasta las orejas.
—Entonces... ustedes dos... —dijo James con las mejillas rosadas.
—Llevamos dos años de casados.
—Oh, eso es... es lindo —dijo Blake rascando su barbilla.
—¿Hace cuánto que ustedes están juntos? —la pregunta tomó a ambos por sorpresa haciendo que desviaran las miradas el uno del otro y el color de sus mejillas creciera.
—Nosotros no...
—No estamos... juntos de... esa manera...
—¿En serio? Lo lamento mucho, es que, cuando llegué los vi tan juntos y Blake no dejaba de decir cosas lindas de ti que... —soltó una risita— lo siento, de verdad creí que estaban casados.
—Amor, suficiente tuvieron con la escenita que montamos —Archie dejó unos sobres de alimento y cajas de medicina en el mostrador entregándole la receta médica a James—. Debe tomar esto por tres días, después de eso deberás traerlo de nuevo para ver su estado.
—¿Tres días solamente? —asintió.
—Lo que tiene no es grave, pero esto es para asegurarnos de que estará bien y fuera de peligro.
—Se lo agradezco mucho, doctor Collins.
—Llámame Archie —dijo extendiendo su mano, gesto que devolvió el castaño.
—James Auclair —ambos sonrieron—. Lo veré en tres días entonces.
—Nathan, fue un placer conocerte. Estaremos en contacto —estrecharon sus manos.
—Nos vemos después, Blake —con Yuki en la transportadora se despidieron nuevamente de la pareja y salieron de la veterinaria.
Archie, con el ceño fruncido, tomó su chocolate y caminó hacia el jardín trasero con Levi siguiéndole, al igual que Nathan, quien estaba confundido por la actitud de su esposo. El castaño tomó asiento en la pequeña banca de madera mientras Levi perseguía a una mariposa que revoloteaba por entre las flores multicolor. El azabache se acercó al cuello de Archie, susurrando contra su piel provocándole escalofríos por la diferencia de temperaturas.
—¿Estás enojado, amor? —dijo sin recibir respuesta por lo que dejó un beso corto en su mejilla, uno tras otro hasta provocarle cosquillas a Archie— Me gusta cuando sonríes, te ves hermoso.
—Lo siento, se suponía que estas serían unas vacaciones lindas y sin trabajo —Nathan tomó asiento a su lado, levantando con delicadeza su mentón para ver aquellos preciosos ojos marrones que tanto le gustaban.
—No me molesta verte de bata —depositó un beso en la comisura de sus labios—, creo que te ves adorable.
—No debimos hacer eso frente a ellos, los hicimos sentir incómodos y eso no fue para nada profesional. No importa lo mucho que me guste besarte —dijo besando rápidamente los labios de su esposo.
—¿Negarás que también creíste que estaban casados? —Archie soltó una risita.
—Debiste verlos cuando llegaron, se veían tan tiernos. Realmente creí que estaban juntos de esa manera.
—Tal vez se gustan, pero aún no lo saben —dijo llevándose una mano a la barbilla y haciendo el gesto que normalmente hacía durante su trabajo. Archie sonrió y besó su mejilla para sacarlo del trance—. Si sigo pensando, ¿me darías otro?
—Idiota —dijo riendo, tomó su bebida y se puso de pie, perdiendo su vista entre las flores—. Sonará estúpido, pero me agradaron, tal vez podamos almorzar juntos algún día.
—¿Sabes cuánto tiempo tuve que esperar para que almorzáramos juntos?
—Te la pasabas en la heladería todos los días, eso pudo contar como almuerzo.
—¿Por qué quieres invitarlos a almorzar? Apenas los conocemos, amor.
—Porque creo entender cómo se sienten. Me hubiera gustado que alguien me animara a hablarte para conocerte y no haber esperado a que un imbécil me asaltara para poder hacerlo.
—Yo creo que fue romántico, como un príncipe salvando a su princesa —dijo con humor haciendo reír a su pareja.
—¿Recuérdame por qué nos casamos? —Nathan tomó su mano, levantándose para acariciar la mejilla de Archie.
—Porque eres lo más preciado en mi vida, Archie Collins, lo que más amo —unió sus labios en un beso lento, separándose luego de que Levi se uniera a ellos abrazando a Nathan para terminar volviendo al interior de la veterinaria mientras Blake y James volvían a casa con Yuki en mejor estado e instrucciones que seguirían al pie de la letra para que mejorara.
❀ ❀ ❀
Miharu fungió como enfermera los días que Yuki estuvo en tratamiento. La comida que Archie había recomendado resultó ser del agrado del gato y se notaba la mejoría en su salud; las medicinas ayudaron mucho a su recuperación, aunque las primeras dosis resultaron problemáticas al momento de aplicarlas porque el minino se mostraba reacio a ellas, y era normal pues desde el día en que lo desparasitaron y vacunaron por última vez no había vuelto a ingerir algún tipo de medicamento, al final optaron por hacer polvo las píldoras y revolverlas con la comida, Yuki ingería las dosis indicadas por Archie a la vez que cuidaban sus porciones de alimento alegrando a la familia y a Blake pues el gatito se había encariñado con él y viceversa. La mañana del tercer día, cuando visitarían de nuevo la veterinaria, Miharu pidió acompañar a su padre y a Blake pues quería agradecerle al doctor que ayudó a Yuki, por lo que ahora se encontraban de camino al establecimiento. La niña vestía un abrigo rosado con un gorro de lana negro, estaba atenta a todo lo que pasaba en el trayecto; las calles estaban algo transitadas debido a las bajas temperaturas por lo que el tráfico había aumentado considerablemente desde la última vez que visitaron ACE Animal Hospital; las personas preferían la calefacción de sus vehículos al aire frío chocando contra sus rostros y cabelleras alborotadas, además de que era más fácil para James beber su café de calabaza sin preocuparse por mantenerlo caliente. Blake aparcó la camioneta en uno de los cajones de estacionamiento cercanos a la entrada, era más tarde que el primer día que los visitaron por lo que no les extrañó ver a más personal yendo de un lado a otro y a más clientes en el área de cosas para sus mascotas, vendían toda variedad de juguetes, ropa, correas, camas y demás. Miharu entró con la transportadora en mano, fijándose inmediatamente en el gran perro que descansaba en la sala de espera; sus ojitos brillaron al ver lo adorable que era.
—¡Mira, papi, ese perro es tan bonito! —exclamó con alegría despertando al animal y llamando la atención del chico con cabellos azabaches que revisaba su celular.
—Hey, bienvenidos de regreso —dijo sonriente acercándose. Se dirigió a la niña, poniéndose a su altura para saludarla—. Hola, soy Nathan, creo que te gustó Levi, ¿cierto?
—¡Sí! ¿Qué raza es? No creo haberla visto antes —preguntó curiosa.
—Honestamente tampoco sé qué raza es, pero es lindo, ¿verdad? —la niña asintió con una sonrisa.
—James, Blake, ¡qué gusto verlos! —Archie se acercó con una sonrisa. Miharu le habló.
—¿Es usted el doctor Collins, cierto?
—Así es, pequeña —dijo con ternura.
—Soy Miharu Auclair, mucho gusto —hizo una ligera reverencia—. Quería agradecerle por cuidar de Yuki.
—No tienen nada de qué agradecer, para mí es un honor poder ayudarlos. ¿Qué les parece si vemos cómo está? —la niña asintió, Archie tomó su mano y junto con James entraron a la sala de examinación. Blake se quedó con Nathan y Levi.
—Asumo que es hija de James, ¿cierto?
—Acertaste.
—Se parecen demasiado, son como dos gotas de agua.
—Son lindas personas —dijo con sonrisa ladina.
—¿Quieres un té? —Blake asintió y fueron hasta la cocina del local, que estaba en una habitación apartada del resto de los clientes y áreas médicas. Nathan vertió agua en una tetera roja que después puso al fuego, ambos se recargaron en las encimeras de madera mientras estaba lista— Y, ¿desde hace cuánto se conocen? James y tú.
—Podría decirse que estuvimos juntos una parte de nuestras vidas —dijo cruzándose de brazos, Nathan le miró confundido—. Lo conocí cuando tenía diez años, luego nos separamos por el trabajo de mi padre y volvimos a encontrarnos luego de ocho años... pasaron varias cosas y... terminamos separados trece años, hasta que por causas del destino volvimos a encontrarnos.
—¿Qué? ¿Acaso viven una novela o algo así? —dijo con humor haciendo reír por lo bajo al moreno.
—¿Qué hay de ti y de Archie? ¿Cómo se conocieron? —la mirada de Nathan se iluminó y una pequeña sonrisa se dibujó en él.
—Digamos que todo empezó con un helado, un asalto y muchas canciones retro.
—Lo de ustedes sí suena como una novela —entre risas recibió un ligero codazo por parte del otro.
El agua hirvió al poco tiempo por lo que retiraron la tetera del fuego y sirvieron el agua en un par de tazas color mostaza, dejando que la bolsa de hierbabuena se fundiera con el líquido caliente.
—¿Te digo algo? —Blake levantó la mirada hacia el chico— Cuando los vi por primera vez realmente creí que eran una pareja.
—¿De verdad? —dijo nervioso, Nathan asintió— Bueno, no... no voy a negarte que me tomaste por sorpresa... además de que, él y yo no... no somos —el pelinegro lo interrumpió acercándole su taza de té.
—¿A ti te gusta, cierto? —Nathan no se iba con rodeos al momento de sacarle a alguien una confesión, era uno de los beneficios de su trabajo. Blake, derrotado y tras sentirse sin escapatoria de aquella conversación, asintió a lo que Nathan sonrió triunfante— Mira, sé que nos conocimos hace tres días y tal vez esté abusando de la confianza que nos tuvimos en tan poco tiempo, pero debes saber que, por mi trabajo, soy muy observador e intuitivo. Sé cuando las personas ocultan cosas.
—¿Qué, acaso eres policía? —su risa desapareció en milésimas al percatarse de la expresión de seriedad en el rostro de Nathan— ¿Es enserio?
—Teniente Nathan Ross de la Policía de Chicago, y me atrevería a decir que uno de los candidatos a Capitán, ¿tengo cara de estar bromeando? —dio un sorbo a su bebida sin que esa pequeña sonrisa mezcla de burla y victoria desapareciera dejando a Blake sorprendido.
—Eso explica lo observador que fuiste en la cafetería —tomó la taza color mostaza y dio un sorbo luego de unos segundos, mentiría si dijera que lo sabía desde un principio, o al menos sospechaba de ello, pues había estado tan preocupado por la salud de Yuki y por James con el asunto del juicio, que no había mencionado desde entonces.
En la sala de examinación Yuki se encontraba sobre la mesa central, Archie mantenía cuidadosamente su hocico abierto mientras revisaba sus encías. Yuki estaba mejor, los medicamentos habían hecho su trabajo y eso le alegraba. Acarició el blanco pelaje del gato antes de virarse hacia James y su hija para hacerles saber las buenas noticias, recibiendo un agradecimiento por parte de la niña, aunque por precaución recomendó que Yuki mantuviera la malta en su alimentación para que su recuperación fuera completa al igual que siguiera con los medicamentos al menos otros dos días; mientras Archie hablaba, Miharu anotaba todo en su pequeña libreta de bolsillo con ayuda de un bolígrafo que había tomado de la recepción. Al final la niña terminó por acunar a Yuki en brazos para que se mantuviera calientito y durmiera una siesta luego de los exámenes que le habían hecho para al final adelantarse a la sala de espera dejando a James y Archie atrás. El chico de mejillas pecosas sostenía una conversación con el castaño sobre una serie animada de gatos que salió de manera repentina, quedándose sorprendido al saber que James, quien aparentaba mucha más madurez que él, aún viera dibujos animados, y más uno de gatos multicolor.
—Tengo una hija de nueve años, Archie, ver caricaturas es parte de mi vida diaria.
—Se ve que realmente les gustan los gatos —dijo con una pequeña sonrisa—, no los culpo, son adorables.
—Es de los animales favoritos de Miharu, creo que de hecho fue el primero que conoció.
—Qué suerte, el primer animal que conocí fue un lagarto y fue porque era la mascota de mi tío abuelo. Recuerdo que entonces les tenía pavor.
—¿Y ahora?
—Sólo un poco, sus ojos me dan escalofríos —dijo soltando una risita. James detuvo su andar quedando unos pasos por detrás de Archie quien se viró ante ello.
—¿Puedo hacerte una pregunta un tanto... personal?
—Claro.
—¿Cómo es que te diste cuenta de que... estabas enamorado de tu esposo? —las mejillas de Archie se colorearon de un ligero rosado y una suave sonrisa apareció en sus labios.
—Creo que fue cuando inconscientemente lo buscaba con la mirada o cuando sentía que mi corazón daba un brinco al verlo de lejos, al verlo sonreír. Después comenzamos a conocernos y, cuando estaba con él, me sentía nervioso, pero al mismo tiempo alegre y tranquilo... supongo que fue cuando comenzó a hacerme sentir un mar de emociones que me agradaban. ¿Por qué la pregunta, James? ¿Te sientes así por alguien?
—Esa es la cuestión, hace años que no me siento así... y me he privado de eso que a veces ya no sé diferenciar lo que es amor de una simple atracción —Archie leyó su lenguaje corporal, estaba evidentemente confundido y nervioso por lo que le propuso continuar con la conversación en el jardín trasero; su humor cambió al verse rodeado de varias flores multicolor—. Este lugar es lindo.
—Gracias, a una de las chicas le gusta la jardinería y se encarga de este lugar —James se acercó a unas pequeñas flores rosadas que observó por unos segundos antes de virarse hacia el de mejillas pecosas.
—Hace mucho que no veía esta flor —dijo despertando la curiosidad de Archie.
—¿Sabes de flores?
—Trabajé varios años en una florería, estas son unas «Prairie Rose», también llamada Rosa Arkansana. Recuerdo que una mujer llamó pidiendo un par para plantarlas en casa, Amanda y yo estuvimos buscándolas como locos por todos lados hasta que terminamos por comprarlas a alguien en Dakota de Norte, nos costó un ojo de la cara, pero la mujer fue cliente frecuente desde entonces —dejó ver una expresión melancólica al recordar que esos años nunca volverían y sólo prevalecerían en su memoria. Archie se hincó a su altura percatándose de las pequeñas lágrimas que amenazaban por salir de sus ojos.
—James —dijo suavemente—, ¿hay algo de lo que quieras hablar?
El castaño se quedó viendo a una mariposa revolotear por las flores, dándose cuenta de que lo hacía aun sabiendo que podía lastimarse con las espinas. Se posaba en las flores más bajas dejando expuestas sus delicadas alas, pero ahí estaba, lo hacía porque necesitaba el néctar aun sabiendo que podía resultar herida.
—Archie, tú estás casado con alguien a quien amas, ¿cierto? —el chico asintió— En tu experiencia, ¿qué es el amor para ti?
—No serviría de mucho decirte lo que es para mí, porque hemos pasado por cosas diferentes, pero si tuviera que generalizar una respuesta diría qué es algo que no deberíamos prohibirnos porque nos recuerda lo humano que somos.
—¿Aunque sea de una persona que nos lastimó?
—Nadie dijo que el amor fuera fácil, pero lo que es cierto es que el corazón nunca se equivoca, James, y si sientes algo por alguien, no te prives de ello, permítete sentir una de las cosas más hermosas que existen. Si tuviéramos miedo de hacer algo, entonces esa mariposa no estaría ahí en estos momentos.
—¿Tuviste miedo alguna vez con Nathan?
—Sólo cuando hicimos el amor por primera vez —soltó una risita. Ambos se pusieron de pie y volvieron al interior de la veterinaria; Blake y Nathan estaban junto con Miharu, que aún tenía a Yuki en brazos, y Levi que se acercaba al gatito para olerlo.
Mientras James pagaba por las medicinas y la comida de Yuki, Blake se acercó al mostrador acompañado de Nathan, ambos dirigiéndose esa mirada cómplice como cuando un par de niños pequeños planean alguna travesura. Nathan se acercó a su esposo.
—Amor, este hombre hizo una propuesta bastante interesante para antes de regresar a casa —dijo entrelazando sus manos. El castaño le miró curioso—. Resulta que cada año viene una feria a la ciudad aprovechando la llegada de la navidad, y la hija de James, que es una niña adorable, quiere que los acompañemos.
—¿No sería demasiado? Es decir, apenas nos conocen —dijo nervioso.
—Las charlas que hemos tenido tu esposo y yo han sido suficiente para darnos cuenta de que son buenas personas, además de que Miharu quiere pasar más tiempo con el perro —se viró ligeramente hacia James—. ¿Qué opinas?
—Creo que... —su mirada se fijó en Archie y Nathan para luego pasar a los ojos zafiro de Blake, sintiéndose nervioso, no quería sentirse como un adolescente enamorado estando solo con Blake y su hija en la feria por lo que creyó que la compañía de la pareja ayudaría a relajar las cosas— ¡Es una excelente idea! Podría ser también como una muestra de agradecimiento por los cuidados con Yuki.
—Bueno, si James no tiene problemas con ello no veo porqué no —dijo Archie sonriente recibiendo un beso en la mejilla por parte de Nathan. Escribió su número telefónico al reverso del ticket que le entregó a James para que pudieran estar en contacto.
Se despidieron de la pareja, y de Levi, antes de salir de la veterinaria. Quedando de verse nuevamente en la feria navideña que tomaría lugar la primera semana de Diciembre. Camino a casa, James seguía recordando su conversación con Archie y el mensaje sobre el juicio, no había hablado con Brendan desde entonces y tampoco le había hecho saber su decisión a su familia, a Blake y a su jefe. El año estaba por terminar y ya habían sucedido muchas cosas, sin contar los múltiples mensajes sugestivos, ligeramente violentos y cientos de llamadas perdidas por parte de Sarah. Al llegar al Radian, Miharu se encargó de organizar las medicinas de Yuki y de marcar en el calendario el día en que irían a la feria, lo que le provocaba mucha emoción y podía decirse que contaba las horas restantes ya que sería la primera vez que asistiría a un evento de ese tipo en un país diferente. James, por su parte, se mantenía distraído mientras preparaba la comida aprovechando que Baaya había salido con unas personas del centro cultural a una visita al museo; rebanaba las zanahorias mientras pedazos de recuerdos se asomaban en su mente como el flash de una cámara fotográfica, cegándolo, aturdiéndolo hasta que el filo rebanó parte de su tejido; maldijo por lo bajo mientras veía el agua del lavabo enrojecer seguido del ardor en la pequeña herida. Blake se acercó preocupado al escucharlo; tomó su mano con cuidado y secó el agua para que el curita pudiera adherirse a su dedo. James agradeció y regresó a cocinar, sintiéndose nervioso pues Blake le observaba desde uno de los asientos de la isla de la cocina, ¿por qué se sentía así? ¿Por qué no se iba a otro lado? ¿Por qué tenía que estar ahí mirándolo?
—¿Necesitas ayuda con algo? —preguntó con voz tranquila, James se viró para verlo mejor al momento de entregarle los trozos de pollo crudo que debía cortar en cubos para las brochetas, una tarea que terminó a la par del castaño que acercó las verduras rebanadas. En silencio comenzaron a empalar la comida para después llevarlas al horno y esperar a que estuviesen listas.
En el tiempo restante prepararon el resto de las cosas que acompañarían a las brochetas y también pusieron la mesa, toda la habitación estaba en silencio pues Miharu y Yuki estaban durmiendo, al terminar, Blake miró al castaño que después levantó la vista hacia él, conectando sus miradas. James, sin poder enunciar palabra alguna, tomó asiento en una de las sillas del comedor suspirando con cansancio preocupando al azabache que se acercó a preguntarle si estaba bien, a lo que James asintió.
—Necesito hablar con Tadao —murmuró—. Tengo que ir a Londres.
—¿Estás seguro? —el castaño asintió, sus manos formaron un puño a manera de frustración.
—Si puedo hacer algo para que ese sujeto no lastime a más personas entonces lo haré...
—¿Miharu ya lo sabe? —James negó.
—Necesito hablar con ella, pero no será fácil explicárselo.
—No lo sé, creo que ha madurado mucho en los últimos meses. ¿Cuándo se lo dirás?
—Después de que hable con Brendan y Tadao —dijo con seriedad. Se puso de pie luego de escuchar el cronómetro avisando que las brochetas estaban listas, las acomodó sobre una charola de madera mientras Blake iba a la habitación de Miharu para avisarle que la comida estaba lista; al final pasaron un rato agradable y lleno de datos curiosos que contaba la niña de cabellera castaña pues recién se había leído parte del primer tomo de enciclopedias que el azabache tenía en casa, eso explicaba el por qué se escuchaban ruidos en su habitación pasada su hora de dormir.
Luego de degustar aquellas deliciosas brochetas, Blake y Miharu se encargaron de lavar los platos y demás mientras James iba a su habitación dispuesto a hablar con Brendan y su jefe, quien al principio se veía sorprendido por la situación que envolvía a uno de sus mejores arquitectos mas James no entró en detalles, limitándose únicamente a generalizar la situación como un asunto legal que requería de su testimonio. Con Brendan fue con quien presentó más dificultad de palabra pues hacía mucho tiempo que no hablaban y su relación de mentor-pupilo se había descuidado desde poco antes del nacimiento de Miharu. Escuchó su voz al tercer tono, se escuchaba cansado y no era de extrañarse ya que era casi la una de la mañana en Londres. Fue breve. Le dijo que después de pensarlo seriamente accedería a atestiguar contra ese sujeto si con eso podía ayudar a más personas; el tono en la voz de Brendan mejoró notablemente pues había pasado de cansada a emocionada, terminó por pedirle que volara a Londres dentro de dos semanas pues el juicio estaba en pausa y la fiscalía necesitaba solidificar más sus pruebas en contra del acusado, después le haría llegar la dirección del lugar donde se quedarían para poder revisar el caso a lo que James estuvo de acuerdo. Colgaron luego de decirse lo mucho que les agradaba hablarse nuevamente. Sabía que estaba haciendo lo correcto y que sería bueno para dar fin a aquello que tanto le lastimó, asumió que los nervios eran algo normal en ese tipo de situaciones.
Baaya regresó a casa alrededor de las ocho de la noche con paraguas en mano ya que se había dejado venir una llovizna que amenazaba con convertirse en una fuerte lluvia con el paso de las horas. La mujer dejó el paraguas en el pasillo para que las gotas se escurrieran y también para no mojar la alfombra de la sala donde estaba el resto de su familia viendo por cuarta vez una vieja caricatura que a James le gustaba mucho, era sobre un grupo de paladines que pilotaban leones y peleaban contra una raza de alienígenas que querían conquistar el universo, los personajes favoritos de Miharu eran los paladines de armadura roja y negra, incluso los dibujaba juntos, por alguna razón su padre no le permitía ver la última temporada de la serie y en cambio estimulaba la imaginación de su hija pidiéndole que escribiera sobre el final que cree tendrá la serie. Baaya se les unió luego de saludarles. Miharu estaba inmersa por completo en la trama del episodio por lo que no se dio cuenta del momento en que Blake se les unió tomando asiento al lado de su padre quien tenía la mirada fija en la pequeña mesa de café; Blake, preocupado, tomó ligeramente de su mano, James se viró ligeramente para verlo directamente a los ojos y supo que estaba apoyándole. No sería fácil decírselo a su hija.
—Miharu —llamó pausando el episodio. La niña le miró—, necesitamos hablar, princesa.
—¿Qué sucede, papi? —tenía un semblante de preocupación al notar la seriedad en su voz.
—¿Recuerdas esas veces en las que hemos hablado sobre de que nadie puede tocarte o hacerte algo sin que lo apruebes? —hablaba con cierta suavidad que transmitía algo de tranquilidad a la niña, Baaya miró a James y supo de inmediato qué es lo que intentaba explicarle a Miharu mas no sabía el motivo. Miharu asintió— También sabes que hay personas malas allá afuera que no dudarán en lastimar a los demás.
—¿Alguien te lastimó, papi? —James veía de soslayo a Blake cuya mirada se veía triste y ambos sabían el motivo, pero no era momento de tratar aquello.
—Sí, pero eso fue hace mucho tiempo. Cuando tenía doce años...
—¿Qué fue lo que te hicieron? —preguntó preocupada.
James sentía un frío que le calaba los huesos. Una sensación de pesadez que le crecía en el pecho. Miró a Baaya que solamente asintió ligeramente y le dirigió una mirada tierna, maternal, la misma mirada que dirigía una madre a su hijo cuando debía hablar de algo con su padre o debía asumir la responsabilidad de la travesura que hizo en la escuela estando frente a frente con el director en esa oficina que logra hacernos sentir pequeños e indefensos, que nos recuerda nuestra posición en la jerarquía escolar. En el caso de James, relacionaba esa mirada con el momento en que debía confesarle a su padre el sentimiento que llegó a desarrollar por Blake luego de aquel beso tras su doceavo cumpleaños, recordaba que las manos le sudaban y las piernas le temblaban al igual que su labio inferior; cada palabra que decía terminaba siendo un balbuceo o eran inaudibles incluso para él. Su madre tomó de su mano con delicadeza, acarició su cabello con cariño y le transmitió en esa simple mirada todo el apoyo que necesitaba; justo como Baaya y Blake lo hacían en ese momento.
—Abusaron de mí, princesa. Me tocaron sin mi consentimiento. Me lastimaron mucho. Me dejaron cicatrices que han estado conmigo desde entonces y que me duelen cada que las veo, cada que recuerdo lo que me hicieron.
—¿Por eso tienes esas marcas el pecho? —preguntó con voz inocente. Asintió. Las pequeñas manos de Miharu formaron un puño y una expresión de molestia se le dibujó— ¿Quién te hizo algo tan horrible?
—Una persona que carece de corazón y apreciación por la vida de los demás, una persona egoísta y podrida por dentro —Miharu se acercó a su padre conteniendo las lágrimas ante la delgada voz de James al decir esto último.
—¿Podemos hacer algo? —dijo recargándose en su hombro.
—Tenemos que ir a Londres, ahí seré parte de un juicio que se está llevando a cabo para meter a prisión a esa horrible persona.
—No estarás solo en esto, papi —dijo con una sonrisa. Tomó la mano de Baaya y pidió a Blake que se acercara para que James sintiera la compañía de todos—, somos una familia y te apoyaremos, porque eso es lo que hacen.
—Ven aquí mi niña —envolvió el cuerpo de su hija en un abrazo al que se unieron Baaya y Blake. James sentía el cariño y amor que los envolvía en ese momento, el miedo y los nervios comenzaron a desvanecerse.
❀ ❀ ❀
La feria navideña tuvo lugar un domingo ocho de diciembre. Miharu se había levantado muy temprano para arreglarse y preparar su vestuario; un vestido a cuadros marrón con medias blancas y un abrigo calientito color caqui con adornos de peluche que ayudaban a protegerla del frío, se había hecho un par de moños en el cabello que comenzaba a volverse ondulado. Blake salía del baño con una bata gris cubriéndole el cuerpo y una pequeña toalla blanca que utilizaba para secar su cabello; se topó con James en el pasillo por lo que le saludó con una sonrisa, gesto que devolvió el castaño que poco después se vio perdido en el pecho del azabache que se dejaba ver por sobre la bata, confirmando lo que más temía, los años le habían sentado bien a Blake Orsen.
—Miharu te preparó un tazón de cereal, coman juntos, no tardo en estar listo —dijo con una pequeña sonrisa antes de regresar a su habitación. James negó por lo bajo mientras ocultaba el pequeño sonrojo que amenazaba con crecer.
Al asomarse al comedor se encontró con Miharu comiendo su cereal, saludando a su padre al verlo llegar. La niña rápidamente se puso de pie para servirle un poco de jugo de naranja que acompañaría a su desayuno, sin que su sonrisa desapareciera.
—¿Estás emocionada por la feria?
—¡Sí! Es la primera vez que vamos a un evento navideño fuera de Japón —dijo emocionada.
—Creí que te gustaba pasar navidad con tus abuelos en Londres.
—Sí, pero, hablo de eventos no familiares —sonrió—. Me gusta mucho pasar tiempo con los abuelos, pero esto es diferente. Además de que Archie, Nathan y Blake nos acompañarán, ¡también Levi!
—¿Baaya no vendrá con nosotros?
—Dijo que también iría, pero con sus amigos del centro cultural, con los que fue al museo —James se alegró al saber que Baaya ya había hecho amigos, aunque seguía preguntándose si sería bueno que los acompañara a Londres por todo el asunto del juicio. Ya después hablaría con ella.
Terminaron su desayuno poco antes de que Blake saliera vistiendo una camisa blanca bajo un suéter azul marino, jeans oscuros y una gabardina que era parecida a la de James sólo que esta era de color negro, terminaba de colocarse su reloj cuando Miharu elogió su atuendo y él le regresó el cumplido. James sólo lo vio de arriba abajo cuestionándose mentalmente sobre si estaba mirándolo mucho o si debería hacerle un cumplido.
—Nathan me escribió, ya van de camino a la feria, nos veremos en la entrada principal —Miharu tomó su abrigo y salió al pasillo siendo seguida de ambos adultos.
Al poco tiempo ya estaban en la camioneta rumbo a la feria, escuchando una estación de radio local donde transmitían las canciones más escuchadas del momento por lo que Miharu tarareaba al ritmo de una canción de 5 Seconds of Summer mientras James alternaba su vista entre los transeúntes y demás automóviles, la imagen de su hija en el retrovisor y el perfil de Blake que movía la cabeza de manera ocasional en algunas partes de la canción. Aparcaron a unos metros de la entrada principal, encontrándose con la pareja y el adorable can que pronto se vio mimado por parte de la niña.
—Chicos, es bueno verlos —estrecharon sus manos amistosamente. A plena vista no aparentaban ser un matrimonio, pero bastaba con ver los pequeños detalles que Nathan tenía hacía con Archie lo que hacía que quedara en claro, además de que sus argollas estaban ocultas por debajo de los guantes.
—Lo mismo digo, ¿hace mucho que llegaron? —preguntó James.
—Llegamos hace poco —respondió Archie con una sonrisa—. ¿Les parece si entramos? Parece que hay un puesto de tartas porque huele realmente delicioso.
La mayoría de los puestos eran de comida y dulces, al fondo podía verse una pequeña villa navideña con una gran fila de niños que esperaban su turno para hablar con Santa Claus y decirle lo que les gustaría recibir para navidad. James y Blake veían la actitud romántica de la pareja; cómo compartían los bastones de caramelo, el chocolate caliente y se tomaban de la mano. Las mejillas de ambos se coloreaban en las contadas ocasiones en que sus ojos, esmeralda y zafiro, se conectaban, una pequeña sonrisa aparecía en sus rostros y su vergüenza se disipaba cada que Miharu se acercaba a ellos para pedirles alguna golosina o que se acercaran a ver los renos de la villa navideña. Decidieron alejarse un poco de la feria hacia el parque contiguo; James y Archie hablaban sobre una vieja película que transmitían cada navidad, parte de la conversación que habían iniciado sobre las diferentes tradiciones que tenían en Japón y Estados Unidos durante esas fechas mientras Blake y Nathan tomaban una taza de chocolate vigilando a Miharu que paseaba a Levi; una sonrisa se dibujó en Archie al ver a su esposo jugando con la niña.
—¿No se ven adorables? —James dirigió su vista hacia la escena, Blake cargaba en hombros a Miharu mientras ella comía una manzana cubierta de chocolate, Nathan sostenía la correa de Levi que jugueteaba con un perro callejero que se le acercó. Todos sonreían— ¿Has pensado en nuestra charla sobre el corazón, James? ¿Vas a darte una oportunidad?
El castaño veía a su hija riendo y jugando con Blake, dándose cuenta de lo rápido que se había encariñado con él; vino a su mente la conversación que tuvo con Baaya el día de la presentación de LOT. Miharu quería a Blake, y después de todo lo que había sucedido en las últimas semanas, James comenzaba a quererlo...
—Sí —respondió viendo fijamente a Blake, quien se había virado hacia él con una sonrisa—. Voy a darle una oportunidad.
—¿Estás pensando en quien yo creo que estás pensando? —preguntó Archie viendo en la misma dirección que el castaño, sus mejillas se tornaron de un ligero rosado antes de asentir con discreción— ¿Sabes? Blake te quiere mucho, Nathan me lo dijo...
—Hablando de eso, ¿alguna vez han... pensado en adoptar?
—No creo que sea lo mejor para nosotros. Tenemos nuestro propio ritmo de vida y de trabajo. Ya lo hemos hablado y... un niño en estos momentos no parece ser lo más adecuado. Con Levi nos basta —rio por lo bajo al ver cómo el perro jugueteaba con otros más pequeños.
—Amor —llamó Nathan acercándose a Archie—, ¿tienes hambre?
—¿No hemos comido muchas golosinas?
—No —dijo besando rápidamente sus labios—. Pero Blake conoce un pequeño restaurant por aquí y quería saber si querían ir.
—¿Dónde están mi hija y Blake? —peguntó James.
—Levi salió corriendo tras una ardilla y fueron tras él.
—¿Es seguro?
—No se fueron lejos, además Levi se encariñó con ellos, lo cual es raro ya que no suele ser muy cariñoso con extraños —pasó su brazo por los hombros de Archie marcando su diferencia de alturas. A los segundos aparecieron Miharu y Blake con Levi, ambos se notaban exhaustos—. Entonces, ¿qué dicen? ¿Vamos a comer algo?
Ambos aceptaron, se fueron poco después de que James arreglara el peinado de Miharu que estaba desaliñado. Blake hizo de guía mientras James tomaba la mano de su hija y detrás de ellos la pareja tenía sus manos entrelazadas, Archie tomaba de la correa de Levi cuidando de que no se echara a correr nuevamente. En el camino al restaurant a James le pareció ver una cabellera rubia a lo lejos, Sarah estaba en el parque en compañía de otras personas con muy mala pinta que el castaño desconocía por completo, Miharu se percató de lo mismo por lo que tomó con más fuerza la mano de su padre en busca de protección.
—Blake —susurró al moreno que iba a su lado, mirándole preocupado por la expresión en su rostro—, Sarah está aquí.
El azabache vio en dirección a donde James le indicaba; la rubia vestía de una manera que rozaba en lo vulgar, estaba con dos hombres y otras tres mujeres, todos con el mismo tatuaje tribal en el brazo.
—Chicos, vengan por aquí, es más rápido —dijo a la pareja que los seguía por detrás. Tomó la mano de James, acercándolo a él y a Miharu, yéndose en dirección contraria a donde estaba la rubia con esas personas, perdiéndose entre el resto de las personas hasta que llegaron al dichoso restaurant.
Tenía grandes ventanas que dejaban ver el interior, herrería blanca y un toldo color celeste sobre la entrada principal. Dejaron a Levi cerca del pórtico que servía de entrada principal. Una vez dentro te sentías viajar en el tiempo a los años cincuenta con las baldosas en blanco y negro, asientos y gabinetes blancos, muebles celestes y una barra que daba hacia la cocina del restaurant; la iluminación era tenue y daba una sensación agradable. Tomaron asiento en uno de los gabinetes cercanos a la entrada para poder cuidar al perro; naturalmente Archie y Nathan se sentaron juntos, uno de los meseros le acercó una silla individual a Miharu pues los gabinetes no eran lo suficientemente grandes como para tres personas, dejando a James y Blake juntos. La pareja se veía feliz de estar en aquel lugar, despertando curiosidad en los demás, explicándoles una de las cosas que tenían en común, el amor por cosas retro. Ordenaron lo que comerían y, mientras esperaban, Miharu escucho risas infantiles al fondo del pasillo que tenía una puerta de cristal, dejándole ver el área de juegos. No pudo resistirse y pidió permiso a su padre para ir a jugar, James le dijo que sí, siempre y cuando regresara a tiempo para comer. Y así fue, la niña, emocionada, dejó solas a ambas parejas.
—Sus malteadas —dijo la mesera sonriente dejando un par de malteadas de vainilla y fresa frente a Nathan y Archie.
—Gracias —dijo Archie con una sonrisa que sonrojó a la chica. Dio un sorbo que hizo crecer su sonrisa—. ¡Está deliciosa!
—Déjame probarla —dijo Nathan sorbiendo del popote de su esposo quien hizo un adorable un puchero haciendo reír al azabache—. ¿Qué pasa, amor?
—Nada —dijo con fingido dramatismo. Nathan sonrió, dio un sorbo a su malteada antes de tomar con cuidado de la barbilla de Archie y plantarle un pequeño beso que sonrojó al castaño.
—¿Está rica? —Archie asintió con las mejillas sonrojadas.
—Son tan adorables —dijo Blake luego de probar su café.
—No parece que lleven dos años de casados —James disolvía un sobre de crema en su bebida—. ¿Cómo lo hacen?
—¿Tienen curiosidad? —dijo Nathan con sonrisa pícara y enarcando la ceja, haciéndolos sonrojar— Cambiando de tema, ¿qué pasó en el parque? ¿Por qué parecía que querían evitar a ese grupo de drogadictos?
—¿Cómo sabes que eran drogadictos? —cuestionó James.
—Me los topo casi siempre en las calles en medio de algún operativo, casi siempre tienen las mismas características —James le miró confundido—. Soy policía, Teniente Ross a sus órdenes, caballero.
—Eso responde la mayoría de las preguntas que iba a hacerte.
—Ustedes aún no responden la mía, ¿qué sucedió allá?
—No queríamos toparnos con alguien, es todo —respondió James cabizbajo.
—¿De casualidad te suena el nombre de Sarah Hayes, Nathan? —el azabache se quedó pensando por unos segundos.
—Sí, me resulta familiar. Una mujer rubia, de rasgos finos, caucásica, como de metro sesenta, ¿no? —Blake asintió— Entonces creo que la conozco.
—¿En serio?
—Me parece que la detuvieron el año pasado por conducir ebria, el examen arrojó que tenía drogas en su sistema, salió porque alguien pagó su fianza.
—¿Estaba conduciendo ebria en Chicago? —dijo James con sorpresa.
—¿Tienen problemas con ella? —ambos asintieron. James sacó su celular y le mostró a Nathan todos los mensajes y fotografías que Sarah le había enviado, provocándole una mueca de desagrado— Ella no está bien, eso es obvio.
—Tengo personas contactándose con su exesposo, pero con esta mujer se necesita andar con cuidado —dijo Blake.
—Me doy cuenta. Si necesitan ayuda con algo no duden llamarme, el jefe de la policía de Boston es un viejo amigo —ambos le sonrieron a Nathan, quedándose un poco más tranquilos al saber que contaban con apoyo de la policía.
Tiempo después Miharu regresó poco antes de que la misma mesera llegara con la comida que habían ordenado. Todo transcurrió con tranquilidad y risas ocasionales, pero la mesera seguía lanzándole miradas coquetas a Archie, que no las pasaba por alto, por lo que en un momento en que la descubrió mirándolo, Archie besó a su esposo sólo para ver la expresión de la chica. A Nathan no le molestaba ya que a lo largo de su relación han tenido que pasar por lo mismo en varias ocasiones, y sin duda le gustaba ver esa faceta celosa de Archie Collins que contrastaba con su habitual actitud tierna. En lo que terminaban de comer, James y Blake no podían evitar fijarse en lo enamorados que se veían Archie y Nathan, recordándoles de cierta manera a la relación que tuvieron durante su adolescencia la cual no habrá terminado de la mejor manera, pero fue sin duda algo hermoso en las vidas de ambos, no podían negarlo por más que quisieran.
Regresaron a la feria después de pagar la cuenta; dieron una última vuelta por los puestos de golosinas, bebidas calientes y pasaron de rápido por donde estaba Santa Claus y la interminable fila de niños. Nathan ganó un muñeco de felpa con forma de pingüino para Archie al que apodaron «Pingu» en honor a la caricatura infantil. Miharu jugó junto con Blake en un puesto de arrojar los aros en bastones de caramelo, una variación del juego de los aros y las botellas, consiguiendo el premio del segundo lugar pues el niño de junto había acertado los tres tiros.
—¿Qué tal si escogemos un muñeco para tu papi? —dijo Blake a Miharu, por lo que ambos escogieron un pequeño oso polar con sombrero de Santa Claus que Blake terminó entregando a James por insistencia de Miharu. Las mejillas de ambos estaban coloradas. Ese pequeño gesto hizo sonreír a la niña y a la pareja de casados.
Así se les fue el resto de la tarde. El cielo comenzaba a pintarse de colores púrpura, en el horizonte se escondía el sol, y las guirnaldas de luces daban un toque mágico a la feria. La temperatura había bajado, por lo que a las parejas se les veía abrazándose o cubriéndose con una frazada mientras esperaban que el show de fuegos artificiales comenzara. Blake había ido al puesto de chocolate caliente para llevarle a sus acompañantes, en el camino de regreso vio un par de rostros familiares acercándose.
—Lucas, Thiago —llamó con alegría a los chicos.
—¡Blake! No esperábamos encontrarte por aquí —dijo Thiago con una sonrisa—. ¿Cómo estás?
—Muy bien, ¿y ustedes cómo han estado? ¿Qué tal la escuela?
—Todo ha ido de maravilla desde el día de la presentación —dijo Lucas viendo de soslayo a su novio—, todo ha estado perfecto.
—Me da mucho gusto verlos, chicos, se ven muy bien juntos —la pareja se sonrojó manteniendo la sonrisa en sus rostros—. ¿Se quedarán a ver el show?
—Sí, estamos buscando un lugar para verlo.
—Por cierto, ¿por qué llevas tanto chocolate? —preguntó Thiago.
—Vine con unos amigos y quise comprarles un poco.
—Usted siempre tan considerado, Señor Orsen —dijo Thiago—. ¿Dónde verán el show?
—En la explanada del parque, siempre los lanzan al otro lado del río por lo que es un buen lugar para verlo. ¿Gustan acompañarnos?
—¿Qué opinas, amor? ¿Te gustaría? —preguntó a Lucas, quien asintió con una sonrisa.
Al llegar, Blake presentó a ambas parejas sintiéndose al instante el amor en el viento invernal. A lo lejos se escuchaba la cuenta regresiva para que el show comenzará y, en segundos, el cielo nocturno se vio cubierto de explosiones multicolor que se reflejaban en el agua; las copas de los árboles decoradas con las guirnaldas de luces hacían de aquello un momento mágico, romántico, agradable, pacífico, un momento perfecto. Los ojos de James estaban fijos en los fuegos artificiales que iluminaban el cielo; cada chispa bailaba en el viento, brillando a su manera. De pronto desvió la vista hacia su hija, Miharu estaba recargada en el barandal negro, acariciando la cabecita de Levi y con un brillo en los ojos que conocía perfectamente, era el brillo que aparecía cada que pensaba en Masahiro. Cerca de ella estaban Lucas y Thiago, quienes estaban codo con codo, Thiago veía con ojos de amor a Lucas, besaba su mejilla y le murmuraba cosas al oído que hacían sonrojar a su pareja. Luego estaban Archie y Nathan, quien abrazaba por detrás a su esposo y recargaba su barbilla sobre la suave cabellera del menor, no tuvieron necesidad de nada más, únicamente con sentir la presencia mutua les bastaba. Cada uno de ellos vivía el amor de manera diferente, a su manera, pero siempre con sinceridad. Inconscientemente miró a Blake, estaban tan cerca el uno del otro que se tomó el tiempo de apreciar los pequeños detalles de su rostro; sus pestañas, sus labios, sus hermosos ojos color zafiro... No era la misma persona que le había roto el corazón hacía trece años, era diferente, y no se dio cuenta de ello hasta aquella fatídica noche en la que lo protegió, literalmente recibió una bala por él, esa vez el doctor dijo que tuvo suerte ya que fue una diferencia milimétrica la que evitó que el trozo de plomo le perforara el corazón. Blake sintió la mirada de James, no pudo resistirse, quería ver sus ojos verdes que tanto le gustaban. Azul y verde se encontraron en medio de un escenario multicolor reflejado en agua cristalina y con el invierno revolviendo sus cabelleras.
Hasta que terminó.
Las luces dejaron de reflejarse en el agua.
El cielo nocturno volvió a su color natural.
Luego del show cada pareja se despidió. Lucas y Thiago desearon una feliz navidad a los presentes antes de retirarse, sus manos se entrelazaron a medida que desaparecían entre la multitud de la feria. Nathan y Archie agradecieron las atenciones que tuvieron con ellos, prometieron seguir en contacto y mantenerse al tanto de la situación con Sarah y de la salud de Yuki; se despidieron cálidamente, deseándoles un buen viaje de regreso a Chicago y que pasaran felices fiestas. James cargó a Miharu hasta la camioneta, acostándola en el asiento trasero y cubriéndola con una pequeña frazada para que no tuviera frío. Durante el trayecto de regreso escuchaban canciones de Taylor Davis, una llovizna se dejó venir y el tráfico se hizo un poco más pesado. James se hubiera quedado dormido de no ser por el mensaje de Cady que recibió, una pequeña sonrisa apareció al terminar de leerlo.
—Blake —llamó—, Cady nos invita a pasar navidad con ella y su familia en Londres.
—Creo que es una buena idea, después de todo pensaba ir para ver a mi hermana.
—Creí que vendrías con nosotros para el juicio —dijo en voz baja para no despertar a su hija.
—¿Quieres que te acompañe?
—Realmente me agradaría ver un rostro familiar cuando esté en el estrado —dijo con una pequeña sonrisa y mirada tímida, Blake le miró con ternura.
❀ ❀ ❀
La mañana era lluviosa y aún les quedaban varias horas de vuelo por delante. Miharu veía una película animada, Baaya leía un libro de fantasía y Blake redactaba un documento que necesitaba enviarle a Vanessa; mientras tanto, James bocetaba lo primero que le llegara a la mente en su tablet, siendo en su mayoría líneas desordenadas y colores primaverales, un tanto fuera de temporada. Estaba nervioso, ansioso, un poco frustrado y temeroso, no quería ver a ese hombre, pero ya era muy tarde como para retractarse. De vez en cuando veía las nubes por la ventanilla humedecida por la lluvia, las turbulencias ocasionales le servían para distraerse, pero no del todo. Deseaba que aquello terminara lo más pronto posible y no hablaba únicamente del vuelo, que parecía eterno, por fortuna pudieron dejar a Yuki con Brian y Annie para que cuidaran de él mientras estaban fuera. Luego de escuchar a varias personas hacer uso de las bolsas para mareo del avión y de discutir con una mujer que tomó su maleta por accidente, se encontraban afuera del aeropuerto de Londres, Blake y James respiraron el aire con olor a lluvia llenándose de nostalgia, de recuerdos y de felicidad pues esa ciudad siempre será su origen, donde están sus raíces.
—¿Tienes la dirección? —James asintió mostrándole el mensaje a Blake, quien, en vez de pedir un taxi por medio de la aplicación, llamó a alguien que respondió al poco tiempo. Parecía ser algún conocido pues le hablaba de manera amistosa. Terminó pidiéndole de favor pasar por ellos al aeropuerto, colgando luego de agradecerle, con una sonrisa se dirigió a los demás— ¿Quieren algo de la cafetería?
—¡Sí, muero de sed! —exclamó Miharu.
Se dirigieron a la cafetería del aeropuerto, pidiendo algo de tomar pues las pequeñas botellas de agua del avión no los habían dejado del todo satisfechos. Blake miraba constantemente el reloj del local y también hacia el exterior, esperando a que alguien llegara. James se limitaba a mirarle confundido de vez en cuando. Una camioneta blanca aparcó fuera, Blake sonrió y les dijo a todos que era momento de irse por lo que ayudó a Baaya con su bolsa de mano; al salir los recibió un hombre de cabellera castaña oscura y con algo de barba, Blake le dio un abrazo que fue correspondido por aquel apuesto caballero.
—Quiero presentarles a George Beckworth —el hombre saludó de manera educada a los presentes—, es un gran amigo mío y también es mi cuñado. Ellas son Baaya Funakoshi, Miharu Auclair y, su padre, James.
—Encantado de conocerlos —dijo sonriente—. Suban, por favor, dejen que me encargue de sus maletas.
Luego de acomodar todo en el portaequipaje de la camioneta James acompañó a su hija y a Baaya en los asientos traseros, siendo Miharu la que se apropió de la última fila de asientos; Blake hizo de copiloto por lo que se encargó de escoger la música para el trayecto. A pesar de no pasar tanto en tiempo en Londres, James aún conocía gran parte de la ciudad, excepto por el rumbo que estaban tomando que era prácticamente a las afueras de los suburbios. Poco a poco las casas se quedaban atrás y en su lugar se extendían llanuras de fresco césped, podía apreciarse la belleza de las estrellas cubriendo el cielo, el reflejo de la luna sobre las nubes cercanas y, más adelante sobre pequeñas colinas que daban vista a un pequeño lago, algunas enormes casas se apreciaban. Blake se veía tranquilo, mientras que Baaya y Miharu admiraban el paisaje. James se quedó sin palabras al ver que su destino era una gran residencia con acabados de madera y grandes ventanales.
—Hemos llegado, gracias por viajar con Beckworth Cabs, su mejor opción en viajes. Bajen con cuidado —dijo George imitando a un sobrecargo de avión sacándole una sonrisa a Miharu.
Una hermosa mujer de cabellera oscura y preciosos ojos azules los recibió, principalmente a Blake a quien abrazó amorosamente.
—¿Ese es James? —dijo sorprendida al ver que el castaño se acercaba— ¡No puedo creerlo, has crecido tanto! —abrazó cariñosamente al castaño de mejillas sonrosadas. La mujer desprendía una agradable fragancia a rosas y lavanda.
—¿Allison? —dijo luego de unos segundos. La morena se separó de él dejándole ver una sonrisa que era idéntica a la de Blake. Definitivamente eran hermanos— Ha pasado muchísimo tiempo, me da gusto verte.
—Sigues siendo una ternura, James —Baaya y Miharu se acercaron. Los ojitos verdes de la niña brillaron al ver a Allison, les dirigió una suave sonrisa—. Ellas deben ser tu familia.
—Así es. Ella es Baaya Funakoshi, mi segunda madre. Y ella es Miharu, mi hija.
—Encantada de conocerlas, soy Allison Orsen, hermana mayor de Blake y la persona encargada del caso de James —una expresión de sorpresa se dibujó en el rostro del castaño, a quien la morena le miró divertida—. Por favor, pasen, están en su casa.
La familia Auclair entró, definitivamente ese lugar parecía sacado de una de las revistas de arquitectura favoritas de James. La mayoría de los acabados eran de madera, pero la joya de la casa era la chimenea de piedra que se erguía al centro de todo. La sala estaba a desnivel por lo que podía sentirse la amplitud en los espacios. Los hermanos Orsen ayudaron a George con el equipaje; Blake se acercó a James, quien admiraba los detalles de la chimenea.
—¿Es bonita, no? —habló cerca de él haciendo que los vellos de su cuello se erizaran limitándose a asentir— Allison estaba terca con querer piedras en la chimenea, así que George y yo tuvimos que buscar por todos lados hasta que las encontramos en Escocia.
—Es un trabajo realmente hermoso. Por lo general mis clientes no suelen pedirme que combine piedra y madera para los acabados.
—¿Crees que sea posible hacer ese jardín al interior de edificio en Boston?
—Siempre y cuando me dejes escoger las plantas —dijo con una pequeña risa—. Brendan no me dijo que Allison era la fiscal en el juicio.
—También me tomó por sorpresa, la última vez que hablamos dijo que iba a retirarse para poder dedicarse a sus hijos y tener menos estrés.
—¿Por eso reconociste la dirección, cierto? Porque sabías que era la casa de tu hermana.
—Así es, y también porque un taxi nos hubiera cobrado demasiado. Hay que ahorrar un poco.
—¿Así es como obtuviste tu fortuna? —dijo con humor.
—Oye, los ricos no se hicieron ricos por derrochar el dinero.
—Ahora vas a decirme que prefieres comprar en los mercados locales —Blake asintió con una sonrisa que contagió al castaño—. Espero que Miharu no esté tan cansada mañana.
—¿Irás a ver a tus padres?
—Probablemente, primero debe arreglarse esto del juicio.
—Me alegra que lo digas, James —dijo Allison acercándose ambos entregándoles un par de tazas de té—. Pero lo primero es que descansen y ya después veremos todo lo demás.
—¿Y Brendan?
—Vendrá mañana al mediodía. Baaya y tu hija están en la habitación del fondo, la tuya es la siguiente —dijo amablemente—, ve y descansa, ¿sí? Tuvieron un vuelo muy largo.
—Muchas gracias, Allison —dijo con una sonrisa—. Me da mucho gusto verte de nuevo.
—Lo mismo digo, James —se dieron un rápido abrazo antes de que James se despidiera de los hermanos y se retirara a su habitación. Allison se viró hacia Blake, quien tenía ojos cansados y bostezaba—. ¿Tienes algo qué decirme, hermanito?
—Sí —se puso de pie con taza en mano—, buenas noches.
Allison sonrió por lo bajo, yéndose por el mismo pasillo que su hermano, contrario a donde estaban las habitaciones de James y su familia. En pocos minutos únicamente quedaron encendidas las pequeñas luces de las macetas de la terraza; se escuchaban las canciones de los grillos, el viento revolviendo las copas de los árboles más altos y frondosos, en unas horas el césped se cubriría de rocío y la luz del sol se abriría paso por entre la oscuridad de la noche, intercambiando un breve diálogo con la luna y sus hijas las estrellas; tomándose su tiempo para pintar el alba y para despertar a las aves con los primeros rayos, indicándoles que podrían emprender su vuelo matutino. En alguna parte de la ciudad los relojes sonaban al dar las cinco irritando o irrumpiendo el sueño de aquellos que debían ir a la escuela o a trabajar. En esa hermosa residencia de madera y chimenea de piedra comenzaba el día a las ocho y treinta de la mañana, cuando George se levantaba a preparar la cafetera, quien despertaba a sus pequeños hijos para posteriormente hacerles el desayuno en compañía de su esposo. Esa mañana fue diferente pues Blake les ayudaba a pesar de querer quedarse otros cinco minutos en cama.
—¿Qué tal dormiste? —preguntó Allison sirviéndole una taza de café.
—Bastante bien —saludó a sus sobrinos, quienes lo abrazaron de manera amorosa, posteriormente dio un sorbo a la bebida dejando que la cafeína lo despertara poco a poco—. ¿Ya despertó James?
—Aún no —dijo George—. Oye, ¿es el mismo James con quien ibas a casarte hace años?
—El mismo —dijo con una pequeña sonrisa que delataba sus verdaderos sentimientos. El matrimonio no pasó aquello por alto por lo que se miraron de manera cómplice y comenzaron a hacerle preguntas al azabache.
—¿Aún te gusta? —dijo Allison.
—No lo sé, es... confuso... porque a veces siento que le gusto y en otras siento que solamente está siendo amable conmigo por lo que no quiero hacerme ideas erróneas —Allison intercambió miradas con su esposo, ambos sabían que ésos dos necesitaban hablar. La mayor terminó de servir el plato de su hermano quien sonrió al ver lo delicioso que lucían los huevos estrellados acompañados de tocino.
Una desordenada cabellera castaña se asomó en la cocina saludando con voz cansada y un pijama blanco. Los presentes le saludaron con amabilidad, a excepción de los niños que se veían confundidos ante la presencia de aquel hombre. Su madre tuvo que explicarles el por qué estaba ahí, ya que los niños estaban dormidos cuando éstos llegaron del aeropuerto, después James procedió a presentarse de una manera muy educada que terminó por agradar a los menores. George le tendió una taza de café que hizo su trabajo en pocos minutos, tuvo la misma expresión que el azabache al ver el desayuno.
—¿Cómo dormiste, James?
—Caí dormido en cuanto toqué la almohada, creo que nunca me había tocado dormir en una cama tan suave.
—Me alegra —dijo Allison sonriente—, bien, no quiero apresurarte a desayunar, pero date prisa; Brendan llegará más temprano de lo previsto y necesitas ponerte al día con el caso.
James asintió como si de una orden militar se tratase; luego de desayunar se ofreció a lavar los platos, junto con Blake, mientras George terminaba de guardar la comida que le correspondía a Miharu y a Baaya, que seguían durmiendo. Aprovechó para sostener una conversación trivial con Blake que trataba, mayormente, de la trama de Los Juegos del Hambre vista desde una perspectiva política. Parecía que pasaban un buen rato pues reían de vez en cuando. Una vez limpios los platos, James procedió a darse una ducha rápida para poder trabajar en lo que los había traído a Londres. Allison y George habían cambiado sus pijamas por ropa un poco más elegante pero que de igual manera se consideraba informal; Blake estaba en la terraza jugando con sus sobrinos; Baaya y Miharu ya se habían despertado y arreglado por lo que ahora se encontraban en desayunado en la isla de la cocina. Allison se viró hacia James mientras sostenía algunos folios en sus manos pidiéndole que se acercara, la mesa de café estaba cubierta de carpetas y hojas sueltas, era como una pequeña oficina.
—Bien, cariño, estas son las pruebas que hemos reunido, las declaraciones que otras personas han hecho en el estrado y todo lo demás; asegúrate de ver todo para que no se te escape ningún detalle porque el abogado defensor suele asfixiar de preguntas a mis testigos con cosas que ni al caso, no es para nada profesional pero un paso en falso y el bastardo puede ganar. ¿Entendiste? —James asintió mientras veía con sorpresa el montón de papeles que debía revisar, sería una mañana larga, pero valdría la pena.
—¿No ha dicho el juez cuando se reanudará el juicio?
—Este jueves, o sea mañana, así que tienes mucho que estudiar, cariño.
—¿Están los dos en el caso? —dijo señalando a la pareja.
—No, estoy aquí para ayudar, además en estas fechas no suelen entrar muchos casos a mi oficina. Cualquier duda que tengas podemos ayudarte —respondió George carismático.
Dicho esto, James procedió a revisar todo el papeleo concentrándose completamente en eso, aunque esto tal vez sea mentira pues sus ojos se fijaban en la escena de Blake jugando con los niños en la terraza; su sonrisa era adorable y en sus ojos podía apreciarse todo el amor y cariño que le tenía a sus sobrinos. Los levantaba en el aire, los cargaba en hombros y jugaban al escondite, por un momento recordó los momentos en los que jugaba con Miharu el día de la feria junto con Levi, dándole la impresión de que tal vez sería un buen padre pues de verdad se notaba que disfrutaba de convivir y cuidar de ellos; escondió su rostro luego de que el mencionado volteara en su dirección así que aquel folio servía para esconder sus mejillas sonrojadas. El timbre sonó luego de unos minutos, Allison y George estaban en la cocina charlando con las niponas por lo que le pidieron a James si podía abrir la puerta; un joven de cabellera oscura y ojos grisáceos estaba acompañado de una mujer morena con hermoso cabello rizado, en ambos apareció una gran sonrisa al ver al castaño, cuyos ojos se cristalizaron al verlos.
—¡Brendan, Danielle! —exclamó con alegría mientras se abrazaban— No puedo creerlo, ha pasado tanto tiempo.
—Mírate, James, estás enorme —dijo Danielle conteniendo las lágrimas—. Y pensar que te conocí desde que eras un niño solamente.
—Te ves bien, amigo, ¿cómo has estado?
—Muy bien, gracias. Pasen, por favor —cerró la puerta luego de que entraron. Allison se acercó a recibirlos saludándoles con un beso en la mejilla.
—¿Quieren algo de tomar, agua, un té?
—Estamos bien, cariño, gracias —dijo Danielle cortésmente—. Espero que no hayamos llegado en mal momento.
—Para nada, James estaba estudiando todo lo que llevamos del caso. Tomen asiento, estábamos esperándolos —los cuatro se sentaron en los sofás de la sala, Allison ordenó un poco lo que estaba sobre la mesita de café—. Bien, James, sé que esto no es fácil para ti, sobre todo porque fuiste la primera víctima de este sujeto.
—¿Cuántas más hay?
—Otras quince, la mayoría patinadores —dijo Brendan con seriedad—, conmigo iban a ser dieciséis, pero no pudo hacerme nada.
—¿¡Ese bastardo te atacó!? —exclamó con sorpresa— ¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque tú más que nadie sabe lo difícil que es hablar de esto, además de que no es un tema que se dice tan a la ligera por teléfono y porque no quería que te preocuparas.
—¿Por eso te retiraste? —Brendan negó, bajó la mirada, se notaba dolido.
—Se destrozó el tobillo luego de los últimos olímpicos —dijo Danielle cabizbaja—, no volvió a patinar igual aún después de ir con los mejores fisioterapeutas. Por eso terminó como profesor de patinaje en Lee Valley.
—Brendan... discúlpame, no lo sabía...
—Está bien. Después de todo tenía una meta que ya había cumplido mucho tiempo antes de eso, pero seguramente no la recuerdas —dijo con expresión melancólica.
James recordó el día en que dejó Londres para mudarse a Tokio. Un treinta y uno de Julio. Otro día nublado en Londres. Brendan y Danielle estuvieron ahí, siempre estuvieron ahí para no dejar que soltara una de las cosas que lo hacía tan feliz. Ese día Brendan le prometió algo para cuando volvieran a patinar juntos... «tres medallas de oro y una olímpica». A pesar de que se encontraron antes de que Miharu naciera, no habían vuelto a hablar o a patinar... aún quedaba una promesa por cumplir.
—Cuando todo esto termine patinaremos juntos, Brendan —los ojos del menor brillaron como las estrellas. Había pasado mucho tiempo desde que James estuvo en el hielo, pero algo dentro él le decía que ambos lo necesitaban.
Luego de una conmovedora conversación, Allison procedió a ayudar a James con el juicio. Al parecer el principal motivo de que se pausara fue porque el acusado se desmayó camino a la sesión de ese día, aunque Allison sostenía la teoría de que lo hizo únicamente para hacer tiempo y que un par de sobornos podrían ayudarlo a evitar la cárcel. El caso ya se había abierto en Milán poco después de que James fuera atacado, la policía italiana recibió otros tres reportes a lo largo del tiempo de investigación; todas las descripciones de la víctima concordaban con la que James había dado previamente abriendo una carpeta de investigación que se traspasó a París, donde se reportaron otros seis ataques a lo largo de año y medio. No podía tratarse de un imitador pues el modus operandi era el mismo, sólo que el atacante se descuidó al dejar que una de las víctimas lo arañara por lo que la policía ya tenía ADN del agresor, su nombre era Donato Silvestri, quien solía trabajar con otras tres personas a quienes presuntamente asesinó luego de trasladarse a España, donde se reportaron otros dos ataques y se encontraron los cuerpos sin vida de sus cómplices en diferentes callejones cercanos a su último ataque, todos presentaban cortes limpios en la yugular, dos de ellos cercenados y destripados por lo que comenzó la teoría de que Donato sufría de alguna enfermedad psicológica. Pasaron varios años desde entonces, supuestamente para no levantar sospechas, hasta hace poco en Londres cuando cuatro víctimas más describieron a un agresor con las mismas características. James se sentía asqueado a medida que terminaba de leer los expedientes de cada uno de los casos, de las dieciséis personas que atacó la mitad eran patinadores artísticos, tres clavadistas, dos gimnastas, un tenista y dos entrenadores de voleibol. Se asignó a Allison como fiscal luego de que los detectives escucharon lo que le pasó a Brendan; todos los expedientes anteriores seguían abiertos y, si lograban culpar a Donato por los cargos de violación en primer grado y de violación a menores, pasaría el resto de su vida en prisión. El día se les fue entre papeles, carpetas de investigación, registros y retratos hablados de cada una de las víctimas que le confirmaron a James que se trataba del mismo sujeto de aliento fétido y mirada muerta que fue el primero en abusar de él aquella noche en Milán, y que fue el que le dejó la mayoría de esas cicatrices.
Alrededor de las cinco de la tarde ordenaron algunas pizzas que hizo más que felices a los más pequeños de la casa; algo bueno de ese día era que los hijos de Allison y George se estaban llevando bien con Miharu pues se habían pasado gran parte de la tarde jugando con una casa de muñecas y a los superhéroes, siendo Miharu la villana que era derrotada por Supergirl y Batman, todo lo hizo para que los niños pudieran reír con las dramáticas derrotas de la nipona.
—Suficiente, estoy cansado —Brendan dejó las hojas sobre la mesa de café levantándose para estirar los músculos de sus piernas adormecidas—, creo que con todo esto James ya está al día con el caso.
—Este sujeto es una mierda —musitó masajeándose el entrecejo recargando su espalda contra el sofá—. Sólo espero no quedarme paralizado cuando esté en el estrado mañana. ¿Creen que ganemos esto? A lo que estuve revisando menos de la mitad de las víctimas ya testificaron frente al gran jurado, ¿qué pasó con las otras?
—Algunos fue imposible localizarlos y los otros no quieren ni hablar del tema. Ya han seguido adelante con sus vidas y tratar esto de manera pública es algo con lo que no se sentirían cómodos, naturalmente no pudimos forzarlos a esto. No nos manejamos así.
—¿Y qué tal si me hubiera rehusado a venir?
—Perderíamos por el cargo de violación a menores —James abrió los ojos con sorpresa—. Fuiste el único menor de edad al que atacó, todos los demás tenían la mayoría de edad en sus países cuando esto ocurrió.
—Cariño —Danielle tomó con ternura la mano de James, tenía arrugas en el rostro y por su hermosa cabellera se asomaban algunos cabellos canosos—, sé que todo esto es difícil para ti, pero no sabes lo mucho que nos alegra que estés aquí. Sobre todo a mí, que te vi sufrir por lo que te hizo... quiero esto termine, James, al igual que tú.
El castaño sonrió a las personas que se encontraban en aquella sala. Esa noche se fue tranquilo a la cama sabiendo que no estaría solo mañana frente al gran jurado, ni cuando vea a ese hombre. Mañana a esta hora todo terminaría por fin, luego de veinte tortuosos años.
❀ ❀ ❀
Terminaba de ajustarse la corbata del traje, Miharu y Baaya se habían quedado con George y sus hijos en casa. pero por petición de James ya que creyó que sería lo mejor para ambas, en especial para su hija. Las manos le temblaban al llegar, pero ahora sólo repasaba mentalmente todo lo que diría, cuidando de no hacer contacto visual con aquel hombre a menos que fuera necesario. Blake se acercó a él con la pequeña botella de agua que le había pedido pues sentía la garganta seca.
—¿Cómo te sientes, Jay?
—Algo nervioso, pero sé que puedo hacerlo.
—Recuerda, no lo mires a los ojos, ¿sí? —dijo el azabache acariciando su mejilla.
—Mejor míranos a nosotros, Jay —escuchó una voz familiar, un chico de cabellera castaña y ojos como la miel se acercaba acompañado de una hermosa mujer pelirroja y de mejillas pecosas; le seguían una pareja de cabellos grisáceos, ella vestía un bonito vestido rosado que resaltaba su sonrisa, tan parecida a la que James puso al verlos—. ¿Estás listo?
—¿Necesitas algo? —dijo Cady posando su mano en el hombro del menor. James abrazó a todos ellos quienes correspondieron de manera tierna.
—Necesitaba verlos —habló con un hilo de voz.
—No pensamos dejarte solo en esto, hijo —dijo su madre con una pequeña sonrisa.
—Ese hombre te lastimó una vez, no volverá a hacerlo —la mirada de su padre se tornó seria, sabía que era capaz de hacerle algo a aquel hombre.
—Gracias por estar aquí —tomó la mano de Blake haciendo que se uniera al pequeño círculo que habían formado—, todos ustedes. Se los agradezco de corazón.
Entraron a la sala. Cady, Blake y Louie tomaron asiento en la segunda fila junto a los padres de James, quien estaba sentado en la primera, detrás del escritorio donde estaba Allison. Las puertas laterales se abrieron, y ahí estaba él, vistiendo un apolillado traje gris oscuro, con el poco cabello que le quedaba tornándose grisáceo, una cicatriz que le atravesaba el ojo izquierdo y algunos kilos de grasa que torturaban a sus rodillas. James sintió que el estómago se le revolvía en el momento en que cruzaron miradas, pero no podía lastimarlo, no de nuevo. Toda la sala se puso de pie para recibir al honorable juez que se acomodó sus gafas de media luna en el momento que tomó asiento al igual que todos los presentes.
—Señor Dufflin, espero que este juicio pueda llevarse a cabo sin tener que intervenir médicamente a su cliente, otra vez —espetó.
—No se preocupe, juez, mi cliente goza de una excelente salud el día de hoy —dijo el abogado defensor, su barba marrón estaba descuidada y daba la apariencia de un ogro por su apariencia física. Usaba anteojos cuadrados que hacían ver sus ojos más grandes de lo que eran.
—Retomemos entonces donde nos quedamos. Abogada, prosiga —indicó el juez.
—Llamo al estrado a James Auclair, señoría.
—Objeción, el sujeto no figura en la lista de testigos.
—Silencio, Señor Dufflin, la abogada hizo llegar la circular que confirmaba la asistencia del Señor Auclair como testigo. Que usted no la haya leído no es mi problema, pase al estrado el testigo.
James caminó hasta el estrado, sintiendo la mirada muerta de Silvestri sobre él al momento de hacer el juramento para decir nada más que la verdad. Allison se puso de pie frente a James, quien miraba constantemente hacia sus padres, sus amigos, Brendan y Danielle, que estaban en la fila de junto, y Blake para calmar sus nervios.
—Buen día, Señor Auclair, iré al grano porque este juicio se ha extendido más de lo que debería —habló con seriedad dirigiendo una mirada perforante a la mesa del acusado y su incompetente abogado—. Antes que nada, lo felicito por haber sido parte de los mejores deportistas que este país ha tenido, sobre todo en una disciplina tan demandante como lo es el patinaje artístico. Sé que es difícil para usted, pero necesito que describa con exactitud lo que sucedió en Milán la noche que Donato Silvestri abusó de usted.
—Recién había terminado mi competencia, había ganado una medalla de oro. Estaba con mis padres, mis dos mejores amigos y mi entrenadora; ellos querían que fuéramos a un restaurant cercano a celebrar comiendo auténtica comida italiana, pero yo estaba tan cansado qué lo único que quería era llegar a mi cuarto de hotel y dormir porque al día siguiente debía despertarme temprano para la ceremonia de gala. El hotel no quedaba lejos del lugar donde fue la competencia, estaba a dos calles, así que mis padres y mi entrenadora accedieron a que regresara por mi cuenta luego de mucho insistir, ellos fueron a comprar una pizza para comer en el cuarto de hotel. Así que me separé de ellos —respiró profundamente antes de continuar—. En el tiempo en que había estado en Milán me di cuenta de que era una ciudad muy tranquila, podías andar por las calles en la noche sin sentir miedo de que alguien te lastimara. Pero esa no fue una de esas noches. Escuchaba música cuando me percaté de que una camioneta blanca me estaba siguiendo de cerca, caminé más rápido y luego corrí, hasta que sentí que me halaban del cuello para subirme a la camioneta. En ese instante me pusieron un trapo con lo que asumí era cloroformo pues me desmayé al instante y desperté luego de un tiempo —sus ojos buscaron desesperadamente al primer rostro familiar. Blake. Él no sabía con exactitud lo que pasó aquel día pues en su momento sólo les dijo a sus amigos que había sido una sola persona. Su corazón latía con cierta tranquilidad al ver aquellos zafiros—. Estaba en un lugar sucio, con cucarachas en el suelo y recostado sobre una alfombra manchada. Mis manos y piernas estaban atadas, tenía la ropa desgarrada y estaba amordazado. Había cuatro hombres en esa habitación.
—¿Reconoce a uno de esos hombres, Señor Auclair? —dijo Allison con una expresión seria.
—Sí, está sentado ahí —señaló a Donato, cuya mirada pasó a ser la de un asesino.
—Dígale al jurado qué sucedió después.
—Ese hombre se acercó a mí, me desvistió mientras se tocaba, después se acercó a mi oído y dijo «Veamos si te mueves tan bien como en el hielo, hermoso ángel». Después de eso tomó mi pene en sus manos mientras metía sus dedos en mí, yo gritaba de dolor, pero no servía de nada porque la mordaza los ahogaba. Después introdujo su pene, dijo que le excitaba verme llorar, los otros tres sólo veían y se masturbaban. Luego de uno de ellos se acercó a quitarme la mordaza para meter su pene en mi boca —su voz amenazaba con quebrarse, tenía los ojos llorosos, pero no podía permitirse llorar en ese momento—. Ambos me llenaron de semen, después los otros dos hicieron lo mismo, luego intercambiaron posiciones hasta que cada uno me obligó a darles sexo oral. Volvieron a amordazarme y después se turnaron para que cada uno me penetrara. Fue cuando se volvió más violento porque comenzaron a hacerme cortes con sus navajas, uno me apuñaló en los costados, luego me quemaron con sus cigarrillos. No paraban de decir lo mucho que les excitaba verme así, llorando, sangrando, pidiendo ayuda en vano, dijeron que parecía un ángel sometido por demonios. Un hermoso ángel de hielo. Pasaron varias horas hasta que por fin terminaron, se felicitaban unos a otros y Donato se acercó a mí diciendo que sería «nuestro secretito», me desató y después se fueron. Tuve que ingeniármelas para salir de ahí y llegar al hotel. Mis padres, mi entrenadora y mis amigos me habían buscado durante horas hasta que me vieron llegar con la ropa llena de sangre, mareado y que apenas podía mantenerme en pie.
—¿Entonces afirma que fue Donato Silvestri una de las cuatro personas que abusó sexualmente de usted a la edad de doce años?
—Es él, no me queda duda alguna.
—No más preguntas por ahora, Señoría —Allison regresó a su asiento, Dufflin se acercó al estrado mirando a James acusatoriamente.
—Señor Auclair lamento mucho lo que le sucedió a tan pronta edad, pero, usted dijo que se encontraba mareado luego del ataque. ¿Qué nos asegura que no está confundiendo al Señor Silvestri con alguien más?
—Porque recuerdo perfectamente su rostro, además de que encaja con la descripción de las otras víctimas que testificaron anteriormente. Además, Silvestri asesinó a esas personas. No tengo duda, él me violó —habló con seriedad.
—Pero dijo que había otras tres personas con él, que estaba bajo los efectos del cloroformo, ¿está seguro de que no fueron únicamente ésas otras tres personas la que lo atacaron y únicamente está confundiendo a mi cliente?
—¿Realmente cree que puedo olvidar cuántos bastardos me violaron esa noche?
—No lo sé, dígame usted, ha estado viendo constantemente a un hombre en esta sala que no es mi cliente. ¿No será que culpa a mi cliente por hacerlo homosexual?
—Objeción, hace acusaciones sin fundamento —habló Allison.
—Ha lugar.
—Lo reformulo, usted es homosexual a causa de la supuesta violación de mi cliente, sí o no.
—Objeción.
—Ha lugar, Señor Dufflin si no va a hacer una verdadera pregunta le sugiero que se retire —espetó el juez.
—Sólo soy una víctima de un violador y asesino, eso es lo que soy. Si presenté traumas posteriores a ello no tienen nada que ver con mi orientación sexual, ¿o acaso le haría la misma pregunta a su hijo si es violado múltiples veces por cuatro personas? ¿No será que el único homofóbico aquí es usted?
—Suficiente, Señor Dufflin regrese a su asiento, usted también Señor Auclair —pidió el juez. El abogado hizo lo ordenado y mientras James bajaba del estrado un estruendoso sonido se escuchó.
Donato había volcado el escritorio de un golpe, corrió hacia James intentando ahorcarlo, su mirada era completamente la de un asesino y poco faltaba para que espuma le saliera de la boca.
—Admite que te gustó tanto como a mí, maldito hijo de puta —exclamó con el rostro enrojecido, resistiéndose a los policías que lo halaban con fuerza—. Te veías tan hermoso en ese trajecito ajustado, ¡estabas pidiéndolo a gritos, marica!
—¡ORDEN! ¡Seguridad, sepárenlos inmediatamente! —repetía el juez en voz alta.
Las manos de Donato habían alcanzado el cuello de James quien forcejaba por que aquel hombre no se posicionara entre sus piernas, podía sentir su asquerosa erección rozándole el pantalón.
—Apuesto a que quieres repetirlo, ¡¿verdad?! —exclamó fúrico, los guardias apenas podían separarlo, se negaba a soltar a James.
Su espantoso rostro se apartó en un segundo, gotas de sangre brotaron de su boca al ver que los guardias por fin se lo habían quitado de encima. Unos nudillos enrojecidos y una expresión fúrica estaban en el rostro de Blake mientras veía que Donato era arrastrado por los uniformados, la sangre de su labio partido manchaba su traje apolillado mientras se escuchaba una risa maníaca en la sala.
—¡He visto suficiente! Declaro a Donato Silvestri culpable por los crímenes de violación en primer grado, violación de menores en segundo grado y asesinato en primer grado. Ochenta años. Se levanta la sesión. ¡Sáquenlo de aquí!
—¡ADMITE QUE TE GUSTÓ MI HERMOSO ÁNGEL DE HIELO! ¡ADMÍTELO! —su voz se tornó en un eco que desapareció de la sala y de la vida de James.
Blake se acercó rápidamente hacia James, quien tenía el rostro lloroso, rodeó cuidadosamente su cuerpo de manera instintiva. Sus padres y amigos se acercaron al momento, todos preocupados por el castaño cuyo rostro permanecía oculto en el pecho de Blake, quien le susurraba de manera amorosa al oído que todo estaba bien, que por fin había terminado. James juntó su mirada esmeralda con la de color zafiro que tenía en frente.
Todo terminó. Todo estaba bien. Las marcas en su piel ya no dolerían más. La pesadilla había terminado.
❀ ❀ ❀
Su estancia en Londres se alargó un poco más ya que Tadao había hablado con James después del juicio donde le dijo que se tomara unas vacaciones aprovechando también sus días de descanso por las fiestas decembrinas. Pasó tiempo de calidad con sus padres, ayudó a su madre y a Baaya a terminar de tejer los suéteres que enviarían a la familia de Nathaniel en Francia. Llevó a Miharu a patinar luego de estar mucho tiempo insistiendo, aunque parecía que la niña no estaba destinada a patinar pues se caía constantemente e incluso le dijo a su padre que prefería la natación. Ese día se topó con Brendan, quien en poco tiempo sustituiría a Danielle como entrenador de uno de los chicos que prometía bastante para el deporte. James se sumergió en un recuerdo al ver cómo las cuchillas desgastaban la superficie helada; ambos veían en ese chico la pasión y el amor que le tenía al deporte.
—¿Cómo has estado? Realmente creí que ese idiota iba a hacerte daño en la corte.
—He estado de maravilla, no sé, realmente dormí muy bien esa noche. Me siento más tranquilo y realmente feliz de que por fin todo terminó —dijo con una sonrisa.
—Me alegra saberlo, James —fijaron su vista por unos segundos en los jóvenes patinadores, toda una nueva generación—. ¿Qué hay de Blake? ¿Han salido últimamente?
—Mi hija lo adora, así que hemos ido al cine y al parque junto con mis padres un par de veces.
—No, no, me refiero a que si han salido solamente ustedes dos —un color rosa apareció discretamente en las mejillas del castaño haciendo reír a Brendan por lo bajo—. Lo sabía, no necesitas decir más.
—¿A qué te refieres?
—Por Dios, viste cómo le dio ese puñetazo a Donato, es obvio que el sujeto se preocupa por ti.
—Cualquiera lo hubiera hecho.
—Ah, pero él no es cualquiera. Debiste ver cómo se le llenaban los ojos de lágrimas mientras hablabas en el estrado, cómo miraba colérico a Donato desde su lugar como si muriera por golpearlo por todo lo que te hizo. Cómo sea, no has respondido mi pregunta, ¿han salido juntos?
—¿Realmente crees que me gusta? —dijo desviando la mirada.
—James, por favor, estoy saliendo con alguien y sé cómo es estar enamorado de alguien. Además, a lo que me has contado, tu hija y tu gato lo aprueban, ¿necesitas más motivos para darte cuenta de que es el indicado?
—¿Recuerdas que él fue el motivo por el cual dejé Londres? Brendan, me lastimó.
—Sí, James, pero ¿no te has puesto a pensar que tal vez ha cambiado, que es una persona diferente? —el mayor se quedó callado por unos segundos— No te has tomado la molestia de saber qué ha hecho todo este tiempo, ¿verdad?
—Es un importante hombre de negocios y uno de los solteros más codiciados, encontré una revista playboy en la que está solamente él en la portada, es obvio lo que ha estado haciendo estos últimos trece años.
—Ay, James... realmente necesitas despejar tu mente y dejar de sacar conjeturas. Y sé qué puede ayudarte —sacó su celular, escogiendo una canción que comenzó a sonar en los altavoces de Lee Valley. James soltó una risita al ver que el menor entraba a la pista, no pudo resistirse e hizo lo mismo.
La suave voz de Alec Benjamin le ayudó a ponerse en sintonía con la melodía al poco tiempo. Al principio sus movimientos no eran tan suaves, pero poco a poco comenzó a soltarse, a dejarse llevar, a dejar que la música lo llenara y lo guiara. Un par de saltos clavados de una manera sorprendentemente perfecta. Dicen que uno nunca olvida cosas que ha hecho por mucho tiempo, como andar en bicicleta, en el caso de James eso aplicaba al patinaje. Esas veces que se escabullía a medianoche a la pista local a patinar, era una de las ventajas de ser amigo de la dueña de aquel lugar tan frío, pero a la vez tan cálido en el corazón de James. Su cuerpo era uno con la música, sus movimientos eran suaves y un tanto agraciados. Sentía que era como en los viejos tiempos, únicamente el hielo y él. Vinieron a su mente recuerdos de cuando patinó por primera vez en Tokio, había llevado a Yukari con él, y esa tarde estuvo llena de risas y caídas por parte la nipona pues le costaba mucho mantener el equilibrio. Ese recuerdo, aunque era feliz, se fue con ella. Se difuminó de un hermoso color zafiro, la pista se cubrió de pétalos de flor y una tarde que previamente estuvo llena de despedidas y lágrimas contenidas. Una canción que se volvió especial para ambos. Esa vez no fue él quien guiaba, dejó que esa persona lo llevara porque confiaba en él, porque sus corazones latían a la par. Un latido que se separó por más de diez mil kilómetros durante trece años, hasta hace poco. Le prometió que se permitiría encontrar nuevamente la felicidad, que no se privaría de tan hermoso sentimiento, se lo prometió a esa hermosa mujer de mirada tierna tras su último aliento. Ella amaba verlo feliz, quería que fuera feliz, por eso surgió aquella promesa que juró cumplir mientras estaban en esa pequeña habitación iluminada únicamente por la luz de las velas que se extinguieron al momento que dejó caer su mano. Que sus ojos se cerraron para siempre. No se había sentido capaz de amar alguien tanto como la amó a ella, pero eso era porque no creía volverse a encontrar con ese chico de mirada zafiro y bonita sonrisa; se mostró reacio ante la posibilidad de que su promesa estuviera vinculada con el destino, con su encuentro fortuito. Pero el corazón nunca se equivoca. Y era tiempo de aceptarlo.
—¡Eso fue hermoso, papi! —exclamó Miharu con una sonrisa de oreja a oreja al abrazar a James—, sabía que patinabas bien pero nunca creí que fuera así de hermoso.
En su mirada estaba su reflejo, se parecían tanto, no importaba que los demás dijeran lo contrario.
—No puedo creer que luego de todos estos años aún tengas el toque, James —dijo Brendan—. Ve y hazlo.
El menor conocía la forma de patinar del castaño, no necesitó ver más para saber lo que su corazón sentía en esos momentos. James le dirigió una sonrisa y se despidió con un abrazo, saliendo de Lee Valley. Con el corazón y sus ideas en orden, supo que debía seguir el consejo de Brendan, tenía que hablar frente a frente con Blake y la pequeña fiesta que Louie estaba organizando junto con Cady en casa de Allison y George parecía ser la mejor excusa para acercarse al azabache.
Las horas se pasaron rápidamente con todos los trabajos de decoración y los viajes al minisúper a comprar las bebidas, que iban desde jugos y refrescos para los niños hasta una pequeña variedad de licores que serían únicamente para los adultos; recordó cuando Archie le contó que una de las cosas que hacía al estar enamorándose de Nathan era que inconscientemente lo buscaba con la mirada, cosa que comenzó a hacer sin darse cuenta los últimos días. Su corazón a veces daba pequeños brincos al verlo, no sabía que el de Blake latía rápidamente cada que estaban juntos o que lo veía sonreír. Ambos corazones deseaban estar juntos nuevamente desde hacía mucho tiempo y poco faltaba para que se salieran de órbita. La noche llegó y las coloridas lámparas de papel iluminaban la terraza que tenía una vista espectacular de la naturaleza; Brendan había llevado a su pareja, Danielle a su esposo y a su hija de diez años, Cady y su familia también estaban ahí, incluso Blake y Alexander aprovecharían para cantar el himno de su universidad más entrada la noche y con algunas copas encima; los padres de los chicos también asistieron, en fin, había varias personas pero apenas y llenaban la terraza de la enorme residencia de los Beckworth. Los niños jugaban en un área apartada para que estuvieran seguros y no tomaran algo por accidente. La música estaba en un volumen agradable, ni muy fuerte ni muy baja, por lo que el ambiente en aquella fiesta era perfecto y los inflables en la piscina delataban a Louie como organizador pues se le había hecho costumbre incluir flotadores o pelotas de playa en sus fiestas.
—¿No les trae esto recuerdos de la universidad? —habló Cady que tomaba una margarita de mango, estaba junto a James y Louie cerca de un pequeño kiosko que había.
—Fueron buenos años si ignoras los montones de tarea y los profesores histéricos porque llegabas media hora tarde a clase.
—Habla por ti, yo nunca llegué tarde —dijo James orgulloso.
—Ah, pero qué tal esas veces en las que salíamos a comer, siempre era un «lo siento, estaba rechazando a alguien». ¿Qué pasaba contigo, Jay? —dijo Cady echándose a reír.
—El nene estaba enamorado —habló Louie con ojos soñadores de manera dramática—, y algo me dice que aún lo estás.
—¿Qué? —comenzó a sonrojarse, Cady y Louie le miraron acusatoriamente haciendo que se rindiera— Bueno, puede que sí...
—¡Lo sabía! Me debes dinero, págame —exclamó la pelirroja tomando un par de billetes que Louie le entregó—. ¿Por qué no vas y hablas con él, cariño? Míralo, está ahí, hablando de sólo Dios sabe qué con mi precioso esposo.
—Oh, no, olvídalo. Parece que tu precioso esposo le dio el mismo consejo y está mirando hacia acá.
—Chicos, basta, parecemos adolescentes —dijo el menor de mejillas carmesí.
—Deja que lo seamos por una noche, nos la pasamos trabajando como mulas, deberías relajarte, ir allá y plantarle unos buenos besos a ese hombre —dijo Cady haciendo sonrojar aún más a James.
—Aww, no has cambiado nada, Jay —Louie revolvió su suave cabellera—. Cat, acompáñame a ver si ya puso la marrana.
James sólo vio cómo sus amigos se alejaban y un apuesto caballero de ojos azules se acercaba con el rostro igual que él, sonrojado, sonrisa nerviosa y un vaso con ginebra en mano. Se miraron de forma tímida, desviando la mirada cuando quisieron hablar al mismo tiempo, soltando una risita.
—¿Te la estás pasando bien? —habló nervioso el azabache.
—S-Sí, es una buena fiesta. Hasta Baaya está pasándosela bien —ambos miraron a la mujer que participaba en el concurso de limbo. James se armó de valor y habló: — ¿Quieres charlar? Podríamos ir a un lugar con menos ruido...
Blake le miró de una manera en la que decía que también pensaba lo mismo, asintió con una sonrisa y fueron al interior de la casa, junto al patio de juegos de los hijos de Allison. Cada uno se sentó en un columpio, el mismo que Blake ayudó a instalar cuando recién estaba construyéndose la casa. La música era un eco no muy fuerte que era opacada por el canto de los grillos y el sonido de los autos que transitaban la carretera; la luna los iluminaba al igual que las estrellas. Tenían tantas cosas qué decirse, pero no sabían por dónde comenzar; se sumergieron en un silencio sorpresivamente agradable hasta que James decidió hablar.
—¿Cómo estás? —preguntó en voz baja.
—Honestamente creo que estaba poniéndome algo ebrio —soltaron una pequeña risa, James admitió sentirse igual.
—¿Por qué estabas embriagándote? —dijo con humor.
—Porque buscaba el valor para hablarle a un hermoso chico en la fiesta —le miró con una diminuta sonrisa.
—¿Y le hablaste?
—Lo estoy haciendo ahora —admitió, las mejillas de ambos se coloraron.
—¿Sabes? Creo que después de todo este tiempo nunca nos dimos la oportunidad de saber qué fue de nosotros los últimos años —Blake le miró haciéndolo reír—. Está bien, sé que los límites los puse yo al inicio, que iba a ser una relación de trabajo únicamente.
—Y míranos, bebiendo en unos columpios, algo muy profesional.
—Parte del trabajo de un arquitecto es conocer a su cliente, así que déjame conocerte —dijo con una sonrisita, Blake desvió la mirada riendo por lo bajo—. Es para mi trabajo.
—Bien, ¿qué quieres conocer de mí?
—¿Qué pasó contigo? Después de que nos separamos...
—Pasé por todo un infierno —James le miró con atención—. Llevó mucho tiempo y esfuerzo crear lo soy hoy en día. Profesionalmente hablando, Orinson involucró mucho trabajo duro, Vanessa, Derrick y yo comíamos sobras de comida para poder financiar por nuestra cuenta los primeros negocios. Conforme fuimos creciendo también lo hicieron los peligros, personas que no estaban contentas con lo que hacíamos, recibimos múltiples amenazas, abusos, fraudes, una vez intentaron secuestrar a Derrick, pero afortunadamente no pasó a mayores. Poco a poco fuimos creando lo que somo hoy en día... pero personalmente hablando, fui una mierda de persona durante años. Tomé malas decisiones que me llevaron al hospital en más de una vez. Pero lo peor fue lo que perdí para siempre; mi abuela falleció al poco tiempo de que terminamos, años después mi padre nos mandó matar a mi madre y a mí —los ojos de James se abrieron con sorpresa—, pero ella me salvó, ella recibió todos los malditos disparos porque el bastardo no sabía que yo estaba en Chicago para una convención, cuando me enteré me quedé destruido. Intenté terminar varias veces con mi vida porque ese infeliz me había quitado a las dos personas que tanto amaba... a mi madre... y a ti... —Blake le miró con ojos llorosos, sintiendo cómo su corazón se destruía— Lo que pasó esa noche no tiene perdón, no te lo merecías, no quise que eso pasara, pero tenía miedo... más de una vez lo escuché decir que nos mataría si nuestro compromiso resultaba ser cierto... me daba igual si me hacía algo, pero no podía tolerar la idea de que te hiciera algo... no quería que te hiciera daño, no quería perderte James... pero al final fue así... no sabía qué más hacer, fui un idiota... —se miraron a los ojos— Pocas han sido las personas de las que realmente me he enamorado, sólo son dos... tú eres una de ellas.
—El otro es Lucas —dijo con voz suave.
—¿Lo conoces?
—En el hospital, el día que te hirieron...
—Quería a Lucas, pero hay dos factores que se interpusieron a que lo nuestro continuara... el primero es que Lucas amaba a Thiago, y no se puede obligar al corazón... el segundo es que internamente sabía que seguía amando a alguien más... No estoy diciendo que jugué con el chico porque no fue así, sólo que nos dimos cuenta a tiempo de lo que realmente querían nuestros corazones —James sintió que una sensación de felicidad le creció en el pecho al ver que los ojos zafiro de Blake brillaron al encontrarse con los suyos—. Pero, ahora dime tú... ¿qué fue de ti?
—¿También es parte de tu trabajo? —habló con voz suave y un poco de humor.
—Algo así —respondió con una sonrisa.
—Luego de llegar a Tokio me la pasaba trabajando, vivía en una torre de departamentos, Baaya era mi vecina. Tiempo después conocí a alguien que se convirtió en una de mis mejores amigas, y la única también, su nombre era Yukari Hamada. Era diseñadora, se la pasaba dibujando en su libreta y tocando el violín... eventualmente nos enamoramos, nos casamos al poco tiempo de estar saliendo... y ya te imaginarás quién resultó de aquella unión —una mirada melancólica apareció en él—. Miharu se convirtió en la luz de mi vida desde el momento en que nació; se convirtió en mi razón de vivir. Siempre ha sido una niña amorosa, inteligente, carismática y bondadosa, siempre viendo lo bueno de las personas... igual que su madre... hasta que ocurrió el accidente... Yukari murió luego de ser atropellada por un conductor ebrio... Baaya ya era como parte de la familia, así que me ayudó mucho porque Miharu era solamente una niña de dos años cuando eso pasó... El único recuerdo que tiene de ella es una vieja fotografía que le tomé en un festival de verano. A pesar de eso Miharu la quiere mucho y habla con ella cuando vamos a rezarle. Luego de su muerte no me permití ser débil, comencé a trabajar cada vez más y más hasta que llegué a ser parte de los mejores en Nikken Sekkei...
—Yo creo que eres un gran padre, James —dijo con voz suave—. Sé que Yukari está orgullosa de ti y de cómo has criado a Miharu.
—Antes de que ella muriera me hizo prometerle algo... —sus miradas se encontraron nuevamente, dejando que ese pequeño brillo se asomara en los ojos de ambos.
—¿Qué cosa?
—Que volvería a encontrar el amor...
—¿Y lo encontraste? —sin darse cuenta comenzaron a acercar sus labios, la distancia se hacía cada vez más corta entre ellos. Sus corazones se acercaban luego de mucho tiempo.
—Sí —sus labios eran suaves, con un ligero sabor a ginebra combinándose con ron.
El tiempo se detuvo, luego de trece años sus corazones volvieron a estar juntos, los latidos estaban en sintonía, las estrellas, la luz de la luna, reina del cielo nocturno, la serenata de los grillos, todos ellos fueron testigos de un amor que estaba destinado a ser luego de que la vida les hiciera dar vueltas y vueltas. Disfrutaron su compañía, su cercanía, era su momento. El que tanto esperaban.
Se separaron luego de un tiempo, juntando sus frentes e inhalando la esencia de sus perfumes; la de Blake era varonil y seria, mientras que James había estado usando recientemente el perfume de durazno que tanto le gustaba. Entrelazaron sus manos, volviendo al interior de la casa, donde después de varias preguntas de sus amigos y un cóctel formándose dentro de ellos, su segundo encuentro se tornó más salvaje y deseoso de contacto físico, terminando en la habitación de Blake quien recostó cuidadosamente a James sobre la suavidad de la cama; recorriendo cada parte de sus cuerpos como si fuese la primera vez que lo hacían, pero el alcohol terminó por traicionarles cuando James se quedó dormido una vez se deshizo de su camisa. Blake, qué sentía que la cabeza pronto le daría vueltas, miró con ternura la belleza del castaño, preguntándose si recordarían todo lo sucedido la mañana siguiente que despertaran con un dolor de cabeza infernal. Lo puso en una posición que evitaría que se ahogara en caso de que quisiera vomitar, después lo cubrió con el cobertor azul marino y colocó algunos mechones detrás de oreja.
—Te amo —susurró besando su frente.
Cerró la puerta tras de sí. Ambos se fueron a dormir con una pequeña sonrisa que reflejaba únicamente una parte de la felicidad que sentían en esos momentos.
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NOMÁS NO FUERON LAS 20K PALABRAS PORQUE YA TENÍA SUEÑO, AMIGOS.
Ya comenzaron a llegar las primeras preguntas para los personajes, ¡sigan así! Responderán todas al final de la historia. Pueden comentarlas en el capítulo o mandármelas por medio de un DM.
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Espero les estén gustando estos últimos capítulos tanto como a mí me gusta escribirlos, aunque me lleve media vida haciéndolos gg. Espero hayan identificado el pequeño cameo que hicieron otros de mis bebés en la historia, para que los amen.
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GRACIAS. GRACIAS. GRACIAS. GRACIAS. GRACIAS INFINITAS POR TODO EL AMOR Y TODO EL APOYO, ¡SON LOS MEJORES Y QUE LES QUEDE CLARO! Los quiero demasiado.
Nos leemos en la siguiente actualización.
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