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Capítulo VII

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Esa era la primera vez en cuatro años que despertaba adolorido; la alfombra estaba cubierta de ropa, le costaba mover los brazos y a duras penas se acostumbró a la luz del amanecer. El canto de los pájaros resonaba como un eco dentro de su cabeza. Sus ojos azules se pasearon por la habitación; las sábanas estaban arrugadas, había libros fuera de los estantes y un montón de bolas de papel regadas por el suelo. No había nadie.

Soltó un pesado suspiro antes de levantarse de la cama. El reloj marcaba las 10:27, Blake intentó recordar la última vez en que despertó después de las seis de la mañana. «¡Qué importa, ya no hay escuela! —pensó y una pequeña sonrisa apareció en su rostro cansado— Finalmente... Podré descansar...» Pero Blake sabía que esa sonrisa no era debido a la escuela. No. Blake sonreía porque su corazón estaba feliz. Pasó una noche increíble con sus amigos, estuvieron jugando por horas; una noche llena de risas y bromas. Como si no hubiera pasado el tiempo.

Con pasos lentos llegó al ventanal de la habitación, corrió las cortinas y le dio la bienvenida a un nuevo día. El cielo era brillante, se podía sentir el calor del sol y el comienzo de algo que cambiaría su vida.

Se dio un baño caliente, eso ayudó a calmar el dolor de su cuerpo.

A medida que avanzaba la mañana pudo sentir cómo la felicidad se adueñaba de su cuerpo al punto que no podía dejar de sonreír. Tenía las mejillas de un suave color rosado y le pareció buena idea no esmerarse mucho en arreglar su cabello, le gustaba cómo lucía cuando se secaba de forma natural. Bajó los últimos escalones de un brinco y aquello no pasó desapercibido por su abuela; ella cargaba con una cesta de mimbre donde guardaba estambre de distintos colores, se podía ver la punta de los ganchos que usaba para coser y sus ojos grises brillaron al ver la sonrisa de Blake.

—Buenos días, abuela —canturreó Blake.

—Buenos días, cariño. Despertaste de buen humor.

—¡Así es! Anoche la pasé increíble con mis amigos, abuela, fue como volver en el tiempo. Reímos, comimos nachos, a Louie se le salió la malteada por la nariz... ¡Estoy muy feliz!

—Adoro verte feliz, cariño —dijo la mujer, sus manos pálidas y llenas de manchas acariciaron las mejillas rosadas de Blake, pudo sentir un poco de su calor. Dejó ver una sonrisa cálida—. Qué hermosa sonrisa tienes, Blake, igual a la de tu madre. ¿Cuándo los volverás a ver?

—No lo sé, pero hoy me veré con Louie. Me está ayudando a conseguir un empleo.

—Pero no has desayunado. Al menos toma una manzana de la cocina —dijo su abuela con voz suave.

Blake besó la mejilla de su abuela y se despidió con una sonrisa. Tomó la fruta y salió de casa. «Vaya que es un buen día», pensó mientras subía a su auto. Marcó el número de Louie y esperó a que respondiera.

—Hey, Lou... Discúlpame, sé que es un poco tarde pero ya estoy en camino... Lo sé, Louie, pero si te sirve de consuelo tampoco he desayunado... Bueno tú fuiste el que tuvo la idea de beber... ¿Con James? S-sí, hablamos un poco pero... Ah, está bien... Te veré en un par de minutos. Adiós.

Terminó la llamada y siguió conduciendo.

Pasó por el centro de la ciudad, tomó atajos para evitar el tráfico, la manzana casi se le cae de las manos y terminaba debajo del freno. Blake miraba constantemente el reloj del auto y por un momento temió que no llegaría a tiempo. «Esa no sería una buena primera impresión, Blake...

(¿Pero tú qué vas a saber de eso?)

...Avanza, tienes luz verde». A medida que pasaban los minutos aumentaba su tensión; el manto de felicidad que cubría su corazón hacía menos de treinta minutos fue rompiéndose con punzadas de nerviosismo que amenazaban con destruir aquello que había tomado tantos años en construir. Sus manos temblaban sobre el volante, y esa voz, esa molesta voz que aparecía en los momentos menos apropiados; era áspera, fría, como una lija que se deslizaba sobre la piel y se alimentaba de la sangre que brotaba de sus heridas. Ardía, ardía como el mismo infierno... Sentía que vivía en el infierno. Y de cierta manera lo estaba.

«Tranquilízate, grandote. No pienses en eso. Lo vas a hacer bien, puedes hacer esto, ¡tienes talento! Vas a conseguir el empleo», dijo esa voz más suave, la que vivía en las sombras de su compañera. Era una voz amable, y siempre limpiaba el desastre que dejaba la otra.

Había llegado. Dejó el auto a un par de calles de la tienda y caminó hasta la entrada. Louie lo estaba esperando, tenía la mirada seria y vestía con una playera negra. Y antes de que Blake pudiera disculparse por llegar tarde Louie le sonrió.

—Llegaste justo a tiempo.

—Llegué cinco minutos tarde.

—Corrección, llegaste con un elegante retraso de cinco minutos. El jefe hace lo mismo.

Antes de que Blake pudiera responder, un automóvil se detuvo enfrente de ellos. Un hombre de rostro regordete y rosado bajó de él, no tenía ni un solo cabello sobre la cabeza, de no ser por aquella barba tupida y frondosa parecería un bebé grande y gordo con ropa elegante. Blake observó cómo la carrocería subía un par de centímetros y pensó cuán pesado habría de ser.

—Buen día, señor Cooper —dijo Louie.

—Buen día, Everly —hizo una pausa... notó la presencia de Blake y una sonrisa hizo que sus mejillas se ensancharon—. Usted debe ser Blake Orsen. Louie me ha hablado mucho sobre usted. Entiendo que viene por el empleo.

—Sí, señor.

El hombre sonrió. En los ojos de Blake pudo ver algo especial. La historia que Cooper ocultaba detrás de aquella apariencia regordeta y elegante era algo que sólo su madre y su hermano sabían, ni siquiera en los programas de entrevistas lograban sacarle la verdad detrás de su éxito como empresario. Hubo una época en la que su brillante calva no existía y su peso era de dos dígitos, no siempre vistió trajes costosos ni usaba extravagantes colonias. Cooper escaló una pirámide, una batalla que estuvo llena de caídas, lágrimas y críticas; pasaron años hasta que por fin lo logró y pudo ganar la batalla que muchos daban por perdida. Tal vez era eso lo que vio en los ojos de Blake, esa chispa de determinación que alguna vez estuvo en los suyos, una chispa que se convertiría en una luz que sería tan brillante como para iluminar el futuro de las nuevas generaciones.

Blake Orsen tenía potencial y en aquel entonces sólo Cooper se dio cuenta de ello.

Los almacenes de la tienda eran más grandes de lo que había imaginado. Cajas, cajas, cajas por todos lados; estantes que llegaban hasta el techo de concreto, en el suelo había pedazos de plástico, poliestireno y cajas deshechas por la humedad. Había algunas grúas circulando y personas descargando los camiones que llegaban. «¿Quieren que lleve el inventario de todo esto? —pensó Blake, había movimiento en cada rincón de ese lugar y su trabajo, en caso de conseguirlo, era mantener un orden de todo lo que entraba y salía de los almacenes—. Es una locura.»

Cooper notó la angustia de Blake, puso una mano sobre su hombro y con voz tranquila le dijo:

—Sé que parece algo imposible, hijo, pero este lugar está pidiendo ayuda a gritos. Y algo me dice que tú podrías hacerte cargo de ello.

Hicieron un recorrido por la tienda. Blake sabía cuáles eran los departamentos y qué había en cada uno de ellos porque en Estados Unidos había algunas de ellas; en Londres estaba la tienda principal, la primera de todas, era más grande y por lo tanto cada departamento tenía más cosas en el inventario.

Después fueron a la oficina de Cooper donde leyó el currículum de Blake y le hizo una entrevista. Además de saber sobre sus estudios y los trabajos de medio tiempo que hizo en Estados Unidos, Cooper finalmente recordó dónde había escuchado el apellido Orsen antes. Tenía la cara sudorosa y su rostro se volvió de un intenso color rosa, que más bien podría considerarse un rojo.

—Blake, aún eres un estudiante, pero creo que eres lo suficientemente capaz de hacer este trabajo. Tienes un excelente historial académico y experiencia laboral, no del tipo que esperaba pero al menos sé que eres responsable. No tenía idea de que hubiera niñeros para mascotas.

—Sí, no es es algo muy común de escuchar pero era divertido hacerlo.

—Quiero hacerte una pregunta, ¿por qué quieres este trabajo? ¡Eres joven y estás de vacaciones! ¿Por qué desperdiciar tu tiempo en un lugar como este?

—No quiero estar en casa.

Cooper puso una expresión incrédula.

—¿Disculpa?

—No quiero estar en casa. Louie me dijo que los horarios son flexibles y que la paga es buena, eso es suficiente para querer estar fuera de casa.

A Cooper le sorprendió escuchar la seriedad en su voz, la rapidez y firmeza que había en sus respuestas no daban pie a que estuviera bromeando.

Ordenó los papeles que tenía sobre el escritorio. Carraspeó la garganta y se limpió las pequeñas gotas de sudor que se deslizaban por su frente. No tenía duda de que alguien como Blake podría hacerse cargo de mantener el almacén en orden, pero tampoco quería buscarse problemas con...

—Voy a ser honesto contigo. Lo que dice tu currículum y tus respuestas en esta entrevista me dejan en claro que puedes hacerte cargo de esto, pero podría meterme en problemas si contrato a alguien que no esté profesionalmente calificado para este tipo de puesto. —Blake pudo sentir que el peso del mundo le caía encima. Cooper habló con una voz seria, firme y hasta podría decir que un tanto siniestra. «Habló igual que...»— Por eso quiero hacerte una propuesta. Podrás trabajar con nosotros, pero será a medio tiempo. Ayudarás a descargar los camiones, a acomodar la mercancía y a llevar un control en la base de datos de la tienda. Recibirás una menor paga, pero creo que es un buen comienzo para alguien como tú.

—Está bien, señor Cooper. Si usted considera que es lo mejor, que así sea.

Las mejillas regordetas de Cooper se ensancharon y le dio un apretón de manos a Blake (que lo dejaría adolorido por unos segundos). Blake se sentía feliz, no es el tipo de trabajo que tenía en mente pero ahora tenía una buena razón para no estar en casa y tendría tiempo libre para estar con sus amigos, y quién sabe, tal vez podría invitar a salir a James.

Louie lo esperaba en el departamento de ropa para bebés. Tenía los brazos cruzados y su pie golpeaba constantemente los azulejos del piso; Blake se había despedido del señor Cooper y caminó hacia Louie, lo tomó por los hombros haciendo que se sobresaltara y recibió un par de golpes en la espalda como venganza. Blake no dejaba de reír y Louie tenía las mejillas rojas de vergüenza.

—¡Eres un idiota! ¡Casi me matas del susto! —exclamó, haciendo una pausa— ¿Te dieron el empleo?

—Me ofrecieron un puesto como almacenista a medio tiempo, la paga no es mucha pero es suficiente para invitarlos a comer en Burger King —dijo Blake—. No es lo que esperaba, pero estoy satisfecho.

—Hombre, estoy muy feliz por ti. Pero estoy más feliz por mí porque te ofreciste a invitar el desayuno. Qué amable eres, Blake —canturreó Louie—. Vamos, no muy lejos de aquí hay un buen lugar para comer.

—Ayer tuve que pagar por los nachos, ¿y ahora me pides que te pague el desayuno?

—Técnicamente soy tu jefe, Blake.

Blake dejó ver una expresión de sorpresa. Negó con una sonrisa, sabía que algo así podría pasar. Después de todo fue Louie quien le habló de él al señor Cooper, y para que alguien como Cooper le diera tanta importancia a la recomendación de un empleado sólo podía ser porque no era cualquier empleado el que se lo decía.

—Esto es abuso de poder. Pondré una queja —bromeó Blake.

Salieron de la tienda. Eran cerca de las dos de la tarde y ambos tenían el estómago vacío. Louie comenzó a caminar y Blake se limitó a seguirlo; las calles ya estaban llenas de autos, peatones y grupos de turistas. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvo en el centro de Londres, se sorprendió al ver que muchos edificios aún conservaban la belleza de sus fachadas, le pareció que habían más palomas en los parques y tiendas nuevas sobre las avenidas. «Ocho años... —pensó con tristeza— Estuve ocho años lejos de aquí. No ha cambiado mucho por fuera, pero por dentro puede que todo sea diferente». Louie dio vuelta a la izquierda. Estaban caminando sobre una calle mucho más silenciosa que la anterior, no había tiendas elegantes, sólo casas. Casas blancas con tejados azules y un pequeño jardín frontal. Eran de dos pisos y daban la apariencia de un montón de libros, no tenían mucho en el frente pero seguramente eran casas largas y con escaleras de madera.

«¿Por qué siento que ya he estado aquí antes?», pensó, analizando el vecindario y los detalles de las casas.

Louie se detuvo frente a un local pequeño. Los ladrillos eran de color rosa, como el algodón de azúcar, había mesas de madera al frente cubiertas por sombrillas blancas y con un pequeño adorno de flores al centro. Las ventanas tenían un tinte marrón y el nombre del local estaba escrito con una delicada caligrafía blanca que rezaba: Café de Poppy.

—¿Lindo, no? —dijo Louie.

—¿Cómo diste con este lugar?

—También paso mucho tiempo fuera de casa. Vamos, te va a encantar.

Ese café, que según Louie era un lugar «pintoresco», se especializaba en sándwiches y bebidas de frutas por lo que los chicos pidieron el especial de la casa. Un sándwich con carne marinada en salsa Worcestershire, queso de cabra, mostaza, vegetales, todo en medio de dos baguettes ligeramente tostadas.

Se sentaron en las mesas de la terraza y hablaron sobre lo que había pasado en la oficina de Cooper. Al principio, Blake se sentía triste por no haber conseguido el trabajo de tiempo completo, pero Louie le dijo que el señor Cooper tomaba precauciones en cuanto a contratar nuevo personal para la tienda. Blake al principio no había hecho preguntas sobre el puesto que desempeñaba Louie en la jerarquía de la tienda así que aprovechó la intervención del mesero para preguntarle.

—También trabajo en el almacén, sólo que obviamente llevo más tiempo que tú en el puesto.

—¿Y por qué el señor Cooper le dio importancia a lo que le dijiste sobre mí? Creí que eras una especie de gerente o algo así.

—Para nada, hombre —respondió con voz relajada—. Sólo soy amigo de su hijo, estamos juntos en el equipo de fútbol de la escuela. Lo conozco desde hace dos años, y si el lugar te pareció un desastre deberías haberlo visto cuando llegué, era horrible.

—¿Por qué está tan mal?

—El encargado era un asco. Hacía cosas con el personal que no eran correctas, usaba los almacenes para guardar otro tipo de mercancía que no era de la tienda, le debía dinero a muchas personas. Un completo desastre.

—¿Sigue trabajando con Cooper?

—No, un día simplemente dejó de ir a trabajar y desde entonces Cooper ha estado buscando un reemplazo.

Blake estaba por preguntar otra cosa pero la comida había llegado. Los sándwiches se veían mucho mejor que en la fotografía del menú. Y sabían mucho mejor de lo que Blake había imaginado. El sabor de la carne, la cremosidad del queso de cabra y la frescura de los vegetales creaban una combinación de sabores que hizo bailar a su lengua. Louie veía el rostro de Blake. Sonrió porque pudo saber lo que estaba pensando: «¡Este es el mejor sándwich que he comido en mi vida!»

Su inocente sonrisa se transformó en una sonrisa maliciosa.

—¿Es el mejor sándwich del mundo o qué? —dijo Louie. Blake tenía la boca llena y sólo pudo asentir. Louie esperó a que terminara de masticar y le dijo:— Estás enamorado de James.

Blake no había terminado de tragar y casi se ahoga. La sonrisa de Louie creció.

—¿Cómo te...?

—Digamos que anoche Cady y yo los espiamos cuando se quedaron a solas. Hombre, el brillo que desprendían tus ojos casi nos deja ciegos. Y tampoco dejabas de mirarlo.

Las mejillas de Blake se tornaron de un intenso color rojo y Louie se sintió victorioso.

—¿Por qué no nos dijiste antes? Les habríamos dado más tiempo a solas.

—¿Era muy obvio? —preguntó Blake con timidez, Louie asintió—. Me siento como un idiota cuando estoy con él. Quiero decirle tantas cosas, pero al mismo tiempo sólo quiero escuchar su voz, verlo sonreír, estar con él...

—¡Eww! ¡Cursi! ¡Basta, detente! —exclamó Louie, Blake sonrió—. James y yo nos conocemos desde que éramos niños, casi desde que usábamos pañales. Él es un buen chico, tal vez sea demasiado bueno para este mundo de mierda en el que vivimos, es como un rayo de sol en un día lluvioso... Pero si hay alguien con quien quisiera verlo por el resto de su vida, eres tú.

—¿Por qué parece que me estás dando tu bendición para casarme con él?

—Porque sé que eres una buena persona y sé que nunca harías algo que lo lastime. Ya ha tenido suficiente y no quisiera verlo sufrir otra vez.

Blake observó su plato, pensando en lo que estaba a punto de decir.

Amaba a James. Por Dios que lo amaba. Su corazón latía rápidamente cuando estaban juntos, pero al mismo tiempo sentía una profunda sensación de paz cuando lo veía sonreír. James era la persona más preciada para Blake, nunca dejó de serlo. Por eso quería saber todo sobre él, eso incluía...

—Louie —dijo Blake—, ¿qué le pasó a James?

—¿En serio quieres saber?

—¿Por qué dejó de patinar? Un día simplemente anunció que se retiraría. Louie, lo veía competir, era el mejor en el hielo y nunca tuvo una lesión, por eso quiero saber qué lo llevó a dejar lo que más amaba en el mundo.

Louie se quedó en silencio por unos segundos. Él creía que lo más apropiado sería que James se lo dijera, pero lo conocía, sabía que James jamás hablaría con nadie sobre lo que pasó en Italia. Louie tampoco se sentía cómodo hablando de eso porque fue algo que no solamente afectó a James sino también a todos aquellos cercanos a él; ese año fue un año terrible para todos.

—Es algo delicado, no deberíamos hablarlo aquí. Vayamos a mi casa —dijo Louie en voz baja.

Terminaron los sándwiches, pagaron y regresaron hasta donde Blake había dejado su auto. Tomaron una ruta diferente, una más corta; Blake veía los nombres de los locales que estaban sobre la calle, llamando su atención uno con flores en la entrada. Eran muchas flores, todas eran hermosas, y a pesar de que Blake ha visto gran parte de ellas en el jardín de su abuela había unas cuantas que nunca antes había visto. La tienda tenía un toldo de color rosa pastel y en la ventana tenía escrito con letra cursiva: Florería Fuji. Una mujer pequeña, con el cabello lleno de canas y peinado en un moño, con un delantal verde, salió a regar las flores de la entrada; Blake supuso que era asiática al ver sus ojos rasgados. La mujer levantó la mirada y saludó con una cálida sonrisa a los «apuestos caballeros» que tenía enfrente, ambos correspondieron su saludo y ella les obsequió una gardenia a cada uno. Se dirigió a Blake y le dijo: «No esconda lo que vive en su corazón. Su amor es puro, y no debería mantenerlo en secreto». Blake sonrió y ambos chicos siguieron su camino.

—Señora Fujiwara, ya terminé con el arreglo de la señora Thompson, ¿quiere que haga la tarjeta?

—Te lo encargo —dijo la mujer con voz suave—. Ah, James no olvides que también debes regar los rosales.

—De acuerdo... —dijo Louie, dejándose caer sobre la cama. Soltó un gruñido y se pasó las manos por el cabello. «Esto no va a ser fácil»—. ¿Por dónde debería comenzar? ¿Desde que desapareciste de la nada? ¿Desde que todo comenzó a irse a la mierda? Dime otra vez por qué quieres saber esto.

—Louie, me alejé de ustedes por ocho años. Ustedes eran mis mejores amigos y ni siquiera tuve la oportunidad de decirles adiós. Quiero saber qué pasó en ese tiempo porque quiero ser parte de sus vidas otra vez.

Louie se quejó. Se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación. Una vieja fotografía llamó su atención, la tomó y la vio por unos segundos.

—Desde el día en que te fuiste todo comenzó a ser diferente. La familia de Cady fue expulsada del edificio donde vivían porque a los vecinos les incomodaba que una familia diferente a la convencional viviera al otro lado del pasillo —suspiró—. Mi hermano se fue de casa y desde entonces no sabemos dónde está o si sigue con vida... y después está lo que pasó en Italia.

Los ojos de Louie comenzaron a cristalizarse. Muchas cosas habían cambiado repentinamente, ellos aún eran unos niños cuando todo su mundo se puso de cabeza. Lo que creían que duraría para siempre desapareció frente a sus ojos y se perdió con el viento de invierno, las lágrimas que han derramado desde entonces se disfrazaban con el agua de lluvia que conducía a las alcantarillas. Louie se decía a sí mismo que no debería llorar, que ya había llorado lo suficiente en todas esas noches en las que miraba por su ventana esperando ver la sombra de su hermano cruzando el jardín, «Sólo estás en una fiesta. Intoxicado, ebrio... pero estás cerca y pronto volverás a casa y mamá podrá abrazarte, haremos un desastre en la cocina mientras ayudamos a Beanie y jugaremos fútbol con papá...»

—Louie, no llores —pidió Blake, acercándose a Louie.

Cuando eran niños, Louie siempre tenía una sonrisa en el rostro. Defendía a los niños que eran molestados por niños más grandes y no tenía miedo de enfrentarlos, aun si terminaba con moretones en el cuerpo. Louie era un niño feliz, siempre animaba a los demás y obsequiaba dulces de cereza en San Valentín para que nadie se sintiera olvidado; Louie no le daba importancia a las cosas negativas y se reía en la cara de los problemas, sólo quería que los demás fueran felices. Le apodaban Superman por una razón.

—Lo siento... —dijo, limpiándose las lágrimas. Respiró profundo y siguió hablando— James amaba patinar, y tú lo sabes, era la única forma en la que podía expresar sus sentimientos a los demás. Siempre se sintió libre en el hielo. Pero después de que fuiste, algo cambió en su forma de patinar; no podía ejecutar los saltos, se caía durante las piruetas y su cuerpo se sentía desconectado de la música. Pero aun así, James se las arregló para llegar al Grand Prix, en Milán.

—Su última competencia...

Louie asintió.

—James no se retiró por desórdenes alimenticios, como decían las noticias. —Los ojos de Louie se llenaron de lágrimas. Dolía. Duele recordar—. Cady y yo acompañamos a los padres de James porque queríamos estar allí para él. Cuando la competencia terminó, James recibió su medalla y estuvo en una rueda de prensa. Estaba agotado, y el hotel sólo quedaba a tres calles de la pista... Aún sigo preguntándome por qué lo dejamos solo... ¿Por qué tuvimos que ir a una maldita pizzería que quedaba en el centro de la ciudad? ¿Por qué no me quedé con él? ¡Por Dios, debí quedarme con él!

Louie comenzó a llorar. Blake se acercó y Louie lo abrazó, no quería que lo viera llorar. Louie ya había llorado lo suficiente. «¿Por qué estás llorando, Louie? ¡Prometiste que ya no volverías a llorar! —pensó Louie— Vamos, hombre, deja de llorar».

—Cuando regresamos al hotel descubrimos que James no estaba. Intentamos comunicarnos con él, pero no respondía las llamadas o los mensajes; nos acercamos a las personas del hotel, Danielle se puso en contacto con el personal de seguridad del evento, pero nadie sabía dónde estaba. Pasaron horas, fueron las horas más largas y tortuosas de mi vida... James llegó después de las dos de la mañana. Su cuerpo estaba malherido, lleno de cortes y de golpes, estaba lleno de sangre y tenía la ropa desgarrada, quemaduras por todo el cuerpo y marcas en las muñecas y los tobillos... Tenía semen entre las piernas. Lo habían violado. Un hijo de perra le había hecho daño a mi mejor amigo y yo no pude hacer nada para evitarlo, ¡No pude hacer nada! —los ojos de Louie estaban hinchados, tenía la cara roja y las mejillas cubiertas de lágrimas—. Todo en la vida de James se fue a la mierda en tan poco tiempo. Le arrebataron todo lo que amaba, y lo único que no le habían arrebatado desapareció de la noche a la mañana —hizo una pausa y miró a Blake a los ojos—. Él te quería. Él estaba tan enamorado de ti, pero nunca pudo decírtelo. Antes de eso James soñaba con el día en que volverías, quería verte y decirte cómo se sentía.

Louie caminó hasta la cama y se sentó en ella.

—Al día siguiente, James asistió a la gala, como si nada, y durante muchos días actúo como si esa noche no hubiera sido más que un mal sueño. Comenzó a ir a terapia, convenció a su entrenadora de decirle a la Federación de Patinaje que se retiraría por un problema de anorexia, lo cual no estaba lejos de la realidad... James cambió, no sonrió por mucho tiempo. Estaba viviendo en un infierno, y cuando regresó a la escuela el bullying que recibía sólo empeoró las cosas... Una vez casi lo muelen a golpes mientras los demás sólo le gritaban que era un maldito marica, que debía morirse. Hasta que un día James tuvo un arranque de ira y le destrozó la maldita nariz a uno de ellos...

—¿Atraparon a la persona que lo atacó?—preguntó Blake. Louie negó.

—Lo último que supimos era que su caso seguía abierto, pero James ya no quiere saber nada de eso.

Blake se quedó en silencio. No sabía qué debería responder, qué debería decir. Louie le dijo lo que tanto quería saber, pero ahora no sabía cómo reaccionar. Pensó en lo mucho que pueden cambiar las cosas después de ocho años, cuánto pueden cambiar las personas y cuántos secretos pueden guardar.

(¿Por qué te sorprende, Blake? No es como si tú fueras la excepción. Sabes lo que es guardar un secreto y lo que podría pasar si sale a la luz. Pequeño idiota).

—Venga, hermano, todo eso fue hace muchos años. Estamos mejor ahora, James aún sigue lidiando con eso pero lo está superando a su propio ritmo —dijo Louie. Se puso de pie y revolvió la cabellera negra de Blake, regalándole una sonrisa acompañada de un par de ojos llorosos—. ¿Quieres tomar algo? Creo que hay cervezas en la cocina.

—¿Noche de chicos?

—¡Noche de chicos! —exclamó Louie— También te daré un par de consejos para ganarte el corazón de nuestro pequeño James. Quiero ser el padrino en la boda.

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JUN.05.2024

hello, sunshines!
🤍

uff, capítulo denso, capítulo fuerte. tbh no recuerdo bien si escribí más detalles sobre lo que pasó con James en Italia (y si lo hice muy probablemente están en ECDOV porque alguien era —todavía lo es— muy fan de la ley y el orden: svu).

gracias infinitas por todo el amor y todo el apoyo. 🤍

¡nos leemos pronto!

xx.

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