Capítulo IX
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La mañana se sentía particularmente fresca. James despertó con la sensación de tener a alguien a su lado. Lentamente abrió los ojos, intentando acostumbrarse a la luz matutina que entraba por entre las cortinas de su ventana y se incorporó hasta estar en una posición cómoda.
—Buenos días —dijo él, acariciando al gato que estaba a su lado. Yuki respondió con un maullido para después acurrucarse de nuevo entre las sábanas.
James amaba a su gato aunque a veces deseara que no se adueñara por completo de su cama durante las noches. Bostezó. Su reloj marcaba las siete de la mañana con cuarenta minutos. Pensó en que podría volver a dormir, aunque fuera por diez minutos más, pero sus intentos fueron en vano.
Estaba emocionado por el día de campo y por ver a sus amigos. Era como un niño pequeño despertando temprano el día en que iría a ese parque de diversiones que tanto anhelaba conocer. Pero a pesar de toda esa emoción que recorría su cuerpo, sentía una caricia de serenidad. Algo dentro de él le decía que ese sería un gran día, que todo saldría bien y que se divertiría.
Recordó la llamada de Cady y lo que sintió después.
Definitivamente tenía miedo, pero también sabía que ya había tenido suficiente. No quería seguir corriendo.
«¿Qué tal si se olvidó de aquel beso? Después de todo, sólo éramos unos niños —pensó. Abrió la llave de agua caliente, esperaba que las gotas de agua lo ayudaran a pensar—. Él pudo haber encontrado a alguna chica en Estados Unidos y pudieron haber tenido algo de verdad».
Lo único que James quería era verlo otra vez. Quería decirle cómo se sentía después de ese beso, quería decirle que también lo quería. Quería decirle lo rápido que latía su corazón cuando pensaba en él, lo feliz que le hacía estar con él. Quería darse la oportunidad de sentir una última vez.
«¿Qué tal si sólo ha estado jugando contigo?», pensó.
No. Estaba sacando sus propias conclusiones.
—Al diablo, aún me gusta.
Después de bañarse, caminó hasta su armario. Iría a un día de campo por lo que quería estar cómodo, tomó una camisa de algodón de color gris y un par de botas marrones. Secó su cabello. Bajó a desayunar y encontró una nota de sus padres en la barra de la cocina que rezaba: «Buenos días. Tuvimos que salir de emergencia a la oficina. Después iremos a comer. ¡Ten un buen día! Te amamos.»
Desechó la nota en el cesto de basura y comenzó a preparar su desayuno. No tenía mucha hambre por lo que sólo comió una manzana y un poco de cereal.
«Si no comes apropiadamente volverás a tener problemas, James». No le dio importancia.
En su mochila cargaba con una cámara, su billetera, un suéter y una bufanda (porque nunca se sabe en qué momento bajaría la temperatura). Yuki se acostó a un lado de la mochila mientras James terminaba de prepararse; Louie llegaría pronto y no quería retrasarse. Sacó la tarta del refrigerador y esperó.
Yuki sabía cuando James se preparaba para irse, y no le gustaba quedarse solo, por eso aprovechaba cada oportunidad que tenía para acurrucarse en el regazo de James. Si Yuki pudiera hablar definitivamente escogería a James como su humano favorito; es increíble el amor que puede vivir en el cuerpo de una criatura tan pequeña como un gato, pero es el vínculo que se crea al ser bueno con los animales. James pudo haberlo dejado en aquella caja de cartón, pudo haberlo dejado solo para que muriera de hambre o de frío, pero no lo hizo. Sus caminos se juntaron en el momento apropiado. Se habían salvado el uno al otro, se ayudaron a sanar heridas y crecieron juntos con la esperanza de un futuro mejor. James nunca ha subestimado el vínculo que se puede crear con la naturaleza. Amaba a Yuki. Era parte de su familia.
Louie llegó y ayudó a James con la tarta de calabaza. Al llegar al edificio de Cady se dieron cuenta de que Blake ya estaba allí, ambos reían, y James no pudo evitar sentirse nervioso al sentir los ojos de Blake sobre él.
—Chicos, llegaron temprano —dijo Cady, acercándose a la camioneta. Louie le hizo un gesto con la mirada y la chica supo qué debía hacer—. Ah, James, ¿puedes ayudarme con algunas cosas? Olvidé que las dejé en medio de la recepción y no quiero que la señora Murphy se enoje conmigo.
James aceptó y acompañó a Cady. Su mano rozó con la de Blake.
Blake recargó sus brazos en la puerta y le dijo a Louie:
—Linda camioneta, Lou. ¿Por qué nunca te he visto conducirla? ¿Te metiste en problemas? —bromeó.
—Prefiero no hablar de eso —«Porque casi me multan por competir en carreras callejeras»—. Entonces... Blake. Blake. Blake Orsen.
—¿Sí, Louie Everly?
—¿Piensas intentar algo con el pequeño James o le dejarás el camino libre a alguien de su club de fans? —dijo con picardía. El rostro de Blake se coloró al instante.
—¿Qué...? ¿Insinúas que yo...? ¿Club de fans?
—Tranquilo, sólo estoy jugando —dijo entre risas—. Excepto con lo del club de fans. No tienes idea de cuántos idiotas en la universidad han querido algo con él, así que si vas a hacer algo, ¡hazlo! Pero no vayas muy rápido, tampoco querrás asustarlo.
Las mejillas de Blake seguían coloradas. «¿Cuántas personas están tras de él? ¿Debería preocuparme?», pensó.
Sus amigos llegaron y ambos casi se mueren de risa al ver a James cargando con una montaña de cajas, bolsas y lo que parecían ser cobijas de colores. Cady sólo llevaba una cesta de comida. Blake se acercó a quitarle algunas cosas de la espalda mientras Louie abría el portaequipajes de la camioneta; James le susurró un gracias a Blake, y Blake sintió la necesidad de ocultar su hermosa expresión de inocencia del resto del mundo. Cady y Louie los veían de lejos.
—Muy bien, niños, ¡yo conduzco! —exclamó Louie.
—Yo iré adelante. Preparé una lista de canciones, ¡me van a amar más de lo que ya me aman! —exclamó Cady.
Subieron a la camioneta. James no tenía sospecha alguna de que todo había sido idea de sus amigos, en cambio, Blake lo sospechó. Cady y Louie tenían un único propósito: Que surgiera algo entre James y Blake (¡Por amor de Dios, que pase algo ya!)
—Abróchense los cinturones —dijo Louie—. ¿Alguien necesita ir al baño? Prefiero que vayan ahora porque no pienso detenerme en el camino.
—Relájate, ya son niños grandes —dijo Cady—. Sólo conduce, te diré por dónde es.
—De acuerdo. ¿Alguien quiere un dulce?
—Arranca ya, Everly.
Los edificios altos, las elegantes casas y locales comerciales se transformaron en praderas, en montañas que se perdían en el horizonte, entre las nubes y el cielo; la carretera fue abrazada por árboles grandes y frondosos, con hojas de otoño adornando sus copas y permitiendo el paso de la luz del sol como parches sobre el pavimento. Escuchaban a Peter Gabriel, y ese escenario se convirtió en un momento relajante para James. Sus ojos verdes se fijaban en los colores que estaban sobre sus cabezas, en las aves que volaban libremente por el cielo. Por un momento recordó las lluvias de abril, recordó cómo se inundaba la calle en la que vivía cuando era niño y en el parque del vecindario, pero sobre todo recordó cuándo...
Una mano se posó sobre la suya.
Una mano grande, cálida. Un cosquilleo se hizo presente, y sin que ambos lo supieran, sus corazones latían al mismo ritmo.
Blake le sonrió de manera tímida.
«¿Por qué? ¿Por qué me siento así cuando estoy contigo?», pensaron.
Sus manos no se separaron. Fue su primer momento de intimidad y sólo ellos lo sabrían.
Y después de casi dos horas de seguir las indicaciones de Cady, llegaron a una pequeña cabaña. Estaban rodeados de árboles, había un estanque lleno de insectos muertos y hojas podridas que flotaban sobre la superficie. Durante el día, chaleureux, y en este caso chaleureux era hogareño. Durante la noche, abattoir, que era matadero. O al menos así lo pensó Louie.
A James le gustó el paisaje y aprovechó para tomar una fotografía.
—Cady, ¿dónde estamos? —preguntó Louie.
—Es la cabaña de mi familia. La compraron hace unos meses.
—¿A quién se la compraron? ¿Jason Voorhees?
—No seas miedoso, ¡es encantadora por dentro!
Tenía una decoración rústica y hogareña, pero con toques contemporáneos. Blake recordó un vecindario en Nashville; había una familia tejana que recién había llegado a la ciudad y querían que su casa tuviera ese toque tejano que combinara con la modernidad de su nuevo estilo de vida. Recordó el sonido de la maquinaria, los martilleos y los camiones llenos de escombro. Nunca habló con esa familia, pero por las sonrisas que tenían cada mañana al salir de casa Blake estaba seguro de que ese lugar, su hogar, había quedado tal y como ellos querían. Tal vez no estaba ubicada en medio del bosque y no tenía un lago lleno de insectos muertos, pero nunca dudó de la felicidad de aquella familia. Quizás debió haberlos visitado.
—Yo creí que íbamos a sentarnos sobre una manta mientras comíamos y éramos atacados por hormigas —dijo Blake.
—Lo único que puede atacarte en este lugar son los mosquitos, cariño —dijo Cady.
Bajaron todas las cosas que Cady había traído de casa. En la parte trasera había una terraza, el asador estaba guardado en el sótano y la bañera estaba cubierta con plástico para evitar que se ensuciara. Blake y Louie llevaron el asador a la terraza y comenzaron a cocinar la comida que Cady había traído (era demasiada comida). Cady y James arreglaron la mesa, ambos ya estaban saboreando la tarta de calabaza que aguardaba en el refrigerador.
Cuando la comida estuvo lista, la acompañaron de bebidas preparadas por Blake y conversando sobre cualquier cosa. Se echaban a reír, bromeaban el uno con el otro y comenzaron a planear lo que harían después de comer.
—¡Hagamos una búsqueda de objetos! —exclamó Cady, recibiendo una mirada curiosa de sus amigos.
—¿No es peligroso? —preguntó James.
—¡Para nada! Conozco este lugar como la palma de mi mano. Lo he explorado muchas veces, ¡y mírenme, estoy bien!
—Por eso pregunta si es peligroso —dijo Louie. Cady le sacó la lengua.
—Será una competencia. Nos dividiremos en parejas —agregpo Cady—. Yo iré con Louie, porque si Batman y Robin van juntos Blake y yo estaríamos en desventaja.
—¿Eh? ¿Por qué? —dijo Louie, Cady le pegó por debajo de la mesa haciendo que recordara el plan—. Ya, ya. No digas más, ya capté el mensaje.
Cady le entregó una lista a James y el juego comenzó. La única regla era volver antes del anochecer.
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—Bien, parece que sólo nos hacen falta dos cosas —dijo James—. Un ejemplar de los tres tipos de piñas de pino que hay por la zona... y la fotografía de una lechuza.
—¿Qué clase de lechuza?
—Asio Flammeus, también conocida como lechuza campestre —dijo James, leyendo en su teléfono—. Sus plumas son marrones y tiene los ojos de color amarillo.
—Cady realmente se tomó la molestia de preparar todo esto, ¿eh?
James desviaba su mirada para evitar observar el perfil de Blake, pero tampoco podía quedarse atrás porque su abrigo resaltaba algunos de los músculos de su espalda y no quería que sus impulsos lo traicionaran si veía de más. James no pudo evitar sonrojarse, comenzó a preguntarse si era normal que su corazón latiera tan rápido. «Puede ser una enfermedad cardíaca, ¡tranquilo, Jay! Concéntrate en...» Una corriente de aire gélido estremeció al menor, sus brazos comenzaron a temblar y aquel segundo suéter que llevaba encima no estaba siendo de mucha ayuda. Se detuvo mientras frotaba sus brazos en un intento fallido por brindar calor a su cuerpo. Blake volteó para encontrarse con la expresión más adorable de James, su nariz estaba roja y tenía las mejillas sonrojadas.
—Toma, ponte esto. Así no tendrás más frío —dijo Blake con voz suave, cubriendo el cuerpo de James con su abrigo.
«Es grande, cálido, y se siente bien», pensó James. Ocultó su sonrisa.
Recordó aquel día lluvioso, ese día también había usado ropa de Blake y olían a lo mismo que su abrigo, una combinación de lima, menta y jazmín. Tal vez también habían otros aromas, pero a James le gustaba la idea de recordar a Blake con esos aromas. «También su champú huele bien, es una fragancia masculina pero es suave.»
Siguieron caminando, James iba unos pasos detrás de Blake. «Debería decirle algo. Tal vez podríamos hablar sobre... ¿Sobre qué podríamos hablar? ¿Por qué estoy siendo tan tímido?»
—James —llamó Blake, su voz era baja, como un susurro—. Mira, allí está.
James levantó la mirada. La lechuza que buscaban estaba a unos metros de distancia. James tomó la cámara y se acercó de forma sigilosa, no quería asustarla y se escondió entre los arbustos.
Clic. Clic.
El ave salió volando y James regresó con Blake, tenía una gran sonrisa en el rostro y daba pequeños brincos de emoción. «¡La tengo, la tengo! ¡Tengo la fotografía!», decía emocionado. Blake se apoyó sobre su hombro para ver la fotografía, sintiendo el calor de James y escuchando los latidos de su corazón.
—Me gusta —susurró Blake, aunque ya no estaba viendo la fotografía.
James se separó un poco de Blake.
—De-deberíamos volver, está anocheciendo —dijo, sintiéndose tímido.
El camino fue silencioso, sólo que ahora James inundaba sus fosas nasales con el olor del abrigo de Blake; ocultaba el rostro en la bufanda, y de pronto se sintió tranquilo, su corazón comenzó a sentirse tranquilo.
Sus manos estaban a punto de rozarse, unos centímetros más y podrían haber compartido otro momento íntimo, igual que en la camioneta de Louie.
—Blake, no recogimos las piñas —dijo James—. Puede que perdamos el juego.
—Nunca me importó si ganábamos o no, yo sólo quería estar contigo.
James le miró curioso. Blake rápidamente cayó en cuenta de lo que dijo y desvió su mirada intentando ocultar el rosado de sus mejillas.
—¡L-la tarta! Se ve deliciosa, muero por probarla —dijo nervioso.
—¡Claro, claro! ¡La tarta! ¡Sí! —dijo James— Espero que te... ¡que les guste! Espero que les guste.
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—¡Llegaron! Estaba tan preocupada por ustedes —dijo Cady, abrazándolos por los hombros—. Creí que les había pasado algo malo.
—Cat, los asfixias. Lo que no les hizo un tejón o una boa lo estás haciendo tú —dijo Louie, descansando en el umbral de la puerta—. Entren, está haciendo frío.
James quiso preguntar a qué se debían las ramas y hojas en el cabello de Louie, mas su respuesta vino en el momento en que comenzaron a hablar de cómo les había ido con su búsqueda de objetos; Louie casi se cae de un árbol, casi hacen enojar a unas avispas y Louie tropezó con las raíces de tronco. Su desafortunada aventura terminó por ser en vano ya que tampoco pudieron conseguir las piñas de pino ni la fotografía de la lechuza. Louie le preguntó a Cady por qué no se quedaron en la cabaña mientras James y Blake estaban en el bosque. «Supongo que esa hubiera sido una mejor idea —dijo Cady—, pero James es muy inteligente y se habría dado cuenta de que hicimos trampa.»
—Felicidades, chicos, ¡ganaron! —exclamó Cady— Y su premio será compartir la tarta de James con nosotros. ¿Me acompañas a la cocina, Blake?
Louie no pudo evitar notar que James aún vestía el abrigo de Blake, entonces se presentó la oportunidad de molestarlo un poco.
—Entonces... Ustedes estuvieron juntos por varias horas. En el bosque. Solos. Completamente solos. Ustedes... ya sabes, ¿hicieron algo?
—¿A qué te refieres?
Louie levantó las cejas hacia al abrigo haciendo que el rostro de James se colorara por completo. Louie se echó a reír.
—¡Tenía frío, es todo! Y él... sólo fue amable conmigo —dijo nervioso. Sus dedos sobresalían de las mangas, igual que con la sudadera amarilla.
—¿Sabes? Me hace feliz saber que estás dando una oportunidad.
Louie caminó a la cocina con los demás.
James hundió su nariz en el abrigo, inhalando una última vez el aroma de la lima, la menta y el jazmín. «Tal vez sí seas correspondido, Jay. Tal vez sí vale la pena tomar riesgos.»
De la tarta de calabaza sólo quedaron las migajas de galleta. El intenso sonido de un relámpago los tomó por sorpresa, pero sólo era el inicio de la tormenta que vendría segundos después. No se podía ver nada más allá de las ventanas, los árboles se perdieron, y el cielo tronó. No podrían salir de allí.
—Mierda. Mierda. Mierda. ¡Lo sabía! ¡Ahora un asesino vendrá por nosotros! —chilló Louie— ¡Soy demasiado joven para morir! ¡Aún no sé qué es el amor! ¡Nunca sabré qué se siente andar en patineta con patines!
—¿Nos quedaremos aquí toda la noche? —preguntó James.
—Louie, tranquilo. Nadie va a matarnos —dijo Cady—. Vean el lado bueno, estamos en una cabaña sólida, seca, cálida, SIN ASESINOS y con suficientes cobijas y almohadas para que podamos dormir. Además, estamos juntos y eso es lo que importa.
—No hay señal —dijo Blake.
—Eso será un problema —bufó Cady—. ¡Muy bien, síganme!
Subieron las escaleras. En la planta alta había tres habitaciones, por lo que uno de ellos tendría que dormir en el sofá de la sala y decidieron dejarlo a la suerte lanzando una moneda al aire. Blake perdió. Cady le dio unas almohadas, sábanas y una cobija que lo mantendría cálido por la mañana.
Cady aún no quería irse a dormir. Aprovechó el clima —y el temor de Louie por los asesinos— para convencer a los demás de contar historias de terror. Apagaron todas las luces. Cady se puso una linterna en la barbilla para darle un efecto más tétrico a la historia; pasaron poco menos de quince minutos cuando Louie ya estaba escondido en una de las almohadas y pidiéndole a sus amigos que se fueran a dormir. Blake aprovechó para contar una historia que había escuchado cuando estaba en preparatoria, dijo que era muy popular entre los adolescentes de Estados Unidos y que habían hecho varias versiones de ella en foros de internet.
—Dicen que hace muchos años, en una escuela de Los Ángeles, había un profesor llamado Miller. Miller había perdido la pierna durante la guerra de Vietnam y siempre estaba de mal humor. Vivía en una casa cerca de la playa, y dicen que los vecinos escuchaban gritos y llantos toda la noche. Eran gritos de mujer. Pero Miller vivía solo —dijo con voz tétrica—. Algunos dicen que Miller vio a un demonio en Vietnam, un demonio que se alimentó de las almas de todo su pelotón, pero que cuando estuvo a punto de matarlo a él también... se detuvo. El demonio pudo ver en sus ojos todo el terror, pudo ver el rostro de la muerte, y entonces se apoderó de su corazón. Los alumnos de Miller a veces lo escuchaban hablar con una voz ronca y siniestra, era como si el demonio mismo quisiera hablar a través de él. Muchas de las personas que conocieron a Miller murieron de formas muy extrañas, muertes tan complicadas que los forenses nunca pudieron determinar de qué habían muerto.
»Una mañana, después de que muchas personas murieron durante los disturbios de Los Ángeles, descubrieron que Miller había muerto. Su cuerpo estaba descuartizado, completamente irreconocible. Los forenses dijeron que eso no podría ser un cadáver, que sólo era un montón de carne y vísceras. La leyenda dice que si te acercas a la casa de Miller en el aniversario de su muerte, un minuto antes de la medianoche, podrás escuchar la voz del demonio que acabó con su vida y con la de todos los demás. ¡PERO! Si no eres lo suficientemente cuidadoso y te quedas frente a la casa después de medianoche, ¡EL DEMONIO VENDRÁ POR TI! —Blake saltó sobre Louie, haciéndolo gritar. Los demás se echaron a reír hasta que les dolió el estómago.
—¡Suficiente! ¡Me voy a dormir! —exclamó Louie. Subió las escaleras y sólo se escuchó un portazo.
—Creo que tiene razón, deberíamos irnos a dormir —dijo Cady, despidiéndose de Blake y subiendo las escaleras.
James y Blake se quedaron solos.
—No te asusté, ¿cierto? —dijo Blake.
—Es difícil asustarme —respondió—. Me gustó tu historia, la forma en la que la contaste me hizo recordar a una escritora que sigo desde hace un tiempo.
—¿Cómo se llama?
—Valentina González, es muy buena. Ha publicado pocos libros, pero son muy buenos. Podría prestarte alguno de ellos —dijo James, sus mejillas comenzaron a sonrojarse.
—Eso me gustaría.
El verde y azul de sus ojos se encontraron por unos segundos. Blake estaba conteniendo las ganas de plantarle un beso, pero no estaba seguro de si James le correspondería. Recordó las palabras de Louie: «No vayas muy rápido, no querrás incomodarlo.»
—Buenas noches, Blake. Descansa —dijo James con una sonrisa cálida.
—Buenas noches, James.
En unos minutos la cabaña estaba en completo silencio. Todos dormían plácidamente a excepción de dos jóvenes enamorados.
Blake se regañaba a sí mismo por no haberse animado a robarle un beso a James cuando estaban en el bosque o cuando se quedaron solos en la sala. «¡Se veía tan lindo con mi abrigo! ¡Debería ser ilegal ser tan adorable!», pensó Blake.
La lluvia ya no era tan intensa, ahora se sentía como una fuerte llovizna. Recuerdos de cuando tenían doce años vinieron a la mente de Blake como una estrella fugaz. Aún lo recuerda perfectamente.
—Era una lluvia como esta —murmuró. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios—. Algunas cosas nunca cambian, ¿verdad, Blake?
«Sólo que aquella vez sí lo besaste...»
James no podía dormir. Cuando subía las escaleras se detuvo por un momento para ver a Blake, pero no esperaba verlo quitándose los pantalones y quedándose sólo con sus bóxers y una playera blanca que remarcaba algunos de sus músculos. «¿Cuándo se volvió tan masculino? —pensó avergonzado— ¿Desde cuándo usa ese perfume?»
—Cálmate, cálmate, cálmate. Respira.
Comenzó a sentir que su cuerpo se calentaba. Una necesidad que no había tenido en muchos años se hacía presente. Y era fuerte. Pedía ser atendida a gritos. Sus mejillas se sonrojaron. Acarició sus pezones sobre la playera, soltando un suspiro involuntario.
—No, no, no. Aquí no.
Su miembro estaba creciendo, su sensibilidad en esa área aumentó haciendo que el roce de las sábanas se sintiera bien. Estaba teniendo una erección por pensar en Blake. «¡James, no! ¡Aquí no! Es la casa de tu mejor amiga!» Pero James no pudo evitar tocar la punta de su miembro, otro suspiro salió de sus labios; su cuerpo se sentía caliente y tenía que arreglarlo.
Salió a hurtadillas de la habitación y se encerró en el baño. Se bajó la ropa interior. Ya estaba húmedo. Con su mano comenzó a masajear lentamente, de arriba a abajo y en círculos cerca de la punta. Recordó lo cálidas que se sentían las manos de Blake, lo grandes que eran y lo bien que se sentía sostenerlas; sus dedos finos y delicados fueron sustituidos por unos más grandes y suaves. Imaginó que eran las manos de Blake las que tocaban su miembro.
«Más, más... Blake, más rápido...»
Un cosquilleo se hizo presente en su pelvis. James tuvo que ahogar sus gemidos cubriéndose la boca con su mano libre; su miembro estaba siendo masturbado por Blake, por sus manos grandes y cálidas, y se sentía bien. Se sentía demasiado bien.
Su espalda se deslizó por los azulejos del baño, pronto sintió el frío del piso contrastando con la temperatura de su cuerpo. Sus pezones se endurecieron más y James quería tocarlos, pero no quería que los demás lo escucharan gemir mientras hacía eso en el baño.
«¿Te lo imaginas, James? Que alguien te encuentre haciendo esto, ¿Qué tal si Blake abre la puerta y te encuentra masturbándote mientras gimes su nombre? —pensó y la idea sólo logró excitarlo más— ¿Quieres que te toque? ¿O tal vez quieras tener sexo con él? Aquí, en el baño, mientras los demás duermen.»
No aguantó más y dirigió su mano hasta sus pezones, mordiendo sus labios para no ser descubierto.
—Blake... —gimió por lo bajo— Más...
«Shh, no hagas ruido, James. Los chicos están durmiendo», imaginó que era la voz de Blake, susurrándole al oído.
La imagen de Blake tocando su miembro mientras él jugaba con sus pezones, Blake besándole el cuello y hablándole al oído con una voz suave y masculina le hizo sentir que estaba cerca. Estaba cerca del primer orgasmo que tendría en años y estaba por correrse pensando en Blake, su amigo de la infancia, su primer amor.
«Estás cerca, James. Sigue tocándote, quiero ver cómo te tocas cuando piensas en mí», le susurró Blake al oído. Un impulso eléctrico recorrió su cuerpo. Ahogó su voz mordiendo el dorso de su mano mientras la otra quedó llena de semen, los espasmos invadieron su cuerpo hasta que terminó de correrse. Tenía la respiración agitada, las mejillas sonrojadas y se sentía cansado pero también se sentía relajado.
—Mierda... —susurró.
Limpió el baño y lavó perfectamente bien sus manos. Se arregló la ropa y regresó a la habitación, confirmando que los demás siguieran dormidos. Se envolvió entre las sábanas y esperó a que su mente se pusiera en blanco, esperó a que su corazón volviera a latir con normalidad, y sólo hasta entonces pudo dormir.
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JUN.12.2024
hello, sunshines!
🤍
amo a Louie en modo drama queen y temiendo por su vida (¿por qué no le tiré un noviecito?). tbh qué envidia le tengo a mi yo del pasado por meter escenas candentes en los capítulos, hoy en día escribo puro fluff y les toma 20 capítulos darse un besito. ;;
gracias infinitas por todo el amor y todo el apoyo. 🤍
¡nos leemos pronto!
xx.
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