Capítulo I
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La alarma del reloj provocó que James despertara repentinamente del sueño. Su respiración estaba ligeramente agitada; tenía unas cuantas gotas de sudor en los mechones que caían sobre su frente.
—Qué pesadilla —murmuró.
Restregó suavemente sus manos contra el rostro para eliminar cualquier rastro de sueño. Se levantó de la cama y fue al baño, dando comienzo una vez más a su rutina matutina, la típica rutina de un chico de diecinueve años. Terminó de vestirse, arregló sus cosas y bajó a la cocina para desayunar.
—Buen día, hijo —dijo su madre, entrando a la cocina. Aún vistiendo su pijama y con claras señales de querer volver a dormir— ¿Ya vas a la escuela? ¿No es muy temprano?
—Louie pasará por mí, pero salimos temprano para llevar a Cady también.
El castaño dió un último sorbo a su té, se despidió de su madre con un beso en la mejilla y salió de casa. Acostumbró rápidamente sus sentidos ante lo que parecía ser una cálida mañana de miércoles. Ojalá se hubiera acostumbrado así de rápido hace seis años cuando sus padres decidieron cambiar de casa a una que estaba en el mismo vecindario que la de la familia Everly.
—¡James, ahí estás! Vamos, sube.
El castaño subió al lujoso auto de su mejor amigo.
—Creí que no querías usarlo.
—No quería, pero papá insistió.
Louie colocó la dirección de Cady en el GPS y puso el auto en marcha.
—Hace más de dos años que Cady se mudó, ¿y aún no sabes cómo llegar a su casa? —dijo James, soltando una pequeña risa.
—Sabes que esa parte de la ciudad siempre es un laberinto para mí. Mejor no me juzgues porque también te perdiste la primera vez que intentaste llegar por tu cuenta.
James ignoró el comentario y decidió poner algo de música para amenizar el viaje. Después de un par de minutos llegaron al edificio donde vivía su amiga, quien ya les esperaba en una de las jardineras que estaban en la entrada de este.
—¡Hola, chicos! Llegaron algo tarde —dijo mientras miraba divertida a quién conducía.
—La siguiente vez te irás por tu cuenta. —Louie recibió un golpe en la nuca por parte de su mejor amiga.
Entre risas, canciones y chistes malos —por parte de Louie— llegaron a la Universidad de Westminster. James contemplaba el cielo, la brisa se sentía fresca.
—James, ¿Quieres que almorcemos los tres juntos? Podemos ir a comer comida china o algo así —dijo Cady, haciendo que volviera a la realidad. James cerró la puerta tras de sí y asintió con una sonrisa. Se despidió de sus amigos y se dirigió hacia su clase de historia del arte.
James se consideraba un chico de bajo perfil, pero era todo lo contrario pues James era bastante popular entre los estudiantes de Westminster; un chico inteligente, talentoso y amable con los demás. La cereza del pastel era su buen parecido.
Llegó al aula, tomó asiento junto a la ventana, se colocó los audífonos y esperó a que comenzara la clase. Aquel sueño que tuvo, no fue normal. Recordó cosas que sucedieron hace años, pero definitivamente no quería recordar el rostro de esa persona. Cuando el profesor llegó y James puso toda su atención en la clase. Ignoró sus pensamientos. Se dijo que aquello sólo se quedaría en eso, en un sueño.
—Auclair —llamó el profesor—. Bien hecho, gran trabajo —dijo mientras le entregaba el examen de la semana pasada.
James había conseguido de nuevo una nota perfecta. «Qué emoción», pensó con cierto desgano. A veces se aburría de ver siempre el mismo número en todas las materias al final del semestre. Escuchó elogios por parte de sus compañeros y uno que otro coqueteo —si así se le podía llamar— se escuchaba entre sus compañeras. «Deberían ser más discretas», pensó mientras caminaba de regreso a su pupitre, pasando por alto algunos gestos que lo hacían sentir incómodo.
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A la hora del almuerzo James se dirigía hacia dónde quedó de encontrarse con sus amigos. Iba algo retrasado ya que tuvo que ayudar a uno de los profesores a llevar maquetas a la sala donde dentro de poco se llevaría a cabo una exhibición con los alumnos de primer semestre.
—Hola, chicos. Gracias por esperarme —dijo con la respiración agitada, apoyando sus manos en las rodillas intentando recuperar el aliento.
—Tranquilo, respira. ¿Qué sucedió? ¿Acaso ya hiciste tu buena acción del día? —dijo Louie entre risas. James le dedicó una mueca a su amigo.
Caminaron hasta un restaurante de comida china que estaba a un par de calles de la universidad. El ambiente en el restaurante era cálido, se podía oler la carne cocinándose y el vapor de las verduras. Hicieron su pedido a una mesera que aparentaba tener poco más de diecisiete años, vestía una blusa roja con detalles dorados y su cabello estaba recogido en un moño. Louie se sentó a un lado de James y Cady quedó frente a ellos. Aquel era un lugar tranquilo y la compañía era lo mejor. James se quedó pensando por unos segundos; vió a sus amigos jugando con los cubiertos y sonrió pensando en que definitivamente se sentía tranquilo con su vida.
—Chicos, ¿Puedo contarles algo? —dijo Cady, los chicos dirigieron su atención a la pelirroja de mejillas rosadas.
—Uh, claro. ¿Qué sucede? —dijo James.
—¿Hay algún problema, Cat? —dijo Louie dejando los cubiertos de lado.
—Verán... cerca de la academia de ballet hay un lugar donde enseñan esgrima y la semana pasada mis compañeras me hablaron de un chico...
—Creo que ya sé a dónde va esto —dijo Louie con una sonrisa divertida en el rostro.
—Déjame terminar. El punto es que a veces lo veo desde el otro lado de la calle y él es es lindo, de verdad, muy lindo.
—Ah, entonces te gusta —declaró James.
—Sí. Es decir, ¡No! No lo sé... —suspiró Cady—. He visto que siempre está con chicas lindas y yo... no creo que se llegue a fijar en alguien como yo.
—¿Alguien como tú? Cady, por favor, ¿hablas en serio? —dijo Louie con voz seria— ¡No seas tonta! Tú eres de las chicas más lindas que he conocido y no lo digo sólo por la apariencia, ¡eres alguien increíble! Cualquiera sería afortunado de tenerte como pareja y si ese chico no puede ver lo que nosotros vemos en ti, entonces es un imbécil.
—Concuerdo con Louie. Eres alguien increíble, Cat, no permitas que las otras chicas te hagan sentir menos porque seguramente no te llegan ni a las rodillas.
—¡Así es! Y si quieres llegar a él, pero no sabes cómo hacerlo, sólo dime. Me gusta considerarme un experto en el amor —dijo Louie con aires de grandeza, James reprimió una carcajada por lo último.
Cady sonrió y les dió las gracias. Su comida llegó al cabo de unos minutos y su almuerzo siguió entre risas, charlas sobre la escuela, y bromas que sólo James y Cady entendían. El sol comenzó a abrirse paso por entre las nubes de la ciudad, rayos de luz entraban por las ventanas del restaurante y los hilos dorados que colgaban de las lámparas de la entrada brillaban y se meneaban con el viento. Los chicos terminaron de comer, pagaron y regresaron a la escuela, cada uno a sus respectivas actividades.
Louie caminaba por los pasillos sintiendo que estaba perdiendo la batalla contra el aburrimiento; no tenía nada qué hacer hasta dentro de una hora. Eran las desventajas de que sus mejores amigos estuvieran en carreras diferentes a la suya. Caminó sin rumbo alguno por el campus hasta llegar a la cancha de fútbol. Seguía inundada por las lluvias de la semana pasada; el agua estaba lodosa, un poco de pasto sobresalía del agua que seguramente estaba llena de insectos. En su mente escuchó el silbato del entrenador y las ganas de jugar invadieron su interior; han pasado cerca de tres semanas y ansiaba sentir la adrenalina recorrerle el cuerpo al estar en medio de un partido. Pero Louie sabía que el partido, el sonido del silbato e incluso el agua llena de insectos eran una excusa para no pensar en la mirada de tristeza que James había intentado ocultar toda la mañana. Él lo sabe. Desde hace tiempo sabe que James ha ocultado algo, pero no quería presionarlo a que se lo dijera. Tarde o temprano se lo diría.
—No podrá guardarlo por siempre —dijo con voz suave. Dió un último suspiro y se puso en marcha hacia el edificio donde sería su siguiente clase.
♡
Cady se sentía exhausta, pero nada que una ligera siesta no pudiera arreglar. Se despidió de sus amigas y salió del aula. Ya que era miércoles no tenía que ir a trabajar, tampoco tenía clases de ballet, así que iría directamente a casa. Se dirigió a la estación del metro. «Pronto estaré en la tranquilidad de mi casa –pensó Cady–, un baño de burbujas y una pijama calientita es todo lo que necesito». Se colocó los audífonos y aprovechó el trayecto para revisar las nuevas tendencias en su celular.
Al salir de la estación recibió un mensaje:
Lou-Lou
Chicos, ¿quieren ir a cenar pizza esta noche? 🤤
Jay
Claro. Pensaba en ir a patinar después de la escuela. ¿A qué hora nos vemos? 👏🏼
Lou-Lou
¿Qué les parece a las ocho? En la pizzería de siempre.
Me agrada la idea. Nos vemos ahí~ 🙈
Salir a cenar con sus mejores amigos, eso sonaba bien. Los últimos meses han sido estresantes, siempre tenían cosas por hacer. Cady tenía un sinfín de proyectos y pasaba días y noches enteras frente a la máquina de coser, apenas y podía mantenerse despierta en el trabajo. Necesitaba relajarse.
Caminó un par de calles y llegó hasta su edificio. Saludó al portero del edificio con una sonrisa que fue correspondida y una vez dentro del elevador presionó el botón con el número siete hasta que llegó a su departamento, 7-A.
—¡Hogar, dulce hogar! —exclamó sintiéndose aliviada.
Arrojó la mochila al sofá y fue a la cocina buscando algo para comer. Comenzó a preparar un poco de pescado. Encendió el televisor y en su mente planeaba cómo pasaría su tarde; no tenía tareas para el día siguiente y ya había entregado su último proyecto por lo que estaría libre un par de días. Mientras comía, disfrutaba de la trama de How I Met Your Mother. Una vez terminó el episodio, lavó los platos y se fue al baño decidida a relajarse en la tina por varios minutos. O al menos eso pensó hasta que su celular sonó, era Louie.
—Hola Lou, ¿qué sucede?
—Estoy preocupado por James.
—¿Qué sucede con James? ¿Está bien?
—No lo sé... ¿Notaste que se veía un poco raro esta mañana?
—Lou tú sabes que él nos dirá si le sucede algo. Siempre ha sido así.
—Lo sé, lo sé. Sólo... quiero convencerme de eso... No ha sido lo mismo últimamente y no puedo evitar preocuparme... Cómo sea, nos vemos esta noche —cortó la llamada. El tono de su voz provocó que Cady también se sintiera preocupada.
Sabía que Louie tenía razón, James les estaba ocultando algo desde hace años, podía notarse en sus ojos. Intentó calmarse un poco y dejó que su cuerpo entrara en contacto con el agua tibia de la bañera.
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James salió de clases más tarde de lo usual, tuvo que terminar su proyecto para la clase de Instalaciones Hidráulicas, y aunque debía entregarlo dentro de unas semanas decidió aprovechar el tiempo y terminarlo. Cubrió su rostro con una bufanda. El sol estaba brillando en el cielo, pero aún sentía el frío en el viento. Caminó hasta la estación de tren. Quería patinar un rato para despejar su mente después de una agitada noche. Tras unos minutos de camino por fin llegó.
En ese lugar comenzó a practicar lo que más amaba, pero tal vez no lo suficiente como para dedicarse profesionalmente
(Sabes que es mentira...)
Cuando tomó la decisión de dejar el patinaje a nivel competitivo a Danielle, su entrenadora, casi le da un infarto. Ella decía que tenía un gran talento y que estaba más que listo para la división senior, pero tampoco lo obligaría a hacerlo. Sin embargo, James seguía ejercitándose como si nunca lo hubiera dejado, aún iba para practicar por su cuenta; día tras día perfeccionaba su técnica, sólo quería patinar. De alguna manera, James se sentía libre estando en contacto con el hielo.
—¡Ah, James! No esperaba verte hoy, cariño. ¿Vienes a relajarte?
Danielle tenía el cabello rizado y de un color tan oscuro como la noche; sus labios eran rosados y gruesos, su nariz era pequeña y sus ojos eran del mismo color que de su piel. Las personas de Lee Valley le apodaron «La Pantera Helada» porque una vez que entraba al hielo se podía sentir una presencia tan poderosa que el resto de los patinadores dejaban la pista y volvían hasta que terminara.
—Sí, pero también vine a ver cómo están todos. No he venido en varios días.
—La escuela te demando mucho tiempo, ¿no es así? Pero es lo que te gusta. Adelante, diviértete en el hielo, cariño —dijo Danielle con una sonrisa. Le dió un corto abrazo y regresó a la pista.
James dejó sus cosas sobre una de las bancas, se colocó los patines y entró al hielo. Comenzó a calentar y acostumbrar sus músculos patinando por las orillas de la pista. Veía cómo Danielle se dirigía a un chico de aproximadamente unos doce años, este volteó hacia James y en su rostro se dibujó una gran sonrisa.
—James, ¿podrías venir un momento? —llamó Danielle. James se dirigió hacia ellos. El chico se quedó mudo—. James, quiero presentarte a Brendan. Es un gran admirador tuyo.
—Mucho gusto, Brendan —dijo con una cálida sonrisa, el rostro del menor se tornó de un inocente color rosado.
—Mu-mucho gusto. Me alegra poder conocerte, t-te admiro demasiado.
—¿Ya tienes una nueva coreografía, Brendan? —el niño asintió, emocionado— ¿Te importaría mostrarme? —preguntó James con voz suave.
Brendan aceptó con timidez. Se dirigió al centro de la pista y, en una perfecta sincronía con la música, comenzó a deslizarse con gracia sobre la superficie helada. Al verlo, James recordó aquellos años en los que solía competir y una tierna sensación de calidez se instaló en su pecho.
—Lo hace muy bien —dijo James, acercándose a Danielle—. Hiciste un gran trabajo, como siempre.
—Cuando llegó me recordó mucho a ti —dijo Danielle—, un chico que amaba patinar más que a nada en el mundo, que se esfuerza cada día en ser mejor. Decía que quería ser como tú, pero sin la parte de retirarse.
—Tiene mucho talento —dijo James, analizando cada uno de los pasos de Brendan. Aún le faltaba pulir algunos elementos técnicos—. Quisiera ayudarlo, si me lo permites, claro.
—¡Es una gran idea! ¿Y sabes qué? Tú también tienes talento, podrías volver a competir y nadie notaría que dejaste de hacerlo. Así tendría a dos excelentes deportistas bajo mi tutela.
James negó suavemente con una sonrisa. Brendan terminó su coreografía y recibió un gran aplauso por parte del par de espectadores.
Después de ayudarle a aterrizar mejor unos saltos, Brendan se retiró y toda la pista era para James. Se acercó a Danielle y le pidió que colocara una canción porque quería improvisar una coreografía. La música sonó, era una melodía melancólica que estaba en plena sincronía con el cuerpo de James. Para ser algo improvisado, el resto de los presentes en el lugar juraban estar viendo un programa digno de un Gran Prix. James sentía cómo la música reflejaba sus sentimientos: Melancolía, dudas, miedo, tristeza. Así se sentía cuando pensaba en su pasado. En aquel viaje y en todo lo que sucedió a raíz de ello.
(Pensaba en aquel chico de ojos azules).
Cuando la música terminó, James recibió aplausos y ovaciones por parte de los presentes. Tras platicar un par de minutos con el resto de sus amigos —y algunos jóvenes patinadores— se retiró del lugar sintiendo cómo todos esos años hicieron sentir más relajado a su corazón. Había olvidado aquel horrible sueño, aquel terrible recuerdo se había desvanecido con el frío del viento.
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ABR.23.2024
hello, sunshines!
¿cómo han estado? ¿todo bien?
les traigo un producto de la alucinación colectiva (porque después de tantos años ya parecía que esta historia nunca existió jsjsj).
no es la versión original (aka la primera que se publicó), sino una versión un poco más... ¿madura, experimental? no lo sé, estaba pasando por muchos cambios en ese entonces, ¡pero la historia volvió! (incompleta, pero volvió). 🤍
aún no sé si escribir el final de esta nueva versión (que es el mismo que ya conocemos), pero de momento les estaré subiendo lo que ya está escrito (después de editarlo un poco porque la costumbre de comerse letras nunca se va).
¡nos leemos pronto!
xx.
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