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Extra I

"La vida de Universitarios"

—Buenos Días, muchachos.

El ruido ocasionado por los murmullos del resto de la clase, cesó.

—Profesor Faust, tenemos clase de Histología.

—¿Y eso quiere decir...?

—Que corresponde al horario del profesor Graham.

Como las galletas, jiji.

Oh, calla.

—¿Y eso también quiere decir que no puedo pasar a saludar a mi clase favorita, Hank? —bromeó Faust.

Todos reímos un poco, incluyendo a Hank, quien le hizo un ademán con la mano a Faust para que prosiguiera.

—Gracias —se dirigió a Hank— Bueno muchachos, el profesor Graham –a quién le correspondía el horario de hoy, como lo mencionó su compañero– No ha podido asistir hoy. Eso quiere decir...

Un "ow" desanimado y en coro se escuchó en toda el aula.

—Dejenme terminar, llorones —reímos nuevamente — Eso quiere decir que daré las pautas de su proyecto para este semestre en Histología, anoten.

Todos sacamos nuestras cosas y comenzamos a tomar nota de lo que explicaba Faust.

—En conclusión, las clases de Embriología e Histología, llevarán a cabo el mismo proyecto. Sólo adquirían distintos conocimientos de cada área. ¿Alguna pregunta?

Un chico llamado George, levantó la mano.

—¿Podemos elegir cualquier tipo de embrión?

—Claro, sólo nada tan extravagante, ni en peligro de extinción —advirtió — ¿Alguna otra pregunta?

Todos callamos.

》—Perfecto. Entonces nos vemos en la próxima clase, con la propuesta de la especie que estudiaran en el proyecto. Pueden irse.

Recogí mis cosas rápidamente y bajé hasta el lugar de Hank, quien terminaba de guardar sus cosas.

—Entonces, ¿Qué especie elegirás, Quinny? —preguntó aún de espaldas.

—No lo sé, me lo pensaré esta noche. —asintió —¿Y tú? ¿Alguna idea?

—Aunque no lo creas, me llama la atención estudiar el proceso embrionario de alguna serpiente.

—Claro... Sólo trata de que no sea venenosa, por ahora.

Ambos reímos y salimos del aula de clase.

Hank, era uno de los amigos que había logrado hacer apenas llegué aquí. Al igual que yo, era muy aplicado y aunque, el resto de la clase eran muy amables y buenos compañeros. Hank era el más me agradaba.

—¿Ustedes dos? ¿Fuera de clase? Eso es raro— nos cruzamos con Liam en uno de los pasillos.

—¿Y tú? ¿Por aquí? Eso es mucho más extraño —estreché  mis ojos mientras le observaba.

—Quinny tiene razón. ¿Qué haces por acá?

—Sólo busco a mi hermano— Hank y yo arrugamos nuestros rostros confundidos— ¿Lucas? ¿El que es exactamente igual a mi?

—Sí sabemos quién es, bobo —Hank le dió un manotazo en el brazo— ¿Pero qué hace aquí?

—Fácil —el rubio se encogió de hombros— Alice.

—¿Siguen con su "amistad"? —preguntó  Hank, haciendo un par de comillas con sus manos.

—Todos sabemos que ahí se cocina algo.

—Creen que nos engañan y son tan... notorios.

—Demostrativos.

—Afectivos —corregí y ambos asintieron — Creo que ya la clase de Alice acabó.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Hank.

—Siempre sus clases acaban 15 minutos  después que empiezan las nuestras —aclaré viendo mi reloj. —Y ahí están —señalé.

Tomados de las manos, se acercaban a nuestro lugar Alice y Lucas; el rubio exactamente igual a Liam, pues eran hermanos gemelos. Y Alice, la castaña que iba en otra clase y que también, era nuestra amiga.

Y sí, este era el grupo de amigos que había logrado tener en mi primer año de universitaria.

Hank, Alice y yo, estudiábamos medicina veterinaria, mientras Liam y Lucas estudiaban periodismo.

Sí, eso.

Juntos, éramos el grupito de chismosos y loquitos por los animales.

Apenas Alice y Lucas nos notaron esperando por ellos, se soltaron las manos. En ése momento quise golpearme la frente con la palma de mi mano.

¿Por qué tenían que ser tan obvios?

Liam rodó los ojos y Hank se sostuvo el puente de su nariz.

—Hola, chicos —Alice agitó su mano y los tres la imitamos.

—Te estaba buscando— Liam observó a Lucas con los ojos entre cerrados.

—La profesora Bennett me pidió darle un recado a uno de los profesores de este ala —Lucas señaló detrás de él —Y de salida, me encontré a Alice.

—Claro —murmuró Liam.—Fingiré que le creí —susurró en mi oído, haciéndome reír.

—Vamos —nos indicó Hank.

  Los cinco salimos del edificio, mientras hablábamos de trivialidades.

Revisé mi teléfono y me encontré con una llamada pérdida de Quira y un mensaje de Jamón.

Llamaría a mamá apenas llegará a casa, estando más relajada. Texteé una respuesta, avisándole y luego abrí el mensaje de mi chico.

"En el campo de fútbol, bonita :P" —sonreí involuntariamente.

—Uhhh, le escribió su macho alfa pecho peludo —me codeó Hank.

—No tiene el pecho peludo —aclaró Liam y yo levanté mis cejas —¿Qué? Una vez fui a visitarte y él salió sin camisa.

—Eso tiene sentido, pero fuera de contexto, suena muy mal amigo.

Señalé y reímos.

—¿Alice? —esta giró a verme— Hoy no podré llevarte. ¿Hay problema?

—Para nada, no te preocupes —sonrió y yo asentí.

—¿Te irás con James? —preguntó Lucas.

—Sí, vinimos en su auto hoy. — sonreí —De hecho, debo ir al campo de fútbol. Entonces, nos vemos mañana.

Les di un pequeño abrazo grupal de despedida y cambié de dirección a la derecha, mientras que ellos se dirigieron a la izquierda.

Traté de apurar un poco mi paso, pues el cielo se veía algo oscuro. Parecía una tormenta.

Eso significa una cosa, y es...

¡FRÍO!

YEII. Pero también...

Pasar toda la tarde con mi chico, acostados mientras nos abrazamos.

Te envidio, chica. Disfrutas lo que yo no.

Shhh.

Mientras caminaba hacia el campo de fútbol, algunos chicos de otras clases me saludaron, pues me conocían.

Recordé a Eva, que saludaba a todos los de la secundaria siempre, porque todos la conocían. Estaría orgullosa de mi.

Llegué al campo y me encontré al ojiazul caminando hacia mi, mientras sostenía un bolso deportivo, con lo que creía, era su equipo de entrenamiento.

Llevaba unos shorts blancos y una camiseta del mismo color, dejando sus brazos marcados a la vista. Su cabello caía un poco sobre su frente, se veía cansado.

Pero aún así no dejaba de ser sexi.

Por supuesto que no. Este chico es igual al vino, mientras más pasa el tiempo, más bueno se pone.

Levantó la vista y apenas me miró, esbozó una sonrisa.

Agárrenme que me derrito como mantequilla.

—Hola, bonita —dijo apenas llegó a mi lugar.

—Hola, jamón.

Logré contestar antes de que sus labios me callaran en un suave pero necesitado beso. Y así era siempre, a pesar de pasar el 90% de nuestro tiempo juntos, a diario, era imposible no extrañarlo cuando no estaba cerca.

James seguía significando muchísimo para mí y seguía afectándome como en el primer sueño.

Que recuerdos.

—¿Qué tal el entrenamiento?

—Agotador —suspiró y pasó su brazo por mis hombros, abrazándome de lado —Pero no lo suficiente.

Me guiñó uno de sus ojos y sonreí. Enlacé mi mano izquierda con la suya, que aún se mantenía sobre mi hombro. Mientras caminamos saliendo del campo.

—¿Ya acabaste tus clases? —asentí. —Entonces, es mejor que vayamos a casa, antes que caigan los truenos.

—Que exagerado.

—Oye, no te reveles en contra de Zeus. Te puede ir mal —me señaló y yo reí.

—Míranos, una pareja de loquillos. Uno que cree en seres mitológicos y la otra que cree en el poder del universo.

—Oye, tu también crees en cosas fantásticas.

—Tienes razón. Esto es peor — reímos.

—Hablando de cosas peores — lo observé — ¿Sabías que hace un par de años, una chica fue golpeada con un balón de fútbol en la cabeza? ¡Y en su primer día!

Hice una mueca.

—Debió ser una memorable forma de comenzar el primer día. Y también dolorosa.

—Incluso salió en la página de la universidad —mi mueca empeoró —Y hasta fue a enfermería.

—Pobre chica. ¿Sobrevivió?

—Espero que sí.

—Eso, o quedó chiflada.

—Mira quién lo dice.

Golpeé su pecho y reímos.

Sin siquiera notarlo, ya estábamos en el estacionamiento, frente al auto de James. Cada uno subió a sus respectivos lugares y nos pusimos en marcha a casa.

—Tendré que llenar el tanque.

—Claro, aprovecharé y compraré algunas cosas que hacen falta —James arrugó las cejas, pero asintió.

Recorrimos las calles de Boston, hasta llegar a la estación de combustible más cercana. Bajé del auto y me dirigí a la tienda, mientras James se encargaba de llenar el tanque.

Rápidamente, tomé una cesta con rueditas y busqué las cosas que nos faltaban en casa, me acerqué a la caja y pagué con mi tarjeta de crédito.

—Creo haber estado seguro de comprar todo lo necesario —James seguía observándome confundido.

—¿Sabes? El helado, las frituras y demás dulces, son necesarios.

—¡Ah, claro! —rodó los ojos.

—Más respeto —James levantó sus manos en señal de rendición y noté un tallo en su mano.

—Como usted diga. Hace un rato pasó un señor vendiendo flores por aquí, pero vi esto y tuve que comprarlo — me ofreció el diente de León— Para mi novia.

Sonreí, mientras subía al auto y a mi lado, James me imitó. Cuando ambos estuvimos dentro del auto, cruzamos miradas y como los dos tontos enamorados que aún éramos, a pesar del tiempo, sonreímos.

Luego James se acercó rápidamente y dejó un mojado beso sobre mis labios, y  aunque fue algo corto y rápido, fui lo suficiente ágil para corresponderle.

—Es hora de ir a casa, bonita.

—Si por mí fuera, dejaría que me lleves al fin del mundo —reí.

—¿Y si te llevo a la cama, mejor? —dijo coqueto.

—Sólo después del matrimonio.

—Por supuesto. Claro, claro — me siguió la corriente.

—Respeteme, señor Martin.

—Perdóneme, señora Martin.

—Cuidadito, aún no hay anillo aquí —señalé mi dedo anular, mientras él iba concentrado en la calle, debido a la lluvia.

—Aún no, pero algún día lo habrá —sonrió.

—Me pregunto quién será el afortunado.

—El único apellido de casada que tendrás, será el mismo que tengan nuestros hijos —le observé con una media sonrisa—Imaginalo, Quinny Martin, suena espectacular. Así todos sabrán que eres mía.

—James, no necesito tu apellido, ni un anillo para ser tuya—acaricié su mejilla— Soy tuya en cuerpo, mente y alma. Hoy, mañana y siempre. En ésta y en todas las vidas que tenga.

》—Eres tú, James Martin, y siempre serás tú.

James me observó y suspiró.

—Tenemos que llegar rápido a casa, me muero de ganas por besarte como Dios manda, bonita.

Aceleró un poco más la marcha y cuando menos lo esperé, ahí estábamos, estacionados al frente del edificio donde se encontraba nuestro apartamento.

—Muy bien, ahora quién irá por el paraguas —me volví a James, quién se encontraba preparado para jugar piedra, papel o tijeras —¿En serio, jamón?

—En serio, bonita.

Y así comenzó nuestra lucha de quién iría por el paraguas, bajo la luvia. Ya íbamos empatados y el primero que logrará romper, cubrir o cortar al otro, ganaba la inmunidad.

—¡PIEDRA, PAPEL O TIJERAS! —gritamos al unísono.

—¡Sí! —Chillé emocionada, haciendo baile especial.

—Quinny, papel cubre rocas — mi sonrisa se borró —Así que, gané. Ve por ese paraguas.

—¿Algún caballero que se quiera sacrificar por su chica? —sugerí con una sonrisa.

—Un caballero sí hay, pero hoy no tiene ganas de sacrificarse.

Sonrió angelicalmente y yo intenté hacerlo, pero resultó ser más una mueca. Tomé aire y lo solté, até mi cabello en un moño alto y descuidado.

Y sí, salí bajo la lluvia.

Irónico. Tú novio te protege de todo, menos de un resfriado, jaja.

Ja, ja. Muy graciosa.

Apenas bajé del auto, di un paso dispuesta comenzar a correr a la entrada del edificio, pero me detuve.

Más bien, James me detuvo.

—¡Quinny! —me vuelvo y ahí está, de pie, en la lluvia.

—¿Qué pasa?

Parece dudar, mira a nuestro alrededor y lo veo murmurar algo. Rodea el auto y se acerca a mi, importándole muy poco que esté lloviendo a cántaros.

—Lo que dijiste en el auto... —asentí confundida — Dios, no sé como decir esto —pasó las manos por su cabello frustrado o irritado.

Pero eso fue completamente sexi.

Y sí, está lloviendo y aquí me derrito.

Hey —sostuve su rostro, posando mis manos en sus mejillas, logrando que hiciéramos contacto visual. —Puedes decirme lo que sea.

Me observó por una mínima de segundo. Y en sus ojos pude ver y sentir todo lo que quería decir, me miraba con amor, con anhelo, con admiración, con cuidado. Como si fuera un tesoro.

Y era de las cosas que más me gustaba de nosotros. No necesitaba oír una palabra, no cuando podía ver a James a los ojos y saber todo lo que necesitaba, así como él conmigo.

Un año atrás nuestro problema era que casi no nos conocíamos, muchos nos advirtieron que íbamos muy rápido y apenas sabíamos pocas cosas del otro. Lo cierto es que, decidir pasar gran parte de mi vida con James a mi lado; había sido de las mejores decisiones que había tomado.

Y es que las palabras sobraban cuando se trataba de nosotros, teníamos algo más profundo y más único, algo que nos hacía especial.

Si existe un lenguaje de amor, definitivamente el nuestro, son las miradas.

A medida que pasaba el tiempo y compartíamos mucho más, lograbamos hacer nuestra conexión y nuestra química más fuerte. Para este punto, éramos inseparables.

Mis ojos estaban en él y los suyos en mi.

Sin embargo y a pesar de todo, James se decidió por hablar.

—La verdad es que, no me importa lo que pase mañana, lo que pasó antes o lo que pasará dentro de años —dió un paso y yo retrocedí— Me importa que estés aquí, tú conmigo, hoy y ahora, no necesito nada más.

—Nada más si te tengo a ti —susurré.

—Así es, bonita.

Intercaló su vista entre mis ojos y mis labios, mientras se acercaba lento. Acorté la distancia que nos separaba y le besé.

Un beso apasionado, pero delicado. Ardiente, pero dulce. Intenso pero sublime. Extasiante y húmedo, tan perfecto como el primero y tan único como cualquier otro.

Posé una de mis manos en su cuello y él hizo lo mismo, y aunque intentábamos controlarnos, mis emociones subían de nivel y estaba muy segura que las suyas también. Y lo confirmó cuando enrolló su brazo alrededor de mi cintura, pegándome a su cuerpo y luego empujándome contra el auto, mientras continuaba besándome.

Nos detuvimos por falta de oxígeno y James mantuvo su frente pegada a la mía, mientras que ambos intentábamos controlar nuestras respiraciones desastrosas.

—Tenemos... —suspiré y me aclarévla garganta — Tenemos que detenernos.

James esbozó una sonrisa orgullosa, lo suficientemente egocéntrica y coqueta.

—Ni me lo digas, bonita.

James me observó como si fuera un trozo de carne jugosa y apetecible.

Si hay alguien jugoso y apetecible aquí, es tu chico, amiga.

—¿Subimos? —sugerí mordiéndome los labios, un tanto apenada, bajo la mirada de James.

—Claro, claro —se hizo a un lado y avancé.

Tomados de la mano, ingresamos al edificio con nuestras ropas goteando. Me disculpé con el recepcionista, que era un señor de edad avanzada, lo suficientemente amable como para restarle importancia.

Pero, justo hoy debíamos recoger la correspondencia, por lo que tardamos más de la cuenta y empapamos el piso principal.

—Lo siento —sonreí apenada.

—No es nuestra culpa que esté lloviendo hoy, linda —sonrió.

—Tranquila bonita, así puedes disimular lo mojada que estás por mí —James susurró con voz ronca en mi oído.

Abrí los ojos, esperando que nuestro recepcionista no le hubiera escuchado y me sonrojé de sólo imaginarlo. James a mi lado rió por lo bajo, pero no cualquier risa, una risa ronca.

Corrección, querrás decir risa-moja-bragas.

—Aquí tienen, su correspondencia —estiró su mano con el par de papeles y se los arrebaté.

—Je, je —reí nerviosa —¡Muchas gracias! Ya nos vamos —hale a James del brazo y nos dirigí al elevador.

Él asignó nuestro piso, mientras yo le echaba el ojo a la correspondencia. Nada importante, sólo papeles.

—Quinny Tucker se ha puesto nerviosa. ¿Quién lo diría? —rió por lo bajo y lo miré fulminante.

—Después de lo que dijiste frente a nuestro recepcionista, sí lo hice.

—¿Y qué? Apuesto a que él alguna vez lo hizo.

—Sí, pero no quiero que los vecinos se enteren que follamos como conejos — James soltó otra carcajada.

—Lo dices después de todo el espectáculo que dimos allá afuera.

—Sólo nos besamos.

—¿Perdón? Quinny, casi nos arrancamos la ropa, sobre mi auto —lo miré con los ojos entre cerrados.

—¿Insinúas que hubiera hecho eso públicamente?

—No lo insinuó...

—Eso pensé.

—Lo asumo —lo miré mal— ¿Qué? ¡Por favor! ¡Nos hubieran entendido! — se quejó.

—Y también multado.

Ambos reímos. James se acercó y me abrazó por detrás, apoyando su babilla en mi hombro.

—Ellos lo entienden, sólo somos un par de críos locamente enamorados.

—Y demasiado hormonales.

—Exactamente — giré a verlo y sonrió.

Dejó un sonoro beso en mi mejilla y la puerta del elevador se abrió. Caminamos hasta la puerta de nuestro apartamento, saqué las llaves y abrí.

Dejé la correspondencia y las llaves en una mesita al lado de nuestra puerta. Ambos quitamos nuestros zapatos mojados, para cuando terminé con los míos, James ya iba a la mitad de la sala quitándose su camiseta.

—Avísame cuando termines de ducharte —dije antes de perderlo de vista.

Me dirigí a revisar el refrigerador y decidir que almorzariamos. Lo que me recordó que habíamos dejado las bolsas en el auto. Gire para ir en busca de ellas, pero mis pies dejaron de tocar el suelo.

James me alzó en sus brazos y me arrojó tras su espalda como un costal de papas.

—¿Qué? ¡James! ¡No! ¡Bajame, bajame, bajame! —pataleé como niña pequeña.

—Si te quieres bañar, bonita, tendrás que hacerlo conmigo.

Me llevó por nuestra habitación, hasta el cuarto de baño y ahí me bajó. Comenzó a desvestirme, para cuando terminó conmigo, hizo lo mismo con él.

Nos adentramos en la ducha juntos, él abrió el agua y la colocó en una temperatura adecuada. Ambos nos metimos bajo el agua, calmando el frío que comenzaba a calar por nuestros huesos debido a la lluvia.

James se encargó de enjabonar mi cuerpo, al igual que yo con el suyo. Y así mismo, se encargó de lavarme y enjuagarme con agua limpia, tal y como lo hice con él. También lavó mi cabello y mientras lo masajeaba, lo imité haciéndole lo mismo.

Ambos reímos debido a la sensación extrañamente placentera y relajante que nos consumía. Terminamos de enjuagar nos el resto de jabón y salímos de la ducha.

Sequé mi cabello con una toalla frente al espejo, mientras él cepillaba sus dientes. Hoy había optado por no usar maquillaje, así que me salté el paso de desmaquillarme y me cepillé los dientes.

James salió del cuarto de baño, dirigiéndose a la recámara. Terminé con mis dientes y seguí su camino.

Estaba pasando una playera grisácea por su cabeza, a juego con unos monos de pijama, de cuadros en azul oscuro. Se veía tan tierno.

Busqué mi pijama y me lo coloqué, mientras él no paraba de sacudirse el cabello como si fuera un perro intentando secarse.

—Deja de hacer eso —se detuvo.

—¿Qué tal si pedimos comida china? —asentí, pues me parecía muy buena idea.

—La pediré, ¿lo mismo de siempre? —asintió —Vale, ya vuelvo.

Salí de la recámara y cogí el móvil, marqué el número y ordené nuestra comida. Regresé a la habitación y James me esperaba acostado en la cama.

—Aquí tienes —me ofreció el libro y mis lentes de lectura.

—Gracias.

El cuaderno de Noah》 Era la lectura que compartíamos ahora. Desde que nos habíamos mudado juntos, habíamos decidido hacer ciertas actividades juntos, puesto que teníamos los mismo intereses, sólo que alguno de los dos lo practicaba más que él otro.

Uno de ellos era leer, como me encantaba leer y James también lo hacía, pero no tan a menudo como yo. Nos leíamos un libro juntos e íbamos siempre al mismo ritmo y en el mismo capítulo.

Permanecimos un largo rato en silencio, ambos perdidos en nuestros libros. Leímos durante casi media hora, hasta que llegó la comida.

Cada uno tomó sus envases y nos sentamos frente al televisor, mientras comíamos y veíamos series. En ese momento mi móvil sonó y corrí a la habitación por él. Era mamá.

—Hola, Quira.

Chiquita.

Perdona no haber llamado, estaba almorzando —me disculpé.

No te preocupes. ¿Cómo van las clases?

—Excelentes, hoy nos han asignado un proyecto.

—Que bueno, chiquita. ¿Y James?

Se había tardado en preguntar.

—¡Hola, Quira! —saludó James entrando a la habitación.

¡Cuñado! —reconocí la voz de Quincy.

—¡Cuñado! —James le devolvió el saludo.

—Estaba a punto de preguntarle a mamá por mi hermano favorito, pero resulta que ya no tengo —fingí celos.

James gesticuló, avisando me que iría al auto por las cosas. Asentí diciéndole que estaba bien.

Soy el único que tienes.

—Aún me tiene a mí, y soy mejor —se oyó la voz de Queen al fondo.

—Esa es mi hermana —todos reímos —¿Qué tal está papá?

En las nubes, como de costumbre.

Entonces, debe estar muy feliz.

Ni te imaginas cuanto.

—Oye Quinn —interrumpió Quincy una vez más.

—¿Qué pasa?

¿Cómo está Evolet? ¿Qué tal le va?

Cuánto interés —ironicé.

También era mi amiga.

Claro. Pienso llamarla más tarde, pero está bien.

Que bueno, la saludas de mi parte. Hace unos días vi a su hermano, Eros creo que se llama.

Sí, es un gran... ¿Chico? ¿Señor? No lo sé, es una gran persona.

Sí, llevaba una pequeña al parque.

Recordé la vez que dejaron a Evolet sin cabello durante una llamada conmigo.

—Sí, es su hija, un angelito.

Hablé otro rato de trivialidades con ellos, bromeamos un poco, les comenté de mis clases, incluso James habló con ellos, me aseguraron que Marcos estaba perfecto y eso me hizo muy feliz. Terminé colgando para seguir con mi almuerzo y cuando regresé a la sala, estaba James colocando sus videojuegos.

Comí otro poco más y quedé satisfecha,  bebí algo de soda y James me arrojó un control remoto, me coloqué mis audífonos y él los suyos.

Metal Gear Solid 3: Snake Eater. Era el videojuego que habíamos pasado toda la semana jugando y era demasiado bueno. Los gráficos, la estética, ambientación, la trama, Snake e incluso la intensa relación y coqueteo que había entre él y Eva.

No puedes engañarme Snake, te mueres por esa mujer.

¿Y quién no? Incluso yo lo hice, después de las veces en que lo salvó.

Para este punto, tenía la sospecha de que sólo seguía con el videojuego porque tenía la necesidad de saber si terminaban juntos.

Jugamos durante casi una hora. Me levanté y busqué mi laptop para hacerle una videollamada a mi mejor amiga.

¡QUINNY! —chilló apenas apareció en la pantalla.

—¡Hola, Eva! Pero ¡wow! Que elegancia la de Francia —dije al verla.

—¿Te gusta? ¡Será mi futuro uniforme! Unos pocos meses más y estaré completamente capacitada para viajar por el mundo. ¡Yupi! — dió un par de brincos emocionada.

—Ya lo veo, serás una gran asistente de cabina, Eva.

Ya lo sé —hizo un ademán con su mano— No habrá nada imposible en las nubes para Evolet Jackson, estaré ahí para cumplir todos los deseos de mis pasajeros.

La miré con una ceja encarnada.

—Tienes razón, no todos por completo —reímos —¿Cómo va la futura veterinaria?

—A punto de estudiar el proceso embrionario de algún animalito.

—¡Ohh! ¡Deberías probar con las serpientes!

—Un amigo lo hará y no quiero hacer lo mismo.

Entiendo. Bueno, no te preocupes algo se te ocurrirá.

—Eso espero.

Sino, tienes a James, que te sirva de algo.

Te escuché, Ev —James apareció en la pantalla.

¡Ah, mira! Ahí estás, amigo. Sino te menciono, ni te molestas en saludar —lo acusó.

—Hablando de saludar, Quincy me pidió que te saludara.

¡Awww! ¡Que lindo es tu hermano!

Ujum...

—Que bajo, Ev. Relacionarte con el hermano de tu mejor amiga.

—Sólo somos amigos, no pasa nada — rodó los ojos —De hecho, ya tengo mi interés amoroso aquí —susurró acercándose a la cámara —Y es piloto. Lo vi una vez, pero no lo olvido, chicos.

Se enamoró —afirmé.

—No me sorprende —añadió James.

—Les avisaré cuando tenga fecha de la boda.

—Por supuesto.

Muy bien, debo dejarlos. Tengo una práctica de primeros auxilios que hacer, hablamos luego.

Está bien, suerte.

Te amo, adiós — arrojó un beso a la cámara.

—Yo a ti.

Y colgó.

Me acurruque con James mientras veíamos una película. Y aunque la veía no estaba concentrada.

Me daba algo de nostalgia, pero también felicidad y orgullo todo lo que había cambiado en mi vida, un año después de graduarme y de toda mi aventura al conocer a James.

Prefería ver todo eso como algo bueno, y sí aunque suene raro, para mi lo era. Me preguntaba si en algún momento de mi vida conocería a James si nada de eso hubiera pasado, o si hubiera avanzado en tantos aspectos de mi vida.

La cosa es que estaba feliz con quién era, con lo que tenía y con lo que había sido. A veces la suma de varias cosas negativas dan el resultado de algo inmensamente positivo.

Y aunque aún tenía un muy largo camino por recorrer, seguía teniendo a quiénes siempre estuvieron conmigo en el principio.

A mi familia, a mis amigos, a Patricia.

Por supuesto.

A James y lo mejor de todo, a mí misma.

Quizás el camino no era fácil, en muchos lugares no lo sería, pero mi única meta era seguir avanzando y eso sería lo que haría.

***

Awww, es tan lindo para mi vivir todo esto de nuevo, verlos a todos, tan bien, tan ellos. Se lo merecen y ustedes también se lo merecen.

Quiero aprovechar éste extra y agradecer por todo el apoyo y crecimiento que ha tenido esta historia, me hace muy feliz ver todos los resultados y el impacto que ha causado en tan poco tiempo.

Por si queda alguna duda, sí este es el extra de celebración por las 1K de vistas. Que si no sabían, ya las alcanzamos.

Sé que lo subí tarde, pero actualmente no tengo móvil por lo tanto, no tanto tiempo para escribir. Pero eso no quiere decir que no lo haga.

Les he subido un par de capítulos en mis otras dos historias, que si no se las han leído, no sé que esperan para hacerlo.

En fin, como siempre los amo mucho y les beso las nalguitas<33 ¡No se olviden de votar y comentar!

~JAI.

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