Capítulo XXXVI
Decisiones sin
arrepentimientos
Había logrado dormir por lo menos unos quince minutos después de todo y cuando apenas me incorporaba, alguien abrió abruptamente la puerta.
—Ahí estás —dijo apenas me vió.
Sus ojos estaban cristalinos, su semblante decaído y su cabello despeinado. Siempre le veía arreglada y limpia, hoy parecía un verdadero desastre.
Evolet corrió en mi dirección, me abrazó y se lo permití. No paraba de repetirse que yo estaba bien, intentando convencerse. Finalmente se separó y tomó mi mano después de sorber su nariz.
—¿Cómo estás? —sonrió dulcemente.
Quité mi mano con cuidado y ella pareció no entender. Tomé una bocanada de aire y hablé.
—¿Te crees que puedo estar bien después de todo esto?
—Lo sé, fue estúpido preguntar eso... —se rió un poco, mirando a otro lugar.
—No, no debiste —Evolet me miró ceñuda—. Mucho menos tú, no después de lo que me hiciste.
Sus cejas se aliviaron, pareciendo entender a que me refería.
—Te lo han dicho... —murmuró cabizbaja.
—Sí, porque tú parecías no querer hacerlo —mi voz se quebró.
—No, Quinny, yo...
—¿Tú? Tú traicionaste mi confianza, Evolet —la señalé—. Tú más que nadie sabías lo jodido de todo esto, sabías como lo había pasado todo este tiempo, sabías lo mucho que me había costado estar bien —una lágrima rodo por su mejilla—. Y lo dañaste.
—Quinn...
—No sólo me dañaste a mí, no solo traicionaste mi confianza, no sólo me heriste a mí. Lo hiciste con nuestra amistad —sollocé.
—Yo sólo quería protegerte, Quinn.
—¿De qué? ¿De romper mi corazón?
—Quinn, trátame mal. Lo merezco, no fui sincera contigo —lágrimas rodaban por sus mejillas—, pero fui capaz de arriesgar nuestra amistad para protegerte, no importa que no seamos amigas nunca más. Te veré bien y eso es suficiente para mí.
No respondí, giré mi rostro al lado opuesto de donde estaba Evolet, ella sollozó y escuché como cubrió su boca para intentar detener el llanto. Más lágrimas rodaron por mis mejillas, porque me dolía, y aunque no quisiera, debía sanar para poder perdonar.
Evolet entendió y se dirigió a la puerta, pero antes de marcharse la detuve, aún sin observarla pregunté.
—Si te permití entrar fue por dos razones —me volví a ella y aún me observaba con los ojos llenos de lágrimas y esperanza—. Una era porque quería que me confirmaras lo que ya sabía —Evolet negó con la cabeza.
»Y la otra... ¿Quién más fue? &observé sus ojos y ella los míos.
Quizás en el fondo, aquella noche cuando me la crucé por última vez, presentía que algo turbio escondía, pero jamás imaginé algo de esta magnitud.
—Amanda —asentí—. Poco después de aquella noche en que fue a tu casa, no me pude quedar de brazos cruzados, no me daba buena espina, sabía que ella sabía algo. Entonces hablé con el señor Martin, le pedí que tratara de investigarla como cómplice y encontró pruebas que los relacionaban.
Asentí una vez más y relamí mis labios.
—Gracias, puedes irte.
Evolet hizo una mueca que apenas y noté como incomodidad. Sin embargo, asintió y esta vez sí se marchó.
Muy bien, Quinny. Tenemos mucho en que pensar.
Ni que lo digas, suerte con eso.
***
—Pie izquierdo, verde.
—Espera, Queen. ¡Vas a pisar mi ma...! ¡Aahhh! ¡Quítate, quítate! —Quincy la manoteó un par de veces.
—¡Deja de hacer eso! ¡Me harás ca...! —de pronto ambos estaban en el suelo, magullados.
—Eso tuvo que doler —murmuré.
—¡Doctor! Tenemos más costillas rotas —se quejó Quincy.
—¡Código rojo, código rojo! —le siguió Queen.
Par de dramáticos.
Ya veo porqué saliste así.
Negué varias veces sin siquiera un ápice de diversión en mi rostro. Eso me molestaba, estos cuatro días habían estado intentando hacerme sentir mejor entre ellos dos y a mí ni una sonrisa falsa me salía.
Pero a pesar de eso, no se daban por vencidos. Rieron juntos y yo me limité a observarlos.
Habían pasado tres días más después de la última noche, y desde ese día no había vuelto a ver ni a Evolet y mucho menos a James.
Había visto a Pat, por supuesto, pero me había dedicado a ignorarlo y él a evitarme todo lo que pudiera. Era algo incómodo después de todo, y ya empezaba a arrepentirme.
Es que en el fondo sentía que me había dejado llevar por el momento, que dije cosas hirientes solo porque me habían herido, cosas que en realidad no quería decir.
Un par de toques en la puerta me sacaron de mis pensamientos. Queen se acercó y recibió a la señorita Blair, o como yo solía decirle: Bee
Aunque me costara admitirlo, me ponía feliz verla, sentía que lo mejor que podía hacer era hablar sobre todo con alguien. ¿Y quién mejor que mi psicóloga-amiga?
Yo sería mejor.
Sí, pero si seguimos hablando, terminaré loca.
Después de todo, no sería sorprendente que lo fueras.
¿Será que ya lo soy y no lo he notado?
Es una posibilidad.
Ya vete, me asustas.
Quinny, he aguantado unos cuantos golpes aquí arriba y sigo estando aquí. Toda magullada pero aquí sigo. ¿Crees que me iré tan fácil?
Tengo que cambiar de cerebro.
Soy como un virus.
Vale, vale. ¡Ya basta!
—Quinny —saludó Bee.
—Bee —intenté sonreír y se convirtió en una mueca.
—¿Quieres hablar? —asentí.
—Pero... ¿No va a preguntarme cómo estoy?
—¿Tendría sentido hacerlo? —negué—. Entonces, cuéntame de ti.
Tomé una bocanada de aire antes de comenzar a soltar todo sobre el acontecimiento de hace un par de noches atrás. De un momento a otro pude abrirme y expresar con libertad cómo me sentía verdaderamente, lloré y dejé todo salirse de control.
La señorita Bee no se inmutó, me escuchó, ni siquiera me observó con lástima. Sólo se mantuvo neutra escuchándome de principio a fin.
—Entonces, ¿Crees que tomaste una buena decisión? —preguntó apenas finalicé.
Permanecí en silencio por unos minutos, analizando y preguntándome a mí misma si había estado bien, si había actuado bien y si lo que dije, en realidad sí quise decirlo.
—No.
—¿Los entiendes? —asentí.
—Pero yo no les hubiera hecho eso.
—Y esa es la ciencia de la vida, Quinny. No todos actuamos igual, no todos pensamos igual y eso está bien —tomó mi mano—. No esperes ser igual a los demás y tampoco esperes que los demás sean iguales a ti, así no funciona.
—Pero...
—A ver, te dijeron que lo hicieron por tu bien.
—Sí, pero eso no tiene sen...
—Todo tiene sentido, Quinny —me observó—. ¿Crees que hubieras podido estar tranquila si sabías que alguien te perseguía a todas horas? ¿Crees que hubieras podido dormir sabiendo que alguien te observaba en las noches?
»No estoy diciendo que no seas capaz, Quinny. No te estoy subestimando, eres capaz de muchas cosas, cosas que incluso tú misma no sabes, cosas que aún no descubres. Pero, te conozco y sé que eres nerviosa, y no te juzgo —insistió—, después de todo lo que haz vivido son conductas completamente normales, es tu mecanismo de defensa y está bien, pero hazte esa pregunta.
No me gustaba admitir que era débil. Sentimientos, emociones o dejar que las situaciones influyan en mí me llevaban a admitir que era débil y lo odiaba, la mayor parte de mi vida, los demás me habían visto como alguien débil.
O al menos, así lo veía yo.
Sin embargo, con el tiempo había aprendido que, aquél que tiene el valor de tomar riesgos, de hablar de cómo se siente, de intentar cosas nuevas, de vencer sus miedos. Aquél que no se queda callado y actúa, es un verdadero héroe, alguien valiente, alguien fuerte, alguien que es muchas cosas, menos débil.
—Tienes razón, no hubiera podido —admití—. Apenas y vengo mejorando, superando todo esto y lidiar con tanto al mismo tiempo... hubiera sido imposible.
Asentí y ella también lo hizo, sonreímos. Pues ambas sabíamos que pasaría ahora.
Continuamos hablando de más cosas, bromeamos y me convencí de que si en un momento de mi vida, mi mente no llega a necesitar a Bee y puede continuar sola, mi corazón no, era una de mis mejores amigas y una de las pocas personas que se preocupaba porque estuviera bien en todos los sentidos.
Eso sin contar que me ayudaba a tomar las mejores decisiones de mi vida.
Había llegado la hora de Bee marcharse. Se acercó y me dió un pequeño y corto abrazo, uno al que correspondí.
Tenía pensado descansar un poco, pero apenas Bee abrió la puerta, el rostro de Jacob se asomó en ella. Con una sonrisa y un ramo de flores en su mano, se acercó a mi lugar.
Me abrazó y despeinó mi cabello que permanecía suelto debido al dolor de cabeza que tenía en ocasiones.
Esta no era la primera vez que venía a visitarme, por lo cual no me extrañaba su compañía. De hecho, se sentía bien tener a un amigo conmigo.
Lo malo era que solo me hacía recordar a Evolet. Y es que, imagínense, se pelean con su mejor amiga y no se hablan pero, sí le hablan a su mejor amigo que es el primo de su mejor amiga, que solo les recuerda a ella y a todos los momentos bonitos que vivieron los tres.
Auch.
Lo sé.
—Entonces saldrás con ella.
—Que estemos compartiendo tiempo juntos no quiere decir que me la voy a follar, Quinny —estrechó la mirada.
—¿Estás diciendo que el joven Jacques va a entablar una relación? —encarne una ceja.
—Solo... nos estamos conociendo —sonrió de lado.
—¡No puede ser!
—¿Qué? ¡No estoy haciendo nada malo —rió.
—¡Ya te follaste a Carrie! —lo señalé.
—¡Cállate! Martin puede escucharnos —advirtió.
—¿Qué?
—¿Qué? —me imitó.
—Acabas de decir que...
—Que te calles, sí, por cierto, cambiando de tema drásticamente...
—No, no, no. Eso no, amigo —hizo un puchero—. Ahora, habla.
—Bueno sí —rodó los ojos—. Martin está ahí —señaló a la puerta—. Bueno, detrás de esa puerta hay un par de sillas y las veces que he venido, está ahí.
Lo miré sorprendida.
—Sí, sorprendente, lo sé —se rascó la nuca, dudando en si seguir o no—. No sé si deba decir esto.
—Por favor —insistí y él suspiró derrotado.
—Está ahí desde que tú ingresaste.
—¿Qué? —Jacob asintió—. No entiendo, ¿No se ha ido?
—No, yo... hablé con él —giré a verlo abruptamente—. Sí, hablamos.
—Pero, creí que se odiaban...
—Q, ese chico pudo haberte mentido para protegerte. Pero se arriesgó, incluso cuando eras una desconocida, sin esperar nada cambio, él cuidó de ti y siempre estuvo al pendiente y aún lo hace.
»Mira, él me habló de una promesa que te había hecho, algo de que siempre estaría para ti, incluso cuando no lo quisieras —asentí—. Él está cumpliendo esa promesa y no es solo por su moral. Quinny, ese chico está enamorado de ti.
Observé a Jacob en silencio, por algunos minutos. Hasta que noté algo y reí sin ganas.
—¿Qué? _dijo Jacob.
—Es gracioso que estés defendiendo al chico que te cae mal y que le gusta a la chica que te gusta —me observó ofendido.
—Tú ya no me gustas —esta vez me ofendí yo—. En fin, lo hago porque lo he notado.
—¿Qué cosa?
—Q, tú me gustaste y en un tiempo, yo te gusté a ti, no te correspondí por idiota —sonreí—. Pero Martin, él te ha valorado desde que te conoce, si hay alguien en este mundo que te merece, solo espero que sea él.
—Eso fue tierno —Jacob rodó los ojos.
—Tómatelo en serio.
—¡Lo hago!
—Ajá —me crucé de brazos—. Llevas un buen rato intentado hacer que yo me avergüence de las cosas cursis que digo, solo para que tú no asumas lo que sientes.
—¿Y qué es lo que siento, según tú?
—Que haz tomado malas decisiones —se levantó de la mesa donde estaba sentado—. Que quieres perdonarlos a todos —se acercó hasta mi lugar—. Y que estás loquita por James Martin.
Aún de brazos cruzados, rodé los ojos.
—No estoy loquita por James Martin.
—Perdonarlo es el primer paso —me guiñó un ojo.
—Pero yo no he dicho que, Oh... te odio —lo miré mal.
Jacob soltó un par de carcajadas, mientras lo asesinaba con mis ojos.
—¿Tú qué crees que deba hacer? —él encogió sus hombros.
—Pasar página. Quinny, estás considerablemente bien y es gracias a ellos —lo miré cansada—. No se los pediste, pero al menos no debes preocuparte por tener personas falsas en tu vida, esas ya salieron. Y...
—¿Y...?
—No tendrás que dudar de lo que siente Martin por ti, no tendrás que pedirle a diario que te diga «te amo» para saber que lo hace, las palabras se quedan cortas cuando recuerdas todas las formas en las que te lo ha demostrado.
—Muy amigos, eh.
—Solo avísame cuando sea la boda.
Ambos reímos, él no quería aceptar que en este periodo de tiempo juntos, había creado algo bonito con James y yo, no quería aceptar que sólo tenía dos opciones con James.
O perdonarle y que finalmente nos den la oportunidad de estar juntos, u olvidarme de él. El problema es que ambas decisiones implicaban mucho.
Pero.
Un gran PERO.
Las conversaciones con Jacob y Bee me habían ayudado mucho, tenía más clara y despejada la mente. Y estaba segura de las decisiones que tomaría ahora.
—J, necesito tu ayuda.
***
Antes de marcharse, le pedí a Jacob un lápiz y papel, que no sé cómo pero logró conseguir. En él escribí una oración dirigida a James.
"Gracias por la canción y todo lo demás. Ve a casa, por favor y date una ducha. Mañana podré ir a casa, nos vemos pronto, Jamón".
Quizás no era la gran cosa, pero estaba segura que la última línea lo haría sonreír y con eso estaba bien. Saber que aún mantiene la sonrisa que tanto me gusta, definitivamente podría vivir con ese recuerdo.
También le pedí a Jacob que citara a papá y a Eva, necesitaba hablar con ambos. Y así lo hizo.
En estos momentos me encontraba esperando por ambos mientras jugaba con mis dedos nerviosa.
La puerta se abrió y ambos aparecieron, algo cabizbajos, pero ahí estaban. No lo negaré, me sentía mal porque ellos se sentían mal.
—Hola —ambos murmuraron un «hola»
Papá lucía agobiado y triste, un tanto areepentido. Evolet... ella permanecía con los brazos al frente, tomando un bolso entre sus manos y pinta de nerviosa.
—Eh... la verdad no sé qué decir —ambos me observaron—, les pedí que vinieran porque como sabrán, he tenido tiempo para mí misma, para pensar y lograr empatizar con ustedes y toda la situación... logré hacerlo.
—Que bueno... —intentó decir Eva.
—Shh —la callé—. Aún no termino. Los entiendo ¿vale? Y puedo estar de acuerdo con la decisión que tomaron, aunque no tuvieran opciones.
Hice una seña, invitándolos a acercarse, cosa que no dudaron. Tomé una de las manos de Pat y le observé, regalandole una sonrisa que correspondió.
—Sé que tú arriesgarías tu vida las veces que sean necesarias, solo para que esté bien —sus ojos se llenaron de lágrimas—. Sé cuanto te culpabas por todo esto he incluso, sé que si en tus manos estuviera mi bienestar, sería la chica más feliz del jodido planeta.
Papá rió y yo le acompañé.
—Pero no le digas a Quira que dije una mala palabra —me apretó contra su pecho.
—Te amo, chiquita.
—Y yo a ti, papá.
Secó sus lágrimas y se separó permitiéndome tomar las manos de Eva.
—Y tú —Eva tenía los ojos llenos de lágrimas—. No tienes, ni tenías ninguna obligación conmigo, no tenías porqué arriesgarte tanto. Sin embargo, lo hiciste y con ello, me demostraste de que está hecha tu amistad.
Esta vez fue su turno de abrazarme.
—Nuestra amistad, Quinn. Nuestra amistad.
Los tres nos fundimos en un abrazo, un abrazo de reconciliación. Abrazos de las personas que amaba y que me hicieron preguntarme: ¿Por qué no les había perdonado antes? Si era más que obvio que los necesitaba, tanto como ellos a mí.
Bromeamos juntos y se quedaron toda lo noche conmigo, haciéndome sentir mejor, haciéndome sentir bien. Como si nunca esta pesadilla hubiera pasado.
***
—Sorprendeme.
—Siempre lo hago —rodé los ojos.
Eva se metió una vez más en mi armario a buscar algo adecuado para la ocasión. Ya le había explicado que quería algo no tan descubierto y ella estuvo de acuerdo.
—Me gusta este, y esto.
Me mostró un enterizo negro corto y un saco de un azul rey brillante. Los combinó con mis botas, un cinto y un pequeño bolso de mano.
Potenció todo el look con una trenza en el cabello y un sutil toque de maquillaje.
—Perfecta.
—Como siempre —Eva rodó los ojos.
—Bien, me toca a mí —asentí.
Observé mi reflejo en el espejo y no sólo observé cuanto había crecido físicamente, sino todo lo que había aprendido con todo este camino. Recordé todo lo que pasé, todo lo que viví y como tomé todo eso, le di forma y lo convertí en la persona que estaba en el espejo.
Claro que no había sido sólo yo, cada uno de ellos habían sido una parte de quién era ahora. Y de lo que sería en un futuro.
Porque estaba decidida a continuar, a no darme por vencida, a sacar el pecho en los peores momentos. Era un futuro incierto, no sabía lo que me esperaba allá, si sería bueno o malo, lo que sí sabía era que los tendría a ellos. Siempre.
—¡Lista! —asentí con una sonrisa y Eva me abrazó—. Vamos.
—Espera —me detuve—. Olvidé algo —regresé a mi cofre de joyas y tomé el collar de James— Estoy lista.
Tomé la mano que Eva me ofrecía con una sonrisa y juntas nos dirigimos a la sala donde esperaba el resto de mi familia, listos para irnos.
Quizás dirán: «Están locos» «Van a un juzgado cuando todos fueron las víctimas y están felices». Sí, suena feo, pero después de todo, estaba feliz y aliviada de que mi pesadilla se hubiera acabado, ahora sólo restaba cumplir mis sueños.
Conversamos durante el camino con algunas bromas que hicieron que me dolieran un poco las costillas. Apenas habían pasado unas cuatro semanas y aunque estaba mejor, en ocasiones cuando reía mucho dolía un poco.
—James, estará allí —Eva susurró en mi oído.
—Lo sé.
—¿Desde cuándo no le ves?
—Desde la discusión y todo eso —ella asintió—. Pero Jacob, me había contado algo.
—Sí, ese «algo» es cierto. La noche en que saliste del hospital, como de costumbre te vió desde las sombras —bromeó—. Luego me lo encontré y le aseguré que estabas bien, pero estaba algo... triste.
—¿Por qué? —la miré ceñuda.
—Es que puede ser... que yo haya estado muy emocionada y se me salió que nos perdonaste a tu papá y a mí, pero no a él —la miré mal—. ¡Lo siento! No fue mi intencion.
—Eso fue estúpido, Eva.
—Ser estúpida me sale natural —ambas reímos.
—Creo que con mi nota entendió que no todo está perdido.
—Esperemos que no aparezca en ese juzgado con Nessa —giré a verla—. ¿Qué? Yo sólo digo.
—No ayudas.
—Mejor me callo —asentí de acuerdo—. Pero, antes de callarme —rodé los ojos—, ¿Sabías que él retrasó el juzgado hasta esta fecha para que pudieras asistir?
La miré ceñuda y ella sonrió abiertamente.
—¿Por qué no me habías contado eso? —hizo un cierre con su boca—. Vale, eso sí no me lo cuentas, eh. A veces pareces la mejor amiga de mi nooo...
—¿Nooo...? —insistió Eva y yo fingí un bostezo.
—James, James. Pareces la mejor amiga de James y NOOOO, la mía —Eva me observó con una ceja encarnada.
—Ajá, como si no fueras a decir «Nooooviooo». ¿Qué planeas, Quinny Tucker? Porque te traes algo entre manos —me señaló.
—No sé de que hablas, Evolet Jackson. ¿ O debería decir Evolet Martin?
—¿Y yo por qué? —se volvió a mí confundida.
—¿Quieres hablar de Easton? —encarné una ceja.
—Sí... ahora yo, no sé de que hablas —se asomó en los asientos delanteros—. Pat, ¿falta mucho? —papá negó y ella volvió a su asiento.
—Ajá.
—Por cierto, es Woods —la miré confundida—. Su apellido, es Woods. Easton Woods —le di una mirada cómplice y ella rodó los ojos.
—¡Llegamos! —anunció papá y todos bajamos.
Caminamos hasta la sala donde se suponía harían el juzgado. Al llegar habían un par de personas, algunas desconocidas. Pero entre ellas, estaban la abuela de James, Sam y el señor Martin, quiénes me saludaron a lo lejos.
Quizás mis ojos, sin querer, buscaban a alguien alrededor de toda la sala y no fue, hasta que lo encontré que esbocé una sonrisa, misma que él correspondió.
Iba enfundado en un traje, algo no muy normal en él. Sin embargo, estaba hermoso, sus ojos se encontraron con los míos y fue cuando caí en cuenta que había extrañado tanto verlos, verlo a él.
Ahí estaba, de carne y hueso, frente a mí. James Martin.
***
Okey, pero esto es perfecto. Me encanta, sigan leyendo el final.
Besos en la cola<33
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