Capítulo XXVII
¡Ayuda! ¡Estamos en la bañera y queremos alcohol!
—¿Por qué? —marco nuevamente la llamada—. ¡¿Por qué demonios no contestas el jodido móvil?! —cuelgo y vuelvo a llamar—. ¡Joder, Evolet!
Sabía que me arrepentiría, pero tenía que saber algo de Eva, la última vez que supe de ella fue el día en que me marché al campamento. Ayer había regresado de la travesía y hasta ahora, Eva no había mostrado señales de vida.
Llevaba años sin marcar a la casa de los Jackson, esperaba que no hubieran cambiado de número. Sin embargo, pidiéndole al universo que me ayudara marqué el número que sonó tres tonos hasta ser descolgado.
—¡Oh, Hola! ¿Es la casa de los Jackson? —pregunté con un poco de nervios.
—¿Sigue la gente refiriéndose a nosotros de esa forma taaan elegante? —se escuchó una voz masculina.
—¿Eso significa que sí es el número correcto? —pregunté algo irritada.
—¡Wow, chica! Eso significa que quiero saber quién llama.
—Quinny Tucker, ¿Está Evo...?
—¡Quinny! La mejor amiga de Evie —arrugué mi cara. ¿Con quién carajos estaba hablando?—. Probablemente no me recuerdes.
—Ahora que lo menciona, de hecho no, no lo hago.
—Hasta de grande eres bien amargada —guardé silencio por un momento, intentando recordar la voz—. Soy Eros.
—¡Ah! El hermano de Eva.
—Sí, su favorito, de hecho —suspiró y yo callé—. Bueno, ¿Qué necesitas?
—¿Está Eva en casa? —nuevamente le pedí al universo que sí estuviera.
—Claro que lo está, no ha salido de su habitación, al parecer... ¡Espera! Viene hacia acá, ¡Te la pasaré!
—¡¿Quién demonios me busca?! —Eva tenía la voz pesada, como si apenas se hubiera levantado.
—¿Eva..?
—Sí, soy yo. ¿Tú quién eres? Espera, me dijiste Eva, eres Quinny. ¡Quinny, te amo! —no estaba hablando, no. Estaba gritando.
—¿Estás drogada?
—Drogada de amor, amiga
¿Pero qué...?
—Quinn, tienes que venir —agrega Eva—, tu amiga tiene el corazón roto y solo quiere alcoholizarse, apenas estoy empezando. Hay mucho para ti.
—Eva, es de noche. No saldré sola, mucho menos caminando, aún no me atrevo —se escucharon unos pequeños sollozos—. Eh, ¿Eva?
—¡Eres horrible! ¡Abandonas a tu mejor amiga! ¡Pero sí eres capaz de ir, EN LA NOCHE, énfasis «en la noche» a una festa solo por el chico que te gusta!
—¡Oye, no! ¡Ni siquiera sabía que él iría! —me defendí.
—¡¡Debías suponerlo!! —lloriqueó.
—¡Vale, está bien! Ya voy para allá.
—¡Yei! Te espero.
—Eva, pero...
—Chaitooo —y colgó, dejándome con la palabra en la boca.
—No voy a alcoholizarme contigo —terminé de decir a pesar de que había colgado.
Me coloqué un suéter gigante, unos pantalones cortos de mezclilla y mis tenis. Avisé a mamá que saldría a casa de Eva y que probablemente pasaría la noche allí, ella me pidió que me fuera con Quincy y a regañadientes acepté.
Me despedí de mi hermano mayor que me dejó justo frente a la gran puerta blanca de entrada a la casa de los Jackson. Apenas me acerqué y toqué el timbre, Quincy se marchó y yo esperé a que me recibieran.
—¡En camino! —se escuchó una voz femenina, nada parecida a la de Eva.
La puerta blanca se abrió, dejando ver a una mujer de unos veinti tantos de años, cabello castaño oscuro y ojos verdes recibiéndome con una sonrisa que hizo acentuar las pequeñas pecas en sus pómulos y el puente de su nariz.
—Buenas noches —saludó amablemente.
—Buenas noches, soy Quinny. Eva me está...
—Esperando, lo sé —completó por mí—. Entra —abrió la puerta, dándome paso.
»¿Haz cenado? Mi esposo y yo estamos preparando unos brownies —mi cara mientras la analizaba minuciosamente, debió reflejar desconfianza—. Oh, lo olvidé. Soy la cuñada de Evie —extendió su mano—. Me llamo...
—¡¡DIDI!! —se escuchó un grito proveniente de la cocina—. ¡Joder, Didi! ¡Tu hija está haciendo un desastre!
—¡Recuerda que también es tu hija!
—¡Bien, pero si la ves llena de alguna mezcla bizcosa color marrón, no estaré seguro de que sea brownies o popó! —arrugué el rostro.
—Bueno, Quinny, el deber llama. Evie está en su cuarto, suerte con eso —me dió unas palmadas en el hombro y se aproximó a la cocina—. ¡Eros! ¡Espero que, literalmente, no la hayas cagado!
—Vale, esta familia está completamente desquiciada —suspiré y subí las escaleras negras en forma de espiral, dirigiéndome a la habitación de Eva.
Llevaba algunos meses sin venir a la casa de Eva, pero seguía igual de elegante y limpia. Era inmensa y demasiado blanca, pero sofisticada. De hecho, era muy al estilo de los Jackson, que no eran millonarios pero sí estaban bien posicionados económicamente.
Apenas estuve en frente de la habitación de Eva di un par de toques, sin obtener respuesta, volví a tocar un poco más fuerte y seguía sin dar señales de vida.
Vale, ya se murió.
Abrí la puerta lentamente y me asomé, sin encontrar nadie en la habitación, pero la música proveniente del baño me alertó y seguidamente los gritos de Eva mientras «cantaba».
Me adentré en la habitación que estaba hecha un asco, montones de ropa y algunos envoltorios en el suelo fueron cosas que ví, incluso pisé una papa con uno de mis tenis, volviéndola añicos. Negué y me aproximé a la puerta, dando unos golpes más fuertes.
—¡¡JÓDETE, ANTONI!!
Muy bien, ya sabía la razón de su mal de amor.
—¿Cómo pasaste de amarlo a odiarlo? —pregunté abriendo la puerta.
—No me juzgues, tú hiciste lo mismo con James —me señaló y luego se empinó una botella de... ¿Vino?
—Me dices que te estás alcoholizando y lo haces con vino. ¿De verdad? Eso es más deprimente, Eva.
Evolet, que estaba echada horizontalmente en la bañera, comenzó a llorar, obligándome a echarme a su lado en la tina.
—Muy bien, ¿Qué hizo el idiota? —pregunté quitándole la botella y tomando un pequeño sorbo del líquido dulce.
—No quiero hablar de eso, pero en resumen, rompió mi corazoncito y sólo me apetece tres cosas —se relamió los labios rojizos de tanto vino y continuó—: Uno, alcoholizarme. Dos, olvidarme de mi existencia y tres, llorar.
—¿Y bien? ¿Con cuál quieres empezar? —me miró y se echó a llorar sobre mi hombro—. Supongo que llorar.
—Estoy en una bañera —hipó—. Y ya me terminé el alcohol.
—¿El vino es tu idea de alcohol?
—En mi defensa, era lo único que había. ¡Y ahora no hay nada! —volvió a llorar.
—¡AYUDAA! ¡ESTAMOS EN LA BAÑERA Y QUEREMOS ALCOHOL! —grité fuerte y luego de unos minutos, apareció el hermano de Eva.
—¿Ya acabó con la botella de vino? —asentí y él suspiró, sentándose en la tapa del váter—. Evie... no todo se soluciona con alcohol.
—Hermano, dime, cuando Diane te dejó, ¿Qué hiciste?
—Lloré y me alcoholicé —yo sonreí—, pero no puedes comparar lo mío con Diane y lo tuyo con ese idiota. Lo de ella fue amor, Evie, yo la amaba y ella a mí y por eso ambos sufrimos, porque cuando se trata de amor, en algunas ocasiones se tiene que sufrir.
—Bueno, yo estoy sufriendo —murmuró. Eva y yo choqué su hombro con el mío.
—Sí, pero tú lo haz dicho: estás sufriendo y él no, y aunque no me haga gracia decirle esto a mi hermanita menor y suene cruel...
—Eso sólo comprueba que tú sí lo amaste, pero él a ti no —completé y Eros asintió.
—Esta chica con los años se ha hecho más sabia, eh —me señala.
—Sí, pero ese no es el caso —coloqué un mechón de cabello detrás de la oreja de Eva—. El caso es que, está bien sufrir y llorar, eso ayuda a sanar. Pero si te quieres recuperar, una sonrisa debes sacar.
—Eso rimó —Eva rió.
—Las canciones del campamento —rodé los ojos—. Lo siento, no encontré nada que rimara con alcoholizar.
—Y si te quieres emborrachar, a tu hermano debes llamar —agregó Eros con una sonrisa—. Mira, Evie, sé que esto está mal y que mamá, papá, Didi he incluso el amargado de Eames van a matarme por esto, pero ten —de su bolsillo sacó un billete de cien y se lo entregó a su hermana.
»Sé que eres lo suficiente responsable y también estás con Quinny —me echó un corto vistazo—. Confío en ti, mi auto está en la cochera, vayan y compren alcohol. Imagino que no podrán comprarlo, pidanle a alguien que se los compre y ni una palabra a nadie de esto —nos apuntó con el dedo y ambas negamos rápidamente.
—¡Por éso eres el favorito de mis hermanos! —Eros asintió y se marchó dejándonos solas en la bañera con la música sonando y acabando con lo poco que quedaba de la botella de vino.
—Quinny, ve a subirle el volumen a esa canción —como pude, me coloqué de pie y avancé hasta el radio, subiendo todo el volumen para luego escuchar los gritos de Eva.
—And all i am, is a men —cantaba mientras salía de la bañera—. I want the world in my hands. I hate the beach but i stand in California with my toes in the sand —bailaba en medio del baño y yo solo la observo.
»Use the sleeves of my sweather. Let's have an adventure. Head in the clouds but my gravity centered —animaba intentando hacerme cantar. Conocía la canción pero no iba a cantarla—. Touch my neck and i'll touch yours. You in those little high waisted shorts, oh.
Señaló mis pantalones cortos haciéndome reír y rápidamente se acercó a mi rostro.
—Oh, she knows what i think about —sonrío y sin poder evitarlo canté.
¿No qué no?
¡Oh, por favor! ¡Es Sweater Weather! No me culpes, sería un pecado no cantarla.
Tienes razón, continúa.
—And what i think about —sonreí y me tomó de las manos.
—One love, two mouths —se acercó a mi rostro.
—One love, one house —señalé el techo.
—No shirt, no blouse —se quitó el cardigan que llevaba puesto y le dió un par de vueltas sobre su cabeza antes de arrojarlo a quién sabe dónde.
—Just us, you find out —la señalé, mientras agitaba mi cabeza.
—Nothing that i wouldn't wanna tell you about, no —tomó mis manos y giramos juntas.
—Cause it's too cold —nos abrazamos.
—For you here —volvimos a estirar nuestros brazos.
Eva salió corriendo a su habitación y yo le seguí, ella encima de su cama y yo en el suelo, ambas dando saltos y cantando a gritos la última parte del coro.
—AND NOW, SO LET HOLD. ¡BOTH YOUR HANDS IN THE HOLES OF MY SWEATER!
Y así estuvimos hasta que acabó la canción. Y seguidamente decidimos bajar he irnos a comprar el alcohol de Eva, puesto que no me alcoholizaría.
—¡Espera! No bajaremos así —Eva me detuvo.
—¿A qué te refieres? —arrugué el ceño.
—¡Vamos a lanzarnos de las escaleras! —mi cara fue de susto y estupefacción al mismo tiempo—, pero con un colchón, calmate.
Eva sacó un pequeño colchón y juntas lo colocamos en el inicio de las escaleras. Ella se sentó primero y luego yo, si alguien moriría primero debía ser ella.
—¿Lista?
—No.
—Entonces, ¡¡Sujetate fuerte!! —gritó y nos lanzó por las escaleras.
Sentía mi corazón latir rápidamente, mientras veía el mundo girar a mi alrededor. Veía a Eva, luego las escaleras, las luces del techo, el colchón y luego el piso de abajo.
—¡Eso fue muy divertido! —grito extendiendo sus brazos a los lados, mi cabeza volvía a su lugar.
—Sí... no lo haremos de nuevo.
—Claro que no —sonrió—. Haremos cosas mucho más extremas —chilló corriendo en dirección a la cochera.
—Mierda —mascullé sosteniendo mi cabeza, intentando seguirle el paso a Eva—. Eva, una de nosotras tiene que ser la responsable hoy y, a pesar de que no estés tan ebria, aún estés conciente y puedas manejar, yo seré la responsable hoy, tú mereces alcoholizarte, tienes una vida amorosa complicada.
—Tú también la tienes.
—Lo mío es complicado, pero... no voy a alcoholizarme, Eva. Lo prometo.
***
Hasta aquí el capítulo, más tarde les subo el que sigue. Sé que he estado desaparecida, por eso doble actualización, en mi defensa estoy un poco enferma.
En fin, ¿Qué opinan del capítulo? ¿También les encantó la escena de estas dos? A mí sí, ellas necesitaban su momento y también quería que conocieran a un par de personajes que... ¿Se nombran? ¿O aparecen? Ya luego verán qué pasa.
También quiero anunciarles oficialmente que... ¡Estamos en la etapa culminante de El Chico De Mis Sueños! Tan solo faltan unos trece o quince capítulos que publicar, sin contar algunos extras que tengo planeados publicarles. Sé que es una historia corta, pero eso no significa que van a dejar de leerme, Jaidys sigue y para rato, comadrejas.
Llevo tiempo sin dedicar capítulos y me gustaría dedicarle este a los nuevos lectores que han aparecido en esta pequeña familia de comadrejas. ¡Bienvenidos!<3
En fin, no se olviden de votar y comentar. Siganme en mis redes como:
Espero les haya gustado. Cuidense mucho, los amo y besos en el rabo, comadrejas<33
~Jai.
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