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Capítulo XXVI

Un nuevo deseo

—¡Muy bien! Eso es todo, pueden ir a almorzar o explorar, tienen prohibido ir al bosque sin alguno de los adultos y en caso de que vayan a explorar por largo rato, recuerden regresar antes de la cena —apenas terminó de hablar el viejillo todos se dispersaron en busqueda de lo que sea que harían.

James permaneció a mi lado, quizás esperando a que yo me marchara para seguirme, ya que había estado así toda la mañana. Me regaló una media sonrisa y yo lo miré con hastío.

Aunque me doliera tenía que hacerlo, mi decisión había sido darle una oportunidad, pero una verdadera y difícil oportunidad. Es decir, lo que sea que nos separara si él me quería de verdad, lucharía contra eso y yo le estaba ayudando.

Aunque sí quisiera dársela, también quería no solo que se la ganara, sino que venciera los miedos que le ataban. ¿Y qué mejor plan qué? Hacerle creer que no lo quería, que se esforzara por lo que de verdad quiere, sin importarle los demás y ayudarle a hacerlo.

Era el mejor plan.

Presiento que algo saldrá mal.

Humm, ya verás que no, envidiosa.

Conste, yo lo dije.

Fijé el rumbo a mi carpa nuevamente, tomé mi mochila y algunas cosas. Afuera muchos estaban almorzando, me acerqué a la olla con sopa y serví en un recipiente térmico mi porción.

Antes de marcharme, me crucé con Marie y le pedí que le echara un vistazo a mi carpa en mi ausencia y ella me aseguró hacerlo. Finalmente me apresuré a explorar, más bien iría, al lugar que conocía perfectamente y que estaba cerca de allí.

Caminé y caminé, subiendo pequeñas colinas y montañas, recibiendo el sol en mi rostro y tocando la maleza con mis manos a medida que avanzaba. Finalmente estaba frente a la pequeña montaña.

Subí y al llegar a la cima, una vez más me recibió el pequeño cartel: «La magia de Quinny» di un suspiro y eché un vistazo cuesta abajo. Estaba incluso aún más hermoso que la última vez.

—Definitivamente jamás me cansaré de ver esto —dije en voz alta con una sonrisa.

—Ni yo tampoco —escuché su voz a mis espaldas y al instante me tensé.

—¿Qué haces aquí? ¿Conoces este lugar? —meneó la cabeza y paseó sus ojos azulados por el campo de dientes de león.

—La verdad es que no, pero me alegra haberte seguido, bonita —comenzó a descender por la montaña en dirección hacia el campo.

—¿Y a dónde vas? Yo ya me iba... es decir, no conozco este lugar y...

—Claro, no conoces «La magia de Quinny» —me cacheteé mentalmente—. ¡Anda, bonita, anímate! ¡No muerdo, eh! —gritó girando con sus brazos extendidos en medio de los dientes de león.

—¡Oh, no! ¡Eso sí que no! ¡No vas a invadir mi lugar! —grité en respuesta corriendo por la montaña.

Intenté detenerme torpemente, pero vine parando en los brazos de James, que soltó la mochila que tenía en una de sus manos y me cargó por los brazos, obligándome a colocar mis palmas en sus hombros y sí, comenzó a hacernos girar a ambos.

—¡Cielos... ay, no! ¡Voy a morir si me caigo de aquí, James! —él se limitó a reír y aunque al principio yo también reía por la sensación de libertad que tenía, pero comenzaba a marearme.

—Quinn, espera, no puedo.

—¿Eh? —James me soltó y cayó en el césped, para seguidamente caerme encima de él.

Y ahí estaba yo, cacheteando a James, sabiendo que estaba consciente pero debía aprovechar la oportunidad.

—Estoy bien, bonita —sonrió. Ah, sí, sí estaba bien.

—Me asustaste, idiota.

—Pensé que si me hacía el muerto, me darías respiración boca a boca —una pequeña y tonta sonrisa se me escapó—. Eso es, la sonrisa que tanto me gusta.

Tomó mi mentón obligándome a verlo y fue ahí cuando lo noté, estaba muy a gusto encima de él. Me recompuse rápidamente y carraspeé, sentándome en el césped.

—Lo siento —murmuré apenada. Él se recompuso, terminando sentado a mi lado, con sus rodillas a la altura de su pecho y sus brazos arriba de ellas. Podía ver de reojo como me miraba.

—Tú arriba, yo arriba. ¿Cuál es la diferencia? —dijo y yo giré la cabeza, dándole la peor mirada de todas.

—Venía a este lugar con mi abuelo desde niña. ¿Podrías no sexualizarlo? ¡¿Podrías?! —casi me le tiro encima, pero no de la forma que él quería.

—Con una condición —enarqué una de mis cejas—. Almorcemos juntos y quedémonos, quiero pasar tiempo contigo.

—¿Sin hablar de sexo o sexualizar la sopa?

—A menos que tú quieras, bonita —se acercó a mi rostro y yo lo empujé colocando una de mis manos en su rostro.

—Sí amigo... eso no va a pasar.

—Al menos no ahora.

—¡James! —exclamé

—¡Vale, bonita! Me callo —alzó sus manos en señal de rendición.

—Más te vale —lo apunté.

—Tengo miedo de lo que pueda pasarme.

—Me alegra que lo tengas.

Ambos tomamos nuestros recipientes llenos de la sopa calentita y nos pusimos a comerla, viendo como volaban los dientes de león en el aire hacia el horizonte y hablando de cosas triviales.

—Me gusta estar así contigo —casi me atraganto con un eructo.

—¿A qué te refieres?

—Veo que eres una persona que ha pasado por muchas cosas y, a pesar de que seas amargada en ocasiones, eres linda, cuando sonríes y cuando te sientes bien; y eso, bonita, hace que no dejes de gustarme.

Tocó la punta de mi nariz con uno de sus dedos y lo que me dijo me conmovió mucho, sentía... más bien, quería contarle, y lo hice:

—Yo... —dudé.

—¿Tu...?

—Yo... ¿Recuerdas la pelea en la piscina? —él asintió con cautela—. No sé si escuchaste cuando Amanda dijo que debía tenerme lástima por ser una violada —hice una mueca después de repetir las palabras.

»Técnicamente, tenía razón —él no se inmutó, solo se dedicó a escucharme atentamente—. James, hace unos años intentaron abusar de mí y, por lo visto, también intentaron venderme a quién sabe qué.

—¿Atraparon al sujeto? —fue lo primero que dijo y me sentí rara, normalmente las personas solían preguntarme eran cómo estaba o murmurar un «Lo siento»

—No, no lo hicieron —él asintió y siguió viendo el lugar—. ¿No vas a preguntar cómo estoy? ¿O me dirás que lo sientes?

—¿Quieres que lo haga? —negué al instante.

—Es lo primero que suelen decir...

—¿Qué sentido tendría preguntarte «¿Cómo estás?» después de esa mierda? —abrí mi boca sorprendida.

—Creo que es la primera vez que te escucho decir una grosería —él giró nuevamente en mi dirección con el rostro más relajado.

—Quinny... yo... —suspiró y pasó las manos por su cabello—. Acostumbrate, las escucharás seguido.

—Jamón, tonto —sonrió.

—Me gusta cuando lo dices.

—Resulta que te gusta todo.

—Cuando se trata de ti, sí me gusta todo —sonreí yo esta vez.

—¿Puedo preguntar qué pasa con el apellido de tu mamá? En la biblioteca decía que era Lewis y luego tu abuela dijo que ahí no vivía ninguna Lewis, Marie dijo que... el punto es que no sé cual es su apellido.

—Lewis es el apellido de mi padrastro, mi abuela nunca ha estado de acuerdo con la relación de Marc con mi mamá y por ello no quiere saber nada de ninguno, Martin es el apellido de mi papá, que también es el mío y el de Marie —asentí.

—Entiendo.

Eso explicaba muchas cosas, finalmente el misterio del apellido de Sam estaba resuelto. Me alegraba ver como James se abría y confiaba en mí, para contarme ese tipo de cosas, sabía que no eran temas que le gustaran y mucho menos si involucraban a su padrastro.

Varios copos de los dientes de león volaron en nuestra dirección gracias al viento. James tomó uno que el viento no había volado aún, se puso de pie y jaló mi mano levantándome también.

Tomados de la mano, nos condujo fuera del campo, quedando frente a este, James se colocó detrás de mí y tapó mis ojos con una de sus manos, finalmente los descubrió y, esta vez frente a mí, también estaba el diente de león que había arrancado.

—¿Haz escuchado eso de qué si le pides a un diente de león un deseo se cumple? —sonreí recordando al abuelo y asentí—. Pide lo que quieras, Quinny.

La última vez que había estado aquí, deseé estar bien y sentía que ahora que había vuelto, lo había logrado, mi deseo se había cumplido. Estaba bien, era la vieja y verdadera Quinny, era la mejor versión de mí y no dejaría que nadie me la arrebatara.

Miré a James con una sonrisa y luego al diente de león, cerré mis ojos y deseé encontrar al amor del que todos hablaban y del que yo quería, algo como Quira y Pat o como el abuelo y la abuela. Sin poder evitarlo, pensé en James y supe que ya había encontrado el amor que buscaba, solo esperaba que el destino también nos quisiera juntos.

Finalmente soplé y vi como el viento se llevaba los copos del diente de león y con ellos, mi deseo. Giré mi rostro, encontrándome con James, sonreí y lo tomé de la mano para luego correr juntos nuevamente dentro del campo.

Ambos reíamos, los copos volaban y el viento soplaba. James me giraba mientras bailamos con una especie de tango imaginario, dimos vueltas hasta al cansancio para caer en el suelo con nuestras respiraciones agitadas y el rostro rojo de tanto reír.

—Esto se siente bien, bonita. Estar contigo se siente bien —giró a verme y yo hice lo mismo con él.

Posó sus ojos en mis labios y luego en mis ojos mientras se acercaba a mí, moví mi mano acariciando su mejilla he inevitablemente, vi la hora en mi reloj.

—¡Ay, carajo! —chillé levantándome.

—No me esperaba esa reacción, la verdad.

Me coloqué de pie y comencé a recoger nuestras cosas rápidamente, estaba a punto de ser la hora de la cena y la única forma de llegar a tiempo sería corriendo. Y sí, podía practicar nado y tener buenas piernas, pero no era fan de las carreras.

Pero James, él jugaba futbol americano. ¡Claro que podía llegar tarde si se le daba la gana!

—Mueve el trasero, ya casi es hora de la cena, Jamón.

—Si lo dices así, con tanto cariño, entonces sí —pellizcó una de mis mejillas y me quitó ambas mochilas lanzándolas en su espalda.

—¿Pero hablé amargamente?

—Supongo que tienes un futuro novio masoquista, bonita —el muy condenado iba por la mitad de la montaña y ni siquiera había esperado por mí.

—Suerte, tengo muchos futuros novios —apenas lo dije se detuvo y yo me apresuré a llegar a su lugar.

—Es broma, ¿cierto? —me miró indignado y al llegar a su lugar, di un par de palmaditas en su espalda y, junto a una sonrisa lastimera, dije:

—Si quieres engañarte creyendo que es broma, entonces lo es —dejé un fugaz beso en su mejilla y seguí caminando, dejándolo atrás por un corto tiempo.

—Solo por ese beso te perdonaré.

—Que fácil eres.

—Y tú amargada.

—Y tú masoquista.

—Y tú bonita.

—Y tú un idiota.

—Tú idiota.

Reímos y seguimos caminando hasta llegar nuevamente al campamento. Después de esa tarde con James, me di cuenta de dos cosas:

Ese chico me había entregado su corazón hace mucho tiempo y yo, increíblemente, le había entregado el mío, ese mismo día.

Sólo esperaba que una vez más, mi deseo se cumpliera. Ambos lo merecíamos y también queríamos estar juntos.

***

Yo les dije que este lugar iba a aparecer de nuevo, se los dijeee.

Nuevamente la canción de éstos dos, porque amo. Quiero decirles que a partir de aquí comenzarán los encuentros entre James y Quinny, también el próximo capítulo es otro de mis favoritos y uno que probablemente sea largo o esté separado en dos partes.

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Se me cuidan comadrejas, los amo. Besos en el rabo<33

~Jai

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