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Capítulo XXIV

El cometido del viaje

Desperté luego de dormir alrededor de treinta minutos y sin mamá detenerse, me pasé al lugar del copiloto para comenzar a repartir los sándwiches que había preparado Quira que, a pesar de estar básicos, estaban buenísimos, eran de queso y...

Jamón

Me gusta el jamón...

Maldita seas, Quinny. ¿No podías ponerle un apodo no tan presente en tu vida?

Empleé toda la rabia que sentía en el pedazo de pan con relleno, Quira giró a verme con miedo por la manera tan violenta en la que me deboraba el sándwich.

Nuestra primera parada fue en una gasolinera, mientras yo llenaba el tanque, Quira fue a comprar algunas provisiones a la tienda de allí. Me aseguré de ser específica con las cosas necesarias para mí.

—Ten —me entregó una bolsa—. Un litro de helado, tres bolsas de papas, dos de frituras, una de malvaviscos y... —la miré con ilusión viendo si traía algo más en sus manos—. No había café frío —mi sonrisa se esfumó—, pero compré hielo —agitó dos bolsas al lado de su cara y yo reí.

—Gracias, Quira.

—¡Uff! Me preocupaba que no me llamaras por mi nombre —yo reí y subimos al auto para retomar nuestro viaje.

Durante el camino, mamá intentó animarme he incluso me regañó por no querer aprender a manejar para ayudarla en los viajes.

—Hubiera sido mejor opción traer a Queen —abrí la boca ofendida.

—¿Cómo piensas que la compañía de Queen es mejor que la mía?

—No lo es, al menos no cuando tienes el corazón roto —ambas sonreímos débilmente—. ¿Quieres hablar de eso, más bien, de él?

Negué y ella asintió. No es que no tuviera la confianza de contarle a Quira de todo lo que sentía o de todo lo último que me había dicho James. Sí, confiaba en ella, es decir, me había cambiado los pañales de bebé, pero no estaba lista para hablar de ello con alguien.

Primero necesitaba hablarlo conmigo misma y tomarme un descanso, despejar mi mente. Y sabía que el lugar perfecto era la casa de la abuela. Habían muchos lugares turísticos y parques, los lugares perfectos para mí, los que más me gustaban.

Suspiré cansada de todo.

—Iré a leer, estaré atrás —hice un ademán para ir a la parte de atrás, pero la voz de mamá me detuvo.

—Quinny, vas a estar bien. Solo tienes que llevar las cosas de a poco ¿Vale? —asentí y luego murmuré un gracias.

Tomé el libro que Roset me había recomendado y comencé a leerlo, así permanecí durante una hora, sin interrupciones, en un mundo ficticio, escapada de la realidad. La realidad que estaba viviendo y por un momento pude olvidar todos mis problemas y el cómo me sentía emocionalmente.

Terminé el tiempo de lectura y me atiborré de helado escuchando música con mis auriculares. Giré el rostro a la ventanilla y vi todo pasar, la lluvia había cesado y solo caían pequeñas gotas.

Sin embargo, las ventanas seguían mojadas. Pensé en las carreteras, es decir, ellas siempre estaban ahí y... no sé, ¿No se cansaban de ver la vida pasar y ellas estar ahí, y ya? Sé que era algo estúpido, pero las compadecía.

—Quira, ¿Crees que las carreteras se cansen de ver la vida pasar y ellas... solo estar ahí?

—No lo creo, ¿Quién dice que las carreteras no tienen vida?

_¿Yo...?

—No a ese tipo de vida, Quinny. Es decir, ellas son felices de ayudar a los demás, al fin y al cabo, es su cometido —arrugué mi cara, la verdad no entendía nada—. Mi opinión es, que la felicidad y la vida de las carreteras, son las personas y eso, eso es lindo.

»Ahora que lo veo, me siento como una carretera, aunque sé que está mal, mi felicidad son ustedes, mi familia, las personas que hacen parte de mi vida me hacen estar viva. Supongo que algo así les pasa a ellas —se encogió de hombros.

Pensé en las personas que me hacían sentir viva, en toda la felicidad que me brindaban y en el apoyo que nunca me había faltado. Mi familia, Evolet, Jacob, Roset, Bee y James, porque no fue hasta ahí que noté, que él me ayudó muchas veces.

Siempre tuve la iniciativa de volver a ser la Quinny de antes, pero ellos se atrevieron a recuperarla, sin siquiera pedírselos. Y James probablemente él no supiera nada, pero el día de la fiesta, cuando dejé mi trauma de las noches también fue gracias a él.

Y ahí me pregunté: ¿Está bien qué te haya sacado de mi vida, James Martin?

—¿En qué piensas? —preguntó mamá, interrumpiendo mis pensamientos.

—En que hace un rato te comparaste con una carretera —ella me dió una mala mirada.

—Intento ser filosófica contigo y así me pagas.

—Tranquila, algún día tus frases motivadoras apareceran en un libro.

El resto del viaje transcurrió entre bromas sarcásticas a mamá, atragantos de papas y frituras y siestas de media hora interrumpidas por interrogantes de «¿Ya llegamos?» o por las ganas constantes de Quira de vaciar la vejiga.

Y por fin, habíamos llegado a casa de la abuela Kiara. Su casa era en su totalidad de ladrillos con algunos contrastes de blanco y azul, agregándole un toque llamativo.

Apenas nos bajamos del auto, la puerta de la casa se abrió, dejando salir a un chico de la edad de Eva que llevaba una especie de pan en la boca mientras agradecía a la abuela por ello.

—Eso, anda. ¡Te llamaré cuando prepare más! —grito la abuela desde su puerta.

Llevaba una falda roja larga, un suéter mantecado y sus típicas pantuflas rosadas, sin contar los anteojos redondos que siempre llevaba sobre su nariz.

—Siempre llenando a los niños de dulce, eh —dijo mamá a mi lado, mientras nos apróximabamos a la casa.

—¡QUINNY! —gritó la abuela, corriendo en mi dirección para luego lanzarse a mí, logrando que cayera y ella encima de mí.

—¡Ay, por Dios, abuela! Te romperás una costilla —dije con el poco de aire que me quedaba, ella me apretujaba contra el césped.

—Respétame —me dió una nalgada, que me dejó atónita pestañeando repetidas veces—. Tu abuela aún está muy deliciosa como para romperse una costilla.

—Mamá, deja te ayudo —Quira la tomó por el brazo, ayudándole a ponerse de pie. La abuela se bajaba la falda que se le había subido un poco.

—Quira —mamá giró su rostro a verme—. ¿No piensas ayudarme?

—Tú no tienes trescientas décadas viva, puedes sola —la abuela, ofendida, le dió un manotazo por el brazo.

—Quizás no, pero apuesto a que sí se me quebró una costilla a mí.

La abuela Kiara me fulminó con la mirada y luego de ponerme de pie, las tres decidimos entrar debido al frío que hacía. El clima era algo fresco pero el viento que surgía llegaba a ser frío para nuestros cuerpos y era mejor no pescar un resfriado.

Quira y Kiara discutieron por horas de quien tenía las mejores recetas, poniéndome en medio de toda la discusión, por mi parte, me excusé diciendo que el café frío era mejor que cualquiera de sus recetas. Y ambas me miraron ofendidas, probablemente mañana no desayunaría.

Finalmente, Quira se levantó y dijo que iría a ducharse, dejándome con la abuela, que ni siquiera esperó a que mamá se marchara para empezar a hablar conmigo.

—Tu madre dijo que querías hablar conmigo. ¿De qué se trata? —dió un sorbo a su taza de café.

—¿Qué? No sé... Yo no. ¿Qué? —estaba sumamente descolocada y mi abuela rodó los ojos.

—Tonta, tu madre dijo que necesitas los expertos consejos amorosos de tu abuela y aquí estoy yo.

—¡Yo no dije eso! —escuché a mamá gritar en una de las habitaciones.

—Eso fue lo que quiso decir —la abuela sonrió angelicalmente.

—Sí... bueno, ¿Qué quieres saber?

—La verdad, todo.

Comencé contándole de los sueños hasta todo lo que había vivido con James, omitiendo las partes sexuales claramente, para que al final, la abuela solo diera un suspiro con una cara de tonta.

Si ella supiera que le dices «tonta» en tu cabeza.

Mírale la cara.

Bueno, tienes razón, es tonta.

—Es amor —suspira encantada—. Que hermosa historia de amor.

—Eh, abuela...

—No interrumpas —suspiró nuevamente—. Quinny, vuelve con ése chico.

—Ni siquiera fuimos...

—Tienes razón, pero es que si lo notas, el destino los unió. Cada vez que se encontraban era algo casual a tu parecer, pero hija, todos tenemos a alguien para nosotros.

—Yo he visto personas que terminan solas.

—Es porque las pierden en el camino, Quinn —sonrió débilmente, quizás recordando al abuelo—. Ese collar, cuando te lo entregó... ¿Qué fue lo qué dijo?

—Básicamente que era el amor de su vida —ella asintió.

—¿Ves? Él quizás no sepa lo que es el amor, pero tú le haz dado una idea de lo que es. Dices que esconde algo —asentí—. Y quieres saberlo —asentí otra vez—, pero él no puede contártelo aún —asentí una vez más—. Entonces... ¿Por qué presionarlo? ¿No es mejor que esté listo para hacerlo por sí solo?

—Sí, pero...

—Mira, yo entiendo que sea prácticamente un desconocido, porque no conoces mucho de él, pero tú misma, Quinny, te estás quitando la oportunidad de conocerlo.

—Sí, lo sé... —baje mis ojos al suelo.

—Me alegra que lo sepas y ahora que lo sabes. Hija —llamó mi atención—, ¿De verdad vas a dejarle ir?

***

Había pasado una semana y hoy en la tarde, nos marcharíamos a casa. La abuela se había encargado de aclararme muchas cosas, sobre lo que yo sentía y quizás no solo necesitaba un tiempo para mí.

Quizás solo necesitaba hablar con alguien que verdaderamente entendiera mi situación. Puesto que la historia de amor entre los abuelos era al estilo de Romeo y Julieta, pero con un final muy distinto, su amor prevaleció he incluso aún lo hacía.

La abuela nunca lo había olvidado, aún lo amaba; como sonreía cada vez que le recordaba, era una de las cosas más bonitas. Me recordaba mucho a Up, mi película favorita de Disney.

Quizás el abuelo era Ellie y la abuela era Carl, estaba segura que cuando le llegara su tiempo de partida, juntos seguirían amándose donde sea que terminemos después de morir. Esto solo era una etapa, un proceso.

—Quinny, dile a Pat que no las abandone tanto —sonrió maliciosamente—. Tu madre ya está descuidada, le hace falta una mano.

Quira la aniquiló con los ojos y la abuela no pudo hacer otra cosa más que reírse. Mamá negó con la cabeza y se marchó cargando algunas cosas al auto.

—Abuela —giró su rostro en mi dirección—. ¿Vas a extrañarme?

—La verdad es que no, sé que pronto volverás con el chico este y me dirás que siempre tuve razón, algo que claramente ya sé.

—El plan era quedarnos dos semanas...

—Sí, pero haz mejorado con solo una semana y creo que ya entiendes el cometido del viaje.

—¿Una reconciliación?

—No, dar oportunidades, de hecho, segundas oportunidades. No es ningún delito —me apuntó con uno de sus arrugados dedos.

—Sí, pero sabes como soy y...

—¡No me importa! Sé que eres reacia, obstinada, amargada y poco afectiva, pero Quinny, tienes un corazón y por más que tu cerebro quiera convencerle de no sentir, él no dejará de hacerlo —intenté interrumpir—. No importa que tengas un coeficiente intelectual avanzado. El corazón es el corazón, punto, y ahí no manda nadie.

—Vale, vale —levanté las manos en señal de rendición—. Supongo que sí.

Pasamos el resto del día en charlas triviales, mientras preparamos el almuerzo y comíamos. Luego de ello, mamá preparó algunas botanas para el camino, ya el equipaje estaba cargado y tan solo faltaba despedirnos.

Mamá se despidió de la abuela, mientras se regañaban mutuamente diciéndose que era culpa de la otra que no se vieran más seguido. Después de tantas advertencias como «Conduce con cuidado» y «Cuidense mucho, avísame cuando hayan llegado a casa» y otras de, «No cocines tantos postres» o «Mamá, deja de correr con faldas», finalmente había llegado mi turno de despedirme de la abuela.

—Eh, abuela... trata de, hum, la verdad no sé qué decir, Quira lo dijo todo.

—Dile mamá, no Quira —estrechó los ojos en mi dirección.

—Ajá, abuela. Bueno, me largo —la abracé y ella sobó mi espalda.

—Cuídate, Quinny, y, ¡Por el amor de Dios! Consíguete un esposo, ya es tiempo.

—Abuela, tengo diecisiete años apenas...

—Tonterías, a tu edad ya estaba embarazada de tu madre —reí nerviosamente y asentí.

Claro que no haremos eso.

Por supuesto que no.

—Ve, Quinn, y atrévete a que te rompan el corazón.

—Suena emocionante —fingí una sonrisa y luego de un manotazo de la abuela, caminé en dirección al auto.

—¡Espero poder conocer a ese tal James —gritó agitando su mano en señal de despedida.

Abrí la puerta del auto y antes de subir, giré con una sonrisa en su dirección.

—¡Yo también espero que lo hagas! —grité y su cara se transformó en una de felicidad pura.

Quizás el cometido del viaje había funcionado.

***

Nuevo capítulo que no publiqué ayer. Perdonen.

Hoy tuve algunos pendientes y me tocó subirlo ahorita y esperemos a ver si mañana les subo otro. Me ha faltado un poco de inspiración, creo que la discusión/separación de Quinny y James me ha afectado.

No me lo creerán pero nos quedan unos quince capítulos para el epílogo. ¡Lo sé! Es una historia corta, pero me siento conforme con el resultado, espero que ustedes también.

También quiero que sepan que tengo una sorpresa que a muchas les va a gustar (al menos eso espero) En fin, disfruten el capítulo.

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Los amo, se me cuidan. Besos jugosos en el rabo<33

~Jai.

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