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Capítulo XXII

Querido abuelo...

—¿Podemos hablar? —Eva giró su rostro en mi dirección, asintiendo.

Ambas tumbadas sobre mi cama, mirábamos el techo de mi habitación permaneciendo en silencio, pensando. No sabía en qué pensaba Eva, pero yo era un completo desastre, tantas confesiones y verdades expuestas en un solo día.

—¿Sabías lo de Jacob? —Evolet asintió—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Quinny, principalmente porque no era algo que me correspondiera decirte. Segundo, te daba pistas y no lo notabas. Tercero, estás enamorada de James y sí, estaba ayudando a Jacob pero tampoco iba a meterte a mi primo por los ojos. Y cuarto, eres mi mejor amiga y sobre todas las cosas, decidí apoyarte a ti.

—¿Y a James también? —pregunté con una ceja alzada.

—¿Qué? No sé de qué hablas —se giró dándome la espalda y aunque no pudiera verme, estreché los ojos y la jalé de una oreja logrando que se volteara—. ¡Auh! ¡Auh! ¡Ya, ya! ¡Vale, sí! —la solté y comenzó a sobarse—. Sí, lo hice.

—Lo noté —me sacó la lengua y yo rodé los ojos—  Te escucho.

—¿Me escuchas?

—Quiero que me digas qué tanto se te fue la lengua.

—¡Ah, eso! —soltó una risa nerviosa—. Ya casi ni lo recuerdo —le di una mirada amenazadora—, pero puedo intentar recordarlo.

»A ver... Bueno, ¿Recuerdas cuando supiste que era James el chico de tus sueños? —asentí—. Yo lo contacté y le hablé de ti, supuse que lo encontrarías y le dije que muy quizás le escribirías.

—Continúa...

—Bien, el día del juego, la primera vez que viste a Martin, ese día Jacob me pidió que te llevara y James también me preguntó si irías. No estaba segura de si aceptarías, pero al final lo hiciste —hizo una pausa y continuó hablando—: Claramente, fingí no darme cuenta que se habían visto ese día, hasta que te pregunté.

»El día que Quincy iría a la reunión de negocios, fue gracias a mí. Su madre, Samantha, a quién conozco, necesitaba de los servicios y yo le recomendé a tu hermano. Ella sabía que eras la chica de la biblioteca y junto a Quincy, los tres ideamos un plan para que ustedes dos pasaran tiempo juntos.

—¿Quincy también...? —ella asintió.

—Sip, y hoy sabía que Martin trabaja en ese centro como salvavidas y le pedí ayuda para conseguirte una vacante, él accedió porque se trataba de ti y... sé que me vas a odiar por esto, pero yo sabía que él estaría ahí, solo que no imaginaba que también estarían Nessa y Amanda.

—¿Nessa y Amanda...? ¿Ellas...?

—Ellas son amigas "supuestamente" —hizo comillas en el aire—. Y sí, es cierto, Nessa no es novia de Martin, Amanda solo quiere quitártelo y James, él... tú le gustas.

—Lo sé —dejé escapar una bocanada de aire con frustración.

—¿Lo sabes? ¿Cómo lo sabes?

—James me lo dijo.

—Espera, espera, espera... ¿Estuviste con James? —la miré durante un largo rato hasta que abrió los ojos—. ¡¡TIENES QUE CONTARME!! —chilló emocionada.

—Cállate, Dios —murmuró unas disculpas y se sentó, dispuesta a escucharme—. Nos escapamos mientras tú estabas en la pelea de gatas.

»Estuvimos en un cuarto de herramientas, estábamos mojados, con poca ropa, nuestros cuerpos rozándose y estábamos calientes —Eva puso una cara de pícara y yo continúe hablando—. Le devolví el favor.

—¿Qué? ¿Agarraste su...? ¿Su...? —señaló su entrepierna y luego miró a los lados para acercarse a mí, susurrando—: ¿Su polla?

—Sí, Evolet, agarré su polla —rodé los ojos.

—Vale, pero no lo digas así —levantó sus manos en señal de rendición—, que yo nunca he agarrado una polla.

—Bueno, fue mi primera vez agarrando una.

—Y ya eres una experta agarra pollas —se retorció a carcajadas. Estreché mis ojos.

—Por lo menos yo sí agarré una —Eva dejó de reír y su boca se abrió en una perfecta O, esta vez fue mi turno de reír.

—Por lo menos no es la de alguno de mis hermanos. ¡Ja!

—Le diré a Quincy que no deje que agarres su polla.

—Eso es bajo, amiga.

—Hablando de ami...

—¡Quinny! —escuché a Queen llamar.

—¡Un momento! —grité en respuesta—. Espera aquí, ya vuelvo.

Luego de que Evolet asintiera, bajé las escaleras y apenas lo hice, me quedé helada. La persona que estaba de pie en el umbral de la puerta era quién menos esperaba y quién menos tenía ganas de ver.

—Tienes que tener muy poca vergüenza como para aparecerte por aquí —crucé mis brazos—. Lárgate, no entiendo a qué haz venido.

—Quinny —me regañó Queen, que sostenía la puerta.

—¿Podemos hablar un momento, querida Quinny? —pregunta con una sonrisa maliciosa.

—Mueve el trasero —la empujé afuera y cerré la puerta detrás de mí—. ¿Qué quieres, Amanda? ¿No tienes suficiente con atormentarme en todos lados, para también venir a hacerlo a mi casa?

—Celebra, me voy. A eso vine, a contártelo.

—¿Y eso me importa porque...?

—Porque también vine a contarte que cuando me marche, alguien seguirá tras de ti y cuando menos lo esperes... —chasqueó la lengua y continuó hablando—, no vine a advertirte y mucho menos a amenazarte, simplemente vine a despertar ese miedo que sé, aún vive en ti.

—No te tengo miedo, Amanda. Ni a ti, ni a nadie.

—¿Y a tu violador? —cuestiona con un tono gracioso.

—¿Qué sabes? —ella sonrió

—Mucho más de lo que tú crees.

Quizás fue un impulso, quizás ya había soportado suficiente a Amanda, quizas ya estaba cansada, quizás ya tenía suficientes cosas en la cabeza como para también tener que lidiar con el pasado. Entonces, sin pensarlo mi palma se estrelló contra su mejilla.

—Me das asco, no puedo creer como alguna vez llegué a creer que eras mi amiga, como confié en ti y quizás sí, me esperaba muchas cosas de ti, pero jamás que hicieras todo lo que haz hecho hasta ahora —lágrimas amenazaron con salir de mis ojos.

—Te lo mereces, Quinny. Te mereces todo lo malo que te ha pasado y que te pase —sonrió—. Cuídate, Quinny, eso es todo.

Se giró y se marchó. Yo corrí adentro, subí las escaleras y entré en mi habitación.

—¿Qué pasa? —me preguntó Eva apenas me vió.

Sabía que detrás de mí venían mamá y Queen, no me quedó de otra que encerrarme en el baño y ahí, solté todo lo que llevaba acumulando, caí de rodillas al suelo y lloré.

Lloré porque Amanda me había fallado, que aunque actuara como si no tuviera importancia, sí me dolía. Lloré porque Jacob me había tratado como una basura y había explotado conmigo solo por no corresponderle. Lloré porque era difícil volver a ser quién había sido antes. Lloré porque papá estaba lejos. Lloré porque no sabía qué era lo que pasaba entre James y yo.

Pero, sobre todo, lloré porque era la única manera de soltar todo lo que me hacía sufrir.

Después de un rato más, sequé mis lágrimas, mojé mi rostro y me miré al espejo. Podía con esto, había sido suficientemente fuerte y podía seguir siéndolo. Abrí la puerta y me encontré con mamá, Eva y Queen en frente de mí.

Sentí ganas de llorar nuevamente al ver sus rostros reflejando preocupación, era así como vivían conmigo. No hacía otra cosa más que preocupar a la personas que quería y quizás...

Quizás...

—¿Qué pasa, Quinn? —Queen fue la primera en hablar y mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Quizás Amanda tiene razón.

—¿De qué hablas, chiquita? —mamá tomó mi rostro entre sus manos.

—Merezco todo lo malo que me pasa —sollocé y mamá se apresuró a abrazarme.

—Quinny, mírame —giré el rostro para ver a Queen—. Si mereces todo lo malo que te pasa, pues con más razón mereces todo lo bueno que la vida tiene para darte.

—¿Y qué tengo yo de bueno en mi vida?

—¿Disculpa? Me tienes a mí y eso, amiga mía, es un gran privilegio —dijo Eva, robándome una sonrisa—. También tienes esa sonrisa hermosa, ese cuerpo de diosa y ese carácter de mierda.

—Me tienes a mí y a el infantil de Pat, tienes el nado, los libros, a Marcos, la música y todo lo que te gusta. Todo eso siempre lo tendrás —mamá me regaló una sonrisa dulce.

—También me tienes a mí y a Malcolm, él te quiere mucho —Evolet le pegó un manotazo en el brazo—. ¡Ah! ¡Y a Quincy! No sé si sirva de algo, pero lo tienes.

—Tengo muchas cosas buenas, entonces —les sonreí.

—Así es y siempre las tendrás —Evolet tomó mi rostro y me miró durante un largo rato—. Estoy esperando la parte en la que me besas apasionadamente para agradecerme.

Las cuatro reímos por las ocurrencias de mi mejor amiga y dejé de sentirme sola y miserable. Porque si algo entendí esa noche junto a mis chicas, era que no estaba sola y que por un buen tiempo, no lo estaría.

***

—¿Te vas? —asentí, metiendo varios suéters en la maleta—. ¿Por cuánto tiempo? ¿A dónde irás? ¿Me dejarás sola? ¿Por qué te vas? Espero no hayas olvidado que tienes que ir a mi graduación y al baile conmigo.

—Eva, cálmate —intenté recordar todas las preguntas que había hecho en los diez segundos que habló—. Sí, me voy, aún no sé cuánto tiempo será, quizás un par de semanas pero estaré aquí antes de tu graduación, no te preocupes.

»Iré a visitar a mi abuela —su rostro se relajó—. No te dejaré sola, haremos llamadas y estaré texteandote siempre he... iré porque necesito un respiro, necesito pensar algunas cosas y necesito relajarme un poco —suspiré.

—Te faltó contestar algo.

—Te dije que estaré antes de tu graduación, es más que obvio, que no lo olvidé.

—Bueno... entiendo, pero te extrañaré —me abrazó, coloqué una de mis manos en su espalda.

—Yo también —ella aún me abrazaba—. Ahora suéltame, no me gustan las demostraciones de afecto.

—Había durado mucho para ser cierto —se separó de mi y me ayudó a empacar—. Pero te encantan las demostraciones de afecto de Martin, eh.

—Eso es distinto.

—Claro que es distinto, como es sexual no te niegas —reímos y yo negué.

—Siento que lo mío con James no es nada —Eva arrugó su rostro y me miró.

—Tú le gustas Quinny, él me lo dijo y también te lo dijo a ti.

—Sí, lo hizo —relamí mis labios, pensando en si debía contarle a Eva—. Él esconde algo, Eva. ¿Tú sabes qué es?

—¿Esconde algo? —asentí—. No tengo idea de qué podría ser.

—Sí, esconde algo y tiene que ver conmigo. Al principio pensé que era por Nessa que nunca quería que nos vieran en público, luego llegué a pensar que podría ser lo mismo que Alec, pero lo descarté. Sí, James puede ser un completo idiota, pero jamás me trataría como lo hizo Alec, no me preguntes cómo, pero sé que no lo haría.

—No, no lo haría.

—Como te decía, pensaba que era por Nessa, pero resultó ser que ella no es su novia. ¿Entonces por qué siempre se esconde cuándo está conmigo?

—¿Haz intentado preguntárselo? —asentí.

—Sí, lo hice, pero dijo que no podía contarme, no aún. Pero sé que eso es lo que le impide estar conmigo.

—Dios, esto es frustrante —Eva soltó una bocanada de aire—. Espero que cuando James se decida por contártelo, ya no sea tarde.

—Ya lo es, Eva —ella me miró con los ojos abiertos—. Me estoy dando por vencida con él.

—No, no. Quinn, pero... —intentó decir pero la interrumpí.

—Por eso me voy, para enfocarme en mí y dejar de darle importancia a alguien que no puede ser sincero conmigo, ni con él mismo. Y no quiero hablar más de el tema —cerré la maleta.

—Pero...

—Eva —ella asintió.

—Entiendo, Quinn, y espero que encuentres las respuestas y la paz que necesitas en la visita a tu abuela —me abrazó despidiéndose y por la ventana, vi como se marchaba en el auto de su hermano que esperaba afuera por ella.

Mamá me había propuesto hacer un viaje de visita a la abuela y había aceptado. Llevaba mucho tiempo sin ver a la abuela y la extrañaba un poco.

La abuela vivía en Vicksburg, se había mudado a la ciudad de Mississipi luego de la pérdida del abuelo. Ella quería estar sola, decía que eso la ayudaba a pensar y sanar, mamá a regañadientes había aceptado, sin embargo, eso no evitó que ella viniera a visitarnos o nosotros a ella.

Quizás estar fuera de casa era lo único que necesitaba. Necesitaba poner muchos kilómetros de distancia entre James y yo. Sabía que pronto lo lograría, pues al irme a estudiar medicina veterinaria en otro estado, haría que me olvidara de él.

Había estado lloviendo toda la tarde y eso nos había impedido salir rumbo a casa de la abuela. Mamá había decidido que cuando la lluvia cesara partiríamos, pero el clima parecía indicar que sería una tormenta, aunque ahora estaba más calmada.

—Quinny —llamó mamá, seguido de tocar la puerta—. Puedes cambiarte, saldremos en un momento.

—Pero, Quira, parece ser una tormenta —señalé la ventana;detrás de mí.

—Tranquila, ya investigué, no es para tanto y las carreteras están abiertas. Cámbiate y ten todo preparado, partiremos a las seis.

—Quira, son las cinco de la tarde.

—Pensé que era tiempo de sobra.

—Claro que lo es. Ve y apresúrate tú —mamá rió y se marchó de mi habitación.

Empaqué el libro de Roset, el mismo libro por el que había conocido a James. Lo leería y sería mi adiós para él.


Guardé mi cuadernillo, algunos lápices y otras cosas fundamentales para mí que quizás no necesitaría pero me generaba ansiedad no empacarlas. Sabía que no necesitaría tanta ropa pero había empacado de sobra porque la maleta iba vacía y era deprimente no tener nada que empacar.

Sonreí involuntariamente y recordé al abuelo. Querido abuelo, hoy iré a visitar a tu amada, ya luego te contaré cómo me va.

***

Próximo capítulo doloroso.

Siga leyendo, doble actualización;)

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