Capítulo XIX
No te quiero
¿A quién quería engañar? Sí me afectaba lo de James, porque sí, estaba un ochenta por ciento segura de que también sentía algo por mí, ¿Cómo lo sabía? No lo sé, llamenlo intuición.
Quizás son nuevas señales del universo.
Vale, el temita del universo me tenía algo chiflada.
Pero también estaba ese veinte por ciento de dudas, de dejarme llevar por lo que decían de él y por la forma en la que había actuado conmigo.
Ahora que pensaba en ello, fui estúpida.
Ahí está.
No ayudas.
No me importa ¡Te lo dije!
Ajá.
Y me cabreaba, me cabreaba que había dicho que solo había sido una más, porque yo sé lo que valgo y merezco más que eso. Pero también era obstinada y si algo no había probado James Martin, era mi lado perra.
Esto comienza a gustarme.
¿Quién dice que yo no puedo jugar como él? ¿Quién dice que no puedo tacharlo de un acostón y ya?
Tus sentimientos, ellos lo dicen.
A ellos los dejaremos a un lado por un momento.
¿Entonces un acostón y ya?
Así es.
Eres virgen, idiota.
Estoy dispuesta a sacrificar mi virginidad por ello.
Claro, "sacrificar"
—Quinn —apareció Quincy en mi habitación—. ¿Qué haces, bombón?
—Ugh, sin demostraciones de afecto —rodó los ojos y tomó asiento a mi lado—. Estaba pensando.
—¿Pensando en qué? Claro, si puedo saber.
—¿Recuerdas el chico del que les hablé a ti y a Queen el otro día? —asintió—. Bueno... digamos que el día de la fiesta, lo vi y pasaron cosas con él.
—¿Sigues siendo virgen? —chilló tapándose la boca con una de sus manos.
—Oh, no, ¿Tu también? ¡Por favor! ¿Qué tienen todos con mi virginidad? —exclamé al techo.
—Hermana, eres nuestra salvación.
—¿Salvación de qué?
—De que uno de nosotros esperará hasta el matrimonio —fingió ilusión.
—Sí... bueno, no creo que eso pase —se sorprendió al instante pero lo callé—. No, no la he perdido, pero tampoco creo que llegue hasta allá.
—Bueno, ya qué —se encogió de hombros—. Decías que pasaron cosas. Eso quiere decir que te tocaron como guitarra, ¿eh? —sonrió chocando su codo contra mi brazo.
—Sí, Quincy. Fui una guitarra —me golpeé la frente con mi mano.
—¿Y qué pasó luego? O sea, luego, luego.
—Tuve que marcharme.
—¿Sin devolverle el favor? —negué—. Uh, pobre chico —pestañeé repetidas veces mientras lo miraba—. Tienes razón, tu punto es...
—Es que, al día siguiente, me dijo cosas que no esperaba escuchar. Dijo que tenía novia, que solo había sido un roce, que no significó nada porque sí, soy atractiva y sí, estoy buena pero no le gusto —miré al suelo—. Y yo no hice otra cosa que retarlo, lo besé y con eso le di a entender que era parte de su juego.
—Y te arrepientes de eso —afirmó.
—¿De retarlo? Sí. Porque a diferencia de él, yo sí siento de todo.
—¿Y cómo sabes que él no siente lo mismo?
—Después de lo que me dijo ¿Qué quieres que piense?
—Mira, Quinn, como tu hermano pero como hombre también, tengo que ser sincero contigo. Sí, los hombres solemos estar con alguna mujer solo por pasar el rato y ya, pero si llegara a repetirse es porque ahí hay algo, aunque sea solo calentura pero hay algo. Y mientras tu tengas ese algo, puedes prenderle fuego a ese chico y quemarlo.
—Pero, ¿Y lo que yo siento, Quincy? —pregunté casi en un susurro.
—Cuando hay sentimientos por medio, no solo los tuyos, Quinn, es más complicado. Porque debo admitirlo, la mayoría de los hombres somos muy idiotas de cuando amor, sentimientos y enamorarse se trata, casi siempre herimos a la chica solo para alejarla.
—¿Para alejarla? —asintió.
Quizás sería eso, quizás por eso James siempre me veía a escondidas y donde nadie pudiera vernos juntos. Él me alejaba, pero se escondía y lo que tenía que averiguar era de qué se escondía.
—Al menos sirves de algo, das buenos consejos en el amor —masajeé su hombro.
—Lo sé, por eso tengo tantas chicas detrás de mí.
Entonces, lo recordé.
—Sí... sobre eso —noté como se tensó—. ¿Qué pasa con Evolet?
—Nada —negó con toni agudo, estreché mis ojos, él los puso en blanco—. Somos cercanos.
—¿Cercanos porque...?
—Porque yo estoy soltero y ella también, porque yo soy ardiente y ella también y... ¿Quién sabe? No me molestaría ser su suggar daddy.
—¿Okey? Sólo diré que no me los imagino.
—¿No te molesta?
—¿Tendría por qué? —arqueé una ceja.
—¿Por qué soy tu hermano y ella tu mejor amiga? Sin contar la fama de mujeriego que tengo —se sopló los nudillos y los limpió contra su camisa negra.
—Mira, Evolet es grande y yo no puedo decidir por ella. ¿Es lo que quiere? Bien. ¿Estoy de acuerdo? No tanto. ¿Me molestaré o la despreciaré por eso? No, es mi mejor amiga y merece mi apoyo incluso sin estar de acuerdo con ella.
—¿Y yo qué? —me mira indignado.
—Tú sólo cuidate de los Jackson —sugiero—, no queremos a los hermanos de Evolet viniendo a buscarte con un pincel amenazador y el otro con, ¿Qué? ¿Pasos de baile asesinos?
—Vale, vale —soltó algunas carcajadas—. Me cuidaré de los Jackson, suenan terroríficos.
—Ni te imaginas, hermano —fue en ese momento en que noté su vestimenta, era algo formal. Parecía que iría a algún lugar—. ¿Alguna cita?
—Ah —miró su ropa—. Sí, tengo que reunirme con una clienta para coordinar los gastos de un proyecto.
Quincy se dedicaba a la contabilidad y economía de empresas, pero en ocasiones solía trabajar en pequeños proyectos de corto o largo plazo, también ayudaba en los emprendimientos de empresas. Era así como Queen podía administrar adecuadamente sus gastos y los de su trabajo.
Tener un economista en casa era algo... inusual, en ocasiones nos beneficiaba porque sabía como podíamos ahorrar y cuales eran buenas inversiones, pero otras veces yo quería comprar cosas innecesarias que para mi eran necesarias y Quincy era un dolor de cabeza.
—Suerte, entonces —intenté sonreir pero terminó formándose una mueca.
—¿Sabes qué? Cambiate, irás conmigo —miró su reloj—. Tienes diez minutos y no es una propuesta, es una orden.
—¿Okey? —antes de que se marchara, lo llamé—. Quincy —él giró en mi dirección—. ¿Cómo debo ir? ¿Formal?
—Solo algo casual, pero sin tus sudaderas. Es solo una reunión en casa de la clienta.
—Vale, ya salgo. Y, Quincy, gracias.
—¿Por qué exactamente?
—Sé porque haces todo esto —él sonrió, meneó la cabeza en un suspiro y se marchó.
Me dispuse a arreglarme rápidamente, colocándome unos jeans y un suéter junto a mis tenis. Tomé mis cosas y salí, encontrándome a Quincy en el pie de las escaleras.
—¡Mamá, me llevo a Quinny! —gritó en dirección a la cocina, después de haber una afirmativa de Quira, salimos por su coche.
Durante el camino, Quincy me habló del proyecto, que en realidad era una fiesta y él era el encargado de llevar los gastos prudentes y necesarios sin tener que salirse del presupuesto. Cuando hablaba de proyectos a corto plazo, eran este tipo de eventos.
Mientras nos adentrábamos en la calle, sentía que el lugar era familiar para mí, había estado antes por aquí. Sin embargo, había caminado por casi toda la cuidad, era normal que recordara muchos lugares.
Pero al llegar a la casa, supe porqué lo había recordado, maldije al universo para mis adentros, ni siquiera quise bajarme del auto pero me vi obligada por mi hermano mayor. Estaba en la casa de la clienta y no era otra más que Samantha Martin.
Lástima que la última persona que me apeteciera ver ese día fuera a su hijo. ¿El destino estaba de mi lado? No, no lo estaba.
Porque después de cruzar el umbral de la puerta, bajo la intensa mirada de Sam, lo primero que encontraron mis ojos fue a James de pie junto a la escalera, observándome con sorpresa.
¡Oh, amigo! Yo estoy peor que tú.
—Señor Quincy, ¿Cómo está? Siéntense, por favor —nos indicó con las manos.
—Muy bien, ¿Cómo está usted, señora Lewis?
Espera ¿Qué? ¿Lewis? ¿Acaso seguía sin cambiar su apellido?
—Prefiero que me diga Samantha —sonrió, la señora era muy dulce y amable.
—Entonces yo prefiero que me diga Quincy —ella asintió y sus ojos se desviaron hacia mí, después de regalarme una sonrisa—. Ah, ella es mi hermana, Quinny.
—Hola, Sam, qué bueno verla de nuevo
—Sam... nunca me habían dicho así, pero me gusta; lo mismo digo, que alegría verte.
—¿Se conocen? —preguntó Quincy, yo asentí.
—Sí, conocí a Quinny en la biblioteca, quise presentársela a mi hijo, porque se nota que es una buena chica —Quincy abrió los ojos y me miró, le devolví la misma mirada y él pareció entenderlo todo—. Por cierto, ¡James! —llamó.
—Dime, mamá —se acercó de brazos cruzados al lugar de su madre.
—Mira, ella es Quinny —me señaló—. La chica de la biblioteca, de la que te hablé.
—Ah, la grosera, ¿no? —su mamá le dió un manotazo en el brazo.
—Deja de ser un idiota —le reprendió Sam.
—No creo que sea posible —opiné en voz baja.
—¿Qué dijiste? —James estrechó los ojos en mi dirección.
—Nada que no sea cierto —respondí.
—Dímelo, así de cerca como... —se detuvo mirando la escena que estábamos creando.
—¿Se conocen? —preguntó Sam, señalandonos.
—Muy bien, de hecho.
—Para nada —respondimos al unísono, logrando que los dos adultos a nuestros costados rieran.
—James, ¿Por qué no le das un tour a Quinny mientras yo hablo con su hermano?
—¿Tengo otra opción? —su madre negó con la cabeza, él rodó los ojos—. Bueno, ya qué.
—No tengo problema en... —Quincy me miró—. Bien, me largo. Que sepas que te odio, hermano.
Ellos solo se rieron y junto a James subí las escaleras.
—Asco de tour, ni siquiera cuentas historias o me muestras algo. ¿No hay un mejor guía?
—Lamento decirte que soy el único —juntó ambas manos—. Entonces ¿Quieres historias? —asentí—. Bueno, en aquél rincón follé con una chica, para empezar.
Rodé los ojos y caminé detrás de él mientras me mostraba pinturas, las vistas a la calle, algunas decoraciones y adornos, también enumeraba cada puerta por la que pasábamos, menos una, la que estaba al final del pasillo.
—¿Y esa qué es? —pregunté señalando la puerta.
—Esa es la oficina de investigación de Marc —hizo una mueca despectiva.
—¿Tú padre es investigador? —chillé emocionada.
—Él no es mi padre.
—¿No?
—No, es mi padrastro. En fin, sigamos —pude notar que su rostro decayó.
—Espera. ¿Está ahí? —él negó—. ¿Puedo echar un vistazo?
—Preferiría que no, además está con llave —esta vez, fue mi rostro el que decayó—. Ven, te mostraré un lugar mucho mejor que ese.
Caminamos de regreso en el pasillo y nos detuvimos frente a una puerta. James me miró con un brillo de emoción en sus ojos y luego abrió la puerta.
—¿Una habitación? —pregunté ceñuda.
—No cualquier habitación, es mi habitación —contestó en tono airoso, terminó empujándome para que entrara.
—¿Y a cuántas te haz follado aquí? —pregunté mirando mi alrededor mientras él tomaba asiento en su cama con el control de videojuegos en sus manos.
—¿Sinceramente?
—¿Sabes qué? Prefiero no saberlo —escuché su risa detrás de mí.
Miré la repisa con varios trofeos de fútbol americano que había ganado. Recordé los que yo tenía de nado sincronizado, todas las veces que había ganado en competencias; sin embargo, él tenía muchos más trofeos que yo, algunos recientes mientras que los míos eran de hace algunos años.
Seguí paseándome y vi una balanza, arrugue el rostro.
—¿Se supone qué cuándo estás indeciso colocas los pros y contras de cada lado y ves que opción es más factible? —pregunté señalando la balanza plateada, muy bonita, de hecho.
—Muy graciosa, pero no —James volvió su vista al decorativo—. Quiero ser abogado.
Yo me retorcí en incontrolables risas, ganandome una mirada mortal de James.
—Es que... no lo sé, no te imagino así. ¿Eres bueno en eso?
—Hay muchas cosas en las que soy bueno y aún no lo sabes —una sonrisa pícara se formó en su rostro.
—Oye, eso fue un golpe bajo.
—No me busques, chiquita.
—No.
—¿No?
—Ni se te ocurra volver a llamarme así —advertí, señalandolo.
—¿Chiquita?
—¡Con un demonio! No lo digas.
—Está bien, tienes razón, prefiero llamarte bonita.
Escondí la sonrisa que apareció en mi rostro.
—Es justo que yo también tenga un apodo para ti —pensé durante un rato y lo único que se me vino a la cabeza fue el recuerdo del sueño—. ¡Ya lo tengo! Jamón.
—¿Jamón? —asentí—. Eh... es raro, pero original, también me gusta el jamón, supongo que funciona —se encogió de hombros.
—¿Tocas?
—¿A ti? Creo que ya debes saber la respuesta.
—La guitarra, idiota —aunque no me negaría.
—¿Por qué la tendría si no?
—No lo sé, hay quiénes las tienen por simple decoración.
—Sí, sí toco.
—¿Podrías tocarme algo? —él me miro durante un largo rato.
—No. No puedo, ni quiero.
—Vale, pero tampoco tienes que ser un idiota —seguí caminando y encontré una foto colgada en la pared, era James junto a un señor no tan mayor, pero canoso—. ¿Él quién es?
—Ese es mi padre.
—¿Por qué regresaste aquí? Se nota que estabas bien con tu padre.
—Sí, lo estaba, pero las cosas con mi madre, no estaban bien y tuve que venir a arreglar algunos pendientes. Pero al graduarme, me iré de aquí —asentí, él se notaba algo afligido y después de lo que había dicho, yo también lo estaba.
Se iría...
—Supongo que no te llevas bien con tu padrastro, entonces.
—Supones bien.
—¿Y con tu abuela?
—Sí, me llevo bien con mi abuela.
—Uh, el balón de la pelinegra —dije apenas lo vi frente a varios libros en la biblioteca.
—Nessa, mi novia.
—Bueno —me encogí de hombros y me senté a su lado—. ¿Qué te parece si te doy una paliza, eh? —él sonrió y se levantó por otro control.
Tenía que admitirlo, el chico era bueno en boxeo, pero yo había sido entrenada por uno de los mejores. Así es, Pat Tucker. Papá era un maniático de los videojuegos y todo lo que sabía, él me lo había enseñado.
Después de ambos ganar varias rondas, me pidió acompañarlo abajo y yo acepté. Al llegar a la sala, Sam y Quincy seguían trabajando.
—Mamá, creo que no tarda en llegar Marc —su madre miró un reloj de mano y asintió.
—Quincy, creo que adelantamos lo suficiente. Tengo que...
Pero se vió interrumpida por una figura masculina que apareció detrás de la puerta principal. Seguido de una voz ronca que en tono animado dijo:
—¡Buenas noches! —un sujeto alto, de tez morena, con barba y cabello oscuro se adentró en el lugar sosteniendo un cigarrillo en su mano.
—Buenas noches —dijimos todos, pude notar como a mi lado, James se tensaba apenas se acercó a dónde estábamos.
—Amor —dejó un fugaz beso en los labios de Sam—. Señor Tucker —estrechó la mano de Quincy, que se colocó de pie para recibirlo.
—Marc —saluda mi hermano. ¿Así que él era Marc? Por eso James estaba tan tenso a mi lado.
—¡James! —exclama deteniéndose a un lado de él—. No me digas que Nessa se hizo un cambio de look, porque quedó irreconocible —me miró con una sonrisa.
—Quinny Tucker, hermana de Quincy. Mucho gusto —extendí mi mano hacia él, que la tomó dejando un beso en el dorso causándome un escalofrío.
—Marc Lewis —mi mano fue desprendida con un manotazo de James en la mano de Marc.
—No la toques —le advirtió en un tono frío y amenazador. Marc sólo lo miraba con una sonrisa.
—Bueno, nosotros nos vamos —interrumpió Quincy luego de recoger sus cosas.
—¿Por qué? Quédense a cenar.
—No, siempre cenamos en familia. Muchas gracias —Quincy se despidió rápidamente y esperó por mí.
—Amor, ¿Podemos hablar un momento? —le pidió Sam a Marc.
—Está bien. Adiós, Quinny, espero verte muy pronto —y se perdió escaleras arriba junto a Sam.
Quincy esperaba por mi junto a la puerta, pero le pedí que se adelantara mientras yo me despedía de James, quedando así solos los dos.
—¿Puedes explicarme qué demonios fue eso? —James respiraba agitadamente mientras veía a cualquier otro lugar que no fuera mi rostro.
—No tengo porque explicarte nada.
—Era mi mano la que arrebataste de la mano de Marc. Entonces sí.
—¿Quieres que te diga que pasa? —me miró y yo asentí—. Pasa que no te quiero cerca de mí ni un segundo más. ¿Es tan difícil que entiendas que no te quiero cerca? No me interesas, Quinny, no me importas, no me gustas, no te quiero.
»Lárgate ya de mi vida, sólo lo arruinas todo. Alejate, Quinny, entiéndelo, no te quiero.
Mis ojos se llenaron de lágrimas que amenazaron con salir pero me mantuve fuerte y no derrame ninguna. Lloraría, pero no en frente de él, no lo merecía.
—¿Me largo? —él asintió—. Bien —di la vuelta y antes de dar un paso, volví a hablar—. James, ¿Sabes que si cruzo esa puerta será muy difícil que vuelvas a encontrarme?
Él no dijo nada, permaneció en silencio hasta que crucé la puerta y, una parte de mí, no quería irse. Quería que me detuviera y me pidiera que me quedara, porque a pesar de lo que había dicho, lo habría hecho. Le habría dado una segunda oportunidad, me habría quedado.
Subí al auto de Quincy y apenas estuve ahí, dejé escapar algunas lágrimas mientras miraba a la ventana.
—¿Estás bien? —preguntó mi hermano, yo negué y lo único que escuché fue un suspiro antes de colocar el auto en marcha, dejando atrás la casa de James.
A James, porque esa sería la última vez que lo vería.
***
Capítulo bien largo, pero no lo suficiente como para ser dividido en dos partes y también dedicado a mi Gaby hermosa<3
Hablemos del capítulo, ¿Qué opinan de James? ¿Marc Lewis? Uhhh y ¿Nessa? Esa no me cae muy bien. ¿Soy la única amando a Quincy? La verdad, me puse triste después de escribir este cap, pero lo vale, se viene lo bueno.
Espero les haya gustado, no se olviden de votar y comentar. Síganme en mis redes, como:
Nos vemos en otro capítulazo, los amo, cuidense mucho y besos en el rabo con mocos<3
~Jai.
(En multimedia les dejé "Cuando nadie ve - Morat" porque siento que de una forma identifica a James y Quinny)
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