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Capítulo X

Una mala palabra: Mierda.

—A ver, diablillos. ¿Eme con la a? —señalé el pizarrón con un palillo de batería. ¡A qué era original!

—Ma —respondieron todos al unísono.

—¿Eme con la e?

—Me

—¿Eme con la i? —estreché mis ojos mientras los miraba.

—Mi —dudaron pero, al final contestaron.

—¿Mo? —intenté engañarlos

—Eme con la o —chiquillos inteligentes.

—¿Eme con la u?

—¡Muuu!

—¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Que se nos escapan las vacas! —todos estallaron en risas, menos June, un pequeño de la esquina que salió disparado corriendo por todo el salón.

—¡Muuu! ¡Muuu! —gritaba mientras corría, fingiendo ser una vaca.

Fingí hacer un lazo con mis brazos, lo tiré y lo atrapé. Todos los niños gritaron, vitorearon y aplaudieron, halé del lazo imaginario y atraje a June que fingía luchar por soltarse.

No se cuál de los dos estaba más loco.

—Eres mi vaquita favorita —le susurré en el oído, logrando que su cara se pusiera como un tomate.

—Lo sé, cariño —me guiñó el ojo—. Nadie como yo, merezco un besito por eso —cerró los ojos y preparó sus labios en un puchero hacía mi.

—Claro que sí —le di un beso en la frente y me gané una mirada de aburrimiento por su parte.

—Un día caéras en el hechizo de una bruja malvada y para despertarte necesitarás el beso del amor verdadero y yo ya no te querré —me sacó la lengua y se dirigió por sus cosas.

Vale, sí me había dolido un poquito.

—Sabes que nunca dejarás de quererme, June —le grité, él solo me miró para luego darme la espalda exageradamente.

Ese niño tendría un gran futuro en Hollywood.

El tono de llamada de mi móvil interrumpió mis pensamientos. Debía ser mamá, era la única que me llamaba a pesar de que sabía que no me gustaban las llamadas. La pantalla brillaba con la imágen de mi último cumpleaños, salía la mitad de la cara de mamá y en la otra mitad salia la mia.

Chiquita —exclamó Quira del otro lado de la línea.

—¿Mamá? —pregunté algo irritada.

Tengo una sorpre...pequeñas risitas complices se escucharon de fondo.

¿Que estaba tramando?

¡Hola, chiquita!

—Oh por Dios, ¡Papá! —chillé como loca, dando pequeños saltitos en mi lugar—. Ya voy para allá.

Papa río roncamente. ¡Dios! Lo había extrañado tanto.

Tómate tu tiempo, regresa cuando hayas terminado. No te preocupes, no iré a ningún lado mis ojos se llenaron de lágrimas pero no lloré.

—No es nada, ya estan llegando los padres de los niños. Estare ahí en cinco minutos —y no estaba mintiendo, algunos ya se habían ido despidiéndose de mí con la mano, tan solo restaban unos cinco niños.

Vale. Aquí estare, chiquita.

Colgué la llamada. «Chiquita» es como mamá y papá insistían en llamarme constantemente. ¿Me gustaba? Claro que no. ¿Lo permitía? Lamentablemente sí. ¿Era feliz con eso? Al menos no lo decían en público. ¿Tenía otra opcion? Ojalá.

—¿Era tu novio? —una voz aguda me alertó a mi derecha, volteé encontrándome con Arabella, una pequeña niña de lentes, tez oscura y un par de trenzas de cada lado de su cabeza.

—No, no tengo novio. Era mi padre —le sonreí, sin embargo, su expresion decayó al instante en que hablé—. ¿Pasa algo, Ara?

—Eres muy linda, pensé que tendrías novio. ¿Por qué no tienes? ¿Te gusta alguien? ¿Estás mintiendo? —me bombardeó a preguntas.

—Ehh... ¿Gracias? No tengo porque no es algo que me interese —me doblé a su tamaño, mientras arreglaba los tirantes de su overol—. No me gusta nadie y, ¿Por qué te mentiría?

—Porque te gusta June, lo sé.

Wow, wow, wow. Ya sé por donde va esto.

—¿Si? ¿Y por qué dices eso?

—Porque él te quiere, pero... —desvió su mirada al techo.

—¿Pero...? —la presioné un poco.

—Yo lo quiero a él, pero él te quiere a ti y no a mí. Y eso no me da oportunidad porque tu eres linda, dulce, buena, eres mayor y también inteligente, y quiero odiarte por eso, pero no puedo porque hasta yo te quiero mucho —escondió su rostro entre sus manos.

—Awww.

—¡No te burles! —me acusó con su dedito.

—Oye, Arabella, no me gusta June y, ¿Adivina qué? Tú eres muchísimo más linda que yo y tienes más posibilidades —la niña me miró enseguida.

—¿De verdad lo crees?

—Sí, eres de su edad y eso es un plus en todo esto. Yo jamás podría estar con él, además, sus padres te adoran —fingí un puchero con mi boca.

—Tienes razón, ahora solo te tengo lástima —pero...—, tranquila, llegará alguien más, pero June es mío —me dió unas palmaditas en la espalda y se dirigió a la salida.

¿Qué cara...?

—Arabella —la llamé—. Yo también te quiero mucho.

Sonrió y se marchó. Sin embargo, mi cara de estupefacción no se fue hasta que salí del pequeño salón luego de que todos los niños se marchasen junto a sus padres. Me despedí del guardia de la pequeña escuela. No es que fuese maestra, me gustaba apoyar al club de lectura infantil en mis ratos libres; de hecho, no me gustaban los niños, pero al parecer yo a ellos sí.

Irónico.

Iba de camino a casa, (¿ya mencioné cuánto me encanta caminar?) la suave brisa era una caricia para mi rostro, el ambiente tenía olor a flores y... ¿Perfume de hombre? Me detuve abruptamente al percibir el olor, tuve la sensación de ser observada y de estar siendo perseguida. Giré sobre mis talones y aunque no había nadie, justo un hombre alto pasó a mi lado y siguió su camino doblando en una esquina cerca, seguí mi paso y eché un vistazo a la calle en la que había doblado.

Estaba llena de personas saliendo de sus trabajos, haciendo deporte o paseando a sus mascotas, pero no había rastro del sujeto. Me dirigí a la siguiente esquina y retomé mi camino a casa; a pesar de que el ambiente no se sentía pesado como en aquél momento, podía sentir que me vigilaban aún y el perfume no desaparecía de mi nariz. Me sentía protegida y así fue hasta que llegué a casa.

—¡Papá! —grité apenas lo vi sentado en la sala leyendo el periódico con sus lentes de lectura. Corrí a abrazarlo y él correspondió mi abrazo, apretujándome muy fuerte contra su pecho.

—Me extrañaste. Lo sé, lo sé —me dió muchos besitos en la coronilla de mi cabeza y yo lo permití.

—A duras penas, pero lo hice.

—Milagrosamente.

—Estabas pérdida, mujer. ¿Cómo has estado?

—De hecho, muy bien.

—¿Has ido...? —sabía a lo que se refería. Papá solía extender sus frases para hablar de los temas que no me gustaban, intentando no presionarme.

—No. Mañana tengo cita, me toca ir —puse los ojos en blanco y miré a otro lado.

—Iremos juntos, ¿Qué dices? —acarició mi cabello. Papá siempre solía tratarme como un bebé, también me cuidaba como uno.

—¿De verdad quieres estar dos horas sentado escuchando los problemas sin solución de Quinny Tucker y de gratis? ¿Pero quién eres?

—¿De qué hablas? Siempre lo hago gratis —golpeé su hombro y dejó escapar una risa ronca—. Suena bien, prometo interrumpir diciendo «¿Y eso cómo te hace sentir?» —una risa se escapó de mis labios.

—Te reto, no serías capaz.

—¡Por Dios! Estás hablando con Pat Tucker en persona.

—Y tú con Quinny Tucker.

Touché, pero, ¿Crees que sacaste ésa personalidad de tu madre? Que equivocada estás.

—Lo sé, pero no te creo capaz.

—Apostemos algo —asentí con los ojos entrecerrados—. El primero que se canse en las dos horas de tus problemas, le debe un helado al otro.

—Y también tienes que decirle lo que acordamos a la señorita Blair —asintió—. Suerte con eso, tiene un carácter de mierda.

—Sí, y nosotros también —levantó el mentón orgulloso.

—Dijo «mierda» en tus narices y lo tomas como un «Buenas noches», ni siquiera le recriminas por eso —apareció mamá de brazos cruzados con su delantal. Nos miraba indignada mientras negaba con la cabeza.

—Quinny, no digas mierda —papá me señaló con su dedo.

—Mierda, tienes razón —papá hizo una mueca intentar contener su risa y yo inflé mis mejillas para no hacerlo también. Ambos volteamos a ver a mamá con la misma expresión en nuestros rostros.

—No tienen remedio, ya me dan igual, son idénticos. ¡Piedad! ¿Te los mando o te los llevas? —habló mamá mirando al techo.

—Papá, cree que el techo habla, es eso o mamá se volvió cucú —lo miré a él mientras giraba mi dedo a la altura de mi sien.

—Yo creo que es un poco de ambas —sugiere papá, inclinándose en su asiento, viendo el lugar del techo al que Quira le hablaba.

—Me rindo —Quira cerró los ojos y respiró varias veces.

—Tienes razón, si está chiflada —susurró en mi oído, pero mamá logró escucharlo, así que acribilló a el señor Pat con todos los almohadones que se le cruzaban en las manos, logrando que algunos de ellos también dieran conmigo.

Premio doble.

Incluso uno de ellos golpeó el rostro de papá y rebotó contra el mío, borrándonos la sonrisa a ambos y logrando que mamá se detuviera.

Bonus extra x2.

—Muevan sus clonados traseros, ya la cena está lista —miré a Quira sorprendida, su pecho bajaba y subía rápidamente, un mechón de su cabello caía frente sus ojos y ella lo apartaba soplándolo sin obtener ningún resultado.

—Sí, señor —dijimos Pat y yo al unísono mientras le dirigimos un saludo militar a mamá.

Luego de lanzarnos una mirada mortal, Quira desapareció por el umbral de la cocina, giré mi rostro y encontré a papá embobado viendo por dónde se había marchado.

Debía admitirlo, toda mi vida, (incluso ahora, siendo la presidenta del Club Imaginario Anti Amor) había soñado tener un amor como el que ellos habían creado. La forma tan pura y genuina en la que se amaban parecían una historia de amor literario en carne viva. A través de los años Pat nunca había dejado de verla con ése brillo he ilusión en los ojos y ella no dejaba de sonreír como niña tonta y enamorada cada que lo tenía cerca.

Desde pequeña supe que si llegaba a amar alguna vez, merecía uno como el de ellos. Uno sincero, real, puro y solidario. No esperaba menos y quizás por eso seguía sola.

—Muy bien, ya puedes limpiarte la baba, debilucho.

—Ya quisieras que alguien chorreara la baba por ti.

—¿Quién te dice que no lo tengo? —mentí descaradamente.

—Te conozco, tanto como si hubiera sido yo quien te tuvo en su vientre por nueve meses.

—Ugh, papá. Basta, eso es raro de imaginar.

—No te pedí que lo hicieras —se encogió de hombros.

—Créeme, es imposible no hacerlo —tomé uno de los almohadones del suelo y lo estrellé en su cara, ganándome una mirada mortal de su parte.

Se levantó y suspiró.

—Ansío algún día verte enamorada. Te lo mereces, chiquita —despeinó mi cabello con su mano y se dirigió a la cocina.

—Aunque no lo creas, yo también lo hago papá —lo detuve.

—Llegará —giró su rostro en mi dirección.

—Supongo que sí... —dirigí mi atención a cualquier otro lugar que no fuera su rostro y luego de escuchar sus pasos alejarse, me levanté y subí a mi habitación.

***

—¡Quinn! —escuché el grito de Quincy.

Había escuchado como llevaban un par de minutos preparando la mesa todos conjuntamente. ¿Me había molestado en ayudarlos? La verdad es que no. ¿Se habrían molestado por ello? No lo creo, saben que soy la asocial de la familia. Era de esperarse.

—¡Ya bajo! —grité en respuesta.

—¡Dejen de gritarse! ¡Tienen pies y pueden caminar hasta el lugar del otro! —gritó Queen. Dios, era igual a mamá.

—¡Tú también estás gritando! —respondió Pat en un grito.

—¡Cállate, Pat! —ésta vez grito Quira.

Reí en mi cuarto, cerré el ordenador y bajé. Mientras revisaba mi móvil, en la pestaña permanecía el aviso de que Evolet me había enviado el enlace de un post, sabía de que se trataba. Pero en todo el día no había recordado revisarlo.

Llegué a la mesa y todos ya estaban sentados, tomé el lugar en mi puesto, pero...

—Esperen, falto algo —Quira salió disparada de su silla, de vuelta a la cocina y todos aprovechamos para revisar nuestros móviles, incluso papá.

Abrí la notificación, mientras cargaba esperaba que mamá no regresara tan pronto, sino lo veía en ese momento sabría que luego lo olvidaría. El post apareció pero la imágen no cargaba, mamá apareció con una bandeja en sus manos y papá me golpeó con el pie por debajo de la mesa. Eso solo significaba una cosa.

«Tu madre, guarda el móvil»

Volví mi vista al móvil y quedé helada al ver los rostros que aparecían en aquella imágen. Pero sobre todo uno llamó mi atención, logrando que de mi boca saliera lo peor que podía haber dicho en una cena familiar y con Quira y Queen presentes.

—¡MIERDA!

***

¡He vueltoo! Lo sé, lo sé. Estaba desaparecida, en mi defensa, estaba preparando muchísimas sorpresitas para ustedes.

Porque sí, señorosas y señoresos, ¡Llegamos a las 100 lecturas en la primera semana! Y como esto amerita pachanguita, les traje de todo. Algunas de las sorpresas ya están en mi Ig y otras en mi Twitter, espera ¿Qué?.

Así es, ya tenemos cuenta en Twitter, vayan a seguirme estoy compartiendo mucho contenido por allá.

Capítulo dedicado a una de mis lectoras favoritas y que está muy al pendiente de la historia desde el principio, Juniely. ¡Gracias por todo tu apoyo! Y por sacarme siempre una sonrisa con tus regalitos. Por cierto, acá les dejo el edit que me regaló y que me encantó muchísimo la manera en que canalizó la esencia de la historia y de Quinny<3

No se olviden de votar y comentar, y por supuesto. Vayan a seguirme en mis redes sociales.

Capítulo sin despedida porque... ¡Maratón de celebración! Sigan leyendo;)


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