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Capítulo V

Gatos a cambio de información

Me levanté sintiendo un par de lamidas en mi rostro, sonreí involuntariamente, nunca había despertado tan feliz. Lástima que esa sonrisa se esfumó cuando algo duro chocó contra mi frente.


¡Auch!

Abrí los ojos y lo primero que vi fue algo que no había visto la noche anterior, la gatita tenía un collar púrpura con pequeños puntos en tonos lilas, eso solo significaba una cosa, y sí, la gatita tenía dueño.

Revisé la circular placa dorada que colgaba del collar, en la parte del frente ponía «Milk», asumí que era su nombre ya que no había que ser tan inteligente para saberlo. Es decir, era blanquita como la leche, era algo lógico. Le di la vuelta a la placa, tenía una dirección, conocía ése lugar, sabía que lo recordaba de algo pero no sabía de donde. Mis dudas quedaron aclaradas, cuando leí más abajo el nombre de su dueño.

Más bien, dueña.

La señora Samantha, ¡Vaya que hoy sería otro largo día! Revisé mi notario, era la misma dirección pero tenía diferentes números de casa, quizás ése había sido mi error ayer. Hoy sí conocería al misterioso chico nuevo de la ciudad.

Me bañé y arreglé rápidamente y bajé junto con Milk, desayuné mientras hablaba con mamá, que afortunadamente no hizo preguntas de la noche anterior gracias a Milk, se había quedado encantada con la gatita, le conté que iría a devolverla a su casa y, a pesar de que se desanimara, me dijo que fuera y regresara para el almuerzo.

Salí de casa con la gatita en brazos, siempre me había gustado caminar y por ello prefería mil veces ir andando a cualquier lugar antes que ir en auto o bicicleta. Me gustaba apreciar el cielo azul cubierto de nubes blancas por la mañana, escuchar a mis vecinos saludarse, llegar a la cafetería inundada en el olor del café recién hecho, pedir un café frío, ir a la biblioteca, caminar en el parque y sentir el viento golpear mi cara y agitar mi cabello.

Sí, me gustaban las mañanas pero amaba profundamente las noches... solo que, luego de ése día, tenía pequeños traumas que no me dejaban salir de noche, evitaba a toda costa estar fuera de casa antes que oscureciera. Por ello, mamá siempre me exigía llegar temprano.

Había llegado a mi destino, estaba a punto de tocar la puerta, quizás hoy conocería al chico que prefería los videojuegos en lugar de los libros. ¡Vale! Ya tenía pinta de caerme de la patada. Toqué el timbre y esperé ser atendida, la puerta se abrió y nuevamente la niña mafiosa de coletas apareció

—Tu... —empezó a decirme.

—¿Me equivoqué de casa? —revisé el número de casa y sí, estaba en el correcto.

La niña estaba a punto de desearme la peor muerte posible, capaz me arrancaría la lengua sólo con sus ojos, en su mirada sólo había una frase y era un claro «te mataré» sin embargo, todo eso cambió cuando vió a Milk detrás de mis piernas, la niña sonrió... o sea, sí, sonrió.

—¡Milk! —la gata brincó a sus brazos y acarició la cara de la niña con su larga y peluda cola, la niña comenzó a darle muchísimos besitos.

No mentiré, hasta a mí me ablandó el corazón, me abstuve de mascullar un «aww» y juntar ambas manos cerca de mi rostro, si bien no evité sonreír. Me ponía muy feliz verlas a ambas felices, supongo que este sí era su hogar. Aclaro mi garganta luego de un rato, la niña pareció recordar que me encontraba allí y me miró por un largo rato, mientras recuperaba la compostura.

—Gracias —dijo finalmente—. Ayer por la noche se escapó y no sabíamos donde estaba.

—No es nada, es una gatita muy linda y amorosa, cualquiera hubiera hecho lo mis...

—No —negó, cortándome—. No cualquiera lo hubiera hecho, tenía miedo de que pasara la noche en la calle, con frío y asustada, o incluso peor, que sé extraviara. Gracias por cuidarla —y me sonrió al finalizar.

Vale, que le sonriera a la gata estaba bien, pero que me sonriera a mí ya era raro.

Le devolví la sonrisa, acaricié a Milk en forma de despedida y estaba dispuesta a darme la vuelta y marcharme. Sin embargo, la niña me detuvo y me dijo lo que menos esperaba:

—¿Hay algo que pueda hacer por ti? —mi cara de estupefacción le dijo todo—. Te recuerdo, ayer estuviste en casa de la abuela y buscabas a mamá.

—Espera, ¿Tú eres hija de Samantha Lewis?

—No, es decir, sí pero no —¿era adoptada? Estaba muy confundida—. Mi madre ya no utiliza ese apellido, ahora es Samantha Martin, que es el apellido de mi padre, pero a mi abuela no le hace gracia que la llamen por su apellido de soltera.

—Pero en la biblioteca... el registro decía que vivía en la casa de ayer.

—Sí, antes vivíamos en ésa casa con la abuela, la mudanza es reciente, mamá no ha tenido tiempo de cambiar los datos. Tú querías hablar con ella, ¿no?

—Sí.

—No se va a poder. Mamá no está en casa, ha salido hace un rato en búsqueda de Milk.

—¿Tu hermano está aquí? —la pregunta salió involuntariamente de mis labios, la niña me miró con curiosidad—. Lo siento, no tienes porque contarme nada...

—No, pero me haz ayudado y por lo visto buscas información, sobretodo de mi hermano.

—No quería decir... —solté una pequeña risa nerviosa.

¿Nerviosa? ¿Por qué demonios estaba nerviosa?

—Supongo que eres una más de las suyas.

Espera, ¿Qué?

—No sé a que te refieres con es...

—A ver, te diré lo que quieres saber. Mi hermano no está en casa, aún no llega, pásate otro día. Mamá tampoco está y no, mi hermano no tiene novia, de igual forma, no creo que sea algo que le interese. Me voy, y gracias por traer a Milk —cuando la puerta estuvo a punto de cerrarse metí mi pie para evitarlo.

—Espera, Marie —recordé que así la había llamado su abuela, la niña abrió la puerta nuevamente con una mueca de hastío—. ¿Por qué le das toda ésta información a una desconocida?

—Ya te lo dije, haz traído a Milk a casa, es mi forma de agradecerte. Considerate una no desconocida —le sonreí en respuesta.

—Y algo mas, ¿Qué edad tienes? —me miró con los ojos entrecerrados. Vale, ya le estaba haciendo muchas preguntas.

—Tengo trece.

—Niña, te felicito, ¡Hablas muy bien para tu edad! Eres muy madura.

Me miró por un largo rato y finalmente la comisura de sus labios se levantó en forma de sonrisa y me marché de ahí analizando la nueva información que tenía.

Quizás debía rescatar gatos más seguido para obtener información.

—¡Quira! ¡Ya estoy aquí! —grité en dirección a las escaleras.

—Ha salido a comprar naranjas —en la sala se encontraba Evolet en uno de los sillones, luciendo desanimada—. He venido a hablar, ¿Podemos?

—Subamos a mi habitación —respondí borde.

Entramos a mi habitación y cerré la puerta, Evolet tomó asiento en mi cama y yo en un puff que estaba junto a la ventana, ella permanecía con la mirada en el suelo, así que carraspeé obligándola a hablar de una vez.

—Quería pedirte disculpas, no debí haberme entrometido en tú decisión, debí haberte apoyado —asentí para que continuará—, tampoco debí haber sacado el tema y prometo que, de ahora en adelante, no hablaremos de ello a menos que tu quieras.

—Vale.

—¿Vale? ¿Es todo lo qué dirás? —me miró con los ojos entrecerrados en una clara postura de indignación.

—Acepto tu disculpa, Eva —le dije tranquilamente.

—¡Abrazo! —se levantó de un salto hacía mi con los brazos extendidos.

—¡No! Sin contacto físico —pero ya tenía sus brazos a mi alrededor.

Lastimosamente.

—Te ayudaré en tu plan y no le diremos nada a tu mamá. Cuéntame, ¿Qué tienes en mente?

—Primero suéltame y te cuento todo.

—Está bien —me soltó y ambas nos sentamos en mi cama.

Le conté todo lo que había pasado la noche anterior, se sintió mal por haberme dejado regresar sola, le resté importancia y seguimos hablando. Le hablé de mi peculiar conversación con la niña mafiosa de coletas y fue justo ahí cuando me di cuenta de algo.

—Espera, de nada nos sirve seguir investigando —le dije con el ceño fruncido.

—¿Te rindes? ¿Pero quién eres? —me miró con una ceja arqueada.

—No, la niña dijo que su hermano no había llegado aún, quiere decir que no fue él quien me pisó con sus maletas...

—Si el chico no ha llegado, no pudo ser él —concluyó ella, repitiendo lo mismo que dije.

—Eso fue lo que yo... —me apunté.

—Exacto, caso cerrado.

Estaba loca.

Ambas saltamos de alegría. Ya podría dormir tranquila esa noche he ir recargada mañana al instituto, sin estrés, sin preocupaciones y mucho mejor, sin misterios y sin chicos que perseguir.

***

Dedicado a la preciosa Day, que me pidió actualización. Aquí tienes<3

Capítulo cortito, ¡Lo sé! Me declaro culpable.

Pero porque es doble actualización, vaya y siga leyendo, comadreja.

Besos en el rabo<3

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~Jai.

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