Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo II

Conversaciones random y un helado en mi suéter

Al día siguiente me levanté temprano y ordené mi cuarto. La verdad, era una persona realmente limpia y organizada, de hecho, tenía una «pequeña» obsesión con el orden en cualquier lugar en el que estuviera, es por ello que me limito a no entrar al cuarto de Quincy o su oficina, ya que siempre me dice «Si organizas mi desorden, será un desorden para mi porque no podré encontrar nada».

Si irginizis mi disirdin, siri in disirdin piri mi pirqii ni pidri incintrir nidi.

Idiota.

Eso, idiota.

Gracias Dios, por nunca tener que compartir habitación.

Eso, amén.

Me enganché un par de jeans azules, un suéter rosa pastel con una frase en el, decía: «Olvida las reglas. Si te gusta, úsalo». En lo personal, me identificaba muchísimo. Me calcé las botas de tacón, un bolso turquesa y sobre mi cabeza unos lentes a juego con mi suéter. Solté mi cabello, tomé el libro, mi móvil y los audífonos. Bajé las escaleras.

—¡Me voy, Quira! —grité cerca de la puerta mientras escogía la playlist de hoy.

—¿No desayunarás? —apareció mamá en la sala, puse mi atención en ella.

—No, compraré un café he iré a la biblioteca a devolver el libro, escogeré otro que leer y luego me reuniré con las chicas —miré el reloj en mi muñeca—. Estaré aquí para colocar la mesa antes del almuerzo.

—Vale, está bien. Cuídate, chiquita, te amo —me lanzo un beso.

—Yo a ti —cerré la puerta principal, me coloqué los audífonos he inicié mi camino con Scars To Your Beautiful de Alessia Cara.

Las calles de Nueva Orleans se veían radiantes ese día: llenas de gente, todos ajetreados pero yo me tomaba el tiempo de apreciar cada detalle de cada edificio, la brisa golpeaba mi cara y estremecía mi cabello. Visualicé la cafetería de Donald's, entré y saludé a la cajera, Carrie.

—Un cafe frío con leche, moca, azúcar, crema batida y malvaviscos, ¿Correcto? —me sonrió.

—Perfecto, y añade un sándwich de jamón y queso, para llevar, por favor —le devolví la sonrisa.

—Muy bien, serían 2,51$, Quinny.

Pagué, recibí el pedido y partí hacia la biblioteca, mis amigas me habían escrito para encontrarnos en un parque cerca de allí, después de la biblioteca iría a verlas.

—¡Hola, señora R! —la saludé apenas crucé las puertas de aquella inmensa biblioteca de estilo colonial, me acerqué a su escritorio y coloqué el libro sobre la superficie—. Aquí está, otra vez.

—Le haz sacudido el polvo una vez más, ¿eh? —me dijo con una sonrisa mientras miraba el libro en sus manos.

—Y vine por más, ¿Qué opciones tienes para mi hoy?

—A ver... Aún no haz terminado la saga de Cazadores de Sombras —dijo mirando un pequeño librillo en el cual solía anotar varias cosas.

—Tengo bloqueo de fantasía.

—¿Ciudades de Papel? —arqueó una ceja.

—Quentin me recuerda mucho a mi hermano.

—¿Quieres releer? —se quitó sus lentes he hizo el librillo a un lado y me miró fijamente con sus ojos grises.

—¿No tienes nada nuevo?

—Claro que si, pero no son tu estilo, Quinn. Te haz leído la mayoría de aquí, a excepción de uno —vale, ya sabía por donde iba.

—¿Y ése es...? —me hice la tonta.

Jane Eyre —mi cara se lo dijo todo—. No entiendo porqué no le das una oportunidad, te lo he recomendado muchísimas veces y siempre me dices que luego lo leerás. Ya va siendo hora de que lo hagas —me reprendió ceñuda.

—Vale vale, ya lo buscaré —levanté las manos en rendición—. Tú mandas, R.

Me aventuré en las repisas llenas de libros, busqué la sección en la que sabía que estaba el libro, lo visualicé y lo tomé, justo cuando lo retiré de la repisa en el pasillo contrario, una señora, (cerca de la edad de mamá) tomó el mismo y me sonrió.

—No te enamores del Sr. Rochester, por lo que más quieras, no lo hagas —sugiere.

—Si usted lo reelerá, supongo que ése consejo no le funcionó mucho —mi tono quizás fue algo amargo, no sabía como no ser tan... cortante. Sin embargo, la señora sonrió.

—Se lo he recomendado a mi hijo, llega hoy a la ciudad. Prefiero que lea un buen libro y no gaste todo su tiempo en videojuegos.

—Espero que le guste el clima, el libro y que encuentre nuevos videojuegos —intenté sonar amable—, Buen día —agregué y desaparecí de allí.

Volví al escritorio de Roset, planté el libro frente a sus ojos, sonrió y me miró, percibí un brillo de malicia en el gris de su mirada, pero no me miraba exactamente a mí, sino más bien detrás de mí. Eché un vistazo sobre mi hombro y ahí estaba la señora de hace un rato, de hace dos minutos exactos, sonriendo.

Maldición, ¿no sabía dejar de sonreír?

—Hola de nuevo, cielo.

—Eh, hola... señora —carraspeé y volví mi vista a Roset, le hice una seña del libro pareció caer en cuenta, lo selló y me dijo:

—El tiempo que necesites, estoy muy contenta de que al fin lo leas.

—Por obligación, pero sí —me reprendió con la mirada tomé el libro, le guiñé el ojo y me fui.

Estaba a punto de emprender mi camino al parque para reunirme con las chicas, pero la señora me alcanzó en la salida. Me había dicho que era muy atractiva he inteligente, también me ofreció hacerle compañia a su hijo y enseñarle la ciudad. Sin embargo, decliné su oferta y seguí mi camino.

Sí, muchas veces me había pasado que chicos quisieran invitarme a salir, tener una cita o que pidieran mi número, incluso chicas lo habían hecho en ocasiones, pero jamás uba madre desesperada en busca de una novia para su hijo. Me imagine al chico como uno de esos nerds con brackets, lentes y que por alguna estúpida razón siempre parecía tener resfriado, al menos era así como lo representaban en las series.

Pobre chico, que dura sería la secundaria.

Perdida en mis pensamientos, no me había fijado que ya estaba en el parque de no ser por el grito de Evolet, habría llegado a casa sin siquiera acordarme de ellas. Me acerqué a dónde estaba: sentada en uno de los bancos en el cual apoyaba su bicicleta, llevaba unos jeans cortos que dejaban sus piernas al descubierto y una franela negra con rayas blancas de mangas cortas y sus tenis a juego.

—Rápido, Amanda está por contestar —chilló emocionada.

—¡Holaaaa! —se escuchó del otro lado del teléfono la voz de Amanda.

—Hasta que por fin —aparecí en la pantalla junto a Evolet, reclamándole por su ausencia.

—En mi defensa, había estado muy ocupada.

—¿Follando con universitarios? —le preguntó Evolet, que ensanchó la mirada.

—Hay muchos de tez oscura, no me negaría a ninguno nos reímos todas, hablamos de todo un poco. Ellas más que yo, claro está.

Amanda y Evolet eran lo más cercano a «mejores amigas» que tenía, una era tímida y la otra escandalosa. Amanda era un año mayor que yo, por lo que estaba cursando estudios universitarios, en Florida.

Evolet, a pesar de ser un año menor que yo, había destacado siempre en sus calificaciones y por ello cursamos el mismo año, íbamos en distintas secundarias pero nunca había sido un impedimento para estar siempre al pendiente la una de la otra.

Nunca habíamos pasado tanto tiempo separadas. Sin embargo, Amanda había decidido ausentarse unos días en sus clases para poder asistir a nuestras graduaciones, que se llevarían a cabo ése mismo año al finalizar el curso.

Ellas hablaban de amor y chicos, mientras yo me mantenía al margen. No era un tema que me llamará la atención verdaderamente, siempre había sido fiel creyente de una frase que yo misma había inventado.

«El amor, déjalo para los libros y películas, sólo sabré que es real sino lo siento yo»

Claro que sí me había enamorado, pero los resultados no habían sido los mejores, por ello, prefería vivir siendo la espectadora de esa clase de historias que la protagonista. El móvil vibró en mi bolsillo, notificando la llegada de un mensaje. Era mamá, revisé la hora «10:08 am» aún era temprano. Raro, pero abrí el mensaje.

Cuando estés de regreso,
pásate por la panadería de Giorgio y trae algunos muffins para el postre de la cena de hoy;)

10:08 am

No hay problema.

10:08 am

Junto a Evolet hablamos otro rato más con Amanda, que tuvo que despedirse porque debía entrar a clase, pero prometió volver a llamar en la noche para hablar hasta altas horas de la madrugada.

¡Genial! Otro día sin dormir.

Iba caminando acompañada de Evolet que manejaba su bicicleta a mi lado, no paraba de hablar de un chico del que se había enamorado en Instagram hace unas semanas atrás. ¿La buena noticia? Al menos conocía al chico. ¿La mala? En el pasado el chico había estado colgado por ella y ella en ese entonces lo había rechazado. ¡Que gran karma de mierda estaba pagando ahora!

—¡Mira! —señaló un carrito de helados en la esquina—. Vamos por unos helados —puso cara de perrito abandonado.

Bueno, yo tenía un pájaro.

—No creo que sea buena ide...

—¡Señor! —empezó a gritar como urraca, intentando llamar la atención del heladero.

—Evolet, cierra la boca —murmuré viendo como todos nos miraban.

—¡Oigaaaa! ¡Queremos unos malditos helados!

¡Jodida vida! Podía ver las miradas despectivas de los ancianos, incluso una madre le tapó las orejas con sus manos a su hijo luego de... No matarnos, ¡No! Había sido peor, nos había sepultado de una vez.

Basta de esto. Yo era la única que sepultaba a los demás con la mirada, nadie me ganaría en eso.

Tomé mi dedo pulgar y medio, los llevé a mi boca y silbé fuertemente, logrando llamar la atención del hombre que volteó como la niña del exorcista en nuestra dirección. Al menos así lo había visto yo. Evolet corrió con su bicicleta para alcanzarlo, mientras ella pedía los helados, yo caminaba lo más rápido posible para llegar a su lugar.

—Muy bien, creo que ahora sí necesito ése hela... —justo cuando lo iba a tomar entre mis manos, un idiota pasó corriendo con unas maletas, maletas las cuales pisaron mis pies.

Grandísimo hijo de su...

Lo peor de todo era mi suéter, parecía popo de unicornio, rosa y blanco, la frase motivadora que llevaba había desaparecido, me miré atontada. Estaba procesando los hechos.

¿Pero qué ha pasa'o?

—Pero que... idiota —masculló Evolet mientras me ayudaba a limpiarme torpemente con una servilleta.

—Olvídalo —me quité el suéter. Suerte que debajo llevaba una blusa, por si llegaba a hacer calor.

De hecho, hacía frío.

Ja, ja. Muero de risa.

Amargada.

Seguimos andando, llegamos a la panadería, compramos los muffins. Me despedí de Evolet y regresé a casa, podía sentir mi pecho y abdomen pegajoso. Debía darme una ducha cuanto antes.

¡Maldito seas, Maletero!

Ayudé a Quira con la mesa, subí y me di una buena ducha. Baje de nuevo para almorzar junto a mamá y luego fui a la sala a hacer mis deberes. Mañana debía ir a la secundaria y por la tarde iría al club de lectura, coloqué música y perdí la noción del tiempo estudiando.

Llegó la noche y una vez más cenamos juntos. Como de costumbre, hablamos, todos se fueron y yo subí a mi habitación, me acosté y pasé toda la madrugada hablando con las chicas. Les conté de mi raro episodio en la biblioteca y Evolet le habló a Amanda de lo que había pasado con el helado y entre todas, con risas, esa noche insultamos al chico de las maletas hasta el cansancio.

Lo que me recordaba que mañana tendría que lavar el suéter.

¡Increíble! Gracias, chico de las maletas.

***

Volví, pero ¿saben qué? Doble actualización. Siga bajando que todo apenas comienza.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro