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Capítulo único

—¡Arruinaste mi puto trabajo por completo!

—¡Ya dije que lo sentía!

—¡Y una mierda!

—¡Te invito el almuerzo!

—¡Te tomo la jodida palabra!




















...esperen, nos estamos adelantando a todos los hechos. Primero veamos cómo llegamos a esta situación.

[...]

Horas antes.

Kirishima había despertado aquella mañana con el sonido inconfundible de su alarma, teniendo que estirar un brazo con el sueño revoloteando en sus pestañas para apagar aquel incesante sonido. Se irguió sobre la cama soltando un bostezo y estiró los músculos con pereza. A pesar de haber dormido las horas necesarias si que se sentía cansado, quería seguir durmiendo.

Ugh... pero, todavía tiene que ir a clases.

Se levantó entonces, cambiándose de ropa y tomando sus cosas antes de bajar al primer piso de su casa, saludando a su madre antes de desayunar algo ligero y partir.

En el camino se topó con su mejor amigo, Kaminari Denki, con quien compartió el resto del camino entre charlas amenas y risas ocasionales hasta que llegaron a las puertas del instituto.

—¿Qué materia tenemos a primera? —preguntó el rubio mientras caminaban por los pasillos en dirección a su salón de clases.

—¿En serio no sabes los horarios? —le devolvió la pregunta Eijiro con una expresión incrédula en el rostro. Le parecía increíble que, incluso después de casi medio año de clase, no supiera los horarios de las materias.

—Si, bueno... sabes que no le presto mucha atención a eso —Denki se encogió de hombros mientras abría la puerta de su salón.

—Es verdad —coincidió —. Respondiendo a tu anterior pregunta, creo que tenemos matemáticas.

Kaminari soltó un bufido, rodando los ojos a un lado, e incluso hizo el amago de querer salir de la clase, pero el profesor había llegado en el momento justo, mandando a sentar a ambos alumnos antes de iniciar con la clase del día.

Como cualquier día, de hecho, en la rutina de Kirishima.

[...]

El primer timbre había tocado como el sonido liberador de toda una tediosa hora de matemática, y Kaminari había sido el primero en saltar —literalmente— hasta el banco de su amigo azabache para comenzar una charla sobre el último videojuego que había salido para la play station.

A Kirishima no le importó mucho, de igual forma, y prefirió aprovechar los pocos minutos de descanso que tenía para ir al baño y lavar su rostro cansado.

Mientras caminaba por los pasillos podía sentir las risas disimuladas de algunos de los alumnos que, como él, también estaban en los pasillos. Y no solo unas cuantas risas, sino también los comentarios poco disimulados que soltaban a sus amigos. Eijiro había aprendido a ignorarlos la mayoría de las veces con sonrisas amplias y gestos amistosos, pero sabía que en su interior la cosa no se manejaba de la misma manera. Sabía que, incluso cuando trataba de fingir que no era así, los comentarios a sus espaldas le afectaban de alguna forma.

No era por nada, después de todo. Para Eijiro su sexualidad siempre le resultó muy clara, desde la edad de los doce años sabía perfectamente que ninguna chica iba a interesarle nunca. Más aún cuando había empezado a tener sentimientos por un viejo amigo de su barrio. Su madre ya sabía de este hecho, pues se lo había dicho ya hace un tiempo, y ella lo supo comprender y aceptar. Aunque le advirtió que no todo el mundo sería igual de abierto sobre el tema, eso sí lo tenía realmente claro en su mente. Pero nunca fue un impedimento a su vida, incluso después de expresar abiertamente que era un chico homosexual. Era gay. Marica. O como quieran decirle.

No recibía nada más que algún comentario al respecto, así que Kirishima no le soltaba drama al tema.

Llegó pronto al baño —más de lo que creyó— y prosiguió a mojarse el rostro con algo de agua de la canilla, pasándose una mano por el rostro mojado. Alzó la vista al espejo frente a él y trató de mostrarse a sí mismo un poco más de seguridad. No dijo nada solo... estuvo allí, en silencio, observándose a través del vidrio. Cuando pensó que había pasado suficiente tiempo secó sus manos con algo de papel que había a un costado del lavabo. Luego se dio la vuelta.

Estaba a punto de salir cuando un grupo de chicos entraron al baño entre risas. Uno de ellos cruzó miradas con él y la sonrisa antes puesta en sus labios desapareció totalmente. Su expresión, en cambio, se volvió asqueada, chocando su hombro para abrirse camino.

—Cuidado, puede que te pase lo marica si lo tocas —advirtió su amigo mientras reía junto al resto.

—Me da asco que tenga que entrar al mismo baño que este rarito —se escuchó que decía otro.

El tercero empujó el cuerpo estático de Eijiro, quien no había podido moverse después de que el grupo entrara.

—¿No dirás nada, hm? —preguntó mientras se inclinaba para verle —. Awww, ¿vas a llorar?

Los chicos empezaron a reír cuando Kirishima apretó los puños y los restregó por sus ojos, quitando el rastro húmedo que amenazaba en convertirse en lágrimas. Entonces, ignorando aquellas personas que solo soltaban burlas y risas, salió del baño en dirección al salón.

Respiró hondo y dibujó una sonrisa en su rostro, entrando en el aula donde Kaminari parecía esperarle.

—Bro, ¿estás bien? —preguntó Kaminari de pronto, mirando al pelirrojo con ligera preocupación.

Kirishima negó con una fina sonrisa en sus labios, evitando preocupar a su amigo.

—No es nada.

Denki entreabrió los labios dispuesto a insistir un poco más sobre el tema, aunque fue rápidamente esquivando, dejándolo con todas las palabras muertas en la boca.

Kirishima se dejó caer en su pupitre. Después soltó un ligero suspiro tembloroso que le dio el tiempo justo para recomponerse del todo antes que el siguiente profesor pasara el umbral de la puerta anunciando el inicio de la siguiente clase.

[...]

Para la hora del almuerzo Kaminari había decidido arrastrarlo hasta la cafetería, y como Kirishima para ese entonces había logrado recomponer gran parte de su ánimo, solo se dejó llevar por su rubio amigo.

Primero habían tenido que esperar diez minutos para ser al fin atendidos, y cuando por fin consiguió su tan ansiado café con leche y su bandeja de comida, Kaminari lo volvió a arrastrar hasta el enorme patio que disponía el edificio. Ambos muchachos iban muy concentrados en su charla, que ninguno fue capaz de notar a la persona de enfrente hasta que Kirishima tuvo la desgracia —e increíble mala suerte— de chocar contra él y volcar su café sobre los papeles que llevaba el desconocido consigo.

—Auch —Kirishima apretó un ojo y se sobó la zona afectada por el golpe. Miró abajo y fue inevitable no soltar un quejido cuando vio su café sobre el suelo. Luego reparó en las consecuencias de su despiste y su boca se abrió en una perfecta «o» —. Oh, yo... lo lamento, enserio, no te vi. Eh...

El chico frente a él frunció el ceño confundido, hasta que miró los planos que estaban en el suelo y soltó un grito furioso mientras su rostro se desencajaba por la rabia.

—¡Arruinaste mi puto trabajo por completo! —le gritó enseguida.

Kirishima parpadeó antes de observar los papeles en el suelo que poco a poco iban absorbiendo todo el café derramado. Y, oh, resultaron no ser simples papeles comunes.

Carajo.

—Yo... en serio lo siento mucho.

—¡Era mi maldito trabajo para hoy, claro que lo sientes, bastardo! ¡Voy a matarte!

—¡Pero- ya dije que lo sentía!

—¡Y una mierda! —renegó. Sus ojos refulgían en ira y su mandíbula apretada junto a sus puños no le daban buena señal. Kirishima temía que el extraño quisiera golpearlo después de esto —. ¡Estuve un jodido mes trabajando en esto, maldición!

Apretó los ojos tratando de pensar en algo que pudiera hacer para que el contrario le deje de gritar, ya que eso lo estaba poniendo nervioso. De hecho, se sentía intimidado. Y mucho.

Miró su vaso de café en el suelo y suspiró, volviendo a alzar la vista con determinación.

—¡Te invito el almuerzo! —gritó, siendo su voz la que pasó por arriba de los gritos contrarios y lo hicieron parpadear.

—¿Qué?

—Te invito el almuerzo como disculpa, por favor —pidió.

El extraño miró sus planos una vez más antes de pasarse una mano por toda la cara y bufar exasperado.

—¡Bien! —concedió —, ¡te tomo la jodida palabra!

Kirishima sonrió y el chico tomó los papeles antes de secarlos un poco y enrollar los para así comenzar a caminar en dirección del comedor. En eso miró a Denki, quien le negaba con la cabeza repetidas veces mientras el pelirrojo asentía con un brillo especial en los ojos. Un brillo que Kaminari no había visto hace años en los ojos de su mejor amigo, y por esa misma razón temía lo que llegara a suceder después.

Volteó la vista una última vez hacia atrás y esbozó una sonrisa, tratando de decir con ese simple gesto que estaba bien, y apaciguar, de algún modo, la extraña preocupación en los ojos de su amigo. Aunque el rubio no se vio muy convencido al respecto. Luego corrió el pequeño tramo tras el malhumorado chico y así caminar juntos.

Una vez llegado al comedor junto al extraño, pidió dos nuevas bandejas de comida. Ambos tomaron asiento en una mesa apartada del resto y decidieron comer antes de que el recreo decida terminar.

Eijiro separó sus palillos y empezó a comer con algo de lentitud, inquieto. Pensó en divagar con la vista para evitar así pensar tanto en las cosas que estaban sucediendo, y de algún modo, terminaron coincidiendo en dirección del rostro contrario.

Era guapo, debe de admitir. Muy guapo.

Tenía el cabello color cenizo en picos en todas direcciones, piel clara, ojos rojos rasgados y un aura bastante imponente. Tenía la voz grave y ronca, o al menos así parecía cuando le dirigió la palabra a gritos hace unos minutos. Ahora estaba totalmente en silencio mientras comía de su tazón de fideos.

—¿Qué? —Preguntó hosco. Kirishima se crispó, el cenizo frunció el ceño sin dejar de verlo —, ¿tengo algo en el maldito rostro o qué?

—No es eso... —titubeó, apartando su vista y removiéndose de forma incómoda sobre el banco.

—¿Entonces? —alzó una ceja, esperando una respuesta.

—Es que... me preguntaba si, bueno, cuál sería tu nombre —soltó al final seguido de un suspiro algo abatido, volviendo a mover sus ojos hasta toparlos con los contrarios. Eran lindos, pero bastante filosos.

El cenizo sonrió mientras se erguia en el banco, apoyando un codo en la mesa mientras sostiene sus palillos y le apunta, mirando desde arriba a Eijiro.

—¿Y por qué crees que te lo diré? —preguntó socarronamente.

Kirishima bajó la cabeza y trató de pensar en algo, aunque nada logró llegar a su cabeza pese al esfuerzo que hizo. Simplemente no vio una razón por la que el cenizo deba decirle su nombre. Al final apretó la boca en una fina línea y sonrió pequeño, encogiéndose de hombros.

—No lo sé —respondió finalmente.

El extraño bufó con ¿decepción? Y terminó de comer, dejando todo sobre la bandeja antes de tomar sus cosas y levantarse con la misma entre las manos.

Eijiro se quedó sentado en silencio después de que el cenizo se fuera, pensando. Ni siquiera se había despedido pero...

Definitivamente quería seguir conociéndolo. Quería, aunque sea, saber su nombre.

[...]

El día había llegado bastante rápido a ojos del pelirrojo y, como todo un buen día soleado, el rostro de Kirishima reflejó los cálidos rayos con una sonrisa amplia y animada.

Kaminari, quien estaba a su lado, entrecerró los ojos e hizo una mueca.

—Bro, si sigues así opacarás mi belleza natural —se quejó con algo de pesadez.

Kirishima parpadeó, borrando la sonrisa de a poco para darle paso a una expresión más confundida e inocente. Kaminari soltó una carcajada antes de palmear su hombro.

—Podrías atraer a muchas mujeres con todo tu carisma —soltó Kaminari con una sonrisa entre los labios.

—Sabes que no bateo para ese lado —murmuró Kirishima entre confuso y divertido. El rubio soltó un suspiro de agradecimiento bastante exagerado.

—Y eso lo considero todo un alivio, mi amigo —Kaminari pasó su brazo por los hombros de su bro mientras seguían caminando —. Porque si no no sé qué haría si las chicas terminan mirándote a ti todo el día.

Kirishima viró los ojos antes de soltar una risa leve, siguiendo con su camino hacia el instituto.

Los días habían pasado bastante rápido después de que Kirishima se topara con aquel rubio cenizo la última vez y, desde ese día, no ha podido encontrar una buena excusa para volver a hablarle. Sinceramente ni siquiera sabía cómo hacerlo si se llegaban a encontrar, puesto que se ha estado sintiendo demasiado atraído por el chico y no está seguro de saber si el cenizo le resultará siquiera cómodo su presencia gay.

Aunque algo que ha notado Eijiro desde la última vez es que, ahora que conocía su rostro y ya no era un completo extraño, empezó a asociarlo mejor y verlo más seguido en las instalaciones del edificio. Lo que resultó ser curioso, de hecho, ya que antes de que se cruzaran ni siquiera tenía una idea de que aquel chico existiera.

Mientras ambos iban caminando por los pasillos, Kirishima recordó que se había olvidado su libro de matemáticas, por lo que llamó la atención de Kaminari mientras detenía sus pasos.

—Bro, adelántate, recordé que olvidé el libro en mi casillero —le dijo Kirishima, a lo que Kaminari se dio la vuelta para verle —. Te veo en clase.

—Está bien —aceptó, empezando a caminar solo hasta su salón.

Kirishima se dio la vuelta y volvió sobre la mitad de sus pasos hasta llegar a su casillero y sacar su libro casi con apuro. El timbre recién había sonado y el profesor solía ser algo estricto con la llegada tarde a clases, por lo que temía demorar más de lo necesario con eso. Sacó el libro de ejercicios de su casillero, lo metió a la mochila y se dio la vuelta dispuesto a correr de vuelta cuando chocó contra el pecho de una persona, por lo que alzó la vista con una sonrisa pequeña y una disculpa que se murió en su garganta apenas reconoció al sujeto contra el que se había topado.

—Ah —soltó el contrario, mirando desde arriba al pelirrojo —, pero si es el maricon de primero —se burló, recibiendo risas de fondo.

Kirishima se sintió pequeño de pronto y enseguida quiso escapar. En ese momento un brazo lo detuvo.

—¿A dónde vas, hm? —canturreó con aquel asqueroso tono de superioridad, empujando su cuerpo de nuevo a los casilleros. El impactó ocasionó un sonido metálico que hizo eco sobre el desolado pasillo —, ¿tan apurado te encuentras?

—Si, yo... —Kirishima tragó saliva, apartando la mirada —, eh... tengo que entrar a clases, así que si me permiten pasar... —volvió a tratar de esquivarlo pero el contrario lo volvió a empujar contra la pared. Kirishima soltó un quejido ahogado y no se volvió a mover.

—¿De verdad? Eso sería una pena.

—Si —secundó otro de fondo —, ¿por qué no nos divertimos un rato?

Varios de los chicos asintieron de acuerdo, donde uno de ellos le quitó la mochila que traía colgada en su hombro y empezaba a tirar todo lo que se encontraba dentro, desparramando todos los útiles de Eijiro por las baldosas de aquel pasillo. Como el timbre ya había sonado era lógico decir que no había absolutamente nadie pasando por allí, por lo que les daba pase libre a los chicos de segundo y tercero para molestar al pelirrojo y hacerle de su día una mierda total.

Kirishima en ningún momento se movió, apretando fuertemente su labio hasta hacerlo sangrar con sus dientes y retener las lágrimas que se estaban acumulando en sus bellos ojos rojos.

La primer lágrima silenciosa cayó al suelo al escuchar todo lo que esos chicos decían de él. Uno de ellos —que poseía el cabello castaño oscuro y era notoriamente más alto que el resto— notó el estado de Kirishima, por lo que no evitó la risa hiriente que se escapó de sus labios.

—Miren, el marica está llorando —señaló él, por lo que todos dirigieron su vista al pelirrojo y le vieron con fingida lástima y sonrisas burlonas.

—¿Tan pronto vas a ponerte a llorar? —preguntó el que sería el líder del grupo, empujando el pecho de Kirishima con su mano.

—No me toques —murmuró Eijiro, manteniendo su cabeza gacha.

—¿Qué? No te escuché, hablas tan bajo que es difícil entenderte, ¿sabes? —se burló el líder, riendo junto a sus amigos —. ¿Que no te toque? ¿Es eso?

El pelinegro empezó a molestarlo, tocando su frente con dos de sus dedos de forma bruta, provocando que Eijiro empiece a irritarse. El enojo no tardó en burbujear desde su interior hasta escalar por su garganta y manifestarse cuando el pelirrojo decidió empujarlo con fuerza.

—¡Dije que no me toques! —gritó Eijiro. Las lágrimas bajaban por sus mejillas y caían al suelo.

Lejos de sentir alguna especie de lástima, el líder se enfureció.

—Con que te crees muy listo, ¿eh? Ahora vas a ver... —murmuró el pelinegro con rabia, apretando su puño con fuerza antes de alzarlo completamente dispuesto a golpearlo.

Kirishima apretó los ojos y se encogió con temor esperando la paliza que le darían esta vez por atreverse a empujar al líder del grupo. Pero el golpe nunca llegó. Parpadeó confuso y alzó la vista, lo que le sorprendió descubrir que el puño del chico que le iba a pegar estaba apresado por la mano de otra persona.

Entreabrió la boca por la sorpresa y presenció con sus propios ojos cuando el mismo cenizo a quien le había invitando el almuerzo hace varios días estaba defendiéndolo de aquellos matones. Apenas podía creerlo cuando el cenizo tiró de la mano del chico y le golpeó la nariz lo suficientemente fuerte como para que empezara a brotar sangre. Se giró al resto.

—Si le vuelven a molestar un diente será lo mínimo que van a perder, ¿entendieron? —amenazó el de ojos rojos, mirando con el ceño fruncido a cada uno de ellos.

El líder se cubrió la nariz con una mano antes de ver al cenizo con odio.

—¿Rescatando a tu princesa, Bakugo? —escupió con odio —. Vaya que caíste bajo por un maldito gay —se burló antes de irse seguido de sus amigos.

El cenizo —de nombre Bakugo, al parecer— volteó su rostro hacia él cuando los demás se fueron, lo que provocó que Eijiro se crispe y algo en su interior de un vuelco. Su expresión se suavizó por un segundo antes de volver a fruncir su entrecejo, mirando el desatre que había en el suelo.

Bakugo se agachó y empezó a recoger algunos de los útiles a su alcance antes de entregárselos a Eijiro junto a la mochila. Kirishima, quien seguía algo ido, reaccionó al sentir el peso de su mochila sobre las manos, por lo que alzó su vista al cenizo algo atónito.

—¿Por qué dejas que esos idiotas te golpeen? —preguntó Bakugo en algún momento, sonaba fastidiado. Se acomodó la mochila al hombro, pasando sus ojos por todo el cuerpo del pelirrojo.

Kirishima bajó la mirada a sus manos y se encogió de hombros sin ganas.

—Supongo que... espero que algún día se aburran y me dejen en paz —murmuró queriendo sonar desinteresado, aunque su voz terminó con un timbre más amargo rendido. Él mismo sabía lo mucho que este tipo de situaciones lo afectaban y, sin embargo, no hacía nada para detenerlos.

Bakugo arrugó el ceño —. ¿Acaso no sabes defenderte, idiota?

—Me iría mucho peor si lo hago...

—¿Ya lo intentaste una vez, no es así? —inquirió esta vez, suavizando apenas su expresión y usando un tono de voz más delicado.

Kirishima no dijo nada, prefiriendo clavar sus ojos en cualquier otro sitio —esta vez en el piso— para evitar así el contacto directo. Bakugo suspiró, eso fue todo lo que necesitó para saber la respuesta del pelirrojo.

—Lávate la cara esa que tienes, luego ve a clases. Tch, yo ta estoy llegando tarde por tu culpa —gruñó el cenizo sin enojo, comenzando a caminar en la dirección contraria.

—Lo lamento... —murmuró arrepentido. Bakugo chasqueó la lengua, girando parte de su torso para verlo.

—No te estoy culpando, idiota, solo ve a lavarte tu tonta cara y luego ve a clases —le dijo, luego una sonrisa se formó en su rostro —. Y si en verdad estás arrepentido, entonces invitame el jodido almuerzo la próxima vez.

Bakugo reanudó su camina sin esperar la respuesta que le sería dada.
El contrario simplemente alzó la cabeza con sorpresa, observando la espalda del cebuzo cuando comenzó a alejarse por el pasillo, y poco a poco una sonrisa se fue abriendo paso entre sus labios. Ahora renovado de energía.

—¡Si, por supuesto!

[...]

El acercamiento que hubo entre ambos después de aquella vez pudo haberse considerado algo increíble si hablamos de Bakugo Katsuki —Kirishima fue capaz de averiguar su nombre completo, lo cual le hacía sentir orgulloso—, un chico de carácter completamente explosivo y rabioso. Aunque Eijiro había descubierto que era, en realidad, una buena persona. Honesto y amable a su manera, pero el punto es que lo era.

Bakugo pertenecía al segundo grado de Arquitectura y Empresarial, por lo que le hacía un año mayor que el pelirrojo. No le molestaba, de igual forma, ambos siempre encontraban la manera de verse en los recreos o comer juntos en los almuerzos.

Bueno, aunque no todo surgió de pronto. Kirishima debía admitir que, para conseguir que el rubio permita que se siente a su lado en el almuerzo, tuvo que hacer un increíble esfuerzo. Le llevó varios días, pero ahora ya no le gritaba o ignoraba cuando se sentaba a su lado con su bandeja en mano.

Aveces incluso esos pequeños detalles en su actitud le hacían sonreír con felicidad, haciendo que se sintiera especial. Después de todo, Kirishima era el único quien a Bakugo no parecía importarle tener cerca. Eran esos mismos detalles que lo hacían sentir especial, porque era el único que lo conseguía. Y no solo era felicidad lo que bullia en su interior, esto era un sentimiento más profundo y cosquilliante.

Las famosas mariposas quedaba corto.

Y era porque estaba completamente enamorado de Bakugo Katsuki.

Tenía tanto miedo como emoción, si debía ser sincero. Bakugo sabía —al igual que la mayor parte de la institución— que él era gay, y era algo que nunca le molestó expresar. Pero había algo que si pasaba, y era ese revoltoso sentimiento de temor por las reacciones. La mayoría eran indiferentes —para su suerte—, otras eran de asco y desprecio —como muchos alguna vez le mostraron— y otras eran amigables, como Kaminari y algunas personas más de su salón y otros talleres.

Pero era ahora más que nunca que sentia temor, y no por cualquier reacción, sino por la de Bakugo. Al cenizo no le importaba que fuera gay, incluso se lo había gritado una vez. Pero... no era lo mismo tener un amigo gay a tener un amigo gay que guste de ti.

¿Cómo se tomaría eso Bakugo al saberlo?

¿Cómo sería su reacción? ¿Lo despreciaría también? ¿Le daría asco después?

Quizás no pase nada de eso y lo rechace amablemente —un dudoso desenlace para lo caótica que era la mente de Kirishima y los innumerables escenarios desastrosos que había imaginado—, pero sabía que su amistad tampoco volvería a ser la misma. Su relación cambiaría; quizás se distancien un poco, quizás solo hablen menos después o quizás prefiera a otra persona.

No importaba, porque Kirishima estaba seguro que nunca le correspondería.

Suspiró.

—¿Bakugo, verdad? —Kaminari adivinó con resignación, mirando a su amigo mientras se metía otro pocky a la boca.

No respondió al instante. Aunque tampoco hacía falta, porque Kaminari sabía —desde hace ya dos meses— que se trataba de eso incluso si el contrario lo negaba.

—Bro, ya te lo dije mil veces: tienes que confesarte —le dijo Kaminari, volviendo a sacar otro dulce del paquete.

Los ojos rubí de Kirishima se alzaron con terror hasta su amigo, negando con su mirada a lo dicho por su bro.

Kaminari suspiró cansado y se estiró contra el colchón de la cama.

—Si sigues así no obtendrás nada, solo dudas. Deberías arriesgarte de una vez.

—¿Y si me rechaza? —preguntó asustado, encogiéndose aún más sobre la cama de su habitación —. No creo poder vivir con eso...

—¿Y qué? Al menos lo intentaste, después la vida sigue, Kirishima. Quizás Bakugo no sea el indicado y después llegue alguien mejor, así que no deberías sentirte mal —aconsejó. Su rostro estaba serio mientras dejaba el paquete con los últimos pockys y lo enfrentaba como nadie más había hecho —. ¿Y si Bakugo en verdad te ama y por andar ocupado pensando en tus inseguridades se consigue a alguien más? Entonces estarías desperdiciando una oportunidad única y sería solo tu culpa.

Kirishima aflojó el agarre de sus manos para sacar la cabeza de entre sus piernas, mirando a Kaminari directamente a los ojos.

Quizás tenga razón... pensó.

La comisura de sus labios se elevaron apenas, dejando al descubierto una pequeña sonrisa de agradecimiento.

—Gracias bro.

—Anda, no es nada. Ahora continuemos con nuestra partida —Kaminari se volvió a acomodar contra la cama y le pasó su control, quitándole el pausa al juego para reanudar donde lo habían dejado.

La partida logró distraer a Kirishima por el resto del día, y así su mente pudo sentirse tranquila después de estar casi una semana pensando en tonterías.

[...]

Al siguiente día de clases Kirishima había salido a buscar a Bakugo después de recibir varios comentarios de apoyo por parte de su mejor amigo, alentándolo para confesarse antes de que el recreo termine. Sabía que este día el cenizo estaría saliendo al estacionamiento para sacar su moto y luego irse a casa —resultó ser que le faltaron dos profesores—, por lo que se apresuró a salir.

Al pasar corriendo por el patio trasero chocó con alguien.

Eijiro alzó la vista dispuesto a disculparse antes de continuar su carrera, más las palabras quedaron atracadas en su garganta tras ver a la persona con quien se había topado.

—Vaya, Kirishima —sonrió Kai, el mismo chico que siempre lo molestaba. El pelinegro perteneciente al taller de Mecánica de segundo año. Hacía bastante tiempo que no lo veía, principalmente después de que Bakugo le golpeó la nariz en los pasillos. Le parecía extraño haberse topado con él cerca del estacionamiento  —. ¿Qué haces por aquí? ¿Yendo a buscar a tu príncipe? Qué lástima, él ya se fue. Lo acabo de ver ponerse el casco y salir con la moto.

Kirishima tragó saliva y retrocedió dos pasos por cada uno que el contrario daba, terminando contra una de las paredes. Kai sonrió con malicia. E hizo que los huesos de sus dedos suenen cuando apretó su propio puño, listo para golpear al pelirrojo.

Eijiro buscó con la mirada a los lados, pero la parte donde ambos solía ser donde los estudiantes menos transcurrían, y menos cuando el timbre ya había sonado y todos estaban en clases.

Tenía miedo ahora, mucho miedo.

La última vez que había recibido una paliza del pelinegro la había llevado muy mal, y tuvo que mentirle a su madre y a Kaminari para no preocuparlos, puesto que ninguno de los dos sabía que él recibía golpes y burlas a menudo. No quería mentirles más, tampoco quería ver a Bakugo mañana y que pregunté qué mierda le sucedió. No quería.

Mostrando una última sonrisa altanera el pelinegro alzó el puño y lo dirigió con fuerza contra el rostro de Eijiro, quien a penas le había dado el tiempo de subir sus brazos para cubrirse.

—Tch, ¿por qué no te mueres de una vez, eh, maldito marica? En serio me da asco que gente como tú venga a la misma escuela que yo. Me repugna.

Otro golpe fue directo a él, y lo único que pudo hacer para defenderse fue mantener sus brazos alzados y los ojos apretados para no dejar escapar las lágrimas.

—Sería más sencillo si desapareces, ¿sabes? Le harías un favor a muchos —le escupió con una sonrisa en su rostro, golpeado otra vez a Kirishima.

El pelirrojo soltó un jadeo cuando el aire se fue de sus pulmones a causa del siguiente golpe contra su estómago, apretando nuevamente los ojos para que las lágrimas no nublaran su vista. Kirishima soltó un lloroso, sin poder evitar sentirse mal por toda la mierda que siempre le escupia Kai y sus amigos.

—¿Ya estás llorando? —rió de manera despectiva —, en serio que eres patético.

Antes de que el siguiente puñetazo impactara directamente en su rostro, otra persona se apareció para detenerlo. Kirishima alzó la vista confundido cuando no sintió dolor alguno y se sorprendió al encontrarse con Bakugo parado mientras sostenía el puño del pelinegro.

El chico apretó los dientes para no soltar un siseo por la presión que Katsuki ejercía e hizo fuerza para librarse. Bakugo tenía el ceño fuertemente fruncido y una expresión caótica. Sus ojos rojos brillaban tanto como una fogata gracias al instinto asesino que quemaba contra su pecho.

Kirishima se encogió en su lugar, soltando un lloroso involuntario por el dolor muscular que los golpes le habían dejado. Bakugo giró una parte del torso para verlo y, casi un segundo más tarde, su ceño se frunció aún más de lo que estaba antes. Luego se dirigió al chico frente a él con puro odio.

—Creí haberte dicho que si lo volvías a molestar te partiría los malditos dientes —gruñó el cenizo, apretando los puños antes de abalanzarse sobre Kai y golpearlo directo en el rostro.

El chico trató de esquivar sus ataques pero le fue imposible ya que Bakugo era veloz y certero, golpeándolo tan rápido que el tiempo no le dejaba respirar, mucho menos pensar. Uno tras otro. No duró demasiado cuando de su labio y nariz ya había empezado a bajar la sangre. Y como Bakugo no quería ser expulsado y que le hagan algo a Eijiro, lo dejó en el suelo mientras lloriqueaba adolorido.

Kirishima seguía en el suelo, sentado sobre el césped. Tratando de esconder el rostro entre sus rodillas. Aunque eso no había sido un impedimento para asomarse y ver lo que había sucedido con el chico que ahora sangraba en el suelo mientras trataba de levantarse e irse. Bakugo suavizó su expresión antes de voltear hacia el pelirrojo.

—Levántate, te llevaré a casa.

[...]

Kirishima suspiró de forma temblorosa antes de dejar que su frente cayera en la espalda del ceniza, sintiendo las pequeñas ráfagas de viento menear su cabello. Sus brazos se envolvieron un poco más sobre la cintura del piloto mientras este conducía su moto por las calles de la ciudad, siguiendo las indicaciones del pelirrojo. En su pecho se revolvía un sentimiento miserable, agotado y decaído. El cuerpo —especialmente los brazos— aún le dolían, pero nada se comparaba al dolor que sentía internamente por culpa de las palabras que le había lanzado aquel chico mientras lo golpeaba.

«¿Por qué no te mueres de una vez, eh, maldito marica?» recordó, sintiendo sus ojos humedecerse nuevamente «, en serio me da asco que gente como tú venga a la misma escuela que yo. Me repugna».

Kirishima suprimió el lloroso que quiso escapar de su garganta y apretó los ojos mientras abrazaba con un poco más de fuerza el cuerpo de Bakugo, quien iba lo suficientemente enfrascado en el camino como para prestarle atención a lo sucedía detrás de él.

«Sería más sencillo si desapareces, ¿sabes? Le harías un favor a muchos».

Entonces las lágrimas comenzaron a bajar una vez más por sus mejillas, y Kirishima ya no pudo seguir fingiendo ser indiferente al respecto.

La moto se detuvo poco tiempo después frente a la casa del pelirrojo, así que Kirishima se bajó con cuidado mientras murmuraba un casi apagado «gracias» hacia el cenizo. Bakugo chasqueó la lengua y se quitó el casco mientras se bajaba de su moto.

Kirishima trató de no conectar sus miradas. Seguro se veía patético ahora mismo.

—Hey, ¿hay alguien en tu casa? —preguntó Bakugo mientras miraba la casa en completo silencio.

Negó con su vista clavada en el suelo.

—Mamá no llega hasta la tarde por el trabajo —Kirishima contestó. Su voz se oía igual de apagada.

—Bien —Katsuki dejó el casco dentro de la moto y le quitó la llave, avanzando por el pequeño camino de porlan hasta la entrada seguido de un extrañado pelirrojo —. Me quedaré un rato, a menos que quieras que me vaya.

Kirishima volvió a negar y se apresuró a sacar las llaves de la casa para abrir la puerta, adentrándose en la casa antes de hacer pasar al cenizo. Eijiro tomó asiento en el sillón que había cerca de la ventana y daba vista a la calle luego de haberse sacado sus zapatos, y observó a Katsuki.

Bakugo tomó asiento en el pequeño sillón de enfrente y cruzó los brazos.

—¿Por qué no te defendiste? Más bien, ¿qué mierda hacías allí después del recreo? —el cenizo frunció el ceño, su voz se oía molesta, aunque no era necesariamente dirigida a él.

Kirishima, aún así, bajó la cabeza. Se sentía como perro regañado, con la cola entre las patas. Solo que en esta ocasión también venía acompañado de pena y cierto grado de tristeza.

—Te estaba buscando —murmuró apenas —, quería decirte algo.

Bakugo se pasó una mano por el rostro y suspiró, como si tratara de mantener la compostura. Kirishima se sintió nuevamente culpable.

—¿Estás bien? —preguntó esta vez, pasando sus ojos por su anatomía, buscando alguna herida visible.

Asintió en silencio, apartando la mirada.

—Gracias...

El silencio se instaló durante un período no muy largo de tiempo, envolviendo la casa únicamente con el sonido pausado del reloj de pared.

En esos escasos segundos de incomodidad que tuvo Kirishima, Bakugo los aprovechó para fijar la vista en él. Y eso, de alguna manera, lo hizo sentir más inquieto y observado. Hasta que el ceniza reparó en algo.

—¿Qué ibas a decirme? —preguntó y Kirishima alzó la vista confundido, parpadeando sin entender. Bakugo chasqueó la lengua —. Dijiste que me estabas buscando, ¿no es así? Para qué.

Y no había sido una pregunta, el cenizo estaba demandando una respuesta. Eijiro apretó los labios y apartó la mirada nuevamente, jugando con sus manos con nerviosismo.

—Ya dilo —exigió.

Tragó saliva con pesadez y se dio el valor de conectar sus miradas.

—Yo... yo solo quería decirte que... —nada salió. Kirishima trató de expresar lo que hace tiempo venía sintiendo por el chico frente a él, pero nada era capaz de escapar de su garganta. Tomó aire y cerró los ojos un segundo, dejando de pensar en las consecuencias negativas por una vez —. Yo... me gustas, Bakugo.

El mencionado entreabrió la boca por la sorpresa y lentamente comenzó a levantarse. A Kirishima se le empezaron a humedecer los ojos.

—S-se que debe ser algo asqueroso para ti que te lo diga, pero... p-por favor no me odies, por favor. Yo... en serio me gustas. Te había ido a buscar para decírtelo antes de que te fueras, quería que lo supieras aunque aún tenga miedo, ¿sabes? Quería ser sincero porque no quería seguir mintiéndote. Pero ahora veo que fue algo estúpido, lo siento. No me odies...

Kirishima soltó el resto de sus lágrimas junto a un lloroso casi involuntario, sintiéndose horriblemente mal. Nunca creyó que confesarse sería tan doloroso, pero ahora no tenía que mentirle, solo aguantar el dolor cuando se aleje de su lado. Aunque él podía, ¿no es verdad? Porque sabía que algo así ocurriría, que Bakugo lo despreciaría, que él...

Su cuerpo se crispó cuando sintió que un par de manos caían con suavidad sobre sus hombros —notando lo dañado que estaban sus nudillos después de haber golpeado a Kai hace rato— y que, frente a su rostro, estaba Katsuki completamente serio. Su ceño estaba fruncido como de costumbre, pero no había ningún rastro de enojo en ellos. Ni desprecio. Ni asco. Nada.

Y de alguna forma, eso solo logró confundirlo aún más.

El cenizo acarició con suavidad la zona donde sus manos descansaban antes de obligar a verlo directo a los ojos cuando lo único que Eijiro quería era simplemente huir.

—No te disculpes —le dijo —, no quiero que lo hagas. Tampoco vuelvas a decir esa palabra, porque en serio la odio —Kirishima parpadeó con las lágrimas bajando por su rostro, atónito y confundido —. No vuelvas a decir «asqueroso» porque no lo es. Así que no la vuelvas a usar, ¿entiendes?

Kirishima asintió pausadamente.

—Pero... ¿no me odias? —preguntó con un apéndice de miedo surcando su voz, temiendo acertar la respuesta que se formulaba lentamente en su cabeza.

Bakugo bufó una risa irónica antes de subir sus manos hasta las mejillas de Eijiro y limpiar cuidadosamente las lágrimas con sus pulgares. Sus ojos seguían fijos en los suyos, y un brillo honesto los surcó cuando de sus labios escapó un suave:

—No, jamás te odiaría.

La distancia entre ambos se fue cerrando cuando Bakugo se inclinó dispuesto a unir sus labios, moviéndolos con suavidad sobre los contrarios, deleitándose con su sabor y textura. Kirishima jadeó por la sorpresa y el cenizo lo aprovechó para profundizar el beso. Sabía que la única manera de hacer entender al idiota que también le gudtaba era demostrándolo, aunque después tendría que decírselo porque es tan malditamente inseguro y tonto que se lo preguntaría al día siguiente después de pasar toda una noche en vela dando vueltas en la cama.

Cuando el besó finalizó y ambos rostros tuvieron que separarse, Kirishima no pudo evitar abrazar sorpresivamente a Bakugo, casi cayéndose por lo brusco que fue. Aún así rió genuinamente feliz y, cuando se separaron de cálido contacto, esta vez fue Eijiro quien lo besó.

[...]

Antes: 5730 palabras.
Edición: 6320 palabras.

Nuevamente publicada la precuela de El Chico de la Biblioteca.

En serio que da pereza editar textos tan largos, que no es lo mismo que editar una historia pero con capítulos relativamente más cortos (de hecho, creo que ambos me dan igual pereza). Pero bueno.

Al menos puedo decir que me gustó mas que a como estaba hecho antes. Tenía mucho errores y párrafos mal narrados que no soportaba ver, así que me tomé un rato para mandar esto a borradores y darle una edición completa. Algunos párrafos los cambié, otros simplemente agregué y quité un par de cosas.

Esta vez si me acordé de poner el pequeño aviso que habría algo de bullyng y cierto grado de homofobia, cosa que no había puesto antes.

Datos y curiosidades:

¬ Esta precuela se da un año antes de El Chico de la Biblioteca, por lo que Kirishima y Kaminari cuentan con 16 años y Bakugo junto a Shinso 17. Claro que Shinso no se nombra específicamente, pero es el compañero de curso de Katsuki tanto en este año como en el siguiente, donde se da ambas secuelas.

¬ Kirishima vive únicamente con su madre, quien trabaja desde la mañana hasta la tarde.

¬ Kai... Kai no es nadie. Originalmente el "pelinegro" no tenía ningún nombre, pero me pareció que estaría bien meterle uno para no repetir tantas veces las mismas palabras.

Se me ocurrió pensando en ninjago XD

Sin más eso sería todo, ya que en sí no hay muchas curiosidades que digamos.

Espero les haya gustado y nos vemos próximamente. Chau chau!

Atte: Kirishi365 

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