
10. Duele.✔
La única diferencia entre tú y yo es que yo sí lucho por ti aunque mi corazón se rompa en el proceso.
***
Sentí como todo a mi alrededor se detenía.
Luché contra el impulso de salir corriendo. Dolía. Instintivamente llevé mi mano a mi hombro derecho y casi me eché a llorar. Parpadeé, acoplando mi vista al lugar mugroso que se cernía frente a mis ojos.
No estaba en un hospital.
Mi cuerpo automáticamente se encorvó en el colchón cuando escuché un ruido. El pulso frenético lo escuchaba palpitar detrás de mis orejas, mis extremidades estaban heladas, respiré erráticamente y el temor de la verdad me inundó.
Tenía puesta una camiseta de hombre color azul ocuro y unos vendajes en mi cuerpo el cual dolía como el infierno, traté de moverme, pero sentí como varios pares de ojos me miraron.
—Esto tiene que ser una maldita broma —susurré con la voz ronca.
Mi cuerpo se tambaleó, las respuestas a mis fervientes preguntas habían hecho efecto, recordaba absolutamente todo y tenía tanto miedo. No quise mirar a las personas frente a mí, me habían mentido ¡lo habían hecho en mi propia cara!, y comprendí que una manera de seguir este sinfín de mentiras era, fingiendo.
Miré a Dan, los impulsos de hablar sin parar y abofetearlo eran tan grandes que aún con dolor tensé mis músculos y apreté mis puños. Se acerco a mí y me abrazó, casi caí, y me pregunté si él estaba involucrado en todo esto. Me dejé llevar cuando depositó un beso en mi frente.
—Después de tanto tiempo he tenido miedo —murmuró. Le costó dejar salir esas palabras, pero me percaté de su actuación fingida. Algo dentro de mí se rompió—. ¿Estás bien?
No rompió nuestro abrazo y aquello lo sentí tan extraño, como si no lo conociera, como si hubiéramos pasado cientos de vida siendo enemigos. Una tos falsa nos interrumpió.
No bajé de la cama e ignoré el olor a húmedo. Sabía quién era Rayder, todo encajaba y no supe que sentir. No era miedo...algo me incitaba a decir que era lastima, por el hecho de que, yo no amaba a Rayder.
No lo amaba con la fuerza que él lo hacía.
Y temí, desde luego que lo hice, él y yo habíamos sido maldecidos desde cientos de años atrás, temí por no poder corresponderle, tal vez la maldición no era verdad, tal vez todo había sido una puñetera mentira.
Te mientes a ti misma.
No pude sostenerle la mirada cuando sus ojos se detuvieron en mí, sencillamente no podía y agradecí cuando Grace entro radiante a la habitación cargando unas cuantas cosas en sus manos. Me sonrió y la envidié por verse tan fresca.
—No te preocupes por eso —me dio una mirada. Dejó las cosas a un lado de mí y seguido tomo el frasco de cristal—. Esto lo borrará rápido, no quedará ni una marca.
La nuca me dolía, pero eso no era algo que se viera, sin embargo, sabía que tenía vendajes en donde la chica había lanzado aquellas dagas así que con cautela le pregunte; ¿qué era lo que tenía?
Me ayudó a levantarme, el suelo de madera estaba frío y alargué lo más que podía aquella camisa varonil. Me sentía tan débil. Humana y débil. Y solo por eso casi creía en lo que había dicho la rubia. Un grito salió de mis labios cuando observé la piel de mi cuello.
Estaba de un color carmesí mezclado con uno púrpura. Nunca había sido vanidosa, pero, viéndome ahora sabía que no existía una crema milagrosa para esconder esto. La marca de mi cuello paso a segundo plano cuando pensé en mi madre, y alterada dije que tenía que irme.
—Ella está bien. Está bien, yo mismo me asegure de eso —dijo Dan, sonriéndome de manera tranquila.
Solo así respiré hondo y masajeé mis sienes. Dejé caer mi cuerpo en la cama y odié cuando todos miraban cada uno de mis movimientos, como si esperaban a que me rompiera. Lo odié, ¿tan difícil era decirme la verdad? Me di cuenta de que ellos esperaban preguntas, algo que los liara con mi curiosidad, pero no sucedió.
Ya no quería sus malditas respuestas.
Grace sonrió nerviosa y hablo un rato sobre lo que eran las cosas que traía en sus manos. Me dijo que el frasco de cristal poseía una crema que su madre le había ayudado a preparar, era algo antiguo que utilizaban en Roma para cuidar de los guerreros que regresaban de la batalla, eso no llamo mi atención. Sin embargo, entre sus dedos tenía un collar y eso en especial pareció alegrarme más cuando contó su historia. Habló de como ese collar había cautivado a cientos del pueblo de Rutherford, era tan místico y lleno de pureza cuando el mismo Lucifer se lo había entregado a su amada. Extendí mis dedos hacía el y Grace lo alejó, me sonrió negando varias veces.
—Esto es algo que no puedes tocar, Dess —sus ojos llenos de afecto me observaron—. Es poderoso. Y una gran tentación.
Apreté los labios.
No supe si creerle. Estuvo distrayéndome un buen rato y cuando sonreía lo hacía con un amor y pureza que no había notado. Por alguna razón no podía dejar de ver la marca en la palma de su mano, note una mínima diferencia en la de ella y la mía.
Su color era de un negro intenso, oscuro y aterrador, en cambio la mía seguía de ese tono rojizo.
—¿Qué fue lo que te dijeron, Dess? —pregunto Dan. Trató de mirarme a los ojos con lealtad, una que era fácil darse cuenta de que estaba tratando de sonar pasivo y mostrarse interesado.
—No lo recuerdo —mentí, esbozando una sonrisa lenta—. No recuerdo nada.
Eso pareció aliviarlo, también a Grace.
Vi la figura de Mayson en el marco de la puerta, me sonrió con lentitud para después escuchar con atención lo que dije:
—¿Cómo llegaron ahí tan rápido? —pregunté.
—Casa de Mayson —dijo Grace de repente—, Dan nos había invitado a una fiesta que pensamos sería una oportunidad para socializar.
Tenían un buen punto, y eso si me lo hubiera creído.
—Increíble —agité la mano izquierda sin tantas fuerzas—. Bueno, digo, Dan es bueno haciendo amigos, tiene el don de la persuasión. Algo común entre ustedes, serían grandes amigos —terminé y algo dentro de mi pecho dolió.
Entonces, solo en ese momento, Mayson sonrió.
La sonrisa de Grace se deshizo mientras Dan desviaba su mirada hacía otro punto que no fuera yo, excepto Rayder. Rayder, era Rayder, me veía y podía jurar que sus ojos se volvían brillantes y se sumían en transparencia. Su mirada me lo decía todo. Él sabía.
La habitación fue abandonada, quedándonos solo él y yo, como siempre. Y me dije que tal vez, solo tal vez, podía llegarlo a amar, sin embargo, me importaba una mierda la puñetera maldición, lo que me dolía era que me estaban mintiendo. Era una mentira sobre otra mentira que creaban cientos de ellas.
Me quedé callada.
—Lo sabes —afirmó. Cerró la puerta con delicadeza para después volverse hacía mí—. No trates de mentirme.
—Sí, Rayder —contesté con frialdad—. Te estoy mintiendo como tú me mientes a mí.
Silencio.
Y más silencio.
—Fue Tim, ¿verdad? —se acercó con cautela. Cerró los ojos con fuerza tratando de ocultar ese algo. Asentí en respuesta—, ese maldito.
—¡Me dijo la verdad! ¿Cuál es el maldito problema? —exigí saber. Me estaba comportando como una niña caprichosa y patética, pero no podía evitarlo. ¡Me estaban mintiendo! y lo seguían haciendo.
—No debías saberlo —dijo. Se notaba molesto, demasiado molesto, e irradiaba esa frustración que inundaba cada esquina de la habitación—. ¿Jamás puedes dejar tu maldita curiosidad a un lado?
—No, no puedo —lo apunté y avancé hacía él—. Dime ¿cómo pensabas ocultar que nos hemos conocido por años, cientos de años?
Rayder parpadeó.
—¡Por qué duele! —gritó, exaltado. Sonrió caóticamente y eso fue mi pase al infierno—. ¡Nunca nos amamos! Yo te amaba, tú jamás lo has hecho. ¿Acaso crees que me importa? En tantas vidas terminamos consumiéndonos, todo termina igual, ¿qué más da si comienza diferente? Así que, haznos un favor a ambos, en tu otra vida no suprimas mi recuerdo, recuérdame cada maldito minuto como alguien a quien no amaste y forma una familia, vive tu puñetera vida, Destiny.
Él era un remolino de pedazos de su alma, y dolía, pero aún con eso, no tuve compasión.
—¿Y quieres que deje esto de lado así nada más? —cuestioné cruzándome de brazos. Mi voz había salido calmada, tranquila ocultando la impresión que me causo aquello—. ¡De alguna forma siempre acabo contigo! No puedo simplemente dejar de evocar tu recuerdo, ¿acaso no lo entiendes? —hice una pausa e inhalé profundo—, no puedo. No puedo, recordar. Sé que duele, pero no puedo. No recuerdo nada de lo que nos sucedió, no te recuerdo a ti, y no te amo.
—¿Sabes que es lo único que tienes en común completamente con tus vidas pasadas? —me pregunto en voz baja—. Siempre eres tan honesta, aun cuando sabes que eso daña a las personas.
—Yo... lo siento, Rayder.
Negó varias veces y rió con cinismo.
—No te amo, Dess —admitió—. Hace tiempo que deje de hacerlo.
Y eso dolió.
Salió del cuarto sin azotar la puerta, no salió gritando ni molesto, solo salió, y entendí que hay distintas formas de romper a una persona.
Mordí mi labio en un intento de no echarme a llorar, la única solución para esto era mi madre. Siempre había tanta calma en su mirada y esa seguridad en su sonrisa, decidí largarme de ahí y al hacerlo alguien se interpuso en mi camino.
—Miente.
Corrí la mirada.
—Eso tú no lo sabes.
—Probablemente —dijo, Mayson sacudiendo la cabeza con diversión. Se acercó en mí, tanto que invadió mi espacio personal—. Me sorprende tu manera de querer saber las cosas. Sé que ya lo sabes, era fácil verlo, pero fingiste, y tú amigo y Grace te creyeron.
—¿A dónde quieres llegar con esto? —le pregunte, encarándolo. Mi nuca dolía fuertemente de nuevo y la marca en mi cuello se sentía fresca.
—Lo que quiero decir, Destiny, es que estamos arriesgando demasiado por ti —escupió con la furia adornando sus palabras—. No me agradas. Hemos sacrificado tanto por ti, por alguien que solo piensa en ella misma y en el que sucederá.
Su respiración se mezcló con la mía y estuve tentada en abofetearlo, jugó con su cigarro y me sonrió con burla por última vez para después salir por la puerta.
—Imbécil.
Salí de la habitación y en el camino tomé mis cosas las cuales estaban en mi mochila junto a todos mis libros, ahí mismo me puse mi pantalón con suavidad en la rodilla que se encontraba lastimada y me colgué mis pertenecías. Bajé las escaleras, con la duda de no saber dónde estábamos, mis pasos atrajeron la mirada de Dan quien bebía de su cerveza. Grace estaba con la cabeza en el respaldo de sofá mientras sobaba sus sienes, y Mayson era Mayson.
—Me tengo que ir —murmuré y eso atrajo sus miradas. Mi cuerpo entero tirito al ser el centro de atención. No espere una respuesta y busqué una salida de esa casa.
No sabía cómo me sentía.
Mi cuerpo dolía, los cardenales púrpuras en mi piel solo servían para crear excusas para evitar a mi madre, tenía tanto miedo de lo que podía suceder, y sin duda alguna, mi valentía no existía.
Sin saber cómo lloré. Lloré por las cosas que estaban mal en mi vida y me sentí hundida en la depresión de lo que estaba sucediendo que llegué a pensar que estaba ridículamente siendo patética, para después reír. Y como si algo empeora comenzó a llover.
—¡Esta bien! Sé que soy patética por llorar —grité mirando al cielo oscuro—. ¡No era necesario la lluvia!
Soplé un mechón de cabello, que claramente no se movió y lo quité con violencia.
—¡Maldita mi vida! ¡Puñeteras vidas! —grité, retractándome, viendo como el vaho salía de mis labios cada vez que abría la boca—, ¡Maldita la persona que nos haya maldecido! ¡Maldita yo por no amar a Rayder! ¡Maldita profecía! ¡Maldita yo por enamorarme de alguien prohibido!
El motor de un auto atrajo mi atención y evitó que siguiera con mi drama. Giré mi rostro y vi a Rayder por la ventana.
—Está lloviendo.
—No me digas —murmuré, irónica.
Logré escuchar su risa y sin querer sonreí, ignorando por completo nuestra discusión de hacer rato. El auto se detuvo a mi lado y dejé de avanzar, de alguna manera lo esperé.
—Lo siento, cielo —murmuró sin verme. Mi hombro rozo con su piel y aquello fue un desenlace que me hizo no querer saber el final—. Lo siento por lo de hace un rato.
—Lo siento, Rayder.
Nos quedamos callados, sin decir absolutamente nada, solo permanecimos ahí, juntos. No creí en las palabras de Rayder, tal vez yo no lo amaba en este instante, quizá nos amamos tanto que terminamos destruyéndonos.
—Rayder... —dije en voz baja. Le di una mirada de soslayo y lo encontré incitándome a que siguiera—. ¿Tú recuerdas algo de nosotros?
Probablemente había sido una pregunta tonta, y absurda, no obstante, algo dentro de mí pedía que todo esto fuera una broma.
—Lo recuerdo todo.
—Dime unos de tus momentos favoritos —le dije con seguridad.
—No creo que quieras saberlo —negó, sonriendo con altanería—. Verás, cielo, siempre encontrabas la manera de persuadir.
Casi sonreí.
—¿Puedes recordarme? —le pregunté quedita—. ¿Puedes hacer eso?, ¿decirme como era yo en los años pasados?
—Sí —respondió con firmeza.
Sus ojos de un verde inescrutable me estudiaron, y quise apostar todo lo que tenía por saber lo que había pasado —lo que había pasado con nosotros— daría todo lo que tenía al saber cómo nos habíamos conocido en cada una de mi vida. Y entendí, el dolor de él lo hice mío en todas sus letras, tomé el amor en sus ojos y lo hice mío, tomé todo, aun cuando sabía que ambos saldríamos perdiendo.
—¿Qué es lo que cambio en esta vida?
—Nada, probablemente sigue doliendo igual —replicó Rayder—. Solo hubo un pequeño cambio, pero fue algo que me esperaba de ti —me sonrió, pero la sonrisa no llego a sus ojos—, estudias leyes, y anteriormente te dedicabas a la medicina, siempre.
—Yo...
No respondí. Solo me límite a seguir caminando y a no volver a tocar el tema, que, para ambos era incómodo. Caí en cuenta de una cosa; todo ya lo habíamos vivido, el misterio, las risas, el dolor, todo, entonces ¿por qué dolía tanto? Había algo en la mirada de Rayder que se tornaba oscura. Él no era un chico malo, tampoco alguien tóxico, poseía una atracción a la que no era inmune, podía darte calidez en sus brazos para luego arrojarte al abismo sin piedad, y yo, ya sabía cual iba a ser mi final.
***
¡¡Me encuentras en!!
Instagram: @blair_storm
Twitter: @DCBlair78
¡Ahí me encuentro más activa! [Los links están en mi perfil]
Saludos<3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro